El
último alcalde de la II República en La Laguna fue el socialista
Alonso Suárez Melián, que ocupó el cargo con apenas 35 años de
edad. Nacido el día 15 de enero de 1901 (1), su labor como militante
político y abogado le hizo merecedor de un destacado papel en los
últimos días del periodo republicano en Aguere, pero también le
convirtió en una diana humana para el nuevo régimen franquista.
En
junio de 1919 Alonso finaliza su bachillerato en el Instituto General
lagunero, donde la prensa destaca a los jóvenes que han obtenido
“muy buenas notas”. Le acompañan en esa promoción Aurora García
Guanche y Matilde García Guanche, Juan González Cabrera, Leopoldo
Díaz González, Juan Pérez Delgado (el popular poeta y escritor
conocido como Nijota), Cecilio Marrero Martin, Tomás Quintero
Guerra, Guillermo Cubillo Nóbrega, Isidoro Hernández González,
Alfonso Trujillo Brito y Juan González del Carmen (2). En sus
estudios superiores se enfoca en la abogacía, donde también será
un alumno destacado, recibiendo matrícula de honor en Historia
General del Derecho Español (3) y Derecho Administrativo.
Su
vida social y sus primeros pasos políticos aparecen plasmados en la
prensa del momento, frecuente entre quienes en esa época llegaban a
una formación superior. Por ejemplo, es uno de los intervinientes en
la inauguración de un nuevo centro escolar en La Guancha, evento en
el que le acompañan el estudiante de Magisterio de la zona,
Cristóbal Barrios, y el profesor y periodista, Luis Diego Cuscoy,
que también sufrió a partir de 1936 persecución por sus ideas
republicanas. Según destaca la crónica, “todos los oradores
abundaron en brillantes conceptos acerca de la importancia de la
enseñanza” (4), algo que sin duda siempre puso en valor en su
acción política.
En
los meses previos a la proclamación de la II República, Alonso
Suárez ya cuenta con un despacho propio con “consulta diaria”.
Será en el número 89 de la calle Alfonso XIII de Aguere, que
posteriormente retomará su popular nombre de calle Herradores. Los
anuncios donde promociona su labor los publicará de forma recurrente
en el diario republicano La Prensa (5).
De
su buena faceta profesional, como “abogado de casi todos los magos”
de La Laguna, deja testimonio el escritor Juan Oliva-Tristán en un
artículo que lo recuerda: “Don Alonso siempre repetía la frase
siguiente: "El trabajo es el vicio de los que no servimos para
hacer otra cosa", y procreó a dos hijos que también se
hicieron abogados como él, que son Alonso y Juan Vicente Suárez
López” (6).
La
paternidad y el matrimonio son parte sustancial de su vida. En julio
de 1934 contraerá matrimonio con su compañera de vida. La prensa
escrita lo plasma de la siguiente manera: “Hoy, sábado, contraerá
matrimonio en La Laguna el joven abogado don Alonso Suárez Melián,
con la señorita Sixta Jesús González López” (7).
Su
activismo político se hará más visible en sociedad poco antes del
inicio efectivo de la II República, lo hace junto al que sería el
primer alcalde republicano de esa etapa, el médico, José Perera
García, que actualmente es considerado “portador de la antorcha de
la nueva medicina, que surgió al finalizar el primer cuarto del
siglo XX” (8). Estos, acompañados de otros representantes de la
sociedad lagunera, conforman la “candidatura de oposición al
contubernio monárquico” (9). Esta
candidatura antimonárquica sumaba a personas del ámbito socialista,
además de otros perfiles de republicanos de izquierda y derecha
(10).
El
éxito republicano del 14 de abril lo hace formar parte de algunas
labores encomendadas al nuevo Ayuntamiento lagunero, es el caso de la
visita al Gobernador Civil a finales de ese mes de 1931, junto al
nuevo alcalde de la ciudad y otros miembros de la candidatura, como
Carlos Pimienta, Diego Luz Jiménez o José Mauriz (11).
En
junio de 1931 se constituye la primera agrupación socialista, en el
número 63 de la calle San Agustín, quedando presidida por Alonso
Suárez Melián y con Bernardo Calero como secretario-contador,
Manuel Fumero, tesorero, José Wangüemert, bibliotecario y los
vocales, Cristino de Armas, Roque Cabrera, Victoriano Rodríguez,
Juan Soto y Wenceslao Yanes (12), aunque el acta no queda formalizada
de forma definitiva hasta diciembre de 1932 (13), al vivir el
municipio varios procesos electorales casi seguidos debidos a
diversos incidentes.
En
1933 formará parte activa de la Agrupación de Amigos de la
Universidad Nueva, como parte del comité organizador presidido por
los destacados intelectuales, José Rodríguez Moure y José Peraza
de Ayala, donde también comparte labor con otras figuras ligadas al
republicanismo, caso de María Rosa Alonso, Luis Álvarez Cruz o José
Rial, que apoyan el desarrollo universitario en las Islas, planteando
un mayor vínculo con la sociedad, la elaboración de becas para los
“alumnos pobres” y el diseño de cursos de idiomas para
estudiantes extranjeros (14).
Su
nieto, Alonso Suárez Lecuona, explicó la sensibilidad política y
social de su abuelo en la sesión plenaria donde se le reconoció:
“Mi abuelo entró en
política con la única finalidad de ayudar a los menos favorecidos,
intentar elevar el nivel cultural y económico de esto y para llevar
a cabo políticas sociales, objetivo truncado como consecuencia del
alzamiento militar” (15).
Nuestro
protagonista se mantendrá activo durante los años de la República
apoyando los mítines socialistas en la campaña de 1933 y 1936,
donde compartirá ardientes intervenciones con destacadas figuras del
mundo de la cultura y la medicina, como Pedro García Cabrera,
Fernando Barajas, Santiago Albertos o Nicolás Mingorance, además
del desarrollo y ampliación de la Asamblea del PSOE en Aguere.
Tras
la victoria del Frente Popular, el 28 de febrero de 1936, se nombra
una nueva corporación en la que Alonso Suárez será designado, por
quince votos a favor y un voto en blanco, alcalde de la ciudad (16).
Además de eso se nombraron otros ocho concejales socialistas:
Luis Rivero Rodríguez, Cristino de Armas Fernández, Sebastián
Perera Marrero, Salvador Romero González, José Rodríguez Álvarez,
Julio (Cristóbal) González Álvarez, Domingo Álvarez Suárez y
Antonio Velázquez González. También, se designaron seis concejales
comunistas: Domingo García Hernández, Agustín León Pérez, Julio
González Abrante, Domingo Alberto González y los hermanos Eladio y
Mauro Martín Peña (17).
Al
finalizar la nueva toma de posesión La Laguna vivió un auténtico
estallido de alegría popular entre los sectores progresistas de la
ciudad, que realizaron una marcha espontánea por las principales
calles, encabezada con los retratos de los dos militares republicanos
fusilados apenas cuatro meses antes, Galán y García Hernández,
además de la bandera de la Federación Obrera, socialistas y
republicanas, dando vivas a la República y “a las principales
figuras del Gobierno y Frente Popular, quemándose numerosos cohetes”
(18).
Esa
relativamente tranquila tarde contrasta con la celebrada unos días
antes, en la que ante la victoria del Frente Popular, seguidores de
las fuerzas de izquierda se dirigieron al Seminario y lanzaron
algunas piedras al grito de “¡¡Se acabó la represión, se acabó
el oscurantismo!! (19). Este incidente, junto con los intentos de
convertir este espacio religioso en un centro educativo público,
marcaría a los reaccionarios en La Laguna durante las jornadas de
represión y sentenciaría a muchos de los desaparecidos.
El
difícil equilibrio entre los fuertes poderes tradicionalistas y
clericales, con una mayoría electoral republicana tuvo sin duda un
destacado papel en las decisiones y acciones a desarrollar en las
jornadas posteriores al golpe del 18 de julio. Si atendemos a las
actas de plenos del último periodo republicano, hay una destacada
voluntad de hacer cumplir con el mandato de hacer de la educación un
servicio público y laico, separándola de las entidades religiosas
que gestionaban numerosos espacios educativos. En este sentido
destaca la clara apuesta por dotar de “edificio, mobiliario y
material a las Escuelas Nacionales que habrá que crear en el más
breve plazo posible para sustituir la enseñanza dada en esta Ciudad
por las Órdenes Religiosas” (20). También hay otro ejemplo con la
petición del concejal e histórico del fútbol tinerfeño, Francisco
Peraza, miembro de Izquierda Republicana, que propone elaborar un
informe sobre la posibilidad de incautar el Seminario Conciliar (21)
para destinarlo a las nuevas necesidades educativas de la infancia
obrera.
El
22 de mayo de 1936, Alonso Suárez participa en la reunión de la
comisión del Cabildo de Tenerife con la que se pretendía favorecer
la celebración del XV Congreso de la Asociación para el Progreso de
la Ciencia, donde junto con la Universidad, se quería facilitar la
llegada a Tenerife de sus miembros y los “agasajos en honor de los
congresistas durante su estancia en aquella ciudad” (22).
La
corporación lagunera además adopta acuerdos sobre cuestiones
sensibles vinculadas con el momento político. Es el caso de la
repulsa contra el asesinato político del joven obrero Manuel
González Cruz, apuñalado en El Sobradillo por un militante de
derechas, sumándose a la “imponente manifestación de duelo” y
levantándose la sesión en señal de protesta (23). Alonso Suárez
también es el encargado de trasladar a la Fiscalía un presunto
delito relativo a la desaparición de cinco mil pesetas que eran una
subvención para mejorar la cantina de un centro educativo municipal,
sucedido cuando el alcalde era Demetrio J. Pérez (24).
Sin
duda un suceso determinante en la persecución sufrida por los
miembros de esa última corporación republicana es el acuerdo del 6
de mayo de 1936, en el que el gobierno local, por unanimidad, decide
suscribir la queja del Ayuntamiento de Buenavista ante la fuerte
presión militar contra durante la jornada del 1º de mayo. En esa
sesión se lee lo acordado el 2 de mayo en la localidad norteña,
donde se señala como responsable principal de esta movilización de
tropas al Comandante Militar de Canarias, Francisco Franco. El
alcalde y los ediles mostraron “su más enérgica protesta por
haberse adoptado por la máxima autoridad militar análogas medidas
en esta Ciudad, desplazando fuerzas y emplazando ametralladoras al
convento de las Oblatas situado en Gracia” (25). Posiblemente esta
declaración política tuviera un alto coste personal para sus
protagonistas, idea que el nieto de Alonso Suárez también destacó
señalando que tomaron el acuerdo a sabiendas de que “a
este general nunca le tembló el pulso a la hora de eliminar a
cualquier persona que se interpusiera en su camino” (26).
Este
momento político culmina con un golpe militar en el que las fuerzas
tradicionalistas retoman el control absoluto del municipio y
desarrollan desde el inicio una fuerte represión contra todos los
sectores republicanos, sindicales e izquierdistas, incluyendo a la
corporación del Frente Popular.
A
las 12:30 horas del día del Golpe militar se celebra en el salón de
plenos la primera reunión de la comisión gestora, creada esa misma
jornada por los militares y las élites locales que les eran
favorables. Con este instrumento tratarán de remedar una legalidad
que habían violentado. Dos vecinos ocupan un destacado lugar. Se
trata de Ángel Núñez López, designado por ser el “mayor
contribuyente de esta localidad”, y Agustín Monteverde y Lugo, que
describen como “cabeza de familia más numerosa de este término
municipal” La presidencia de esa primera cita la ostenta en esa
sesión inicial el Teniente Jefe de Línea de la Guardia Civil en La
Laguna, Pablo Sánchez Hernández, dando “cumplimiento a la orden
recibida por el autorizante del señor coronel Comandante Militar
accidental” (27).
El
hijo de Alonso Suárez, del mismo nombre, dejó un relato
clarificador sobre la detención de su padre en las primeras horas
del Golpe: “Creo que hay un dato muy importante que quiero resaltar
en este Ayuntamiento, es que cuando lo detuvieron y compareció aquí
en el Ayuntamiento para hacer la entrega al nuevo Alcalde de la
Corporación, presente un Notario, eso es de destacar, muy
importante, presente el Notario, revisaron los libros, el dinero que
había en Caja, el dinero que había en bancos, etc., etc., y cuando
terminó de hacer todo eso, le dijeron firme el Acta para ya
marcharnos, y entonces mi padre le dijo al Interventor, saca una
cajita de puros que hay aquí, y sacó una cajita de puros y se
vaciaron sobre la mesa, y puso sobre la mesa un montón de monedas; y
dijo, y eso qué es, le dijo el Notario, ¿y eso qué es?, dice, no
esto es del pueblo, estos son los céntimos de peseta; fíjese usted
el tema”. Su nieto se reafirma en la misma idea al decir que
“Alonso Suárez
Melián fue un ejemplo de honradez, tanto es así que podía decir
que de este Ayuntamiento no se llevó ni una cuartilla ni un plumín,
ni permitió que durante su mandato nadie lo hiciera” (28).
Su
hijo cuenta como vivió su amarga estancia en Fyffes y en los barcos
prisión, donde “todas las noches lo venían a despertar, y dice
que a partir de que lo tocaban y abría los ojos y decía, este no
es, sino otro, entonces él se quedaba y podía dormir tranquilo al
menos veinticuatro horas hasta el, hasta la noche siguiente” (29),
quedando en evidencia el miedo a que las brigadas del amanecer se los
llevaran y los desperecieran en algún lugar, como sucedió con su
compañero de Corporación, el líder comunista, Domingo García.
Alonso
Suárez es sometido a juicio en el Proceso 184/1936, donde a 23 de
septiembre de 1936 se le comunica en Fyffes que “no
existiendo indicios racionalidades de criminalidad, procede con
arreglo a lo preceptuado en el artículo 296 del Código de Justicia
Militar la terminación de estas diligencias previas sin declaración
de responsabilidad” (30).
A pesar de ello no cambia su situación de forma sustancial, e
incluso llega a empeorar para su familia.
El
acuerdo plenario del 6 de mayo de 1936 genera que, tras varios meses
como presos gubernativos, se les tramite a través de un tribunal
militar el proceso 172/1936, que acaba en condenas, que aunque ya
habían cumplido con creces, no les genera cambio alguno en su
situación (31).
El
Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas prosigue la
persecución policial contra el último Gobierno republicano a través
del expediente rollo número 54 de 1939, que el 6 de abril de 1940
anulan
el
expediente Nº 41 de 1937 instruido por la Comisión de Incautación
de Bienes de Santa Cruz de Tenerife, donde fue sancionado con la
multa de 100.000 pesetas, ya que no puede ser “nuevamente
sancionado en este expediente don Alonso Suárez Melián que ya lo
fue anteriormente, y por tanto queda excluido del mismo” (32). Por
si cabe alguna duda de la situación que vivió nuestro protagonista
y su familia, vuelvo al testimonio de su nieto: “Mi abuelo fue
encarcelado en Fyffes, condenado, despojado de todos sus bienes,
casa, coche, dinero, y además, como si todo esto no fuera
suficiente, fue expulsado del Colegio de Abogados de La Laguna,
impidiéndole ejercer su profesión y así degradarlo, humillarlo, y
sumirlo en la miseria” (33).
Está
en prisión cuando fallece su suegro, Julián González Reyes,
empleado del tranvía como recoge la esquela publicada en la que se
recuerda al propio Alonso (34). El tránsito de Suárez Melián por
los penales es un recorrido por lugares insalubres y llenos de
muerte, no es de extrañar que aceptara participar en diciembre de
1936 del traslado al campo de prisioneros de Los Rodeos, donde
calcula que se concentran presos instalados en tiendas de campaña
realizarían trabajos forzados ligados con la construcción de la
pista del nuevo aeródromo. Allí coincidió con otros concejales,
como los comunistas Mauro y José Martín Peña, además del
socialista y también exconcejal, Antonio Velazquez, que enfermó de
tuberculosis y murió poco después de ser liberado (35). En la
novela de base histórica, “la Prisión de Fyffes” describen
“unas diez chabolas, y un total de doscientos treinta presos”
(36), coincidiendo ambas obras en lo positivo del cambio, al salir a
un aire más limpio, sin tanta presión de los guardias y “chivatos”.
Allí vivieron una desagradable experiencia, al tratar de asaltar el
campamento unos falangistas y otros simpatizantes de la dictadura,
“individuos de la rancia aristocracia lagunera”...“con el fin
de “liquidar” a los que allí estábamos concentrados” (37).
Tras
salir en libertad, Manuel Suárez Melián debe recuperar su vida y
retomar poco a poco su actividad como abogado, además de criar a sus
hijos, que eran apenas bebés. Uno de ellos, Alonso, recuerda las
enseñanzas contra el rencor recibidas de su padre, que les animaba a
tratar de mirar más allá de las ideas, mostrando como aplicó unos
valores humanos que él no pudo disfrutar de sus adversarios. Dice:
“nos educó
siempre en todos, en todos los momentos de que tanto en la derecha
como la izquierda hay caballeros y hay sinvergüenzas, y hay personas
100 deshonestas, eso fue una educación vital para nosotros” (38).
Suárez
Melián falleció en La Laguna, tras ejercer durante muchos años
como abogado. Lo hizo acompañado de su familia y con el alcalde
Elfidio Alonso, sobrino de María Rosa Alonso, acudiendo a su
sepelio. Como una pequeña brecha más, por la que recuperar su
figura, en abril de 2016 el pleno aprobó por unanimidad un
reconocimiento a su memoria, que permitió que el 20 de julio de 2018
sus familiares y representantes de los distintos partidos políticos
municipales pudieron arropar la colocación de las placas que a
partir de ese día recuerdan a Alonso Suárez Melián en una calle
destacada del Casco. Una vía pública dedicada a su vida, su
sufrimiento y el legado de dignidad que dejó. Que su memoria no se
borre.
Fuentes
consultadas
Región
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Gaceta
de Tenerife. 16 de junio 1919 p.2
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Ars
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Sanabria, Pedro. Concejales de La Laguna condenados por el TRRP:
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Acta
del Pleno del Ayuntamiento de La Laguna del 14 de abril 2016. p.98
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