“¿Quién fue el rebelde, los que estaban en el Gobierno, o ellos, los fascistas, los militares que se sublevaron?” (1), una reflexión llena de dolor de un padre que sabía que poco después su hijo sería fusilado por defender la República. El texto de Francisco Silvestre Infante evidencia la realidad que vivía la clase obrera en Canarias en 1936, más aún de aquella que en los años veinte y treinta tuvo el papel más activo en la defensa de sus derechos sindicales, que pensaba que una revolución estaba por llegar y que ellos la harían posible.
Silvestre fue uno de los mayores exponentes del anarcosindicalismo en Tenerife durante la II República. Este tacorontero nacido en 1887, se afincó y desarrolló parte importante de su vida adulta en Santa Cruz de Tenerife (2). Activista social, sindicalista, intelectual y también víctima de la represión que vivió en carne propia, con años de torturas y prisión, además de enfrentarse en el exilio al asesinato de su hijo a manos de un pelotón de fusilamiento franquista, el también miembro de la CNT, Francisco Infante Díaz.
En 1913, con 26 años de edad, ya es nombrado vicepresidente de la Junta Directiva del Gremio de Albañiles (3), demostrando con ello una temprana labor sindical y social, estando desde ese momento muy ligado a las demandas laborales del sector y del conjunto de la clase obrera.
En 1920 ya es presidente del gremio de albañiles y de la Federación Obrera, como demuestra la publicación en La Prensa de una noticia sobre el logro de un aumento salarial del 30%, para evitar la carestía de vida que sufrían los peones de la construcción (4). En diciembre de ese mismo año, como presidente de la Federación, apoya públicamente levantar el boicot a los cigarros y cigarrillos de los fabricantes Manuel Morales Clavijo y Manuel López Luis, acordada el 29 de ese mes (5).
Como presidente de la Federación Obrera es nombrado miembro de la Comisión Económica de Prisiones, encargada de velar por una mejora en este sector. Curiosamente durante la Guerra Civil ocupará un papel en este mismo ámbito, en concreto en la prisión Central de Valencia. En el diario El Progreso deja testimonio de esa labor con una carta dirigida al Presidente de la Audiencia, en la que le manifiesta que la mayoría de los presos dormían “en el suelo frío y húmedo, pasto de parásitos tal vez, y donde la basura, por carencia de escobas acaso, alcanza algunos milímetros de espesor”. Igualmente habla de la falta de alimentación en condiciones, la escasa salubridad, que califica como “un crimen de lesa humanidad” (6). Estas declaraciones generan un debate público entre las páginas de La Prensa, El Socialista y El Progreso. El mismo día 16 de febrero un grupo de presos firma una carta que difunden en los periódicos en la que agradecen el interés de Francisco Silvestre, aunque señalan que la situación no es culpa del jefe de la prisión o sus empleados, si no que ubican esa dejación en los responsables generales de las prisiones (7). Nuestro protagonista continúa con esa labor de denuncia, publicando en marzo de 1921 un artículo en el que manifiesta que “no se concibe que mientras se juega a lo prohibido y con el beneplácito de las Autoridades, quizás; mientras se dan opíparos banquetes; mientras se prevarica y se comente toda clase de tropelías, los reclusos no comen, porque el rancho, no solamente es malo, sino escasísimo” (8). No desfallece en su tarea y en 1922 vuelve a dedicar un artículo a los responsables de prisiones y a los del ayuntamiento capitalino, que no pagaban al médico que prestaba sus servicios en la cárcel. Clama en su artículo diciendo, “diríase que el espíritu maligno de algún Torquemada ha reaparecido” (9).
Al frente de la Federación Obrera, Francisco Silvestre, es responsable también del comité que se encarga de recoger la solidaridad de los distintos gremios para ayudar a la población rusa, que en ese momento sufría una intensa hambruna tras una importante sequía y la guerra abierta con los zaristas, tras el triunfo de la revolución de octubre (10).
Los conflictos internos también se reflejan en el día a día del veterano sindicalista. En febrero de 1923 acude a la prensa para trasladar su renuncia “con el carácter de irrevocable” a la presidencia del Gremio de Albañiles y de la Federación Obrera (11), no dura mucho esta situación, apenas seis meses después vuelve a ser elegido presidente del Gremio (12). Poco antes, en el mes de junio, también había sido elegido como vicepresidente de la primera Liga de Inquilinos de Tenerife (13), un movimiento nacido para reclamar la reducción de los precios del alquiler y viviendas adecuadas para la clase trabajadora, prolegómeno del Sindicato de Inquilinos que diez años después haría temblar los cimientos del régimen político y de parte del poder tinerfeño.
El 26 de agosto de 1923 interviene en un mitin promovido por las organizaciones de trabajadores y el PSOE, donde participa junto a la de otro destacado sindicalista isleño de la Federación Obrera, Juan José Coba. En el Parque Recreativo chicharrero se congregan representantes provenientes de la capital, La Laguna, el Puerto de la Cruz y La Orotava, para reclamar la libertad de los presos políticos y sociales de esos inicios de la dictadura de Primo de Rivera (14).
A partir de ese mismo año el nombre de Francisco Silvestre es frecuente en la prensa isleña por distintas solicitudes y permisos otorgados para la realización de obras, casi todas ellas en la zona metropolitana tinerfeña, donde ejercerá muy activamente su profesión.
En marzo de 1924 se produce la renuncia de varios concejales del Ayuntamiento de Santa Cruz, en ese proceso el Gobernador Civil decide nombrar a los nuevos cargos, tratando de obtener una representación de distintos sectores de la sociedad de ese momento, desde Francisco La Roche al propio Silvestre Infante, que toman posesión de sus nuevos cargos el día 20 (15), quedando este último en la comisión municipal de Obras junto a Francisco Sánchez (16). En los siguientes meses también jugará un papel en las comisiones de Aguas y Montes (17), además de la de Abastos (18).
Entre 1922 y 1924 participa en un proceso de construcción de viviendas para obreros de la capital tinerfeña, donde junto a otros siete albañiles, logran construir una casa en un solar pagado a plazos y con aportaciones semanales de 2,5 pesetas, que finalmente consiguieron vender por 15.000 pesetas (19).
La prensa escrita sigue siendo un espacio donde Francisco Silvestre traslada sus ideales y valores. Uno de los que mejor recoge esos ideales es el artículo “La causa máxima”, en el que manifiesta “transformemos, pues, de una manera radical la sociedad en que vivimos por otra más humana, más equitativa, en donde los hombres no tuviesen necesidad de desear la mujer del vecino; ni tuviesen que arrastrar una vida lánguida por carecer de la indispensable alimentación; no estuviesen en condiciones de inferioridad con respecto a sus semejantes y no pensaran, en fin, que el negro porvenir que les espera cuando, encorvados por el peso de los años y de los padecimientos físicos contraídos éstos a causa del excesivo trabajo, son despedidos del taller, es el de ir a morir al quicio de una puerta o al banco de una plaza, si es que allí los dejan tranquilos en esos supremos momentos,—porque hasta implorar la caridad es delito—y el crimen no tendría razón de existir, porque no puede haber efecto sin causa. Pero con todo este maremágnum de injusticias e inequidades…” (20).
Además de sus nuevas obligaciones y su labor profesional, Francisco también toma buena cuenta de la actividad cultural del momento, que también influye en su obra y pensamiento. En agosto de 1924 participa en la conferencia sobre los efectos de la tuberculosis, que el doctor Gutiérrez Gamero ofreció en los salones de la Juventud Republicana. Hace una interesante reseña de la misma en la prensa, donde aprovecha el altavoz para abordar la necesidad de mejoras sociales y laborales necesarias para mejorar la salud de las personas, además de fomentar que más ciudadanos se asocien en la Cooperativa de casas baratas que estaban promoviendo. Dice que la ciudadanía debe hacer “la mayor propaganda posible a fin de que el éxito más lisonjero corone nuestro esfuerzo y quede resuelto el problema de la vivienda en el plazo más breve. Mientras, procura inculcar en el cerebro de los individuos la semilla germinadora del bien común, apartándole de la pendiente del vicio” (21). El propio doctor Gutiérrez Gamero agradece las palabras que le dedica Silvestre Infante, señalando en su escrito el importante papel de las cajas de resistencia de las Sociedades obreras, el retiro obrero o la protección de la mujer embarazada en la lucha contra la expansión descontrolada de la tuberculosis (22).
El papel de Francisco en el Ayuntamiento sigue la estela de sus otras responsabilidades. Aprovecha su capacidad para la denuncia pública para publicar en la prensa el ineficiente servicio de limpieza del Mercado santacrucero. En la prensa denuncia la poca atención que se le ha dado en el Ayuntamiento a sus quejas por la falta de higiene de esta instalación municipal, que califica de “podrido y hediondo”, siendo sus demandas de actuación a sus compañeros de Consistorio “ladridos a la luna”. Por ello propondrá al “Ayuntamiento pleno, se dé un paseíto por el mercado, para que contemple a su sabor el resultado de su actuación durante dos años, y si sale ileso de la prueba, puede que le aplique un remedio eficaz, y el pueblo se lo agradecerá en lo que vale” (23).
Al frente de la Liga de Inquilinos, también muestra su indignación ante la falta de higiene y escasez de la vivienda para las familias más humildes, señalando la falta de respuesta institucional, donde la Cooperativa no puede atender todas las demandas existentes. En uno de sus artículos de octubre de 1925 relata el lanzamiento de personas a la calle: “tres o cuatro familias lanzadas de sus habitaciones por mandato imperativo de una ley que ha sido hecha, sin duda alguna, por quienes poseen ricos palacios. ¿No es un sarcasmo, más que sarcasmo un escarnio a la indigencia que hable de sentimientos humanitarios quien no ha tenido el menor escrúpulo en suplicar al Juzgado el desahucio de esos despojados de la fortuna?” (24). En esta asociación en defensa de las familias con mayores dificultades para acceder a la vivienda, ocupa hasta enero de 1926 el puesto de Presidente Interino (25), siendo nombrado posteriormente Vicepresidente, siendo presidente Francisco Manzano (26).
En su artículo “¿Y Germinal” sigue dando muestras de su sensibilidad literaria y política, lamenta la desaparición y corta vida de uno de los medios escritos, del mismo nombre, promovidos por la Juventud Republicana en Canarias, a “favor del elemento trabajador”. Reflexiona en el texto sobre la realidad de la población obrera de ese momento. Señala “el proletario, el productor de la riqueza social, lo puede todo: es el autor de cuanto existe. Con su mano callosa levanta lo mismo la humilde choza del campesino que la rica mansión del señor feudal. Pero también contrastando con el instinto de conservación -que es innato en todos los seres animados- , construye la cadena que acaso arrastre en el lóbrego calabozo de una cárcel y fabrique el mortífero artefacto que habrá de quitarle la vida, cuando ávido de libertad rompa las cadenas que construyó…” (27).
A finales de 1926 concluye su etapa como concejal del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, presentando su renuncia (28), no sabemos si por causas personales o por la deriva política que tomaba el consistorio capitalino en esos años de la Dictadura de Primo de Rivera, aunque en todo el periodo mantendrá una buena relación con el alcalde del momento, García Sanabria, que se manifiesta en textos y en su apoyo al reconocimiento a su figura, al que califica como “modelo de administradores” y un ejemplo de políticas “revolucionarias”, aunque apostilla “¿verdad que es paradójico que dentro de un gobierno dictatorial - aún quedan reflejos de la dictadura- netamente reaccionario, pueda obrarse así?” (29).
Al año siguiente la prensa vuelve a recordar a nuestro protagonista, en este caso por un accidente de trabajo en el que se ve envuelto su hijo Francisco Infante Díaz, que con 17 años colaboraba en las labores de albañilería y sufre una caída desde un andamio (30). Apenas nueve años después este sería uno de los fusilados por pertenecer al sector más activo y comprometido de CNT, donde también militaba su padre.
El discurso de Silvestre en las portadas del diario republicano El Progreso se afila a medida que nos acercamos a los años previos a la II República, marcando cada vez un carácter más reivindicativo del papel de la clase trabajadora en la sociedad. En un escrito que recuerda al poema “Preguntas de un obrero que lee”, de Bertolt Brecht, dice: “El obrero pues, no gana para cubrir sus más perentorias necesidades. ¿Por qué se les veja? ¿Por qué ese desprecio hacia los verdaderos productores de la riqueza social? ¿Cómo podríais vivir en suntuosos palacios, lucir ricos trajes y joyas de oro y pedrería si no fuese por la que llamáis plebe? ¿Podríais regalaros con manjares suculentos, viajes en grandes trasatlánticos y daros, en fin, una vida de ocio, si no fuese por ese hombre que creéis inferior a vosotros?” (31).
Sus colaboraciones periodísticas no cesan, incluso se diversifican, abordando también la poesía como un instrumento más de transmisión de sus ideas. El poema Canta el ciego es un ejemplo de ello:
“Canta el ciego con voz conmovedora
y arranca a la guitarra, melodías que semejan lamentos.
Pero en su fuero interno acaso llora;
tal vez aflore aquellas gratas horas
en que es desconocido el sufrimiento.
El se vio fuerte: un aguerrido mozo
pletórico de vida; rodeado de placeres...
Y, en un nefasto día ¡la luz huyó de sus rasgados ojos!
Y caminando va por entre abrojos
en pos del lazarillo que le guía”. (32).
Por las grietas de los medios de la época se cuelan otros momentos de ocio y celebración, es el caso de la boda de su hijo, Francisco Silvestre, con la joven Pino García González, realizada en el mes de mayo de 1929 (33), desconocía que apenas siete años después su vida daría un vuelco dramático con el fusilamiento de su hijo y su propia detención.
Su labor en la Liga de Inquilinos continúa. En esos años sigue promoviendo la puesta en marcha de obras para atender la escasez de vivienda para las clases más humildes. En 1930 aparece nuevamente como presidente en una de sus últimas asambleas, donde eligieron a los nuevos cargos para ese año (34), siendo reelegido una vez más (35).
A pocos meses del cambio de Gobierno en el Estado, Francisco Silvestre hace un interesante análisis del papel de la clase trabajadora tinerfeña, que en ese momento ya sufre la onda expansiva del Crack del 29 y sus efectos sobre una economía frágil y totalmente dependiente como la de Canarias. Destaca en este sentido la labor del alcalde García Sanabria, dentro de cuyo gobierno fue concejal, donde dice que ha realizado una “obra netamente social, más aún, revolucionaria”, asegurando que “el obrero tinerfeño tiene mucho que agradecer al actual Ayuntamiento, con su digno presidente a la cabeza, pues durante su actuación casi se ha resuelto el pavoroso problema de la miseria, pues han sido y son actualmente las obras municipales las únicas que dan ocupación en Santa Cruz a centenares de obreros” (36).
En el mes de abril de ese año, es uno de los pocos representantes obreros presentes en la asamblea celebrada en el salón de Actos del Ayuntamiento capitalino, convocada por el Centro y Montepío de Dependientes, para tratar de la desgravación del azúcar, cuyo precio había sufrido un gran incremento en ese momento, igual que otros bienes básicos. En esa sesión toma la palabra Francisco Infante, tras una breve intervención de otro sindicalista, Juan José Coba, que lo hace en representación de la Federación Obrera. Infante aborda la celebración de la asamblea, “lamentándose de que la clase obrera, a la que pertenece, no se halle presente en el acto, no obstante estar interesados en el asunto que se debatía”. También señala en su intervención “la existencia de otros problemas que afectan a los obreros, tales como el de la vivienda, debido a los abusos de los caseros y a la falta de protección por parte del Gobierno, que se ha inhibido en este asunto” (37).
Los artículos de opinión de Silvestre no cesan en esos últimos años de la monarquía de Alfonso XIII. En ese contexto de creciente agitación política aborda asuntos no tan frecuentes, como una reflexión a raíz del suicidio de una joven de La Matanza, tras ser expulsada de su casa al descubrirse que mantenía una relación sentimental con un hombre casado. En este sentido, nuestro analista de la realidad enfoca en el papel del tradicionalismo y en cierta medida del modelo de sociedad fuertemente patriarcal, asegurando que “la sociedad en la que vegetamos -que en la mayoría de los casos suele ser una mala madrastra- es la causa de estos efectos, pues a un padre rígido y severo hasta la crueldad se le ha enseñado a castigar la deshonra con la muerte. Y al inductor se le admira y cataloga entre los Tenorios, elevándolo a la categoría de superhombre, cuando no pasa de ser un vampiro, un indeseable”, colocando la responsabilidad moral de esa muerte en el padre y el amante (38).
La llegada de la II República refuerza aún más la presencia de Francisco Silvestre en la acción sindical y política, que vive un importante incremento al calor de un cambio político muy esperado. La Federación Obrera será uno de los máximos exponentes de esta acción en respuesta a las grandes demandas y necesidades de la población trabajadora tinerfeña, donde el equilibrio entre los sectores anarquistas, socialistas y posteriormente comunistas tendrá un gran protagonismo. Uno de los primeros mítines de esta etapa lo celebrarán en la plaza de Toros de la capital tinerfeña, donde interviene junto a otros destacados líderes sindicales, como Francisco Vicente, Juan N. Artiles, Helenio Padrón, Sixto Concepción, Manuel Marrero, Francisco Alemán y el propio presidente de la Federación, Juan José Coba. En una plaza llena de trabajadores y trabajadoras, Francisco interviene asegurando que “nosotros no tenemos más patria que la tierra que trabajamos, pues todo se nos niega. Por consiguiente, a constituir una sociedad donde reine el amor, la alegría y la confraternidad, tienden nuestros esfuerzos”. También aborda el grave problema de la falta de vivienda, avanzando un paso más en sus reivindicaciones a este respecto, asegurando que “no debéis pagar a los caseros mientras no tengáis pan que dar a vuestros hijos” (39). Esta asamblea, que acaba con una manifestación hasta el Gobierno Civil, acuerda ocho puntos que son trasladados al máximo representante del Estado en las Islas. Piden el cumplimiento de la jornada de ocho horas laborales, fijar jornales mínimos, cumplimiento de la ley de accidentes del trabajo, respeto a los contratos de trabajo, abaratar al menos un 25% el coste de los artículos de primera necesidad, construcción de casas baratas e higiénicas, una mayor dotación de profesorado en los colegios de la capital y disolver los Comités paritarios establecidos en el anterior Régimen (40).
Poco después de esa jornada, y de tratar de hacer efectivas esas demandas, Francisco Silvestre sufrirá uno de los accidentes laborales más graves de su vida. En los años anteriores su hijo y él mismo aparecen en varios incidentes de distinta consideración, propios de la construcción, debiendo ser atendidos en la Casa de Socorro. En esta ocasión se produce en el muelle de Cory, en una obra de la Sociedad Metropolitana de Construcción, donde al romperse un cable sufre una herida bastante grave en la cabeza, quedando inconsciente, tardando varias semanas en recuperarse de sus lesiones (41).
En noviembre vuelve a participar en un importante mitin, en esta ocasión en la sede de la Federación Obrera tinerfeña, en la que abordan el conflicto laboral que en ese momento se vivía en los muelles de la capital. Manuel Pérez, representante de los trabajadores de la Carga Blanca, fue el primero en tomar la palabra, interviniendo posteriormente Carlos Alonso, Francisco Marrero, Primitivo Pérez, presidente de la Casa del Pueblo de Las Palmas de Gran Canaria, y Juan José Coba, leyendo las conclusiones un jovencísimo Juan Pedro Ascanio García, en las que pedían la dimisión del Gobernador Civil por su papel en este conflicto laboral (42). Pocos días después vuelve a celebrarse otro importante mitin en el mismo lugar, esta vez como recordatorio de la dura represión policial contra las manifestaciones populares vividas justo un año antes, que acabaron con el asesinato del vecino, Juan Agrella. Tomaron la palabra “el presidente de la Federación Obrera de Garachico, señor Cuevas, y los obreros Juan Pedro Ascanio, Antonio Montelongo y Saturnino Tejera, de La Laguna y Amadeo Hernández, de Tacoronte, condenado todos ellos la violenta actuación de las instituciones armadas en aquellos y otros sucesos” (43).
En Marcha 2 de julio 1932
A partir de 1932 la respuesta social a los tímidos avances laborales y sociales, que se empezaban a vislumbrar en la II República, se acrecientan sustancialmente, igual que los efectos económicos de la crisis económica que afecta a las principales potencias de las potencias occidentales. El movimiento sindical crece de una manera muy importante, igual que sus medios de comunicación, es el caso del periódico En Marcha, que se convierte en un objetivo central de las persecuciones judiciales en esos años, en un vano intento de las instituciones más conservadoras a la hora de aplacar a algunas de las más destacadas voces del movimiento obrero tinerfeño, lo harán usando las leyes heredadas del anterior régimen que perseguían con dureza las injurias contra la fuerza armada y las instituciones. Los consejos de guerra celebrados en el cuartel de San Carlos de la capital los días 25 y 26 de abril de 1932 son un buen ejemplo de esto. El segundo se dirigió contra los cenetistas “Juan José Coba, Francisco Silvestre Infante, Francisco Román Romero y Nicolás Padrón Brito”, acusados de insultos al Ejército por medio de la imprenta, siendo defendidos los dos primeros por el destacado abogado republicano, Luis Rodríguez Figueroa. El Consejo de Guerra dictó sentencia condenando “a Juan José Coba, a seis meses de prisión correccional; a Francisco Silvestre Infante, a un año y seis meses; a Francisco Román Romero, a seis meses, y a Nicolás Padrón Brito, a diez meses, de igual pena que el primero” (44). La persecución judicial de los artículos críticos con las fuerzas armadas o con el Gobernador Civil, publicados por el periódico En Marcha, fue una constante de los primeros años de la II República, donde las autoridades recurrían posteriormente a cambios legales o a amnistías para proceder a la puesta en libertad de los acusados, que en este caso se produciría el 24 de septiembre de ese mismo año (45), casi cinco meses de cárcel por expresar sus ideas en un periódico, no serían los últimos.
El año 1933 es sin duda el que más intensidad muestra en el auge de la protesta social y sindical. Las huelgas obreras y los conflictos sociales, como el de los inquilinos, serán ejemplos en la conflictividad, donde las entidades sindicales y especialmente la Federación Obrera, jugarán un destacado papel. La labor de Francisco Silvestre se verá marcada por la acción y la reacción a estas luchas. En enero de ese año la llamada a la huelga general, en apoyo de las demandas del sector de la hostelería, paraliza la capital tinerfeña, La Laguna y Buenavista del Norte (46).
En las jornadas más duras de la huelga se acentúa el enfrentamiento entre la CNT y la UGT, propenso a llegar a un acuerdo con la patronal, además se desarrollan acciones de boicot que llegan a tomar un tinte violento. El jueves 12 de enero se intenta negociar con el Gobernador Civil, pero no se alcanza un acuerdo. Por la tarde se intenta organizar una manifestación en la plaza Weyler, pero queda disuelta por la Guardia Civil. La Gaceta de Tenerife recoge que “como consecuencia de la manifestación que se intentó llevar a cabo, fueron detenidos los obreros Francisco S. Infante, Alfonso Jiménez Tapia, José Castellano Pérez, Domingo Gutiérrez Arias y Perigrín Agulló Casasalla, los que fueron conducidos al Gobierno civil” (47). Los diecisiete obreros detenidos en las jornadas de huelga, incluido Infante, no serían puestos en libertad hasta casi una semana después (48). A consecuencia de esta huelga es también sancionado con una importante multa de 500 peseta, al acusarlo de estar detrás de “unos petardos que estallaron en la fábrica de pastas La India” (49)
En el mes de febrero se produce un mitin de la Confederación Regional del Trabajo en favor de los presos detenidos por motivos políticos y sindicales. Francisco participa en representación de La Laguna, acompañado por Bernardino Afonso, que había sufrido prisión apenas cinco meses antes debido a un artículo periodístico. También estarán ese día sobre el escenario del Parque Recreativo de Santa Cruz el abogado José Trujillo y Manuel Pérez, secretario del Comité Regional de Canarias, donde “se aborda también la situación de “los procesos de Buenavista y La Laguna , así como sobre el curso de los conflictos desarrollados últimamente” (50). Poco después se produce en primer Congreso de la Confederación Regional Canaria, donde delegados en representación de unos 15.000 trabajadores y trabajadoras se encuentran entre el 6 y el 9 de abril de 1933 en el Cine La Paz (51), donde Francisco aparece como representante de la sección de la Construcción. Al mismo tiempo que estos pasos vinculados con la organización de los anarquistas isleños, su labor como articulista continúa, en este momento muy vinculada a la prensa obrera y especialmente a En Marcha, su principal medio de difusión. En este periódico, aborda la propuesta de abrir una escuela racionalista en Tenerife (52), siguiendo las enseñanzas del catalán Francisco Ferrer, las necesidades de la formación de la población y reflexiones sobre las luchas sociales del momento, caso del aniversario del asesinato del sastre tinerfeño, Juan Agrella. En 1932 decía, “el pueblo ya está harto de sufrir vejaciones y que no está dispuesto a que se le siga desafiando y martirizando tan cobardemente…” (53)
En el verano de 1933 se produce la mayor respuesta social a los problemas de la vivienda en Tenerife, donde el Sindicato de Inquilinos, sucesor de la antigua Liga de Inquilinos, logró paralizar buena parte de la actividad industrial y portuaria de la Isla. Desde finales de 1932, la movilización de la ciudadanía afectada por el precio de los alquileres y la falta de vivienda, empezó a tomar cada vez mayor fuerza y más contundencia en sus acciones de protesta. El 1 de noviembre se celebró un importante mitin donde se produjeron encendidas intervenciones de militantes de la izquierda tinerfeña, que promovía la suspensión del pago de alquileres, caso de Francisco Silvestre Infante, nexo con la anterior Liga (54)
En junio en el Teatro Guimerá se celebró un gran mitin con las demandas del Sindicato de Inquilinos y de las fuerzas que apoyaban esta lucha. Según el medio republicano “Hoy” “entre los oradores se destacaron por su fanática agresividad los señores Manuel Pérez, Francisco Infante y Bernardino Alfonso, quienes desprestigiaron con sus agitantes palabras al gobernador, señor Gil Tirado, y al alcalde, don Tomás de Armas” (55). El 30 de junio de 1933 se celebra un nuevo y exitoso mitin, esta vez en el Cine Victoria de la capital tinerfeña. En el acto hicieron uso de la palabra “el señor Infante, Pinto y el secretario de la Confederación Regional del Trabajo, don Manuel Pérez, que atacaron duramente a los caseros, intermediarios y administradores de esta Capital, por la carestía de la vivienda y por negarse a pactar con el Sindicato de Inquilinos” (56).
En julio estalló la huelga general contra los primeros desahucios de las familias que habían procedido a apoyar al Sindicato con la suspensión de pagos de sus alquileres. La respuesta popular fue inmensa, aunque la represión también lo fue. Los miembros de la Federación Obrera y del Sindicato de Inquilinos serán detenidos, permaneciendo encarcelados en Paso Alto hasta mediados de agosto (57).
En el mes de octubre el Cine La Paz acoge un mitin de las Juventudes Libertarias, donde toman la palabra destacados representantes del anarcosindicalismo tinerfeño como Bernardino Afonso, Amadeo Hernández, Manuel Pérez y el propio Infante, donde abordaron temas “que hoy preocupan a la humanidad, entre ellos el fascismo, la amenaza de la guerra y el paro forzoso”, donde concedieron “tribuna libre a quienes deseen refutar los argumentos de los que tomen parte del mitin” (58). Será una de las últimas ocasiones en las que Francisco Silvestre participe en un evento de estas características, al menos es una de las últimas que la prensa tradicional detalla. Estamos a apenas dos años y medio del golpe franquista que acabaría con la breve etapa republicana.
En 1934 continúa con su labor en defensa de los trabajadores, tal y como atestigua el juicio en defensa de once obreros despedidos injustificadamente por el empresario Emilio Fernández Oliva (59). Ese año la Revolución de Asturias provoca respuestas de las organizaciones sindicales y políticas de izquierdas, además del Gobierno cedista, que opta por detener a nuestro protagonista y a otros destacados líderes, algo que le volvería a suceder en dos ocasiones en 1935 con motivo de las huelgas de la construcción y los tabaqueros, dando clases junto con otro veterano sindicalista, Juan José Coba, en la Escuela Racionalista (60). Sus alegatos son claros y rotundos, “jóvenes libertarios que vais sembrando rebeldía: sembrad también los jugos del saber en los cerebros de las multitudes, estableciendo ya la nunca bien repetida y propagada Escuela Racionalista si queréis triunfar en la revolución social que se avecina” (61).
En febrero de 1936 su artículo “Soldados, campesinos y obreros” provoca el registro de la imprenta donde se edita En Marcha, ordenándose la censura de este medio por última vez (62), antes del golpe y del triunfo del Frente Popular.
En julio de 1936 finaliza bruscamente la II República, pocos meses después de que el Frente Popular logre una importante victoria que desata las esperanzas de los sectores populares, también de sindicatos como la CNT. Según el testimonio de su sobrino, Vicente Rodríguez Infante, recogido en la obra de José Manuel Hernández, a Francisco se le detiene en compañía de numerosos familiares en su domicilio del Barrio de la Salud, el 19 de julio (63).
El mundo de Francisco cambia radicalmente. Muchos compañeros de militancia y su propia familia viven las torturas y las detenciones. Su propio hijo, Francisco Infante, miembro de la CNT igual que él, es detenido también y se le culpa de algunos de los incidentes de violencia previos al Golpe militar, en un proceso muy destacado en la prensa del nuevo régimen. Su esposa, Pino García, atestigua que fue sometido a brutales castigos físicos mientras permaneció en las salas de interrogatorio, “los quemaban, hierros calientes por sus partes”, afirma (64).
Francisco Silvestre es uno de los dirigentes más significativos y peligrosos para los franquistas, que deciden trasladar a Villa Cisneros, en el Sáhara Español, a un contingente de presos isleños. La Gaceta de Tenerife lo explica de esta forma: “José Rial Vázquez, Francisco Silvestre Infante, Rodrigo Coello Martín, Inocencio Sosa Hernández, Feliciano Jerez Veguero, Antonio Sanz Milán, Francisco Sosa Castillo y Lucio Illada Quintero. Con este motivo, se manifiesta a los familiares de los deportados que con 48 horas de anticipación a la salida del primer barco para Río de Oro o La Agüera (en cada caso), y por una sola vez, si lo desean, podrán depositar en el Parque de Intendencia de esta plaza un bulto debidamente rotulado, para que por cuenta del Estado sea transportado a dicho punto” (65).
Como describe perfectamente José Manuel Hernández, en su investigación sobre la espectacular fuga de estos prisioneros republicanos desde Villa Cisneros, las condiciones de vida serán duras. Afortunadamente los jóvenes que realizaban el servicio militar en la zona lograron organizar con los presos una escapada que sería muy sonada en plena Guerra Civil, logrando llegar a Senegal en un barco que tomaron a la fuerza.
Francisco Silvestre, junto con otros compañeros, participa en la defensa activa de la República, desarrollando tareas en el penal de Valencia, entre otras. Allí es nuevamente detenido en 1939, una vez se produce la definitiva derrota republicana, siendo enviado nuevamente a Tenerife, concretamente a la Prisión Provincial, siendo sometido a juicio en la llamada Causa 96 y permaneciendo en prisión hasta 1945 (66). En el procedimiento abierto en Valencia se traslada desde su isla natal donde se indica que era “uno de los elementos más destacados de la CNT y FAI que organizó en esta con otros grupos anarquistas una propaganda intensa”. Otro informe señala que “era gran propagandista del Frente Popular y de la CNT, habiendo tomado parte en cuantos mítines y asambleas se celebraban…” (67).
En este tiempo entre prisiones y el exilio forzado, su hijo había sido fusilado, como recogimos al inicio de este artículo. Su dolor se suma a las condiciones de vida de tantos otros compañeros de penurias, con los que comparte vivencias y pequeñas resistencias. Un ejemplo de ello será el libro clandestino Musas Cautivas, donde varios poetas y escritores escriben textos dedicados a las mujeres que les esperan en el exterior o que también están presas como ellos. Francisco Silvestre escribe el texto “Eppur si mouve”, usando las célebres palabras de Galileo como una demostración de resistencia frente a la oscuridad, que demuestran la fuerza de sus ideas racionalistas que tanto admiró y defendió (68), una señal de un alma rebelde que no se rindió, ni cuando peores circunstancias se daban a su alrededor.
Francisco Silvestre Infante termina sus días trabajando en una empresa de mármoles, falleciendo en 1976, poco después de la muerte del dictador que le arrebató su vida y su hijo, un régimen que lo persiguió y vigiló casi hasta el final de sus días (69).
Fuentes consultadas
García Luis, Ricardo. Los fusilados: las últimas letras ¿temor a la muerte?. Cuadernos del Ateneo. p.41
Hernández Hernández, José Manuel. Villa Cisneros, 1937. La gran evasión de los antifascistas canarios. Santa Cruz de Tenerife. 2018. p365
El Progreso. 3 de julio 1913. p2
La Prensa. 29 de junio 1920. p2
La Prensa. 31 de diciembre 1920. p2
El Progreso. 16 de febrero 1921. p1
La Prensa. 17 de febrero 1921. p2
La Prensa. 18 de marzo 1921. p2
La Prensa. 14 de mayo 1922. p1
La Prensa. 16 de septiembre 1921. p1
El Progreso. 6 de febrero 1923. p3
El Progreso. 4 de agosto 1923. p2
La Prensa. 24 de junio 1923. p3
La Prensa. 25 de agosto 1923. p2
El Progreso. 19 de marzo 1924. p1
El Progreso. 27 de marzo 1924. p2
Gaceta de Tenerife. 3 de abril 1924. p2
El Progreso. 14 de mayo 1924. p2
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Hernández Hernández, José Manuel. Op. Cit. p312