Este portuense acompañó al mexicano Simón Tadeo Ortiz y a Felipe O’Reilly en el intento de lograr la independencia de Texas frente a España, para incorporarla a México. Juntos propusieron ante el Congreso Mexicano el 22 de mayo de 1822 la ocupación de ese inmenso territorio con 10.000 familias irlandesas y canarias para poblar el nuevo país con unos ideales basados en: "Impulsar la colonización para redistribuir a la población. Implantar la escuela rural, para acelerar la redención social del país. Distribuir la tierra como expresión de justicia. Ofrecer terrenos en propiedad en los baldíos más cercanos a las fronteras. Obligar a los propietarios a arrendar a colonos la tercera parte de su superficie a largo plazo, para poblar el territorio nacional. Industrializar el país para diversificar su producción. Abolir las alcabalas, para dar certidumbre y confianza. Crear instituciones de crédito y ahorro. Fomentar las exportaciones para elevar el nivel de vida de los mexicanos. Construir caminos y abrir canales, como único medio de consolidar y unir a la nación. Además legó principios de doctrina para enaltecer a la condición humana y tener siempre el interés común como preferente, aun por encima del individual. Declarar libre y gratuita la enseñanza para dignificar a todos los mexicanos. Prevenirse para contener el expansionismo de los norteamericanos y de los rusos".
El proyecto soñado simplemente quedó en eso y la aventura tejana no acabó bien, tras esa experiencia Diego Barry regresa casa, visitando también París y Londres. En octubre de 1824 España empieza a investigar sus posibles vínculos con un intento de liberación de Canarias y las autoridades lo catalogan como un “revolucionario peligroso”, acusándolo incluso de un motín popular ocurrido la noche del 30 de mayo de 1824 en La Orotava.
Las pesquisas contra Diego Barry fueron intensas, a instancias del Secretario de Estado, Francisco Cea Bermúdez. Este contó con la ayuda de los embajadores españoles en Londres y París, el Ministerio del Interior de Francia, así como las oligarquías insulares, de la mano de la Audiencia de Canarias.
A Barry se le vinculaba con intentos de que Canarias obtuviera la independencia al estilo de otros países de América Latina y se pensaba que para esta labor podría contar con apoyo británico, por sus enormes intereses económicos en las Islas. El miedo era tan intenso que el 13 de febrero de 1826 el gobierno español ordena arrestar y formar causa contra Diego Barry.
El miedo a una posible independencia era intenso, los rumores de conspiraciones llegaban de diversos lugares como bien demostró en varios trabajos el profesor y americanista Manuel de Paz. En 1827 el nuevo Secretario de Estado español, Manuel González Salmón confesaba en una carta que “…aquellas islas (se refiere a Canarias) forman un establecimiento tan interesante para la España no tanto por lo que son en si mismas cuanto en relación a la conservación de las Islas de Cuba y Puerto Rico; y para los negocios de toda la América en general…”.
Al parecer hasta ese mismo año de 1827 Diego Barry es investigado, a pesar de que según diversos informes se dedicaba exclusivamente a sus negocios y vive una penosa situación económica. Solamente tres años más tarde moría, convertido en otro isleño incómodo y anónimo, como tantos antes y tantos después. Barry es parte de esa memoria colectiva silenciada que espera a ser conocida algún día, que debemos, que necesitamos recomponer para reconocernos, para saber de donde venimos y realmente entender a donde debemos ir.
Foto: Lámina del Puerto a finales del siglo XVIII
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