domingo, 20 de junio de 2010

Saramago se apagó en la Isla de los volcanes.


No es mi intención que mis artículos recuerden a veces a una elegía, por suerte cuando se admira a tanta gente buena a veces las palabras de homenaje salen solas de mis dedos cuando de golpe sientes que ellos ya no están ahí, que no les podrás pedir su firma para un manifiesto, un poema o una canción. Aunque siempre es triste la desaparición de una persona lo es aún más cuando ha sido un ser humano comprometido con la transformación de este planeta en el que vivimos. Son demasiados y demasiados buenos las mujeres y hombres que se han empeñado en esta tarea a lo largo de los siglos, a algunos por desgracia los estamos perdiendo en los últimos años tras haber consumido vidas en muchos casos plenas, factor este que no tiene que ver con una mayor o menor estancia sobre la corteza de nuestra tierra, sino con la manera en que hacemos frente a los grandes problemas de nuestra existencia. He tenido la fortuna de conocer gente que viviendo apenas dos décadas fueron capaces de consumir tanto amor por los demás como muchos centenarios juntos.
El viernes perdíamos a José Saramago un escritor brillante que sin embargo guardaba un poco de energía de sus dedos y su mente también para enfrentarse a las amenazas globales y locales que hacen peligrar nuestra existencia. Saramago, a diferencia de tantos intelectuales actuales obsesionados con admirar su propio ombligo, levantó la cabeza por encima de las paredes de su casa en Tías (Lanzarote), de su teclado y de los hoteles que le acogían cuando presentaba sus libros para reflexionar y participar activamente de diferentes luchas políticas, sociales o medioambientales. Eso lo convirtió en un intelectual incómodo, capaz de sacarle los colores al capitalismo en cualquier momento y lugar.
Saramago con sus grandes lentes supo ver la injusticia y como detrás de ella existe un problema llamado capitalismo que consume vidas humanas, naturaleza, esperanzas...sin detenerse un segundo. No me extraña que los medios más recalcitrantes de la derecha le hayan dedicado apenas unas líneas sacadas a regañadientes, tal fue su obra que ni queriendo podrían haber hecho otra cosa.
No tenemos a Saramago, por suerte nos queda su obra y muchas reflexiones en forma de artículos. Me conmueve especialmente la idea de que una parte de sus cenizas reposen para siempre en el suelo de Lanzarote, al pié de un árbol que él mismo plantó y vio crecer en su casa de Tías. En esa casa preñada de libros donde parió el genial “Ensayo sobre la ceguera” vivió la mayor parte de sus últimos diecisiete años de vida, la misma casa de donde salieron infinidad de manifiestos de apoyo a mil causas y luchas, palabras de paz, solidaridad, cariño, justicia, democracia. También desde su casa de Tías nacieron duras palabras contra los políticos del cemento que habitan estas peñas atlánticas a medida que a fuerza de conocer a sus gentes y sus paisajes se identificó con luchas como la defensa de El Berrugo en Lanzarote o El Cotillo en Fuerteventura.
En su biblioteca de Tías hasta hace unas pocas horas descansaba el cuerpo de Saramago rodeado de sus libros y de los restos de mil conversaciones, alegatos o canciones como la hermosa y revolucionaria “Grândola, Vila Morena” que Luis Pastor y otros interpretaron en esa misma habitación hace apenas cuatro años. En una parte de su letra dice “...en cada esquina un amigo, en cada rostro, igualdad, Grândola Villa Morena tierra de fraternidad...” que ganas tenía José de llegar a la hermosa Villa Morena de la canción, al faltarnos él tendremos que arremangarnos un poco más para que algún día esa tierra de amistad, igualdad y fraternidad donde el pueblo es el que ordena sea una realidad.

Un fragmento de una entrevista a Saramago para el magnífico documental la Isla Estrellada del realizador canario Manuel Mora Morales.

“Grândola, Vila Morena” la canción que marcó la revolución de los claveles en Portugal resuena en la biblioteca que hasta hace pocas horas sirvió para rendir el último homenaje a Saramago.

sábado, 19 de junio de 2010

José Saramago y la defensa del medioambiente canario.


Hace unos años el escritor José Saramago dedicó este texto a la defensa de El Cotillo un espacio natural de Fuerteventura donde se pretendían construir varios campos de golf. En este texto se recoge parte de su pensamiento que ahora, poco después de su muerte sigue más vivo que nunca, un pensamiento que nos habla de El Cotillo pero también del resto del planeta, puedes cambiar cualquier topónimo y el texto sirve igual.
Sirva para su recuerdo y memoria.
SOBRE EL COTILLO
Al principio, todos los hombres eran dueños de la tierra. Luego llegó el día en que una persona puso cerco a una parcela y dijo, “Esto es mío y lo voy a trabajar para mí y mis descendientes”. Qué lejos estaba ese hombre de suponer que aquel acto más o menos egoísta, más o menos ingenuo, quizá necesario, iba a acabar en esta sinrazón precavernícola y disparatada, irracional y por tanto inhumana, en que algunos propietarios de la tierra se han instalado, creyendo, sin ninguna razón moral que lo justifique, que son algo más que simples usuarios de la tierra, porque la verdad incuestionable es que la tierra es de todos y todos tenemos sobre ella derechos y obligaciones.
Quizá alguien puede venir diciendo “Esto es mío y voy a hacer aquí un imperio de hormigón que me va a rendir muchos millones que luego me llevaré a la tumba para alimentar a mis gusanos”. Hay quien piensa así, desgraciadamente, pero la sociedad entera tiene la obligación de hacerle entender que carece de derecho, porque la tierra y el bien común esta por encima de la desmedida ambición y del crimen. Y crimen es herir una tierra que no es infinita, un paisaje que no tiene la culpa de ser hermoso, unas personas que no pueden ser atropelladas por lo peor de esta civilización, por el dinero rápido, la soez grosería, el encanallamiento de quien nada respeta porque nada entiende.
Hay hombres así, constructores que no saben qué significa el concepto respeto, políticos sin escrúpulos y sin imaginación que promueven y fomentan la destrucción inmediata porque carecen de ideas alternativas para facilitar la vida a sus paisanos, propietarios que venden como si detrás de ellos nada existiera y que luego encabezarán manifestaciones racistas y xenófobas argumentando que lo malo que les ocurre a ellos y a sus hijos llega de fuera, sin darse cuenta de que ellos abrieron la caja de los truenos al permitir que se instalara en su sociedad el desarrollo explotador e incontrolado, que es todo lo contrario al deseable progreso humano.
Pero no nos equivoquemos: el mal avanza. Estos propietarios que no respetan las tierras que recibieron de sus antepasados o que compraron especulativamente, estos políticos de piedra y ambición que se mantienen con la coartada de los votos, tantas veces manipulados, estos constructores que edificarán mal y rápido, utilizando esclavos, sin consideración por nada y por nadie, ese grupo conseguirá sus objetivos si los ciudadanos no logramos frenarlos.
Ese es el gran reto que tenemos: utilizar, frente a la ambición inmoral, la inteligencia; frente a las artimañas legales, el peso del Derecho; frente a la rapiña la honestidad; frente a la corrupción, la fuerza de la razón moral y creadora. Los ciudadanos de buena voluntad no pueden ceder, no podemos cansarnos. El Cotillo no puede ser destruido, Fuerteventura tiene que ser preservada, las Islas Canarias no se pueden permitir otra agresión.
Hoy en El Cotillo, ayer en El Berrugo, mañana otra vez en el Berrugo y en El Cotillo y en todos los lugares donde pretendan instalar la destrucción y la muerte nos iremos encontrando, porque es nuestra responsabilidad, porque no podemos permitir que acaben con Canarias.
José Saramago