viernes, 28 de febrero de 2025

La memoria selectiva de la señora Ayuso y el aeropuerto de Los Rodeos


Qué bueno que la presidenta de la Comunidad de Madrid vino a recordar que el Aeropuerto de los Rodeos debería ser lugar de memoria…aunque ella no quiera saber nada de recordar a las víctimas de la dictadura y de respetar las leyes de memoria. Qué bien que el ministro del ramo, Ángel Víctor Torres haya dicho que es uno de los acuerdos que piensan ejecutar.

Es que desde 2016 venimos defendiendo en el pleno de La Laguna y dejando una ristra de acuerdos que hablan de esa realidad, antes incluso que la Ley de Memoria Democrática estuviera aprobada, pidiendo recordar a los cientos de republicanos condenados a realizar trabajos forzados, mano de obra casi esclava, que en los primeros meses de la dictadura estuvieron trabajando para dar forma a lo que hoy es uno de los principales aeropuertos de Canarias.    

Pocos saben que en ese tiempo estuvieron alojados en unas casetas y barracas precarias personas cuyo único delito fue soñar con que un mundo más justo. Jóvenes, en su mayoría, que lucharon por esas ideas de libertad, igualdad y fraternidad, que cuestionaron el poder de algunos viejos caciques y defendieron la conquista de más derechos para la mayoría que menos oportunidades tenía.

La señora Ayuso usa la demagogia para justificar sus incumplimientos y los de su partido en Madrid. Es el mismo partido que tiró al suelo las placas que, con los versos de Miguel Hernández, recordaban a los cientos de víctimas fusiladas en el Cementerio del Este de Madrid. O el mismo sector que defiende mantener el monumento a Franco, si hablamos de cosas más cercanas.

Estoy seguro que la presidenta no sabrá que en Los Rodeos estuvo Mauro Martín Peña, exconcejal republicano lagunero, que en su libro de memorias nos legó la historia de los 150 republicanos presos que fueron destinados a trabajar en ese campo de concentración improvisado. Diez tiendas de campaña rodeadas por un cerco de alambre de espino, entre frío, golpes y penurias. Allí pasaron meses moviendo tierra y arrancando plantas. En su libro recuerda a algunos compañeros de fatigas, como su hermano Pepe, Antonio Velázquez, "gran compañero que gozaba de poca salud, enfermó de tuberculosis y murió a poco de salir en libertad", Edmundo García, exiliado posteriormente a México, Clemente Hernández, exiliado a Venezuela o Pedro Duque, todos maestros de escuela represaliados. También estuvo como un esclavo más el último alcalde republicano de La Laguna, el abogado Alonso Suárez Melian. Decía: "duro era el trabajo en el campamento-prisión, cavar, remover la tierra y transportarla en las pesadas vagonetas de un lado para otro; pero hasta cierto punto era necesario, los meses de invierno en Los Rodeos eran muy fríos y no se podía estar inactivo".

Mauro recordó muchos años después lo que le hicieron algunos de los que compartieron la ideología de la señora Ayuso, en una noche donde pensaron que iban a perder la vida a mano de "un grupo de falangistas confabulados con varios individuos de la rancia aristocracia lagunera, intentaron asaltar el campamento con el fin de "liquidar" a los que allí estábamos concentrados".

También el periodista socialista José Antonio Rial estuvo en ese campamento de prisioneros y coincide en parte de sus recuerdos. En su libro narra lo siguiente "...el trabajo de picar, cavar y arrastrar vagonetas cargadas de tierra en lo que llegaría a ser un aeropuerto, fue ajustando a los concentrados de Los Rodeos a sus faenas y a la nueva situación”. Espero que la placa que se ponga o la exposición que se haga recuerde que fue el Cabildo Insular, “el honrado organismo que utilizó presos políticos como forzados, mejoró el rancho, aportando una peseta diaria para este fin, por cada concentrado...".

Ojalá esta salida de la presidenta de Madrid, hecha para provocar y dañar, deje al menos lo que con los múltiples acuerdos plenarios  de La Laguna no pudimos, por la memoria de todos los que pasaron mil y una penas trabajando para dar forma a esas primeras pistas de Los Rodeos.

domingo, 23 de febrero de 2025

Un canario Héroe Nacional de Francia: Antonio Medina Vega

El 21 de febrero de 1946, el canario Antonio Medina Vega fue fusilado en Madrid, tenía poco más de treinta años. De poco valió la intensa campaña internacional contra la pena de muerte de los diez militantes comunistas de los que formaba parte, en especial por el importante papel de varios de ellos en la guerrilla antinazi que ayudó a liberar Francia. El franquismo, a pesar de haber perdido a sus aliados alemanes e italianos, no dejó de ejercer su brutal represión. Solo una semana antes ya habían fusilado a otros siete antifascistas en Barcelona y quedaban muchas muertes más.

Como cuenta Ana Sharife en un artículo de 2020, Antonio había nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1915. A pesar de su juventud y de que logró desarrollar una empresa de venta de material a barcos del puerto de la capital, parece que simpatizó con el movimiento obrero, militó en Alianza Obrera y Campesina, muy vinculada al Partido Comunista. Tal vez por su juventud o por la casualidad, parece que no fue detenido por los golpistas, siendo movilizado como tantos otros jóvenes isleños que poco podían hacer para evitar este destino y participar en una guerra en el bando que no sentían como propio. Muchos jóvenes simpatizantes con los ideales republicanos o activistas de las organizaciones de la izquierda se vieron en situaciones similares y algunos reunieron el valor suficiente para jugarse la vida pasando de bando en pleno conflicto armado.

Medina, es movilizado en el Regimiento Infantería Canarias número 39, en el mes de octubre de 1936 La Prensa recoge un texto en el que el cabo José Macías Falcón y nuestro protagonista pedían una madrina de guerra, con la que poder cartearse durante su estancia en el frente.

Los canarios forzados a participar en la Guerra con el bando al que consideraban enemigo de sus intereses de clase, además de sus valores e ideales, no dejaron de tratar de incorporarse a la lucha del bando republicano. En marzo de 1937 se produjo la fuga de Villa Cisneros, en la que 23 presos republicanos isleños y 93 militares de la guarnición, la mayoría jóvenes canarios, junto a dos pasajeros y 34 tripulantes del vapor Viera y Clavijo, lograron llegar a la zona republicana, tras pasar por Senegal. Se dice que Dolores Ibárruri llegó a decir irónicamente en la radio, “Cierra la jaula Queipo, que se te escapan los canarios”.

El 20 de junio de 1937, Antonio Medina logró cruzar las líneas en Talavera de la Reina. Lo hizo junto al cabo Timoteo Rodríguez Cabrera, y los soldados, Graciliano Godoy Lorenzo, Agustín Rodríguez Jiménez y Lucas Rodríguez Expósito. Todos estos miembros del Regimiento Infantería Canarias número 39 fueron juzgados en la causa 60/1940. Medina se unió a las tropas republicanas en el frente norte y se enroló en el 14 Regimiento que lucharía en el Ebro. En el Diario Oficial del Ministerio de Defensa del 24 de diciembre de 1938 se anuncia que su ascenso como Sargento como miembro de la 37 brigada mixta, llegando a lograr el puesto de capitán. En esa brigada también se encontraba el cabo canario Timoteo Rodríguez Cabrera, compañero de fuga.

Antonio, como varios cientos de miles más, tuvo que cruzar los Pirineos en 1939, siendo uno más de los refugiados que abarrotaron los campos habilitados por las autoridades francesas. Allí vería como el país que no quiso ayudar a la República española era invadido por los alemanes y se veía sometido a la dominación nazi. Como muchos otros veteranos de la guerra se sumó a los grupos de la resistencia armada, acompañando al teniente coronel de los maquis franceses, el asturiano Cristino García Granda. A finales de 1941 se celebró en Carcasona una reunión de militantes del PCE en la zona, que dio origen a la primera brigada de guerrilleros españoles en Francia, a su vez base del XIV cuerpo de guerrilleros. En ella estuvo presente Medina.

En Francia mantendrá el cargo de capitán, pero esta vez en las fuerzas francesas del interior (FFI). Junto a su grupo participó en la liberación de localidades del Sur de Francia, como Prayols y Rimont, logrando importantes éxitos antes las tropas nazis, incluida la liberación de un grupo de judíos que iban a ser enviados a un campo de concentración. Su victoria les mereció un telegrama de felicitación del general De Gaulle: “Al capitán Antonio Medina Vega, campo de batalla de Aziege Foix. Francia. Querido capitán de la FFI: Enterado de las batallas de Prayols y Rimont por los bravos luchadores republicanos españoles, al mando del comandante Cristino García y su destacamento donde hicieron sucumbir a un contingente de la Wehrmacht por la liberación de Francia reciba mi felicitación que nuestro pueblo jamás olvidará. Viva la Francia libre”. Tendrá un gran papel en la liberación del departamento francés del Aude, en la región de Occitania, por el que se le otorgará el reconocimiento como Héroe Nacional de Francia.
Monumento a los guerrilleros españoles en Prayols
La victoria aliada llenó de esperanzas a los republicanos. Miles de ellos habían luchado al lado de los franceses y de otras tropas aliadas. Se calcula que con Leclerc habían luchado unos 25.000 de ellos. Otros 10.000 acabaron en los campos nazis, como Mauthausen-Gusen, donde cerca de la mitad perdieron la vida. Medina desfiló como un héroe más en las calles de París, pero muchos no creían que era momento de paz. La derrota de Hitler y Mussolini, aliados de Franco, generaba una esperanza de que más pronto que tarde sería posible eliminar al dictador español. Medina tiene en esa época esposa e hijo, pero no quiere quedar al margen de la liberación de España.

El PCE tuvo un papel central en esa estrategia en la que querían lograr retomar una situación de resistencia armada a la dictadura que animara a los países aliados a cambiar su neutralidad mayoritaria frente al franquismo. Militantes comunistas trataron de generar focos de resistencia en territorio español. Varios miles fueron cruzando los Pirineos en dirección contraria a la que vivieron apenas seis años antes. En octubre de 1944 se lazó la llamada “Operación Reconquista” por el Valle de Arán, aunque con poco éxito. Otros grupos penetraron por otros lugares y trataron de generar focos de guerrilla urbana. Antonio formó parte de estos últimos, pero como otros, fue detenido, ingresando en diciembre de 1945 en la cárcel de Carabanchel, en Madrid.

Las autoridades franquistas, a base de torturas y detenciones, lograrán ir desarticulando a varios de los grupos, organizando un proceso judicial sin ninguna garantía jurídica para los detenidos. La sentencia fue muy dura, condenando a la mayoría de ellos a muerte.

La respuesta de instituciones y países fue de solidaridad. De Gaulle llegó a amenazar con un bloqueo total en caso de que las sentencias se ejecutaran...poco le importó al dictador español. En la madrugada del 21 de febrero se realizaron los diez fusilamientos. La prensa francesa estalló en denuncias, la Asamblea Nacional francesa denunció este suceso, y hasta L´Humanité pedirá en su portada la inmediata ruptura con Madrid. De poco servirá. La dictadura tendría tres décadas más.

Sus cuerpos acabaron en una fosa común. Una placa en Carabanchel recuerda a Antonio Medina, Manuel Castro, Cristino García y los otros siete militantes comunistas. Hoy son más conocidos y reconocidos en Francia que en su tierra. Que la memoria de este canario valiente no se borre.





Fuentes consultadas

Sharife, Ana. El canario que salvó a centenares de judíos: https://ctxt.es/es/20200401/Firmas/31925/antonio-medina-mauthausen-nazis-exilio-ana-sharife-canario-judios.htm

Antonio Hernando Villacampa: https://osmonegros.com/2021/01/31/antonio-hernando-villacampa/

Millares Cantero, Sergio. Desertores de Franco y fieles a la República: https://www.eldia.es/canarias/2025/02/01/desertores-franco-fieles-republica-113894701.html

Alberto Anaya, Luis. La Guerra Civil en Lanzarote y Fuerteventura. XV Jornadas de estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote. 2016. p 23

Medina Sanabria, Pedro. Antonio Medina Vega: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/tag/antonio-medina-vega/

L'Humanité 23 de febrero de 1946 p1

La Prensa. 4 de octubre de 1936. p3

Combat: organe du Mouvement de libération française 23 de febrero de 1946 p1

Mundo Obrero: Boletín del Partido Comunista de España en Francia. 23 de febrero de 1946 p1


sábado, 15 de febrero de 2025

La huella canaria en la independencia de Cuba

La madre del niño canario Francisco Rufino, de solo trece años de edad, escribía desesperada a las autoridades. Pedía que su hijo regresara a su tierra tras seis meses trabajando en los ferrocarriles cubanos. Las autoridades españolas rechazaron la petición, su hijo debía 40 pesos del pasaje que le pagaron para trabajar. Pocas semanas después aparecía en el listado de los fallecidos. Esta historia de 1838 refleja la realidad de miles de canarios y canarias, que con la prohibición de la esclavitud, fueron atraídos para convertirse en una mano de obra barata y supuestamente sumisa. La firma habanero-catalana González y Torstal ofrecía nueve pesos al mes a los isleños, pero estos debían pagar por el gasto que habían hecho en trasportarlos, alojamiento y alimento. Este sistema les hacía un 50% más baratos que cualquier otro trabajador (1).

En las vegas donde se cultivaba el tabaco, en la caña de azúcar, en los trenes, los comercios...incluso en los prostíbulos de La Habana. El canario, llamado isleño, estaba mano a mano con la cubana, ambos supieron juntos de sus penas y sus deseos.

La emigración desde Canarias se mantuvo de forma continuada desde los inicios de la época colonial. Este vínculo generó una proximidad, no solo laboral, incluso emocional. Como decía en 1908 el escritor cubano Joaquín Nicolás Aramburu, no había en la isla caribeña tierra de labranza “donde no hayan caído gotas de sudor, chorros de sudor, de alguna frente canaria; yo no sé si hay bohíos en el fondo de esas praderas eternamente florecidas, donde no haya vivido, con la nostalgia de la patria en la mente y el amor de la familia en el corazón, algún descendiente de los recios guanches ” (2). Pero no solo fue sudor el que quedó en tierra cubana, también corrió su sangre.

Con la llegada de los ideales independentistas numerosos canarios asumieron esta lucha como propia. Las condiciones de explotación de muchos de estos guajiros les empujasen a adherirse a las tropas mambisas o a colaborar con ellas.

Entrevista a José Fuentes Dorta
En 1978 la revista Aguayro plasmaba el testimonio directo de uno de ellos. El tacorontero José Fuentes Dorta, que había cumplido en ese momento 101 años, participó en la independencia cubana del lado mambí, decía: “El peninsular miraba al canario como una cosa inferior y siempre lo despreciaba hablando mal de él. Nos desprestigiaban. Ellos no conocían las Canarias y sólo sabían que eran un risco de África”. La explotación que sufrió en el cultivo del tabaco, en un régimen casi de esclavitud, le hizo tomar partido por los guajiros como él, como dijo a sus entrevistadores, “era una cuestión de dignidad” (3).

Aunque como es evidente, en los estallidos independentistas que vivió Cuba, hubo canarios en los dos bandos, muchos colaboraron con la administración colonial, en especial los de las ciudades. Hubo incluso algunos que no quisieron tomar ninguno. A pesar de ello, resulta muy llamativa la alta presencia de canarios en las filas del ejército rebelde. En la guerra de 1895-1898 los isleños representaban un 41% de los españoles que pelearon al lado de los mambises y el 31,3% de todos los extranjeros participantes ese conflicto, sumando unos 567 efectivos (4). Uno de estos canarios llegó a ser general de las tropas rebeldes, Manuel Suárez Delgado, nacido en Santa Cruz de Tenerife. Otro ejemplo es el de Manuel Moreno Roldán, alistado en las filas mambisas en mayo de 1896 y que llegó a alcanzar el grado de sargento del Regimiento de Baracoa, en el Oriente cubano.

Manuel Suárez Delgado
Los hubo también que estuvieron en los intentos anteriores. José Martí, gran prócer de la independencia cubana, hijo de la canaria Leonor Pérez, habló de Joaquín Montesinos Trujillo, gomero nacido en Arure, del que en 1892 dijo que “no había en el presidio de La Habana penado más rebelde, ni más criollo”. Martí lo hace ejemplo de esos guajiros de sangre canaria, ya que: “no hay valla al valor del isleño ni a su fidelidad, ni a su constancia, cuando siente en su misma persona, o en la de los que ama, maltratada la justicia” (5).

La independencia de Cuba no solo dio la oportunidad de liberar esas energías que el isleño parece reservar para su experiencia americana. En 1895 los jóvenes canarios, hasta ese momento exentos de participar en las guerras coloniales españolas, fueron llamados a filas. Varios miles embarcaron, enviados en pésimas condiciones a servir a Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Otros formaron parte de los miles prófugos del servicio militar. Uno de estos jóvenes que no pudo esquivar el sorteo de mozos o pagar para evitar ir a una guerra que no acababan de entender, fue mi tatarabuelo, Ramón García Ascanio.

La independencia de Cuba ayudó a generar procesos más allá. Secundino Delgado, uno de los niños de la emigración canaria, pasó de la lucha por la mejora de los obreros tabaqueros a colaborar activamente con los independentistas, conformando unas ideas que se plasmaron en el periódico El Guanche.

El último episodio de este proceso se da con el Tratado de París, que consagra el fin de la guerra y de las últimas colonias españolas en América y Asia. Los firmantes se olvidaron de una de las comunidades más extensas en Cuba y Puerto Rico, la canaria, que fueron excluidos de la nacionalidad española por el artículo IX del Tratado de Paz con los Estados Unidos (6). El recuerdo de estos sucesos y la historia isleña en América contribuyó, sin duda, a los procesos de avance y debate político que tendrían lugar en el siglo XX,


Fuentes utilizadas

  1. Domingo Acebrón, María Dolores. Los canarios en el ejército libertador de Cuba, 1895-1898. Tebeto: Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura. Nº5, 1992 pp 37-38

  2. Fernández Cabrera, Manuel (de). Álbum patriótico conmemorativo dedicado a la Asociación Canaria. En el segundo aniversario de su fundación. Ediciones Idea. Santa Cruz de Tenerife. 2010 pp53-54

  3. Martín, Carmelo. Testimonio vivo de un cimarrón canario. Revista Aguayro. Nº101. 1978. pp 6-8

  4. Martín Fadragas, Alfredo. Los canarios y las luchas emancipadoras y sociales en Cuba. p 31

  5. Rodríguez, Pedro Pablo. Un canario amigo de Martí: Joaquín Montesinos Trujillo: http://www.habanaradio.cu/articulos/un-canario-amigo-de-marti-joaquin-montesinos-trujillo/

  6. Márquez Quevedo, Javier. Identidad nacional y conflicto: Canarios en Cuba al final de la dominación española de la isla (1898). Anuario Americanista Europeo, N° 4-5, 2006-2007 pp 259-270


domingo, 9 de febrero de 2025

Acciones de recuerdo a las víctimas del franquismo en Canarias durante la primera década de la democracia

El anuncio de los actos por el cincuenta aniversario de la muerte del último dictador español ha generado el enésimo debate público sobre la memoria colectiva del pasado. Sucede casi noventa años después de un golpe militar que quebró la democracia y cincuenta después de morir la cara más visible de la dictadura. Si estos eventos han generado una ola de declaraciones airadas, desde sectores a los que de forma muy evidente les molesta profundamente que este tema se trate, imaginémonos lo que vivieron los que en los primeros años de la Transición empezaron a hablar de este tema.

Y es que mucho antes de la Ley de Memoria histórica, en unas condiciones muy difíciles, en Canarias se iniciaron las primeras acciones de recuerdo y homenaje a las víctimas de la dictadura y sus familiares. Lo hicieron en un momento donde algunas heridas estaban especialmente frescas y en el que los herederos de los golpistas seguían campando a sus anchas, pero era evidente que era una necesidad hacerlo. El ejercicio de recordar, tras tanto tiempo de olvido forzado, se convirtió en una necesaria.

Durante la dictadura, por razones obvias, el recuerdo de las víctimas fue silenciado, una cosa que en ocasiones ni se trataba en los hogares que vivieron esto en primera línea. Muchos hijos y nietos se criaron sin saber lo que sus familiares habían sufrido, o las causas de la muerte de sus antepasados. Las pocas obras literarias o históricas que trataban esta parte de nuestro pasado se publicaron en otros países. Fue el caso de la novela El Barranco, de Nivaria Tejera, hija del republicano lagunero, Saturnino Tejera, que se publicó en Francia en 1958 o del libro La Prisión de Fyffes, de José Antonio Rial, editado en su exilio venezolano en 1969. Las primeras publicaciones en Canarias debieron esperar hasta 1978, cuando Juan Rodríguez Doreste, antiguo preso en Gando y militante histórico del socialismo canario, publicó Cuadros del Penal. En 1980 salió a la luz la obra del profesor Oswaldo Brito, Historia del movimiento obrero canario, donde se ofrecían algunos datos de las consecuencias de la dictadura y la Guerra Civil en el Archipiélago. En 1985 se editó la obra La represión franquista en El Hierro, de Miguel Ángel Cabrera Acosta, Un año después vendría El Fogueo, una de las obras esenciales de la memoria histórica de Canarias, de Ricardo García Luis y Manuel Torres Vera. De esta etapa, resulta llamativo el anuncio de las memorias en las cárceles franquistas de Francisco García García, presidente del Cabildo de Gran Canaria en 1936, anunciadas para una “próxima publicación” en 1978, con prólogo del profesor Jacinto Alzola, otra víctima de estos penales,...que hasta donde he podido averiguar todavía no han salido a la luz.

En la década posterior a la muerte del dictador todavía muchos protagonistas de lo sucedido en julio de 1936 estaban vivos. Peinaban canas, pero guardaban en su recuerdo lo vivido, igual que sus familiares. La memoria colectiva de esa etapa había sido ocultada durante demasiado tiempo. Las víctimas tuvieron que esconder su dolor y su rabia durante más de cuatro décadas, los únicos homenajes en esos años fueron para los que había colaborado con la quiebra de la democracia.

Fueron actos valientes, en una sociedad con un miedo todavía fresco, donde las autoridades policiales o de la justicia enraizaban con el anterior régimen, que solo cambiaban el color de sus uniformes. En esos homenajes lograron romper cuatro décadas de silencio y además permitieron cierto nivel de curación personal.

Florencio Sosa Acevedo
El PCE es una de las organizaciones que promoverá este tipo de eventos de memoria en una etapa más temprana. El 6 de noviembre de 1977, apenas siete meses después de su legalización, organizaron junto a colectivos sociales del Puerto de la Cruz un homenaje al exalcalde republicano y diputado comunista, Florencio Sosa Acevedo. A este acto acudió su emocionada viuda, Josefina Badalona Reos. No será el único momento de esa etapa donde las viudas de los fusilados y desaparecidos ocuparán un papel destacado, evidenciando algunos de los sucesos más brutales del anterior régimen.

El 26 de enero de 1978 fue la CNT la encargada de hacer un homenaje, con motivo del 41 aniversario del fusilamiento de diecinueve militantes anarquistas, acusados de tratar de resistir al golpe militar. Lo harán con un grupo de unas treinta personas en las puertas de la antigua prisión de Fyffes, que en ese momento eran unos salones abandonados en la capital tinerfeña. Algunos familiares y compañeros de los fusilados estaban presentes, según el relato plasmado en el artículo dedicado a este tema en la segunda etapa de En Marcha. No pudieron dejar una placa en la fachada de la vieja prisión, solo una bandera roja y negra, unos ramos de flores y una pintada sobre los muros del penal que decía “muertos por la libertad”. Después de eso, según la crónica periodística, “se marchó hacia el cementerio y también se rindió homenaje en el lugar donde antiguamente fueron enterrados los cadáveres, que en la actualidad ha desaparecido todo rastro y no se sabe dónde pueden encontrarse”.

El 6 agosto de 1979 será el turno de Las Palmas de Gran Canaria, donde militantes socialistas y comunistas rindieron un recuerdo público al diputado comunista, Eduardo Suárez, y al farmacéutico del PSOE, Fernando Egea, fusilados por los franquistas. Se congregaron en las tumbas de estos dos líderes sociales y escucharon las palabras de Felo Monzón, que recordó que junto a ambos “cayeron miles de trabajadores. También a ellos dedico estas frases de dolorido reconocimiento. Son muertes que no olvidaremos jamás”.

Otra fecha muy significativa de esta primera etapa fue la del 10 de noviembre de 1984. En esa jornada se vivió en los salones del Hotel Mencey de Santa Cruz un encuentro histórico, donde se dieron cita militantes de las distintas organizaciones republicanas que pasaron por las prisiones franquistas. En ella se reencontraron unas trescientas personas, antiguos presos y familiares de algunas de las víctimas de las desapariciones de la dictadura. Ese día fue posible gracias a la colaboración del exsenador socialista, Ramón García Rojas, el exprofesor de la Universidad de La Laguna, Jacinto Alzola Cabrera, el abogado Luis Martín Fernández y Enrique González Camacho, que junto al veterano comunista, Juan Pedro Ascanio García, que se encargaron de la organización. Este acto, el más masivo de la etapa, prestó especial atención a las mujeres de los presos y desaparecidos, dando un homenaje a dos de las viudas de desaparecidos, concretamente la de los exalcaldes de Santa Cruz y Buenavista, José Carlos Schwartz y Antonio Camejo. El propio Juan Pedro Ascanio resumía el acto y su mirada sobre el papel de las mujeres, en que “quizás pudiera ser el primer homenaje público a la mujer española que sufrió la guerra”, proponiéndose en el mismo la elaboración de placas que recordaran a estas víctimas, a veces no tan visibles, de la guerra y la represión.

A modo de cierre de esta etapa podríamos poner el cincuenta aniversario del inicio de la Guerra Civil, en septiembre del año 1986, que sirvió de marco en el que rendir un homenaje a víctimas como el palmero José Miguel Pérez. Con esa ocasión, el PCE colocó una placa cerca de la fosa común del cementerio de Santa Lastenia, en la capital tinerfeña. En ella se decía “este lugar fue fosa común de los fusilados durante la Guerra Civil 1936-39 en Santa Cruz de Tenerife. En su memoria. A los 50 años y para que ¡nunca jamás! Se repitan tales hechos”. Este homenaje se repitió en La Palma, colocando una placa en su casa natal, que posteriormente fue retirada con cierta polémica.
Homenaje a José Miguel Pérez en Santa Lastenia

Estos primeros intentos de rescatar la memoria de un auténtico trauma colectivo, una acción reconocida y realizada por muchas otras comunidades, hechos con valentía y a veces con cierto miedo, iniciaron un camino que a día de hoy parece difícil de desandar, aunque no imposible. Sin estos esfuerzos hubiéramos perdido muchos testimonios fundamentales de ese pasado, que a pesar de las restricciones, dejaron sus huellas en la prensa de la época y en un cierto interés por esa etapa de la historia reciente que ha generado numerosos trabajos y estudios posteriores. Casi treinta años después de la muerte del dictador aparecieron, ya sí, leyes para democratizar los espacios públicos y rendir tributo a quienes sufrieron la brutal represión desatada por los golpistas. El miedo seguía vivo y todavía resiste el paso del tiempo, de familias que pasadas muchas décadas no quieren nombrar a sus familiares que estuvieron presos, de víctimas que nunca nombraron a sus torturadores, aunque llegaron a vivir los primeros años del siglo XXI. No solo eso, vemos como algunas fuerzas políticas van más allá, queriendo sepultar cualquier atisbo de dignificación de estas personas, acabando con leyes que son básicas para la higiene democrática. Por ello reivindicar, cuarenta años después de ese primer encuentro de víctimas del franquismo en Canarias, a quienes rompieron las barreras del miedo, a los que se adelantaron a su tiempo, es una necesidad.


Fuentes utilizadas

En Marcha : Portavoz de la Confederación Nacional del Trabajo Canarias. n.º 2, 3/1978, III época, página 11

Tierra Canaria. 1 de diciembre 1977 p.2

Unidad Socialista : Órgano de los socialistas canarios, n.º 5, 8/1979, página 2 y 3

Ascanio García, Juan Pedro. No olvidar a las mujeres. Diario de Avisos 17 de octubre 1984 p4

Mendoza, Florisel. Con los parias de la tierra. Memorias. Centro de la Cultura Popular Canaria. 2004




domingo, 2 de febrero de 2025

Sara Pérez García, compañera de lucha y vida de José Miguel Pérez

En los primeros días del mes de septiembre de 1936 Sara Pérez García notó que sus compañeras, en la prisión de mujeres de Santa Cruz de la Palma, la miraban de un modo extraño. Tenía la impresión de que la compadecían.

Militantes de izquierda, sindicalistas, mujeres de líderes políticos republicanos estaban retenidas desde la llegada del Canalejas a La Palma en una sala del hospital de Santa Cruz de La Palma. Militares y monjas se ocupaban de las presas. El día 4 de septiembre la madre superiora se acercó a Sara. Le dijo que su esposo, preso como ella, se encontraba muy enfermo. Le pidió que subiera a su despacho, había un militar que la esperaba. Al entrar le dijo secamente, "esta es la maleta de su esposo y una carta para usted". A José Miguel Pérez, su compañero de vida, una de las figuras más importantes del PCE en Canarias, lo habían fusilado esa mañana en Santa Cruz de Tenerife.

Sara Pérez había nacido en Cuba en 1902, el mismo año en el que, sin haber pasado el primer lustro desde su independencia de España, el presidente cubano entregaba Guantánamo a los Estados Unidos. Era hija de palmeros, que como tantos miles antes y después llegaban a la Isla en busca de un futuro que no creían posible en Canarias. Había nacido en el pueblo de Bacuranao, cerca de La Habana, en un sitio que le dicen "La Gallega".

Los padres de Sara mantenía correspondencia con su familia y amistades de La Palma. Era muy joven cuando le empezaron a hablar de un joven palmero muy inteligente, muy popular entre los obreros y campesinos por sus escritos. El padre de Sara era persona progresista, de ideas avanzadas. A sus 82 años recordaba en una entrevista que su padre “hablaba del socialismo.. de lo que había ocurrido en Rusia. Nos alejó a todos de la religión y nos crio en ese ambiente radical”.

En 1921 el joven José Miguel Pérez, con solo 24 años, emigró a Cuba. Una de las primeras visitas que hizo fue a la casa de Sara, llevaba regalos de su abuela a la familia. Los dos jóvenes no dejaron de mirarse en ese primer encuentro. Sara tenía 18 años y era una joven culta, con muchos intereses, criada en un hogar que la animó a tener criterio propio frente al mundo. En 1922 ella y José Miguel se casaron, mudándose la pareja a La Habana. Allí se dedican a dar forma a una escuela racionalista, vinculada a la Federación Obrera. En esos años nació su única hija, Estelfa Pérez. Allí también, en agosto de 1925, su marido, el isleño José Miguel Pérez, fue nombrado primer secretario general del Partidos Comunista Cubano. La respuesta de las autoridades del gobierno de Gerardo Machado, militar admirador de Mussolini, fue inmediata, deportando a su marido a Canarias. En febrero de 1926 daría comienzo a su década palmera.

Sara y su hija, con solo tres años, cruzaron el Atlántico para reunirse con José Miguel. En La Palma lo acompañó en sus labores como maestro y tratando de recuperar cierta normalidad. Sara no solo es una compañera de vida, además escribía artículos sobre la situación que vivía Cuba, donde no duda en criticar duramente al presidente Machado. En el diario El Progreso, en abril de 1927, aborda la situación económica de su tierra, donde dice que “tengo motivos para amar aquella isla con un cariño que está muy lejos del patrioterismo”, cuestionando al gobierno cubano. Uno de los artículos generó incluso un proceso judicial “por injurias al presidente de la República de Cuba”, por el que se celebró un juicio oral por la Causa número 48, el 5 de diciembre de 1930.

La llegada de la II República amplió su mundo, al igual que el de José Miguel. El 24 de julio de 1931 la Federación del Trabajo de la Palma celebró una importante asamblea en el Centro de Dependientes. Allí se nombró al comité directivo y al equipo de redacción de Espartaco, medio obrero de referencia en la Isla. Su compañero forma parte de la directiva, mientras que ella fue la única mujer elegida para las tareas de redacción.

En Espartaco dejó muestras de su pensamiento, dejando claro que es una de las que cuestiona el papel de las mujeres que se quería imponer desde el tradicionalismo. Es es caso del artículo que dedica al papel de las mujeres, que reclama que queden “libres de la dependencia moral y económica a que nos somete la sociedad burguesa”. Su reflexión es clara: “¿por qué no hemos de formar las mujeres en la vanguardia de los que luchan por el mejoramiento humano? ¿Quién lo necesita más que nosotras?”. Sin duda cumplió con esos mismos ideales.

En 1933 será otra de las voces que se levantará en Canarias protestando en contra de las sentencias que, tras un consejo de guerra, se emitieron contra varias decenas de miembros de la Federación Obrera por los llamados Sucesos de Hermigua. Sara se fijó especialmente en las mujeres que estaban procesadas, dándoles la relevancia que tuvieron en ese estallido social. A ellas le dedicó una historia en forma de cuento breve donde decía, “si un día las madres de La Gomera en lugar de mandar a sus pequeñuelos por el mundo a llorar solos, rabian, gritan, matan y destrozan, entonces todos se enteran...”. La idea es clara, cuando las mujeres ocupan su espacio y luchan, el terremoto que generan es enorme. 

José Miguel y Sara vivieron con intensidad los avances y retrocesos políticos de la II República en La Palma, hasta que el 18 de julio de 1936 llagaron las noticias del golpe militar reaccionario. La Isla logró mantenerse una semana bajo la legalidad republicana, ni un muerto, ningún exceso se vivió en esos días, aunque las fuerzas obreras estuvieran armadas. Con los refuerzos militares enviados desde Tenerife la resistencia se hizo imposible. Tuvieron que esconderse, como cientos más, para tratar de evitar la detención. El 18 de agosto fueron detenidos. Ya sabemos lo que le pasó a su compañero de vida. Como les contó a los periodistas de la Revista Bohemia en 1985, ella quedó destrozada al leer la carta que José Miguel escribió poco antes de ser fusilado. "Sara mía: En mi última hora toda mi alma, toda mi vida va hacia ti. Recógela y que te sirva de consuelo en tus horas de angustia y de pesar. Muero tranquilo y en mi puesto de siempre”. Su recuerdo era nítido, “creí que me moría me sentía el cuerpo como si me estuvieran vaciando”. Tuvo que recomponerse, su hija Estelfa, que tenía trece años en ese momento, llegaba para verla. Lo hizo con los ojos llenos de lágrimas, ya sabía lo que le habían hecho a su padre. Con una crueldad inhumana “los fascistas le gritaron en la calle. ¡Ya a tu padre lo mataron! y hasta dieron un baile y todo para celebrar la muerte”.

Sara tuvo que afrontar la situación que le desbordaba, tomó fuerzas de flaqueza y le dijo a Estelfa “No llores nena. Que no tenemos nada de qué avergonzarnos. Tu padre murió con sus manos muy limpias. Nunca le hizo mal a nadie. Fue comunista porque quería el bienestar de todos”. Su hija no podía estar con ella, una amiga la cuidaba. En un dolor difícil de explicar, tuvo que soportar nuevas visitas a la cárcel, un cura y militares la visitaban, con la amenaza constante de quitarle la patria potestad de su hija.

Durante varias semanas, familiares y amigos buscaron ayuda del consulado de Cuba. Querían lograr que Sara y Estelfa se alejaran del peligro, afortunadamente su nacionalidad fue clave y les permitió que a principios de diciembre de 1936 pudieran reunirse con su familia en La Habana. Allí, durante los primeros años, tuvo que vivir “pegada día y noche a una máquina de coser”, para poder criar a su hija. Allí vio el triunfo de la revolución, donde el partido que ayudó a fundar su marido jugó un papel fundamental. Su familia creció, su hija le dio tres nietos y también llegó a conocer a dos bisnietos, que la rodeaban cuando ya, muy mayor, abandonó este mundo para siempre.

La vida de José Miguel no hubiera sido igual sin Sara, una mujer luchadora que se adelantó a su tiempo, que firmaba artículos de prensa cuando pocas lo hacía. Muchas como ella abrieron brechas de reflexión y pensamiento, trataron de romper las barreras de una sociedad profundamente machista. El patriarcado no se impregnaba solo en las fuerzas de la burguesía o la reacción, también arraigaba en las organizaciones políticas más avanzadas. Sara se hizo valer, igual que otras luchadoras canarias de la época, como Blanca y Amelia Ascanio, Isabel Hernández, Carmen Goya, Clemencia Hardisson...sabían que sin ellas no habría una auténtica revolución, expresaron su voluntad de ocupar un papel al lado de sus compañeros de lucha y sufrieron sus mismas penalidades cuando los fascistas retomaron el poder.

Sara Pérez en la entrevista de Bohemia en 1985


Fuentes utilizadas

  • Pérez, Sara. La situación económica de Cuba. El Progreso. 9 de abril de 1927 p1

  • Pérez, Sara. La mujer y la guerra. Espartaco. 11 de mayo de 1935 p5

  • Espartaco. 1 de agosto de 1931 p3

  • Pérez, Sara. La pequeña gomera. Espartaco. 31 de marzo de 1934.

  • Gaceta de Tenerife. 2 de diciembre de 1930 p1

  • Peñalver Moral, Reinaldo. José Miguel Pérez: el primer secretario. Revista Bohemia. 16 de agosto de 1985. pp 78-83