domingo, 26 de enero de 2025

Víctimas y verdugos de la ley del saco en las aguas de Santa Cruz de Tenerife

Hubo muchas formas de resistencia, a veces tan sencillas como un simple papel. En un trozo de este material humilde, los presos republicanos que se amontonaban en la cubierta y las bodegas del Santa Ana, uno de los vapores fruteros usados como prisión improvisada por los franquistas, copiaron los nombres de doce compañeros desaparecidos. Los doce había sufrido la llamada “ley del saco”. La única fecha que acompañaba la lista era la del 21 de enero de 1937.

En el trozo del papel aparecían los nombres del Antonio Montelongo (militante de la CNT), Francisco Delgado Herrera (presidente del sindicato de maestros de la UGT), Domingo López Torres (concejal socialista y uno de los grandes poetas de Canarias), Pedro Hernández Yanes (presidente local del PCE), José Yanes (también del PCE), los hermanos Cirilo y Leandro Liria (posiblemente de la CNT), Pedro Domínguez (comunista), Vicente Cabrera (de las Juventudes Libertarias), Juan José Martín Escobar (también cercano al PCE), Salvador García Díaz (amigo del socialista Emiliano Díaz Castro) y el gomero Fernando Ascanio Armas (socialista señalado por los Sucesos de Hermigua). El que fue alcalde de Vallehermoso, Victor Cabrera Armenteros, preso en ese barco, recordó esta historia para el investigador Ricardo García Luis (1).

Un primo de uno de estos hombres lanzados a las oscuras aguas cercanas a las costas del pueblito de San Andrés, mi tío abuelo Juan Pedro Ascanio García, describía este método de terror aplicado en los primeros años de la dictadura. En un artículo publicado en el periódico La Tarde, allá por el año 1986, ofrece un relato donde ofrece datos muy relevantes sobre este sistema salvaje, como el nombre de algunos implicados en este tipo de asesinatos. “Tenemos la certeza de las fechas de lo que podemos llamar fusilamientos “legales” realizados por los sublevados contra el gobierno de la República, con todo el aparato de los Consejos de Guerra y la instrucción de las causas consiguientes y su vista ante los Tribunales militares. Lo que es imposible es fijar las fechas de los asesinatos “ilegales” cometidos por los falangistas y otros derechistas, y también por autoridades militares como el general Dolla Lahoz, que ordenaba la puesta en libertad de presos gubernativos internados en la prisión de Fyffes quienes eran entregados en las mismas oficinas de la prisión a los guardias civiles dirigidos por el cabo Matesanz, quienes les conducían hasta la prisión flotante, donde eran encerrados en las carboneras del “Santa Úrsula” para de allí ser sacados uno o dos días más tarde en una falúa guiada por un marinero llamado Andrés, acompañado por dos guardias civiles, que se llevaban a los condenados mar adentro para ser arrojados al agua amarrados dentro de un saco con unas piedras. Era la “ley del saco” en la que perecieron más personas que en los fusilamientos “legales” ”(2). Muy posiblemente al cabo al que se refiere es Manuel Matesanz García, que poco antes había prestado servicios en La Palma (3).

Las brigadas del amanecer realizaron este ritual macabro una y otra vez. Los testimonios son tan abrumadores que incluso los relatos de esta práctica llegaron a trascender en la prensa fuera de Canarias. En el periódico Frente Rojo, órgano del PCE editado en Barcelona, decían en 1938: “A media noche llegaba la falúa. En cubierta iban desfilando los condenados. Un verdugo los iba echando al suelo, con un cabillazo en la cabeza. Se los metía en un saco y, al momento de arrojarlos al agua, el piquete de las pistolas vaciaba contra él los cargadores. Era casi una fiesta. Otros eran rematados a bayonetazos según la «recomendación». El saco llevaba lastre, por si los hijos de plataneros (camisas nuevas todos), habían marrado el tiro. Dentro de cada saco iba un obrero” (4). El testimonio directo llegó el día anterior, cuando 97 presos republicanos de Canarias y Melilla, llegaron a Barcelona fruto de un intercambio. El ritual asesino ya tenía un nombre, “ley del saco”, también la práctica de lanzar seres humanos dentro de un saco, ser apotalado.

Muchos testimonios de presos recuerdan el terror que miles sufrieron, noche tras noche, mientras esperaban si esa sería la que les despertarían para subir a la falúa. El maestro gran canario, Antonio Ojeda, estuvo dieciocho meses en Fyffes, y dejó en un artículo sobre la labor de las brigadas del amanecer, que buscaba una “cruz pensionada” realizando la tarea de localizar a sus víctimas. Recordó muchos años después que “allí las sacas se producían se producían con una frecuencia y puntualidad (siempre a media noche) extraordinarias, trabajo que realizaban tan diligentemente” (5).

Alonso Suárez Melián
Otra víctima de ese miedo constante fue Alonso Suárez Melián, último alcalde republicano de La Laguna, que dijo a sus familiares al salir de prisión que todas las noches lo venían a despertar, y dice que a partir de que lo tocaban y abría los ojos y decían, este no es, sino otro, entonces él se quedaba y podía dormir tranquilo al menos veinticuatro horas hasta el, hasta la noche siguiente” (6). También los familiares de los presos compartían el miedo ante los rumores que crecían sobre esta práctica represiva. Esta misma semana, la nieta del cenetista, Juan José Coba, nos contaba como su madre, con tan solo catorce años, nadaba desde la costa hasta cerca del barco prisión donde encerraron a su padre para comprobar que no lo habían matado durante la noche y tranquilizar a su madre.

El hijo de una de las víctimas del listado del papel escondido, Antonio Montelongo Morales, recordaba que sacaban a los presos y los llevaban “frente a la parada de guaguas de San Andrés”, para meterlos en un vehículo que los llevaba atados hasta Cueva Bermeja, desde su muellito (7) los metían en barcos como el Faraón o el Bufadero, que los trasladaba hasta su final. A veces la potala fallaba y los sacos salían a la superficie, algunos acababan en las costas, otros eran encontrados por los barcos que navegaban la zona.

En 2016, Francisca Melián, presidenta de la asociación de mayores de San Andrés, recordaba una historia que le había llegado en su infancia, sobre unas gangocheras que habían ayudado a escapar a unos presos, cuando se encontraron a los guardias sacándolos para llevarlos a su final. Casi a modo de leyenda de resistencia cuenta que una de ellas “cogió la lámpara y al grito de ‘¡Viene el diablo!’, la tiró contra el suelo y provocó una llamarada”, el susto que provocó hizo que algunos de los prisioneros lograran escapar rumbo a las montañas de Anaga (8).

Una sociedad insular como la nuestra facilitó que pronto el boca oreja sobre lo que pasaba a los que cuestionaban el franquismo llegara a todas partes. Con ello se logró un objetivo claro, generalizar el miedo y paralizar al conjunto de la sociedad, romper cualquier esperanza de mejora o cambio, sembrar obediencia y pasividad.

En 2022, por primera vez, una placa en memoria de estas víctimas fue colocada en el fondo marino, en el lugar donde la memoria colectiva coloca la mayoría de las desapariciones. Ese espacio, a una profundidad de unos 400 metros, es posible que todavía guarde algún resto de estas ejecuciones, no solamente elementos metálicos como monedas, hebillas, piezas dentales de metal, gafas, además de otros productos como peines, botones o cepillos de dientes hechos con baquelita...hasta algunos huesos que en estos noventa años puedan resistir. No es descabellado pensar esto, si en el Mediterráneo se han encontrado restos humanos de naufragios ocurridos muchos siglos atrás, como los de Anticitera. ¿Qué impide que esto no se haya hecho ya con la tecnología disponible?...probablemente lo mismo que explica que miles de fosas de represaliados sigan en sin estudiarse.


Francisco Delgado Herrera, otro de los desaparecidos ese día




Fuentes utilizadas

  1. García Luis, Ricardo. Crónica de vencidos. Canarias: resistentes de la guerra civil. La Marea. Islas Canarias. 2003 pp. 177-192

  2. Ascanio García, Juan Pedro. En el cincuentenario de su fusilamiento (I). José Miguel Miguel Pérez, educador revolucionario y comunista fundador. La Tarde 2 de septiembre de 1986 p 3 y 4

  3. Cabrera Pombrol, Pilar. Garafía y la Guerra Civil.Notas para la historia contemporánea de La Palma. Santa Cruz de La Palma. 2012. p 277

  4. Frente Rojo. Órgano del Partido Comunista. 3 de septiembre de 1938 p5

  5. Ojeda Medina, Antonio. Más sobre los puentes volados y la Guerra Civil en Las Palmas. La Provincia. 7 de septiembre de 2008 p21

  6. Acta del Pleno del Ayuntamiento de La Laguna del 14 de abril 2016. p.98-99

  7. García Luis, Ricardo (2003) Op cit p183

  8. San Andrés: la fosa de la desmemoria: https://diariodeavisos.elespanol.com/2016/04/san-andres-la-fosa-la-desmemoria/


domingo, 19 de enero de 2025

La palmera Concepción Armenia Abdé y el marino republicano Álvaro Calderón Martínez, dos vidas marcadas por la guerra y el exilio

El 7 de marzo de 1939 más de 4000 refugiados españoles, incluidas 21 mujeres y 4 niños, alcanzaban Túnez a bordo de la flota republicana. Llegaban tristes, pero con los puños en alto. La entrada de los franquistas en Cartagena y la cercanía del fin de la guerra provocó la búsqueda de un puerto seguro, lo harían en Bizerta. Varios habían recibido menos de un año antes una placa al valor por sus acciones contra el crucero Baleares, uno de ellos se llamaba Álvaro Calderón Martínez.

Gracias a la investigadora Eliane Ortega me llegó un dato de este destacado marino republicano, ligado a Canarias por su matrimonio con una joven palmera, independiente y con inquietudes intelectuales, llamada Concepción Armenia Abdé Ramos, una familia que sufrió en sus carnes la Guerra Civil y un largo exilio, entre Túnez y México.

Álvaro había nacido en Cartagena, Murcia, en 1909, en el seno de una familia muy ligada a la vida militar, con firmes valores republicanos. Junto a su hermano, Eugenio Calderón, fue uno de los siete oficiales de la marina republicana que se negó a regresar a la España franquista (1). Su hermano mayor, Esteban, era un afiliado a la UGT y a la Agrupación Socialista en Cartagena desde 1930. Durante la Guerra Civil fue jefe de organización del Estado Mayor de la Flota republicana con la graduación de teniente coronel (2).

En enero de 1936 la prensa tinerfeña anunciaba el próximo matrimonio del marino Álvaro Calderón y Concepción Armenia Abdé, en una petición de mano donde estuvo presente su hermano Esteban (3).

Concepción Armenia había nacido en Santa Cruz de La Palma en 1917, su padre, encargado de Transmediterránea, le había dado una vida acomodada que se refleja en la prensa de la época, dominada por actos sociales, aunque no temía ejercer de modelo de alguno de los pintores de la época, como Alfredo Torres Edwards (4) o participar en actos benéficos. La República llegó a sus vidas y sin dudas abrió su mundo, no en balde en las elecciones de febrero de 1936 ella y su padre ejercieron en la mesa en la mesa electoral del Distrito segundo, Pilar, sección primera de Santa Cruz de Tenerife (5), algo que solo fue posible tras la decisión de permitir el voto a las mujeres tomada tres años antes.

Poco antes del anuncio de su boda había conocido al joven murciano, que ya ejercía de marino, como oficial de la armada. El 14 de abril de 1936 los periódicos locales señalan el enlace, celebrado en la parroquia de San Francisco de Asís de la capital tinerfeña (6). El 17 de abril ambos saldrán de Tenerife en el vapor Villa de Madrid (7), sin saber que poco después el mundo se derrumbaría bajo los pies de la pareja.

Llegada del Destructor Sánchez Barcáiztegui a Málaga

El 18 de julio de 1936 Álvaro estaba embarcado en Melilla, parece que en esa misma época Concepción estaba en Barcelona. La victoria del Frente Popular permitió que numerosos miembros de la armada, en especial de la marinería y de los mecánicos de estos buques, ligados a las organizaciones republicanas, pudieran retomar sus puestos. Eso explica que cuando el sector de los oficiales golpistas, ayudados por los legionarios y tropas regulares, trataron de hacerse con el control de la flota, se encontraron con una firme resistencia, que permitió que buena parte de los buques siguieran leales a la República. Álvaro era uno de los oficiales del Destructor Sánchez Barcáiztegui, el único en mantenerse leal al Gobierno en esa complicada situación, por lo que fue puesto al frente del barco, mientras la marinería detenía al resto de oficiales. Tras salir el puerto de Melilla, llegaron el 19 de julio a Málaga, donde los golpistas fueron apresados por las autoridades (8). La Gaceta de Madrid de septiembre de 1936 publica el reconocimiento de Calderón como Alférez, al mando del Sánchez Barcáiztegui (9), barco con el que participará en varias acciones bélicas.

Mientras la Guerra daba sus primeros pasos, dejando un rastro de muerte y destrucción, Concepción Armenia Abdé y Álvaro Calderón reciben la buena noticia de su embarazo. Su primer hijo, Álvaro Calderón Abdé, nació en una Barcelona asediada por los cañonazos del crucero italiano Eugenio di Savoia y el bombardeo de la aviación franquista, en 1937, que se llevó por delante unas 2500 víctimas mortales. Años después, la memoria familiar decía que mientras nacía, caían las bombas cerca del Hospital (10).

Los valientes marinos republicanos trataron de frenar el traslado de las tropas franquistas desde el Protectorado Español a los puertos andaluces, no sabían que los aviones de Hitler serían una ayuda clave en esta operación. Durante los siguientes meses se realizaron varios operativos contra los barcos fascistas, españoles e italianos. Uno de los momentos más sonados tuvo a Álvaro Calderón como uno de sus protagonistas, se trata de la batalla naval de Palos.

En la madrugada del 6 de marzo de 1938, la flota republicana se preparaba para atacar a los cruceros franquistas, Canarias y Baleares. Álvaro dirige las labores al frente del Destructor Sánchez Barcáiztegui, junto al Lepanto y al Almirante Antequera, se encargaron de disparar contra el Baleares, provocando el hundimiento del crucero, el mayor éxito de la marina republicana de la contienda (11). El recibimiento de los marinos participantes en esta acción fue emocionante y una inyección de ánimo para una República que pasaba por unos momentos muy duros. Como dijimos antes, por esta acción, varios de los marinos implicados recibirán la placa al valor de manos del gobierno de la II República (12). Su suegro, Manuel Abdé, permanecía en esa época en Tenerife, paradójicamente, en esos mismos meses es uno de los que colaborará públicamente en la colecta para “la bandera estandarte para el cañonero Canarias”, quizás movido por sus posiciones ideológicas, quizás por el papel del marido rojo de su hija en la batalla de Palos (13). Muchas familias vivirán fracturas de este tipo durante la Guerra.

Con la llegada de 1939 la situación bélica es cada vez más complicada para las fuerzas republicanas. El avance franquista y el golpe interno de Casado acabó con cualquier esperanza de resistir hasta el estallido de la II Guerra Mundial. La flota republicana decidió no entregarse y por ello acuerdan trasladarse a la base francesa de Bizerta, en Túnez. Álvaro se debe separar de su mujer y su hijo, de apenas dos años, que se sumarán a la marea humana que acaba en manos de los franquistas, trasladándose al poco a Tenerife con sus familiares. Será el encargado de dirigir el destructor Ulloa, su hermano hará el viaje en el submarino C4, que también llegó a ser comandado por Álvaro durante la Guerra (14).

A partir del 12 de marzo de 1939 los refugiados empezarán a ser sacados desde Bizerta, tras permanecer varios días fuertemente vigilados por los franceses y sus tropas coloniales en el puerto tunecino. Fueron llevados hasta la estación de Ferryville, donde en en vagones para el transporte de animales, sin agua, sin mantas, sin retretes, tuvieron que recorrer 400 kilómetros, hasta el pueblo de Maknassy, y de allí, ocho kilómetros caminando hasta el campo de concentración de Meheri Zebbeus. Cuatro mil almas quedaron retenidas en una llanura con apenas espacios donde resguardarse, allí estaba Álvaro Calderón. Un joven marinero mallorquín escribió a su tío hablando del lugar donde estaban retenidos con estas esclarecedoras palabras “nunca creí llegar al extremo este, estoy convencido que ya no existe humanidad, nosotros que hemos luchado por una causa justa y noble (…) nos mandan a un campo de concentración a que terminemos de morirnos de asco” (15).

A finales de marzo de 1939, las autoridades franquistas, con ayuda de las francesas, animaron a una repatriación masiva de los llegados, a los que se les aseguró que no sufrirían represalias. Casi la mitad decide abandonar el campo de concentración, debido a las malas condiciones que debían soportar. La sorpresa les llega al pisar España, donde son encarcelados y al menos 23 de ellos, sometidos a juicio y fusilados (16).

Los hermanos Calderón no formarán parte de ese contingente. Desde el campo de concentració pidieron consejo a Mariano Ruíz-Funes, que fue profesor, diputado y ministro de la II República, para ver la forma de salir de ese lugar y exiliarse en México. Este les recomendó dirigirse a la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), fundada en julio de 1939 en Francia (17). Ambos aparecen en una lista de marinos sin recursos, ya que habían perdido todo al salir de Cartagena. A pesar de estas gestiones, ambos permanecerán en Túnez, sufriendo las duras condiciones del campo de Meheri Zebbeus hasta ser liberados con el avance de los aliados por el Norte de África.

Una vez con la libertad recuperada, residen en Túnez, aunque mantienen el objetivo de emigrar a México, donde había una amplia colonia de refugiados españoles por uno de los pocos países de habla hispana que fue abiertamente favorable a la República. En el año 1942 el exministro republicano, José Giral, escribió a Carlos Esplá, Secretario General de la JARE, recomendando añadir a la lista de refugiados para asilarse en México a los hermanos Calderón y su familia, indicando que eran hermanos de su antiguo ayudante y que pertenecían a Izquierda Republicana (18).

El texto que me facilitó el inicio de esta pequeña investigación recoge el momento en el que Álvaro se dirige al cónsul francés en Tenerife para proceder a reunirse con su familia en Túnez, que les autoriza (19), antes de lograr salir rumbo al país latinoamericano. Concepción Abdé y su hijo, Álvaro, vivían en la Isla, durante los primeros años cuarenta. Supongo que no tuvo que ser fácil criarse en un entorno muy hostil a los valores que su padre había defendido. Su hijo recordará esa experiencia de vida en un poemario editado en 2012, donde el exilio tuvo un destacado papel, primero en Túnez y después en su residencia final, México (20), donde falleció en 2019.

Finalmente en 1946 Álvaro y su familia lograron entrar en México, a través de Nuevo Laredo, poco después que su hermano Eugenio y su familia. Allí realizará labores de encargado del restaurante Club Rex, mientras su hermano trabajará en la revista Confidencias (21).

Álvaro Calderón Abdé (1937-2019)

La familia Calderón Abde echó raíces en México, su hijo estudiará como ingeniero y allí nacerán sus nietos. Con la vuelta de la democracia a España, Álvaro vivirá una última batalla, aunque será legal. El Boletín Oficial del Estado recoge en 1981 su victoria en el recursos contencioso-administrativo contra el acuerdo de la Sala de Gobierno del Consejo Supremo de Justicia Militar del 19 de septiembre de 1979, pare recuperar su puesto y que se fije como Coronel. Las semillas de Álvaro y la palmera Concepción, siguen su rumbo por el mundo, tras ese soplo huracanado de viento de la Guerra.


Ficha de emigrante de Concepción Armenia Abdé en México (Archivo PARES)


Fuentes consultadas

  1. Fernández Díaz, Victoria. Aproximación al exilio republicano a través del exilio de los marinos de la Armada tras la guerra de España. Universidad de Valencia, Tesis doctoral. 2021 p 63

  2. Perfil de Esteban Calderón: https://archivodemocracia.ua.es/es/exilio-republicano-africa/9.-biografias-y-testimonios/c.html

  3. Gaceta de Tenerife. 1 de enero de 1936. p2

  4. La Prensa. 28 de mayo de 1933 p3

  5. Gaceta de Tenerife. 29 de enero de 1936 p8

  6. Gaceta de Tenerife. 14 de abril de 1936 p2

  7. La Prensa. 16 de abril de 1936 p3

  8. Recuerdos del Pilar. Los hermanos Cervera Cabello: la tragedia del Baleares, y otras historias de amor y guerra (II): https://recuerdosdelpilar.com/2019/03/31/los-hermanos-cervera-cabello-la-tragedia-del-baleares-y-otras-historias-de-amor-y-guerra-ii/

  9. Gaceta de Madrid. Nº. 274 30 Septiembre 1936 p 2069

  10. La vida, buena o mala, es pura: https://www.tumblr.com/poiesisajena/15575190901/alvaro-calder%C3%B3n-la-vida-buena-o-mala-es-pura

  11. Rolandi Sánchez-Solís, Manuel y Franco Fernández, Francisco José. Las últimas acciones de la marina republicana durante la Guerra Civil española de 1936-1939. Cuadernos Republicanos. n.º 94 Primavera-verano 2017. pp 159-163

  12. Uniformes, medallas e insignias Guerra Civil española: https://www.elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?p=286129

  13. Amanecer. 25 de junio de 1938 p3

  14. Rolandi Sánchez-Solís, Manuel y Franco Fernández, Francisco José. Las últimas acciones de la marina republicana durante la Guerra Civil española de 1936-1939. Cuadernos Republicanos. n.º 95 Otoño 2017. pp 65-66

  15. Fernández Díaz, Victoria. El campo de concentración de Meheri Zebbeus (I): https://exiliomarinosrepublicanos.blogspot.com/2017/02/el-campo-de-concentracion-de-meheri.html

  16. Fernández Díaz, Victoria. Exilio de marinos: https://archivodemocracia.ua.es/es/exilio-republicano-africa/4.-el-exilio-de-marinos-y-aviadores.html

  17. Fernández Díaz, Victoria. El exilio a México de los marinos de la armada de la II República española: https://exiliomarinosrepublicanos.blogspot.com/2019/10/el-exilio-mexico-de-los-marinos-de-la_30.html

  18. Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-JOSE_GIRAL,14,N.606

  19. Documento facilitado por Eliane Ortega

  20. La vida, buena o mala, es pura. Op cit

  21. Fernández Díaz, Victoria. 2021. Op cit p 173

  22. Boletín Oficial del Estado. 21 julio 1981. p 16587


domingo, 12 de enero de 2025

Martín Serasols, uno de los que trató de acabar con Franco

A las cinco de la tarde de ese 9 de enero de 1937 lo iban a fusilar. Unas horas antes, Martín Serasols, vio entrar al cura para su confesión, con calma le dijo “váyase, porque yo no quiero discutir con usted, porque desde luego la ley de Cristo es muy bonita pero, por ser demasiado humana, ustedes no la cumplen” (1). Poco después pidió una maquinilla para afeitarse, fue su última voluntad. A fusilarlo lo sacaron afeitado y solo, los que lo vieron salir decían que no le temblaban las manos, hasta sus verdugos se impresionaron. No sabían que iban a matar a un hombre que a punto estuvo en acabar con la vida de Franco pocos meses antes.

Contra los muros de la batería del Barranco del Hierro de Santa Cruz de Tenerife se estrellaron las balas y en su suelo dejó la vida, no había cumplido los cuarenta años. Martín había nacido en 1901 en Barcelona, que en esa época probablemente era una de las ciudades con más anarquistas del mundo. Su vida industrial, una urbanización caótica, pocos servicios para una sociedad que crecía con decenas de miles de migrantes del campo, catalanes, andaluces, castellanos, aragoneses...donde las organizaciones libertarias jugaban el papel de protección de la clase trabajadora, montaban escuelas, daban apoyo a las demandas laborales y a las necesidades de las familias. Allí conoció pronto la lucha por la vida y por la libertad. Solo la huelga de 1917 había dejado un saldo de 32 muertos entre Barcelona, Sabadell y Tarrasa, en su mayoría huelguistas y familiares. Dos años después los patrones catalanes, junto a sectores militares y de las fuerzas de seguridad crearon “la banda negra”, organización parapolicial encargada de asesinar y meter el miedo a los sindicalistas.

Serasol en ese tiempo ya era miembro de los llamados grupos de acción anarquista y estaba en el punto de mira de la policía, que lo consideraba uno de los jefes de un activo grupo anarquista. autor de numerosos robos, sabotajes, ataques contra jueces y patrones, en Cataluña. Lo vinculaban con otros jóvenes anarquistas como Joaquím Benaiges (El Pescaté), Vicente Buenaventura, José Dalmau y Antonio Saborido (2).

La prensa hablaba de él por el consejo de guerra que sufre en 1919, al ser “procesado por el reparto de hojas clandestinas” (3). Por este delito le condenan a seis meses de prisión. En 1925 formó parte de los fugados de la prisión de Tarrasa, tras participar en el ataque a un juez de la localidad junto a varios compañeros más (4). Su huida para evitar la cárcel lo llevará a cruzar los Pirineos, llegando primero a Italia y después por mar a Argentina, lugares donde también había núcleos anarquistas. En 1931, con la proclamación de la II República, regresa a Barcelona. Había esperanzas de cambio, pero entendió que los avances solo se podrían lograr luchando. No será un testigo pasivo de esta etapa, con las movilizaciones populares de 1933 es nuevamente detenido, aunque poco después logra volver a fugarse (5), meses después hará su primera visita a Tenerife.

Según sus declaraciones, redactadas durante el proceso al que le sometieron las autoridades franquistas, llega a la Isla la primera vez por un tiempo corto. Era el mes de noviembre de 1934, al parecer había participado del proceso revolucionario de octubre de ese año en Barcelona. En Tenerife se encontró con otro de los anarquistas más destacados del momento, Antonio Vidal Arabí, regresando en 1935, como enviado de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) (6). También hará un breve paso por Gran Canaria. Esta vez no volverá abandonar el suelo volcánico de Canarias.

Martín Serasols será conocido en la Isla por varios alias, como Pepe "el Catalán", Pepe "el Gordo" y Jaime "el Valenciano", siendo considerado jefe del Comité de Defensa Confederal en Canarias (7). Es señalado en esas funciones junto a otros miembros, como el ya mencionado Vidal, Horacio de Paz, Isabel Hernández, Antonio SanJuan o Antonio Tejera “Antoñé”. Este último lo recordó, muchos años después, como un hombre “inteligente y valiente”. En Tenerife desarrolló una intensa labor para preparar una insurrección popular, recopilando armas, explosivos y ejecutando robos, como el asalto a la iglesia de La Matanza, que provocó el incendio de la misma, aunque hay que tener en cuenta, tal y como afirma el investigador Ricardo García Luis, que sabiendo que sería condenado a muerte desde el momento en que fue detenido, se autoinculpó de muchas de las acciones desarrolladas en esos días, para impedir que otros pasaran por la misma suerte (8).

Uno de los sucesos más destacados de esos meses fue el intento de ataque contra el General Franco. El 14 de julio de 1936 intentó, junto con Vidal y Tejera, armados con pistolas, trataron de acceder al dormitorio del futuro dictador trepando los muros de Capitanía, aunque sin poder abrir una gran puerta de tea que les separaba del cuarto donde dormía el militar (9).

El golpe militar hizo reaccionar inmediatamente a los sectores más concienciados. Sabían que vendrían tiempos muy difíciles desde el primer momento. La CNT, a través del Comité de Defensa, decidió organizar una primera reunión para coordinar acciones en la zona de Los Campitos, la misma noche del 18 de julio. Según la prensa que recogió el juicio contra buena parte de los asistentes a esa reunión, en la misma se decidió combatir “las tropas que ocupaban la Plaza de la Paz, o bien asaltando la batería del Bufadero, al mismo tiempo que se interceptara la carretera de San Andrés, volando con dinamita sobre la misma un trozo de tos montañas que bordean dicha carretera” (10), acciones que nunca se llegaron a realizar, entre otras cosas por la detención masiva de la mayoría de los que estuvieron en las afueras de la ciudad esa madrugada.

A medida que los franquistas capturan a muchos militantes de las organizaciones de izquierdas, Martín decide esconderse junto a otros compañeros. Vidal logra salir de la Isla con la orden de tratar de lograr una liberación a través de la flota republicana, mientras que su compañero buscará pasar desapercibido entre varias casas de miembros de la CNT entre La Laguna, Tacoronte y la capital. Desde la clandestinidad tratan de organizar acciones de resistencia, como el reparto de folletos reclamando a las tropas que hacían la mili, la mayoría hijos de obreros y campesinos, a que no colaboren con los golpistas y se sumaran a la resistencia (11). Su suerte terminó en octubre, cuando fue identificado y detenido en la zona de la plaza del Guimerá.

José Govea, de las Juventudes Libertarias de La Laguna, explicó al investigador, Ricardo García Luis, que se encontró con Pepe el Catalán en los salones de tortura del Palacio de Justicia de Santa Cruz. Vio como lo sacaron a rastras de un espacio y se lo llevaron a otro y allí, “yo oía, desde el pasillo, los mugidos como de un toro, de los “masajes” que le estaban dando” (12). Los verdugos querían que delatara a otros compañeros y sacarle a palos sus declaraciones.

El 30 de diciembre de 1936 las autoridades franquistas estaban especialmente ocupadas. Ese día se celebraron cinco consejos de guerra. A las nueve “contra los paisanos Martín Serasols y Francisco Domingo Santos, por el delito de rebelión. A las tres de la tarde, contra el paisano José Boza Suárez, por el delito de excitación para cometer rebelión. A las cuatro contra el paisano Rafael Arroyo Castrillo, por el delito de excitación a la rebelión. A las 5 contra el paisano Isaac Ferrera Amador, por el de excitación para cometer rebelión” (13). Como se esperaba, la sentencia fue la de muerte, que se cumplirá apenas diez días después del juicio. Un día antes de ser fusilado había comenzado el proceso contra 46 vecinos y vecinas acusados de tratar de resistir a los fascistas, de los que un par de semanas después sería asesinados diecinueve en los mismos muros de la Batería del Barranco del Hierro. Ese lugar de muerte, años después, sería tomado por la refinería, que ayudaría a ocultar sus vestigios. ¿Serán capaces de localizar la antigua Batería con las obras de retirada y urbanización de lo que en su día ocupó la refinería?¿Querrán darle el sentido que recoge la Ley de Memoria Democrática a esos restos?...viendo como algunos, en este siglo XXI, protegen los símbolos del franquismo en la capital tinerfeña, me preocupa no tenerlo claro. Martín Serasols, acabó, como tantos otros, en la fosa común de Santa Lastenia. Su cuerpo se unió, para siempre, a la tierra canaria, ojalá lo haga también su memoria.

Imagen aérea de la Batería del Barranco del Hierro en 1957
Ubicación actual aproximada

Fuentes utilizadas

  1. García Luis, Ricardo. Los fusilados. Las últimas letras. ¿Temor a la muerte?. Cuadernos del Ateneo de La Laguna, n.º 23. 1 de junio de 2007. p 46

  2. Martí Serarols Treserras: https://www.anarquia.cat/marti-serarols-treserras/#/

  3. El Fígaro. 24 de mayo de 1919 p 11

  4. La Tierra. 13 marzo 1925 p2

  5. Martí Serarols Treserras. Op cit

  6. Medina Sanabria, Pedro. Declaraciones de Martín Serasols Treserras: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2010/08/31/declaraciones-de-martin-serarols-treserras/

  7. La Sorriba. n.º 26. junio de 1986. p 11

  8. García Luis, Ricardo. La justicia de los rebeldes. Los fusilados en Santa Cruz de Tenerife (1936-1940), Baile del Sol, Tenerife, 1994. p 85

  9. García Luis, Ricardo. 1994. Op cit p 86

  10. Gaceta de Tenerife. 10 de enero de 1937 p5

  11. García Luis, Ricardo. Proceso a la CNT. 19 fusilados el 23 de enero de 1937. Santa Cruz de Tenerife. 2007. p91

  12. García Luis, Ricardo. 1994. Op cit p 93

  13. Gaceta de Tenerife. 30 de diciembre de 1936 p2


sábado, 4 de enero de 2025

La resistencia de los hijos de Luis Rodríguez Figueroa

Nada fue igual para los hermanos Guetón, Manlio, Elio, Layo, Hostilio, Orlando y Arnaldo desde que ese verano de 1936 el fascismo entrara como un huracán en sus vidas, un suceso que destrozó a la Rodríguez Melo. Los hijos de Luis Rodríguez Figueroa, uno de los más brillantes intelectuales canarios de su generación, se habían criado en una familia con profundos valores republicanos, en un hogar con amor y miles de libros, que los animaba a estudiar, a mantener hábitos saludables y a tener una mirada crítica. Podían haber sido parte de la élite protegida isleña, de quienes se beneficiaban de las miserias ajenas, pero optaron por ser coherentes con sus valores, a pesar del coste.

Eran unos jóvenes vitalistas, amantes del deporte y con un futuro más que prometedor, que tenían claro que querían un futuro más justo, donde la pobreza o las injusticias no tuvieran lugar. Hostilio, según la memoria de su hermano Elio, tuvo un papel importante en la toma de conciencia de varios de sus hermanos, siendo afiliado a la Federación Obrera lagunera y militante comunista (1), participando en el mitin comunista celebrado en Aguere en noviembre de 1933. En un garaje que formaba parte del domicilio familiar, Guetón Rodríguez, el hijo mayor, estableció en junio de 1936 la sede lagunera de Socorro Rojo, organización de apoyo a las familias obreras. Este joven, culto y cosmopolita, también era presidente del Comité Insular Pro-Olimpiada Popular, un proyecto de olimpiada obrera y revolucionaria que debía celebrarse ese mismo verano en Barcelona (2).

En octubre de 1934, en ese mismo garaje, se habían formado las Juventudes Comunistas laguneras, donde militaron Elio y Layo, junto a otros jóvenes laguneros (3). Ellos fueron los encargados de recibir en el muelle de Santa Cruz a su compañero de las juventudes, el gran canario que sería poeta y futuro premio Canarias, Agustín Millares Sall (4). En ese mismo año otro de los hermanos, Manlio Rodríguez, había sido elegido tesorero de la Federación Universitaria de Estudiantes (5), aunque también militó en las filas del Partido Socialista, ligado a la figura de Largo Caballero (6).

El 18 de julio de 1936 se desataron los odios de quienes veían en cualquier cuestionamiento del orden establecido un riesgo para sus beneficios e intereses. Al diputado Luis Rodríguez Figueroa lo lanzaron al océano por la zona de Jagua. Guetón, tras pasar por la prisión flotante y Fyffes, corrió la misma suerte, unos dicen que muerto apaleado en un sótano de La Laguna, otros que lanzado al mismo mar que su padre, pero que en la barca logró atrapar con sus brazos a uno de sus verdugos y llevárselo al fondo del mar (7).

Hostilio Rodríguez
A Manlio lo detuvieron y pasó por varios penales y manicomios, sometiéndolo a todo tipo de terapias brutales, hasta que sus hermanos lograron que pudiera ser trasladado a Colombia, donde estaban refugiados (8). Layo Rodríguez había logrado terminar sus estudios de náutica apenas un mes antes del golpe. Fue detenido el mismo 18 de julio y llevado a los barcos prisión del puerto chicharrero. Junto con dos decenas de militantes de izquierdas considerados especialmente peligrosos fue llevado a Villa Cisneros, desde donde logró escapar en 1937 en la gran evasión del Viera y Clavijo, pasando posteriormente por la Guerra Civil, colaborando en las tareas bélicas hasta el final de la misma. Elio, que también logró huir de Canarias y estudiaba medicina en Madrid, además de apoyando al gobierno legítimo.

Hostilio estaba estudiando derecho internacional en Londres cuando el golpe militar. Decidió incorporarse a la lucha en defensa de la República, acudiendo a Madrid, en donde acompañará a Guillermo Ascanio en la conformación del Batallón Canarias, participando activamente en la defensa de la capital.

Con el final de la guerra y la derrota republicana los hermanos Layo, Hostilio y Elio deberán refugiarse en Francia, pasando por las duras condiciones de los campos de concentración creados para alojar a varios cientos de miles de refugiados (9). Los tres lograrán colaborar con otro grupo de isleños para comprar una embarcación muy precaria y cruzar el Atlántico, para lograr refugio en Colombia, antes de que la II Guerra Mundial les atrapara. Aun así, a pesar de lo vivido, Elio cuenta que participó en la nueva Guerra colaborando con los ingleses en la liberación del Norte del África, y después en la defensa del gobierno de Arbenz en Guatemala y en la Revolución cubana, igual que Hostilio.

Poco les había quedado en Canarias, su hogar, Villa Loreto, había sido incautado y saqueado. El retorno a las islas de Elio y Hostilio será en la década de los setenta, aunque el último vivirá el fin de sus días en Colombia, donde tenía familia de los años de exilio. Elio dejará el PCE y en sus últimos años de vida en Canarias formó parte del movimiento independentista canario, dejando algunos testimonios de su vida y obra en ese largo camino vital.

Fuentes utilizadas

  1. Millares, Sergio. Hostilio Rodríguez, jefe del batallón Canarias en el bando republicano. Revista Canarii. Nº5 octubre 2007 p12

  2. Studer Villazán, Luana et al (2012) En Rebeldía. Once desaparecidos de La Laguna durante la Guerra Civil en Tenerife. Le Canarien ediciones. Santa Cruz de Tenerife. P145

  3. Entrevistamos a Elio Rodríguez Figueroa: http://elcanario.net/Articulos/entrevistaaeliorf2.htm

  4. Canarias educación. 1 de junio de 1987 p28

  5. La Prensa 12 de mayo de 1934 p4

  6. López Felipe, Francisco. Manlio Rodríguez, o como volver loco a un Figueroa. Gaceta de Canarias 7 de mayo de 2000 p108-109

  7. Studer Villazán, Luana et al (2012). Op cit p 149-151

  8. López Felipe, Francisco (2000) Op cit

  9. Millares, Sergio (2007) Op cit