domingo, 30 de junio de 2024

La venganza contra los gomeros protagonistas de los Sucesos de Hermigua

No tuvo que se fácil ese día para Luis Rodríguez Figueroa y José Carlos Schwartz. Ejercían junto a Luis Jiménez de Asúa, Juan Simeón Vidarte, José Arozena, Aurelio Ballester, Benigno Mascareño y Sebastián Castro, la defensa jurídica de 35 gomeros y gomeras señalados por los caciques. A las nueve de la mañana del 30 de junio de 1934 dio comienzo el juicio militar por los Sucesos de Hermigua. Se pedían penas de muerte, que llegarían cuando nadie lo esperaba, también contra estos dos prestigiosos abogados isleños.

El hambre y la miseria habían soliviantado los ánimos de la clase trabajadora en Canarias, pero muy especialmente en La Gomera. En 1932 se había cerrado las dos principales conserveras de la Isla, dejando a sus trabajadores y a cientos de pescadores sin empleo. El precio del plátano, principal negocio del momento, se desplomaba y provocó una bajada de salarios constante y despidos de trabajadores, que sumado a la sequía y a las maniobras de los caciques, además de la escas obra pública, generó que unos 3000 trabajadores estuvieran en una situación desesperada (1). En Hermigua, unos 300 jornaleros de la platanera y 150 obreros del pueblo se organizaron en torno a la Federación Obrera, muy vinculada a la UGT, que se sumaron a la activa presencia socialista y de los primeros núcleos comunistas.

En marzo de 1933 las tensiones se rompen ante la negativa a contratar a cien trabajadores en la obra de la carretera, que provoca un llamamiento a una huelga que paralizó por completo el Valle de Hermigua. La respuesta de la Guardia Civil, tras reunirse la noche anterior con los principales propietarios del municipio, es la de tratar de buscar refuerzos y romper la voluntad de los huelguistas. La situación desemboca en un intento de bloquear la salida de un camión de las fuerzas del orden que termina en un alternado que deja a un obrero y dos guardias civiles muertos, varios sindicalistas heridos de gravedad y otro guardia también.

Antonio Brito, obrero muerto en la jornada
El diario La Prensa narra el momento de la siguiente manera: “un gran número de hombres, precedidos de unas quince mujeres, con piedras en la mano, se adelantaron, amenazadores. Al requerirles el cabo para que depusieran su actitud, manifestaron: —Nosotros buscamos el pan de nuestros hijos... El camión no sigue adelante. A esa amenaza respondió el cabo: — El camión sigue adelante. Llegaron más obreros, produciéndose gran confusión en el grupo por pretender hablar todos al mismo tiempo.

Al fin alguien logró que se hiciera el silencio, recomendando que hablara uno sólo. Lo hizo una mujer, incitando a los hombres a la colocación de obstáculos. Dirigiéndose después directamente a los guardias les manifestó que "si creían que las mujeres del pueblo eran zorras, estaban equivocados, pues ya se habían despabilado con las de fuera". Por último, prorrumpiendo en amenazas de muerte, comenzaron todos a apedrear el camión” (2).

Evidentemente el suceso causó una auténtica conmoción política, social y mediática, en un momento de la II República donde la crispación crecía entre los distintos bloques políticos. Llegan numerosos efectivos de las fuerzas de seguridad a La Gomera y se produce la detención de más de una treintena de personas. Además de investigar el papel de cerca de un centenar más, acusadas de participar en el tumulto. Entre otros, se detiene a toda la directiva de la Federación Obrera y se cierran los locales de los grupos y sindicatos de izquierda (3).

Uno de los detenidos en el mes de abril es Emiliano Díaz Castro, abogado socialista residente en Güímar, acusado de haber instigado y apoyado a los huelguistas gomeros, (4), que posteriormente ejercerá de abogado de los detenidos durante el juicio.

El 7 de abril de 1933 se trasladó a los 35 procesados en el vapor Gomera, que navegará acompañado por el cañonero Arcila hasta Güímar, donde desembarcan e ingresan en la prisión de la capital (5).

El juicio se convierte sin duda en uno de los más seguidos de la etapa republicana en el Archipiélago. Justo en esa primera jornada las organizaciones obreras de todo el Archipiélago habían convocado una gran huelga general, que es suspendida a petición de los presos de esta manera: “Los trabajadores, procesados por los sucesos de Hermigua, estimando que no les beneficia el movimiento preparado para el día 30 por la masa obrera de Canarias, ruegan a las organizaciones den las órdenes oportunas para que dicho movimiento no se produzca y se aguarde por todos, serenamente, hasta que la Justicia haya pronunciado su fallo. En la cárcel de Santa Cruz de Tenerife, a 28 de Junio de 1934” (6).

Frente al abrumador sumario presentado por el fiscal Martínez Fusset, que será uno de los hombres de máxima confianza del General Franco, los abogados tratan de poner en evidencia las condiciones de vida de miseria de los trabajadores de Hermigua. En su alegato, Schwartz, afirma quela tierra que forjara a sus hijos en la rebeldía, que encendiera en sus almas la inquietud, prendiendo, más tarde o más temprano, un día cualquiera, la hoguera de una protesta viril, contra todo lo que ahoga y asfixia el derecho y la vitalidad de un pueblo” (7). Por su parte de Rodríguez Figueroa se ocupa del hambre “que había y hay en aquel pueblo, hasta el extremo de hurtarse racimos de plátanos. Y esta falta, que ni siquiera es falta cuando la necesidad que la impulsa es poderosa, como poderosa e inaplazable es el hambre de tanta gente proletaria, le aplicó alguien esta sentencia: "Hay que castigar el hurto de piñas con mano dura y sin contemplaciones"” (8). Sus argumentos concuerdan con las declaraciones y manifestaciones de los acusados, que en muchos momentos del proceso viven momentos de gran tensión, sabiendo que las penas de muerte podían llegar.


Finalmente el 8 de julio concluye el juicio, pidiéndose condena a la pena de muerte a cinco de los acusados; a uno, a veinte años de prisión; a cuatro, a doce años; a otro, a seis años; a dos, a tres años, y a dos, a dos años, absolviéndose a los otros diecisiete procesados, añadiendo en el último considerando, que “el Tribunal aconseja la conmutación de las penas de muerte” (9), aunque esta sería ratificada por el Supremo en febrero de 1936 (10).


Los quince acusados por los delitos de esa huelga permanecerán en prisión casi dos años en total, con numerosos actos de apoyo y solidaridad de la clase obrera. Lo reflejan manifiestos como el que hace el sindicato del profesorado, que considera que “de esta manera se pretende resolver todos los problemas sociales sin suprimir las causas que los motivan; pero no está lejano el día en que todos los trabajadores se pongan de acuerdo para impedir la continuación de este régimen de opresión y de miseria, poniendo en práctica aquellas célebres palabras de Carlos Marx: «¡Proletarios de todos los países, uníos!»” (11).

Los presos también forman parte de la contienda electoral. La candidatura del Bloque de Izquierdas cuenta con la presencia de uno de los detenidos, el socialista Fernando Ascanio Armas, que estará acompañado por Emiliano Díaz Castro y el también abogado Luis Rodríguez Figueroa, por el Partido Republicano (12). Igual sucederá en las reñidas elecciones de febrero de 1936, donde la liberación de estos detenidos será una parte de las reivindicaciones que el Frente Popular se propuso atender (13).

La victoria de la izquierda hace que el 22 de febrero salgan el libertad, también los cinco condenados a muerte que forman parte de esa amnistía general (14). Tras varios actos de solidaridad en Tenerife, todos regresarán a La Gomera el 3 de marzo en el vapor Viera y Clavijo, que fueron recibidos en el muelle por “un numerosísimo público que les aplaudió” (15). Poco podían saber que su libertad no duraría mucho.

A partir del 18 de julio de 1936 la rabia contenida por los que se vieron agredidos por los Sucesos de Hermigua se desata. En esa fecha y las posteriores son detenidos muchos de los señalados por la huelga, pero también los que ejercieron de abogados en este proceso y permanecían en las Islas. Vicente Valladolid Mesa, Manuel Avelino Perdomo Plasencia, Francisco Martín Negrín, Avelino Navarro Méndez y Leoncio Fagundo Hernández, los cinco acusados a muerte, fueron desaparecidos. También fueron asesinados por órdenes de militares y falangistas, “José León Piñero, Domingo Rodríguez, Juan Martín Hernández, a Antonio Martín Hernández, a Antonio Hernández García, a Manuel Casanova Medina, a Jesús Chávez, a Tomás Brito, al maestro Enrique Biscarria, a Antonia Pineda Prieto y a su hijito recién nacido “pa'que no quedara ni la semilla” y a Fernando y Pablo Ascanio” (16).

Los abogados que habían colaborado con estos “indeseables” también se convirtieron en víctimas. Según cuenta José Antonio Rial, sobre las últimas horas de Luis Rodríguez Figueroa: "Los personajes amigos de lo macabro, se recreaban contando que al infortunado Don Luis le habían atravesado una mano, de un bayonetazo, antes de lanzarlo al mar, porque intentó luchar a bordo de la gasolinera que le llevaba al martirio” (17).

Por su parte a José Carlos Schwartz, que en ese momento ocupaba el cargo de alcalde de Santa Cruz, lo hicieron desaparecer en octubre de 1936. No le perdonaron su militancia, sus valores y haberse puesto del lado de los humildes.

La venganza de los caciques llegó tarde, pero con toda la crueldad y brutalidad de quienes se consideran dueños de la vida y la muerte. Sin la luz de la memoria, nos quedaríamos solo con un olvido cruel e injusto de las víctimas reales de esta historia, que es la de Canarias.


Fuentes utilizadas

  1. Cabrera Acosta, M.A. (1991). La II República en las Canarias Occidentales. La Laguna. CCPC. p.395

  2. La Prensa. 23 de marzo 1933 p,1

  3. Cabrera Acosta, M.A. (1991). Op. Cit. p.403

  4. Gaceta de Tenerife. 6 de abril 1933 p.8

  5. Gaceta de Tenerife. 11 de abril de 1933. p.5

  6. La Prensa. 26 de junio 1933. p3

  7. Gaceta de Tenerife. 5 de julio 1934. p.5

  8. Hoy. 3 de julio 1934. p.8

  9. Hoy. 13 de julio 1934 p.1

  10. La Libertad. 5 de febrero 1936. p.5

  11. Obreros de la Cultura. 15 de junio 1934. p1

  12. La Prensa. 18 de noviembre 1933. p2

  13. Ascanio Gómez, Rubens. La larga sentencia de Fernando Ascanio Armas: https://latadelgofio.blogspot.com/2021/06/la-larga-sentencia-de-fernando-ascanio.html

  14. Gaceta de Tenerife. 23 de febrero 1936. p5

  15. La Prensa. 7 de marzo 1936. p2

  16. González, Francisco Javier. La historia frente a la desmemoria actual: los 'sucesos' de Hermigua: https://www.eldiario.es/canariasahora/lagomeraahora/cultura/historia-frente-desmemoria-sucesos-hermigua_1_4970877.html

  17. Rial, José Antonio. La prisión de Fyffes. CCPC. Arafo. 2003. p73




domingo, 16 de junio de 2024

La cruel muerte del panadero cenetista, Manuel Marrero Mendoza

Tenía 29 años cuando su esposa, Antonia Álvarez, lo encontró en el cementerio de San Rafael, tirado sobre una tabla mal colocada sobre unas burras, ya muerto tras pasar diez días en las cárceles franquistas, sometido a tortura. Manuel Marrero Mendoza fue un militante de la CNT, dentro del gremio de los panaderos, ocupando el puesto de tesorero del sindicato. Era un miembro activo de la organización desde los inicios del Federación Obrera. Su nombre aparece en el gran mitin obrero de junio de 1931 en la Plaza de Toros chicharrera, donde manifiesta que “ningún gobierno de ningún matiz político ha acertado a comprender las reivindicaciones del proletariado”, insistiendo en que “ni aun el primero de la República da con el remedio. Ahora ya sólo nos resta pedir, con la ley escrita en la mano, y luego exigir con violencia, que se cumpla la legislación social, arrasando, no de una manera suave, como la Monarquía, sino de un modo sordo, la República, ya que ésta parece no comprender tampoco las palpitaciones obreras. Habrá que estar en expectativa ante las Cortes Constituyentes, pues sabido es que los que allí van, legislan por sí y olvidan al pueblo que los encumbró”.
El veterano militante anarquista, Manuel Pérez, señala en sus memorias la importancia de los panaderos en el ámbito de la CNT, que reunía a más de doscientos trabajadores en la capital. En sus memorias afirma: "Debo confesar sinceramente que nunca encontré, en el transcurso de mi vida de luchador, un sindicato tan bien organizado y con un sentido tan profundo de responsabilidad como el de Panaderos de Santa Cruz de Tenerife".

Tenía cuatro hijos, el más pequeño bastante enfermo. Había logrado esquivar la detención en los primeros días del golpe. El domingo 9 de agosto de 1936 quiso ir a comprar el periódico La Tarde a la plaza de La Paz, allí fue detenido.

En el bando de guerra promovido por los golpistas se prohibía “la formación y circulación de grupos de tres o más personas”, en esa pérdida absoluta de libertades que caracterizó al nuevo tiempo político. Justo ese día de agosto, Manuel se había encontrado con dos compañeros de la CNT, Gervasio Cabrera Avero y Alejandro Gutiérrez González, una reunión denunciada por el Álferez Agustín Zancajo Osorio, por mantener una charla en La Rambla de Santa Cruz. Gervasio formaba parte de la sección de tabaqueros y Alejandro era miembro del gremio de transportes, ambos de la CNT, aunque en sus declaraciones niegan haber mantenido una reunión política, no es descabellado pensar que tuvieron un diálogo sobre la situación del momento y el papel de la principal fuerza sindical de la zona metropolitana.

Su familia esperaba a Manuel, pero pasaron las horas sin noticias. Su mujer optó a la desesperada por ir a buscar información suya en Caballería, en Capitanía o en las prisiones. Finalmente descubre que está en la Prisión Provincial de la calle San Miguel. Antonia Álvarez no sabía que en ese momento su marido estaba sometido a durísimas torturas. En las declaraciones que ofreció en el Procedimiento sumarísimo 295 de 1936, Antonia recuerda que aunque residía en el barrio del Perú, se encontraban en el domicilio de su familia en Tacoronte, al estar su bebé muy enfermo y requerir el apoyo de sus familiares. Su marido se había llevado ese día a Santa Cruz 200 pesetas que había ahorrado, dinero del que solo le devolvieron poco más de la mitad. No podemos saber si era dinero que tenía que ver con las finanzas sindicales y que tuviera que ver con el encuentro que mantuvo en La Rambla.

Como tantas mujeres republicanas, ella y su suegra llevaban alimento y ropas a los presos. A ambas les sorprendió recibir ropa totalmente mojada de Manuel, durante varios días. Finalmente el 19 de agosto recibe la noticia de la muerte de Manuel, al que ninguna había podido ver en esos días. La versión oficial habla de un “colapso”, uno de los carceleros que habló con Antonia le dijo que fue una angina de pecho...pero la realidad fue más cruel todavía.

La valentía de Antonia hace que reclame con muchísima fuerza poder despedirse de su marido, encarándose con los falangistas que custodiaban el cementerio para que nadie viera a las víctimas que acababan allí.

Gracias a la labor del investigador Ricardo García Luis conocemos este testimonio, cuando logra entrar en la sala donde lo tenían: “lo dejaron rapadito, rapadito, y luego como una venda puesta y una miga de pan aquí (en la frente), como burla. Estaba acostadito y le salían las bolsas de sangre por los lados (…) sus partes arrancadas. Las uñitas..., mire, yo no me quiero..., las uñas eran así, como tres finchos, que le metieron finchos así. Y los ojos eran abiertos, como pidiendo justicia”.

El asesinato de Manuel quiebra la salud de Antonia, que además en esos días también ve morir de fiebres a su bebé de apenas 17 meses. Queda viuda y con tres niñas pequeñas, muy enferma. Tendrá que pedir ayuda para sobrevivir, en especial del gremio de panaderos, que durante un tiempo recaudarán fondos y le darán alimento, en una solidaridad clandestina.

Su hija, Olga Marrero, expresó también cómo ni siquiera les dejaron saber exactamente dónde lo tenían enterrado y cinco años después, a qué lugar trasladaron sus restos, como una macabra forma de mantener el dolor de la familia que no tuvo dónde llorar a Manuel.

El panadero anarquista, una de las cerca de 900 víctimas mortales de los primeros años del franquismo en un territorio donde formalmente no hubo guerra, pero sí una rabiosa violencia política contra las fuerzas de izquierda.



Fuentes consultadas

García Luis, Ricardo. Crónica de vencidos, Canarias: resistentes de la guerra civil. Ed Marea. Santa Cruz de Tenerife. 2003 pp 61-72

León Álvarez, Aarón. La represión franquista en un territorio de retaguardia: El caso de Tenerife durante la Guerra Civil. Actas del Congreso Posguerras. 75 aniversario del fin de la guerra civil española. Pp 16-17

La Prensa. 24 de junio 1931. p4

Medina Sanabria, Pedro. Diligencias previas 186 de 1936: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/10/05/diligencias-previas-186-de-1936/

Medina Sanabria, Pedro. Tenía por costumbre ir por la Rambla XI de febrero: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/10/05/tenia-por-costumbre-ir-por-la-rambla-xi-de-febrero/

Medina Sanabria, Pedro. Tenia por costumbre ir a La Rambla y al Parque: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/10/05/tenia-por-costumbre-ir-a-la-rambla-y-al-parque/

Medina Sanabria, Pedro. Manuel Marrero Mendoza falleció de un colapso: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/10/06/manuel-marrero-mendoza-fallecio-de-un-colapso/

Medina Sanabria, Pedro. Comparecencia de la viuda de Manuel Marrero Mendoza: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2016/04/02/comparecencia-de-la-viuda-de-manuel-marrero-mendoza/

Pérez, Manuel. 30 años de lucha. Mi actuación como militante de la CNT y anarquista español. p374

Fotos: Fotos antiguas de Tenerife y Crónica de vencidos



domingo, 9 de junio de 2024

Las notas que quebraron el dolor del penal de Gando: Ángel Mañero

Conmueve pensar en la emoción que sintieron los presos del penal franquista de Gando cuando su monotonía quedó rota por las notas de uno de los mejores violonchelistas de la década de los treinta en Tenerife, Ángel Mañero García.

Otro prisionero republicano, Juan Rodríguez Doreste, que casi cuarenta años después llegó a ocupar la alcaldía de la capital Gran Canaria, narra el momento en su obra autobiográfica: “La emoción de Mañero, que transparecía en su palidez, en el sudor que perlaba su frente, en el apenas perceptible temblor de sus manos, se transmitió y ganó a todos los presentes (…) Y el arco, ya seguro, ya milagrosamente sereno, hizo vibrar las primeras notas. La límpida melodía, la clara fluencia del Andante de la Suite en Re de Bach, nos envolvió en su onda cálida, nos penetró hasta el tuétano, poniendo calofríos en nuestras carnes estremecidas. Mañero tocaba y tocaba, con ardor, con pasión, con ansia de desquite, con aliento arrebatado. Cuando terminó, en un silencio que nadie osaba turbar, la indescriptible sonrisa de su rostro aparecía humedecida de llanto” (1).

Mañero llevaba dos años sin poder tocar su amado instrumento, desde aquel 18 de julio de 1936 en que su vida y la de tantos otros se quebró. Este navarro afincado en Tenerife se había convertido en una figura muy reconocida de la vida cultural insular, gracias a sus habilidades musicales, pero de poco le valió tras el Golpe.

En enero de 1930, poco antes de la declaración de la II República, había obtenido el puesto de profesor de la Academia municipal de música en Santa Cruz de Tenerife, acompañado por otro destacado músico, Manuel Tricas Ibarz (2), ambos habían formado parte de la Orquesta Sinfónica de San Sebastián. Al día siguiente de ese nombramiento su nombre aparece en el concierto organizado por el Ateneo de La Laguna en la llamada Fiesta del Romanticismo, que se celebró en el Teatro Leal, donde será uno de los intérpretes del Trío en re menor (op. 49) de Mendelssohn (3).

Sus colaboraciones con las entidades culturales del momento se hacen casi constantes, muy especialmente con el Círculo de Bellas Artes de la capital tinerfeña, donde la prensa lo recoge como un habitual en los actos de la entidad, colaborando con otros destacados músicos e intelectuales, muchos de ellos posteriormente represaliados (4).

Nuestro protagonista no destacó por activismo político durante esos años de la II República. En 1932 es protagonista de una carta leída en el pleno en la que reclama al Ayuntamiento de Santa Cruz, junto con otros profesores, la recuperación de la Academia municipal, desaparecida en favor del Conservatorio Provincial (5). En esa misma época Mañero es uno de los asiduos colaboradores de la programación musical de Radio Club Tenerife, que acababa de nacer (6), donde por ejemplo será uno de los encargados del acompañamiento musical a la recepción a la futura ganadora de Miss Europa, Alicia Navarro (7), así como del concierto que se celebrará en su honor en el Teatro Guimerá (8).

De su vida personal sabemos que a la edad de veintisiete años, en agosto de 1933, contrae matrimonio con la joven nacida en Los Silos, María Isabel Medina Jordán, de veintidós años (9). A raíz de esta boda nace su primera hija, en el verano de 1934 (10). En esa misma época pasa a formar parte de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, dirigida por Evaristo Iceta, donde ocupará en su primer momento el cargo de vocal (11).

Ángel tenía treinta años en julio de 1936 y vivía en la chicharrera Calle Salamanca. Estaba preparando su intervención en la velada musical que el Círculo de Bellas Artes capitalino había decidido dedicar, a las diez de la noche del 18 de julio, en homenaje “al inmortal poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer”. En esa actuación iba a coincidir con otras figuras republicanas, como Clemencia Hardisson, que también sería detenida poco después (12).

El día del Golpe militar, Ángel Mañero, sin esa militancia política significada, quiso acercarse al Gobierno Civil para mostrar su apoyo a la legalidad democrática. Allí estuvo y fue identificado. Su delito haber estado esa mañana en el Café La Peña, en las inmediaciones de la sede de la máxima autoridad provincial, y allíaplaudió al gobernador civil y a otros que desde el balcón saludaban a los cientos de defensores de la legalidad” (13). Eso bastó para formar parte de la Causa 50/1936, que implicó a unos 30 republicanos por la defensa del Gobierno Civil de Santa Cruz de Tenerife, por lo que fue condenado primero a seis años de prisión y posteriormente, tras considerar las penas de los acusados demasiado leves, se le aumentó a ocho años. Unos aplausos muy caros para los que solo creían en la legalidad surgida de las urnas. La acusación judicial por aplaudir los discursos del exgobernador civil y su secretario, ambos fusilados a finales de 1936, fue por un “delito consumado de conspiración para la rebelión militar previsto y penado en el párrafo primero del articulo 241 del Código de Justicia Militar” (14).

Desde ese momento Ángel Mañero pasa de tocar en los principales espacios culturales de la Isla a vivir sus días entre las paredes de la Prisión Provincial y posiblemente otros centros de internamiento del franquismo en Tenerife. A finales de 1939 un contingente de presos tinerfeños es trasladado al gran penal de Gando, en Gran Canaria. Juan Rodríguez Doreste lo recuerda así: “el pelotón, que yo recuerde, igualmente, Domingo Molina Albertos, inteligente y culto periodista, Ángel Mañero, el músico, don Cándido Reverón, un viejo republicano, gracioso y cascarrabias, que era un bendito de Dios, Pepe Rodríguez Barreto, animoso compañero del Puerto de la Cruz, Ángel Corpán, más bueno que el pan candeal, don Elías Zerolo, hijo del gran poeta tinerfeño don Tomás”, según el autor grancanario “los consideraban, sin duda, muy peligrosos” (15). Todos, menos Rodríguez Barreto, eran parte de los condenados en la misma causa que afectó a Mañero y por tanto, personas que trataron de forma pacífica de oponerse a los golpistas, que además de estar en prisión se les castigaba alejándolos de sus familiares.

Según comenta en sus memorias Doreste, él intermedió con la dirección del penal para lograr traer el violonchelo que guardaba la esposa de Mañero en su domicilio, con la excusa de que sería “para acompañar las misas dominicales, a las que daría mayor lucimiento” (16).

Con la llegada de este instrumento y los que algunos habían podido elaborar de forma artesanal y alguna ayuda más externa, lograron generar un pequeño grupo con el que desarrollar conciertos. Juan Rodríguez Doreste recuerda “el concierto que el día 16 de septiembre de 1939 dieron en una Sala de la planta A, la más espaciosa de todas, Ángel Mañero, violonchelo, y Rafael Gómez al piano”, del que guardó el programa artesanal que hicieron los presos (17).

En abril de 1940 el Boletín Oficial del Estado se da la noticia de la libertad condicional por “redención de penas por el trabajo” de Mañero, al que ubica en la prisión Provincial de Santa Cruz de Tenerife (18). Tras regresar con su familia y recuperar la libertad, el músico intenta recuperar el tiempo perdido, aunque sea señalado como “rojo”. Su prestigio como intérprete musical le hace que pronto se reincorpore a una actividad cultural marcada por el nuevo periodo político. El 25 de agosto de 1940 participa en el concierto ofrecido por la Masa Coral Tinerfeña, en el que también “tomaron parte artistas tinerfeños, entre los que vemos a María Nela González, Purita García, el barítono Paco Lecuona, el violinista Agustín León”, además de la propia coral (19).

Su presencia en conciertos y festivales musicales volverá a ser frecuente a los largo de las siguientes décadas, donde también logra recuperar su labores docentes, dando clases como profesor del Conservatorio Profesional de Música y de Declamación (20). La escasez de posibles sustitutos hace que en 1944 sea nombrado profesor auxiliar de “violoncelo y contrabajo” (21). No solo eso, logrará un puesto en la Orquesta Sinfónica de RTVE. Sus enseñanzas y amor por la música hacen que también sus hijos, María de los Ángeles, María del Carmen, José María y Luis se conviertan en destacados integrantes de orquestas, siendo una de las familias más reconocidas en este sentido.

Con la vuelta de la democracia, pasados los setenta años de edad, todavía era frecuente ver sus interpretaciones, donde también será acompañado por su hijo, Luis Mañero Medina afamado violinista y percusionista. Años después su nombre todavía era reivindicado. En 1986, a sus ochenta años, un grupo de exprofesores de la Orquesta Sinfónica de Tenerife pedían con una recogida de firmas “la reintegración de D. Ángel Mañero con plaza américa (sic) ú honorifica en el seno de ésta orquesta sinfónica” (22). Esta campaña se refiere a la expulsión de más de veinte músicos de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, que como indicó Elfidio Alonso en un artículo de ese mismo año, “entre ellos un miembro fundador y chelista de reconocida categoría, como es Ángel Mañero” (23).

La música logró atravesar la vida de este tinerfeño, darle un sentido y también, traspasar las tristes paredes del campo de concentración de Gando, regalando unos momentos de felicidad que sin duda marcaron instante que es digno recordar.


Fuentes consultadas

  1. Rodríguez Doreste, J. (1978). Cuadros del penal (Memorias de un tiempo de confusión). Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, España: Edirca pp – 164-165

  2. Gaceta de Tenerife. 8 de enero 1930. p2

  3. Gaceta de Tenerife. 9 de enero 1930 p3

  4. Hoy. 17 de enero 1933. p3

  5. Gaceta de Tenerife. 14 de octubre 1932. p5

  6. Hoy. 17 de noviembre 1932. p3

  7. Radio Tenerife. 1 de mayo 1935. p 10

  8. Hoy. 21 de mayo 1935. p5

  9. Hoy. 20 de agosto 1933. p3

  10. Hoy. 1 de junio 1934. p2

  11. Gaceta de Tenerife. 14 de junio 1934. p8

  12. Gaceta de Tenerife. 17 de julio 1936. p2

  13. Millares Cantero, Sergio. Musas cautivas. Secuestro y pervivencia de la cultura republicana durante la Guerra Civil y la posguerra en Canarias (1936-1941)

  14. Medina Sanabria, Pedro. Pieza separada de la Causa número 50 de 1936: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2013/10/18/pieza-separada-de-la-causa-numero-50-de-1936/

  15. Rodríguez Doreste, J. (1978). Op cit. P144-145

  16. Idem p164

  17. Idem p165

  18. Boletín Oficial del Estado Nº101 10 de abril 1940. p 2441

  19. Canarias: órgano de la Asociación Canaria de Socorros Mutuos de la República Argentina. 1 de septiembre 1940 p. 21

  20. Revista Ritmo. 1 de septiembre 1947. p22

  21. Boletín Oficial del Estado Nº62 2 de marzo 1944 p.1890

  22. La Voz del Valle Nº19 1986 p36

  23. La Voz del Valle Nº19 1986 p34


Fotos de la página: Fotos antiguas de Tenerife, Juan Rodríguez Doreste y Luis Mañero Medina