A
las seis de la mañana del 13 de octubre de 1936 el último
Gobernador Civil de la provincia de la República, el gallego Manuel
Vázquez Moro, su secretario, Isidro Navarro, el presidente del
Círculo de la Amistad XII de enero, Domingo Rodríguez y el
presidente del Sindicato de Inquilinos, Francisco Sosa, cayeron ante la descarga del pelotón de fusilamiento.
¿Cuál
era el delito por el que los franquistas aplicaban esta pena tan
brutal?. El Gobernador y su secretario habían salido al balcón del
Gobierno Civil mientras los golpistas trataban de hacerse con el
control total de la capital tinerfeña. Domingo y Francisco eran
parte de las decenas de chicharreros que seguían en la actual plaza
de la Candelaria los movimientos de los militares y reclamaban que se
defendiera la legalidad nacida de los resultados de las urnas, muchos
estaban en ese momento presos, otros habían sido desaparecidos por
los franquistas. Los golpistas que se rebelaron contra el gobierno
legítimo los acusan de rebelión.
El
28 de septiembre había empezado un remedo de juicio, un Consejo de
Guerra en el salón de actos de lo que hoy es la sede del Parlamento
de Canarias, aunque de momento no se recuerde como debiera. La
sentencia de los golpistas busca inyectar el miedo en la población,
si un Gobernador Civil puede ser fusilado, ¿Quién no?.
Manuel
Vázquez Moro tenía 35 años cuando lo asesinan. Había nacido en
Galicia, en Villagarcía de Arosa, aunque vivía en sus últimos años
en Jerez. Allí participó de la vida política en las fuerzas
republicanas y participó activamente en la campaña de las
elecciones del Frente Popular, como militante de Izquierda
Republicana en la localidad andaluza. Debió de celebrar con alegría
el éxito electoral alcanzado.
El
5 de marzo de 1936 fue nombrado Gobernador Civil de la provincia
tinerfeña, donde llegó poco después en compañía de su esposa.
José Carlos Schwartz, que ejercería de Gobernador interino y era
alcalde de Santa Cruz, los recibió. Venían en la motonave Ciudad de
Valencia. La foto de la jornada es significativa, de izquierda a
derecha aparece Isidro Navarro, la esposa de Vázquez Moro y el nuevo
gobernador, el señor Schwartz y José María Martín Díaz, que fue
segundo teniente alcalde de la capital. Dos de ellos serían
fusilados, los otros dos asesinados y desaparecidos antes de
finalizar ese año. En
total permaneció 127 días en las islas como Gobernador Civil, del
sábado 14 de marzo al sábado 18 de julio de 1936. En ese tiempo no
cesó de participar en reuniones con colectivos y entidades,
intermediar en conflictos laborales, además de participar en viajes
a los distintos puntos de la Provincia, e incluso logró ascender el
pico Teide. El día que se encontró frente al pelotón de
fusilamiento pidió que “no le tapasen los ojos y le disparasen al
pecho”.
Isidro
Navarro, de 26 años, era secretario del anterior. Estaba casado y
había nacido en Almería, donde con apenas quince años ya escribía
sentidos artículos en la prensa local. Se convirtió en telegrafista
y en 1930 fue enviado a un destino que marcaría su vida, Tenerife.
Cuando
llega a la Isla ya tenía cierto renombre en la prensa, había
escrito en el Heraldo de Madrid y en las revistas Crónicas y La
Unión Ilustrada. Se convierte en una voz frecuente y en activo
colaborador de la Gaceta de Tenerife, medio católico de las
derechas, donde entre artículos ligeros y poemas, su nombre cada día
se hace más familiar siendo autor del libro “La moderna
atlántida”. En julio de 1931 se casa con María Luisa Carballo
González, con la que tendrá dos hijos, José Ramón, nacido en
1932, y Clara en 1933.
A
partir de 1932 Isidro frecuenta la acción política en las filas del
Partido Radical Socialista, donde ocupa el puesto de secretario de
propaganda con figuras destacadas de la política local, como Luis
Rodríguez Figueroa o José Rial. En 1934 se convierte en uno de los
promotores de la recuperación del Ateneo de Santa Cruz, un destacado
espacio cultural de la época, además de formar parte en la
conformación de Izquierda Republicana, junto a la mayoría de sus
antiguos compañeros. Se le nombra responsable de sus Juventudes.
Tras
la victoria del Frente Popular es elegido para desempeñar la labor
de secretario del Gobernador Civil, de su misma organización. Ese
puesto y lo sucedido tras el Golpe militar, marcará el fin de su
vida.
Domingo
Rodríguez Sanfiel tenía 33 años en el momento de su muerte y había
nacido en Tenerife, donde vivía junto a su esposa. Desde 1919
frecuentaba los actos de la Juventud Republicana. En 1930 ejercía de
secretario de la Comunidad de Alumbramiento de Aguas “Las
Nereidas”, en Güímar y trabajaba como cajero
de la Casa de Viuda e Hijos de Aureliano Yanes. En ese mismo año se
casa con María de los Dolores Alonso Armas.
En
1933 se convierte en segundo vicepresidente de la sociedad Círculo
de la Amistad XII de enero en Santa Cruz de Tenerife, que desde 1868
aportaba una importante actividad cultural al barrio del Toscal de la
capital. Poco después, en 1935, ya será nombrado presidente de la
entidad. En esta etapa participa dentro de Unión Republicana, uno de
los partidos que componían el Frente Popular.
En
abril de 1936 es nombrado como compromisario en las elecciones en la
provincia, donde lo acompañan José Carlos Schwartz, Pedro García
Cabrera y “José Miguel Pérez y Pérez, por las mayorías; y don
Lucio Illada y don Adrián Savoie, por las minorías”. Tras el
golpe se le acusa de estar en el entorno del Gobierno Civil, donde
intercambió opiniones sobre el presunto fracaso del golpe militar,
tratando de informar a varios militares de que debían rechazar
participar en esa jornada.
Francisco
Sosa Castilla, con 26 años cuando cuando fue fusilado, era un joven
carpintero, que vivía en la zona de Santa María de Gracia en La
Laguna, aunque en 1936 presidirá el Sindicato de Inquilinos de la
capital. En 1933 se había casado con Modesta Pérez Hernández, un
año más joven que él. Francisco fue presidente del ramo de la
madera de la Federación Obrera, muy ligada a la CNT. Su familia será
una de las afectadas de los desahucios desarrollados a raíz de la
huelga de inquilinos que sacudió la sociedad tinerfeña en el verano
de 1933, un suceso que sin duda le dejó una importante huella.
En
su faceta profesional como ebanista, será uno de los que en 1935
reclaman públicamente al Ayuntamiento de Santa Cruz mayor atención a
los “ebanistas parados por falta de trabajo, y sin tener en cuenta
el deber que tiene de proteger la Industria, y el derecho nuestro a
la obtención, puesto que pagamos contribución y cuantos tributos se
nos presentan diariamente”.
En
1936 es nombrado presidente del Sindicato de Inquilinos en la
capital, participando y colaborando en la realización de mítines
destacados, en el Teatro Guimerá y uno especialmente masivo en la
Plaza de Toros. En una polémica en las páginas de La Prensa con el
propietario Augusto Brito le manifiesta “quedo a su disposición en
el Sindicato de Inquilinos todos los días laborables, de 6 a 8 de la
tarde”. En el mes de mayo la organización articula más respuestas
contra la subida de precios de alquiler y pidiendo que no se les
cobre por los consumos energéticos de la vivienda.
El
domingo 22 de junio de 1936 la plaza de Toros acogerá el denominado
“mitin monstruo” del Sindicato de Inquilinos, que presidió
Francisco Sosa. En él dice que, “para mí es más significativo
vuestra presencia que otra consideración. Si vuestra conducta
persiste el triunfo es nuestro”.
El
18 de julio se le acusa de ser uno de los que acude a defender la
República a la plaza. Maximiliano Barcia, un vecino que declarará
en el Consejo de Guerra, asegura que “estaba en el Bar Alemán,
viendo a Francisco Sosa con un grupo que llevaba bultos en los
bolsillos, oyendo a Heraclio Díaz dar vivas a la República”. En
el proceso se afirma que reunió a un grupo de miembros del Sindicato
y que en la plaza llamó cobardes y traidores a los golpistas. La
mera sospecha de que Francisco podía tener armas en esa jornada lo
señalan para morir, probablemente su papel en el Sindicato de
Inquilinos lo hacía un elemento más que molesto.
El
Guardia Civil, Juan Vara Terán, primer alcalde franquista de la
capital que todavía sigue siendo recordado por una calle, será el
encargado de firmar la sentencia de muerte de estos cuatro hombres.
A
las cuatro de la tarde del 13 de octubre los cuerpos de los
condenados ya han sido enterrados. Fueron trasladados “al
Cementerio de Santa Lastenia y practicándose la inhumación de los
mismos en los lugares siguientes: El de Manuel Vázquez Moro, en la
fosa común patio 7º, parcela 6ª. El de Isidro Navarro López, en
la fosa común, patio número siete, parcela séptima. El de
Francisco Sosa Castilla, en el nicho número ochenta y tres, fila
primera, patio segundo y el de Domingo Rodríguez Sanfiel en el nicho
número ochenta y cinco, fila primera, patio segundo, todos ellos en
el ya citado Cementerio”. Dejan viudas y huérfanos, que quedarán
marcados de por vida por estos sucesos injustificados e
injustificables.
Fuentes consultadas
Medina
Sanabria, Pedro. Sentencia del 2 de octubre de 1936:
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2012/02/15/sentencia-del-2-de-octubre-de-1936/
Cuadernos
Republicanos, n.º 97 Primavera-verano 2018 - ISSN: 1131-7744 pp17-18
GARCÍA
LUIS, RICARDO. La justicia de los rebeldes. Los fusilados en Santa
Cruz de Tenerife (1936-1940), Baile del Sol, Tenerife, 1994
pp 57-70
https://adrizando.blogspot.com/p/miscelaneas-y-videos.html
Ascanio
Gómez, Rubens. Juan Vara Teran y el dolor de la desmemoria
tinerfeña:
https://latadelgofio.blogspot.com/2024/05/juan-vara-teran-y-el-dolor-de-la.html
Domingo
Rodríguez Sanfiel
El
Progreso,
24/2/1919, página 1
Gaceta
de Tenerife,
22/1/1930, página 2
Gaceta
de Tenerife,
9/5/1930, página 2
Gaceta
de Tenerife,
31/12/1933, página 4
La
Prensa,
10/3/1935, página 3
Gaceta
de Tenerife,
28/4/1936, página 3
Francisco
Sosa Castilla
La
Prensa,
25/2/1933, página 3
La
Prensa,
30/6/1933, página 3
La
Prensa,
12/7/1933, página 3
Gaceta
de Tenerife,
20/7/1935, página 2
La
Prensa,
1/4/1936, página 2
La
Prensa,
23/5/1936, página 4
La
Voz del Inquilino. 11 de julio de 1936 p2
Gaceta
de Tenerife,
30/9/1936, página 6