El hambre y la miseria habían soliviantado los ánimos de la clase trabajadora en Canarias, pero muy especialmente en La Gomera. En 1932 se había cerrado las dos principales conserveras de la Isla, dejando a sus trabajadores y a cientos de pescadores sin empleo. El precio del plátano, principal negocio del momento, se desplomaba y provocó una bajada de salarios constante y despidos de trabajadores, que sumado a la sequía y a las maniobras de los caciques, además de la escas obra pública, generó que unos 3000 trabajadores estuvieran en una situación desesperada (1). En Hermigua, unos 300 jornaleros de la platanera y 150 obreros del pueblo se organizaron en torno a la Federación Obrera, muy vinculada a la UGT, que se sumaron a la activa presencia socialista y de los primeros núcleos comunistas.
Al fin alguien logró que se hiciera el silencio, recomendando que hablara uno sólo. Lo hizo una mujer, incitando a los hombres a la colocación de obstáculos. Dirigiéndose después directamente a los guardias les manifestó que "si creían que las mujeres del pueblo eran zorras, estaban equivocados, pues ya se habían despabilado con las de fuera". Por último, prorrumpiendo en amenazas de muerte, comenzaron todos a apedrear el camión” (2).
El 7 de abril de 1933 se trasladó a los 35 procesados en el vapor Gomera, que navegará acompañado por el cañonero Arcila hasta Güímar, donde desembarcan e ingresan en la prisión de la capital (5).
El juicio se convierte sin duda en uno de los más seguidos de la etapa republicana en el Archipiélago. Justo en esa primera jornada las organizaciones obreras de todo el Archipiélago habían convocado una gran huelga general, que es suspendida a petición de los presos de esta manera: “Los trabajadores, procesados por los sucesos de Hermigua, estimando que no les beneficia el movimiento preparado para el día 30 por la masa obrera de Canarias, ruegan a las organizaciones den las órdenes oportunas para que dicho movimiento no se produzca y se aguarde por todos, serenamente, hasta que la Justicia haya pronunciado su fallo. En la cárcel de Santa Cruz de Tenerife, a 28 de Junio de 1934” (6).
Finalmente el 8 de julio concluye el juicio, pidiéndose condena a la pena de muerte a cinco de los acusados; a uno, a veinte años de prisión; a cuatro, a doce años; a otro, a seis años; a dos, a tres años, y a dos, a dos años, absolviéndose a los otros diecisiete procesados, añadiendo en el último considerando, que “el Tribunal aconseja la conmutación de las penas de muerte” (9), aunque esta sería ratificada por el Supremo en febrero de 1936 (10).
Los presos también forman parte de la contienda electoral. La candidatura del Bloque de Izquierdas cuenta con la presencia de uno de los detenidos, el socialista Fernando Ascanio Armas, que estará acompañado por Emiliano Díaz Castro y el también abogado Luis Rodríguez Figueroa, por el Partido Republicano (12). Igual sucederá en las reñidas elecciones de febrero de 1936, donde la liberación de estos detenidos será una parte de las reivindicaciones que el Frente Popular se propuso atender (13).
A partir del 18 de julio de 1936 la rabia contenida por los que se vieron agredidos por los Sucesos de Hermigua se desata. En esa fecha y las posteriores son detenidos muchos de los señalados por la huelga, pero también los que ejercieron de abogados en este proceso y permanecían en las Islas. Vicente Valladolid Mesa, Manuel Avelino Perdomo Plasencia, Francisco Martín Negrín, Avelino Navarro Méndez y Leoncio Fagundo Hernández, los cinco acusados a muerte, fueron desaparecidos. También fueron asesinados por órdenes de militares y falangistas, “José León Piñero, Domingo Rodríguez, Juan Martín Hernández, a Antonio Martín Hernández, a Antonio Hernández García, a Manuel Casanova Medina, a Jesús Chávez, a Tomás Brito, al maestro Enrique Biscarria, a Antonia Pineda Prieto y a su hijito recién nacido “pa'que no quedara ni la semilla” y a Fernando y Pablo Ascanio” (16).
Los abogados que habían colaborado con estos “indeseables” también se convirtieron en víctimas. Según cuenta José Antonio Rial, sobre las últimas horas de Luis Rodríguez Figueroa: "Los personajes amigos de lo macabro, se recreaban contando que al infortunado Don Luis le habían atravesado una mano, de un bayonetazo, antes de lanzarlo al mar, porque intentó luchar a bordo de la gasolinera que le llevaba al martirio” (17).
Por su parte a José Carlos Schwartz, que en ese momento ocupaba el cargo de alcalde de Santa Cruz, lo hicieron desaparecer en octubre de 1936. No le perdonaron su militancia, sus valores y haberse puesto del lado de los humildes.
La venganza de los caciques llegó tarde, pero con toda la crueldad y brutalidad de quienes se consideran dueños de la vida y la muerte. Sin la luz de la memoria, nos quedaríamos solo con un olvido cruel e injusto de las víctimas reales de esta historia, que es la de Canarias.
Fuentes utilizadas
Cabrera Acosta, M.A. (1991). La II República en las Canarias Occidentales. La Laguna. CCPC. p.395
La Prensa. 23 de marzo 1933 p,1
Cabrera Acosta, M.A. (1991). Op. Cit. p.403
Gaceta de Tenerife. 6 de abril 1933 p.8
Gaceta de Tenerife. 11 de abril de 1933. p.5
La Prensa. 26 de junio 1933. p3
Gaceta de Tenerife. 5 de julio 1934. p.5
Hoy. 3 de julio 1934. p.8
Hoy. 13 de julio 1934 p.1
La Libertad. 5 de febrero 1936. p.5
Obreros de la Cultura. 15 de junio 1934. p1
La Prensa. 18 de noviembre 1933. p2
Ascanio Gómez, Rubens. La larga sentencia de Fernando Ascanio Armas: https://latadelgofio.blogspot.com/2021/06/la-larga-sentencia-de-fernando-ascanio.html
Gaceta de Tenerife. 23 de febrero 1936. p5
La Prensa. 7 de marzo 1936. p2
González, Francisco Javier. La historia frente a la desmemoria actual: los 'sucesos' de Hermigua: https://www.eldiario.es/canariasahora/lagomeraahora/cultura/historia-frente-desmemoria-sucesos-hermigua_1_4970877.html
Rial, José Antonio. La prisión de Fyffes. CCPC. Arafo. 2003. p73