domingo, 6 de julio de 2025

Una imagen poco conocida de Guillermo Ascanio en 1938

El otro día, buceando en una de las hemerotecas históricas digitales, encontré esta imagen que no conocía del comandante Guillermo Ascanio en los días en los que participó en la defensa del Madrid republicano. Esta misma semana se cumplió un aniversario más de su asesinato, fusilado junto a once compañeros más en las tapias del Cementerio del Este de la capital española, el 3 de julio de 1941. Tenía 33 años y una vida marcada por sus ideales.

Diez años antes había fundado las Juventudes Republicanas en La Gomera, la Isla que le vio nacer, donde conoció el caciquismo y las desigualdades, aún siendo de una familia acomodada. No soportaba las injusticias y sentía que había un mundo mejor que debía construirse con un esfuerzo colectivo. En 1930 promovió la publicación de un decenario republicano que diera salida a sus pensamientos y la denuncia del maltrato a la población de la Isla. Junto a Pedro García Cabrera, su primo Juan Pedro Ascanio, su futuro cuñado, Gabriel Mejías, y Ulises Herrera lanzaron el Altavoz, mientras él continuaba su formación como Ingeniero. Guillermo escribía en sus páginas con vehemencia, igual que en medios cercanos como Espartaco. Ya en los primeros años de la II República llamaba a “actuar con la máxima intensidad revolucionaria posible de manera que a la hora de estructurar el nuevo Estado no ocurra lo que quieren los republicanos de cambiar un nombre por otro y seguir como hasta aquí, sino que permita a las masas obreras imponer como situaciones legales, muchos de sus postulados”. Esta intensidad le convirtió en blanco de procesos judiciales por una judicatura en manos muy conservadoras.

La crisis económica global y la efervescencia política de ese momento hacen que su evolución política sea rápida. A inicios de la década de los treinta fue uno de los encargados de impulsar el Partido Comunista en Canarias.

En el verano de 1936 estaba en Madrid pasando unos días junto a su hermana Amelia Ascanio y su cuñado, el farmacéutico Gabriel Mejías. El 18 de julio todo cambia cuando militantes de las derechas, falangistas y militares inician un golpe de Estado contra el gobierno del Frente Popular, nacido de las elecciones de febrero.

La capital republicana había logrado resistir y allí, entre agosto y noviembre de 1936, conforman el Batallón Canarias del 5º Regimiento de Milicias Populares, que tuvo su bautismo de fuego en el ataque al Alcázar de Toledo. Con sede en la calle O'Donnell de Madrid, van a configurar un espacio diverso de jóvenes procedentes de distintos puntos del Archipiélago, además de otras procedencias, que llegarán a emitir su propio medio, el Canarias Libre.

El papel de Ascanio irá tomando cada vez más valor a medida que pasan los días. A través de distintos regimientos y unidades participó en la defensa de la Casa de Campo, Guadarrama, el Puente del Rey y de la Reina, El Pardo o la Zarzuela. En 1937 fue jefe del Estado Mayor de la Brigada del Campesino, posteriormente 2º Jefe de la 8ª División y más tarde Comandante de la 8ª División.

En las publicaciones de la defensa republicana se muestran sus tareas militares y participando en actos lúdicos, como la carrera con la que promovían la salud de las tropas republicanas, en la que en el frío febrero de 1938 le tocó dar la salida a los corredores.

La imagen de cabecera ilustraba un artículo publicado en el periódico Ejército Popular el 7 de noviembre de 1938. En él recordaba el segundo aniversario de la victoria frente a uno de los ataques franquistas más feroces, contra la capital republicana. Guillermo recuerda ese día de 1936 en el que “se hizo el milagro” en el que “el pueblo todo de Madrid, los heroicos internacionales que habían acudido en nuestra ayuda crearon la muralla inexpugnable ante todos los asaltos fascistas”. Aunque el futuro parecía muy oscuro con las derrotas de las tropas republicanas en casi todos los territorios, frente a la indiferencia de la mayoría de los países democráticos y un ejército golpista plagado de ayuda externa, con decenas de miles de italianos, jóvenes marroquíes reclutados en el protectorado español, armamento alemán... su posición es clara, como otro canario, el presidente Juan Negrín, defiende resistir para vencer.

En febrero de 1939 el Comité Provincial del Partido Comunista en Madrid le nombró entre sus nuevos miembros, donde también estaban figuras como Dolores Ibárruri o Pedro Mesón. No sabían que menos de un mes después la propia República sufriría el golpe de Casado y la detención de miles de personas en la capital, que quedarían entre rejas hasta la llegada de las tropas de Franco. Uno de ellos sería Guillermo, detenido en Guadarrama cuando intentaba hacer frente a los golpistas ligados al partido socialista. Él, su hermana Amelia y su cuñado Gabriel Mejías formarán parte de las decenas de miles de presos políticos que pasan por los penales franquistas. Guillermo va primero a San Miguel de los Reyes, la cárcel de Yeserías o el antiguo convento de las Comendadoras, donde se encarga de organizar e impartir clases a sus compañeros presos, como muchos años después recordó el histórico sindicalista Marcelino Camacho, uno de los que recibió sus clases de matemáticas y economía.

La euforia por el avance alemán contra la Unión Soviética animó a mostrar mano dura contra algunas de las caras más conocidas de los comunistas detenidos por el régimen. Una de sus consecuencias sería el fusilamiento de Ascanio. Su cuñado Gabriel había sido fusilado en diciembre de 1939, en las mismas tapias del cementerio del Este donde él perdería la vida. Sus hermanas Amelia y Blanca estaban presas. Muchos de sus amigos más cercanos estaban muertos, presos o en el exilio.

Su luz, a pesar de la dictadura, se mantuvo viva en la memoria y el recuerdo de quienes le sobrevivieron. En un apartado lugar de Tenerife militantes de las fuerzas democráticas lo recordaron en el treinta aniversario de su asesinato. Era 1971, el franquismo seguía ejerciendo su poder con mano dura. Las hojas clandestinas del Frente Democrático, conservadas en el archivo de la memoria democrática de la Universidad lagunera, su espíritu era claro y conectaba con lo que ya pedía el Altavoz casi cuarenta años antes, “seríamos unos hipócritas —se dijo— si no saliéramos de aquí con la plena resolución de luchar por la unidad de todos los que combaten a la dictadura”. Hoy como ayer, en la memoria de Guillermo y tantos otros, ni un paso atrás en la unidad de las personas demócratas frente a quienes romantizan o justifican la dictadura como solución a todos los problemas.

Fuentes utilizadas

Fotos: Méndez Ascanio, Eladio (de). Op cit. y Ejército Regular




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