Hoy toca mirar al continente africano, un crisol multicultural y lleno de riquezas naturales que exporta cada año decenas de miles de seres humanos que huyen de la miseria.
En la década de los cincuenta, sesenta y setenta las antiguas colonias africanas dieron líderes cargados de sueños e ideales. Uno de los más conocidos, en ese momento, fue el presidente de Ghana, Kwame Nkrumah. Siendo joven emigró a Estados Unidos, donde logró formación como psicólogo, sociólogo y economista, mientras vendía pescado en la calle y trabajaba de camarero.
Fue un activo defensor de la independencia de Ghana y logró la presidencia del país en 1960.
No fue un gobierno fácil, en una sociedad con un 80% de analfabetismo, una economía extremadamente dependiente, corrupción y escasas infraestructuras. Aún así, hasta el golpe de estado auspiciado por la antigua potencia colonial británica, logró pasar de 150.000 estudiantes anuales en la etapa colonial a 1.135.000 en 1965, con un sistema de educación pública y gratuita ejemplar. También Ghana en 1959 avanzó en la presencia de mujeres en la vida política y en los estudios universitarios, medidas que aquí solo se podían soñar.
Nkrumah decía en su libro "África debe unirse":
"Cuando se fueron y nos enfrentamos con la realidad total, como en Ghana, en los albores de nuestra independencia, quedó en evidencia de inmediato la miseria en que estaba el país después de largos años de gobierno colonial...más del 80% de nuestro pueblo era analfabeto y las escuelas existentes se alimentaban de papilla imperialista, desvinculadas por completo de nuestros fundamentos y nuestras necesidades. Los negocios y el comercio era controlados, dirigidos y, casi en su totalidad, llevados a cabo por europeos".
"Los colonialistas evitaron el desarrollo de nuestros países; del mismo modo, poco hicieron por ampliar nuestros horizontes intelectuales y sociales. Las razones que aducían como justificativo eran tan ofensivas para nosotros como la prohibición de disfrutar de sus conveniencias. Se sostenía que los africanos no valorarían el mejoramiento de las condiciones".
Líderes como Nkrumah, Patricio Lumumba en el Congo o Thomas Sankara en Burkina Faso compartían numerosas ideas sobre el futuro de sus países y también compartieron salvajes golpes militares promovidos por las antiguas potencias europeas. Sus países volvieron a la senda de la sumisión, la dependencia y la falta de servicios públicos, sin futuro, solo se les permitió ser simples productores de materias primas baratas en una geopolítica mundial norte y sur que se mantiene. Tal vez con estos líderes al frente de sus países, haciendo políticas propias en beneficio de sus comunidades, hoy no se verían cayucos por las aguas Canarias. Quizás toca que Europa y el resto de potencias pidan perdón y actúen de verdad ante un genocidio lento que han estado sembrando durante años.