domingo, 25 de febrero de 2024

Tenerife ante el asesinato de Juan Agrella y los inicios de la II República

A Juan Agrella lo mató una bala de la Guardia Civil, que entre los estertores finales de la dictadura de Primo de Rivera y a la espera de la llegada de la II República, se convirtió en brazo ejecutor de una violencia poco conocida en las Islas.

Fue el 25 de noviembre de 1930. Las calles de la capital tinerfeña se llenaban de miles de personas que protestaban ante el rumor de la eliminación de la escala de vapores de la ruta Transatlántica en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, en beneficio de Gran Canaria. La noticia, nunca confirmada y considerada un bulo por diversos autores, se expandió como el aceite por una población donde el sentimiento insularista vivía un momento de amplia expansión. Las élites isleñas luchaban a brazo partido por mantener sus intereses y el ambiente se había caldeado con la división provincial, realizada apenas tres años antes.

Ese mes la prensa chicharrera plasmaba el malestar político, asegurando que había un “hondo disgusto que ha producido la propuesta de supresión de las escalas de los vapores trasatlánticos en el puerto de esta capital, ha movido al país a celebrar hoy una Asamblea de los elementos representativos de todas las Corporaciones de carácter local y clases de la isla, en la que se ha acordado elevar respetuosa protesta y súplica al Gobierno de Su Majestad en. demanda de una rectificación que restablezca, como es de justicia, el derecho que Tenerife tiene consagrado en la Ley de Comunicaciones Marítimas y del cual ahora se nos priva sin que haya una causa justificada ni un motivo de interés público para que se altere” (1). Según el investigador Pedro Medina Sanabria, todo se sostuvo sobre “un infundado y falaz rumor lanzado, irresponsablemente, por Andrés Arroyo González de Chaves”, que supo movilizar de forma muy efectiva el insularismo (2) y los intereses políticos.

La principal consecuencia de la jornada de noviembre y la muerte de Juan Agrella sin duda fue clave para acercar a la población tinerfeña al republicanismo, en especial al movimiento obrero, aunque como bien destaca el profesor Miguel Ángel Cabrera, es “la clase dominante tinerfeña” la que promueve la protesta que se desbordará y generará una dura respuesta del régimen monárquico, participando igualmente en este proceso la Federación Obrera, que aseguraba que la decisión de retirar esta ruta afectaba a cerca de doscientos trabajadores portuarios (3).

El 24 de noviembre se desarrolla una importante movilización espontanea en protesta por la presunta decisión del Gobierno. Miles de personas toman las calles. La encargada de disolver las manifestaciones con gran violencia será la Guardia Civil, dirigida desde el Gobierno Civil y a cargo del Teniente Coronel, Juan Vara Terán, que seis años después sería nombrado alcalde de la capital por los franquistas.

En protesta por la represión desatada, la Federación Obrera convoca una huelga general. El 25 de noviembre son más de 5000 personas las que toman las calles y tratan de hacerse oír por el máximo representante del Estado en Canarias. Trabajadores, estudiantado de la Universidad, vecinos y vecinas, llegan a la plaza de La Candelaria, donde se encontraba el Gobierno Civil. Como narra Gaceta de Tenerife, a medio día, “los ánimos estaban ya algo excitados, dándose algunos gritos, y arrojándose varias piedras, cargando la fuerza de Seguridad contra la muchedumbre sable en mano, dándose entonces un toque de atención. Menudearon las piedras y la fuerza cargó con más violencia. En este momento interviene la Guardia civil, cargando dicha fuerza contra los manifestantes. - Suenan tres o cuatro disparos al aire y, sin más previo aviso, la Benemérita dispara sus tercerolas sobre la gente que huía por varios lugares e inmediaciones de la plaza” (4).

En ese momento, en la esquina entre la calle Cruz Verde y Calle Clavel, caía al suelo herido de muerte a causa de los disparos Juan Agrella, un sastre de 45 años que quiso acompañar la protesta y recibió una bala en la cabeza (5). Era un vecino más, un trabajador humilde, que en 1905 se había casado con Ramona Luzardo y Barrios (6), con la que tuvo varios hijos y de la que quedó viudo en 1923 (7).

Apenas 24 horas después se produce la renuncia del Gobernador Civil y multitud de actos de solidaridad en toda la Isla, con declaraciones de huelga que llegan a La Laguna e “igualmente en Icod, Puerto de la Cruz, Orotava, Tacoronte, Guía de Isora, y la mayoría de los pueblos de la isla, se celebraron manifestaciones de adhesión a esta capital, como protesta por Ios sucesos luctuosos ocurridos últimamente” (8).

La sociedad trata de recuperarse de estos sucesos y se celebran diversas acciones de solidaridad con los heridos y también “con objeto de aliviar la triste situación en que quedan los hijos de don Juan Agrella, víctima de estos sucesos, se organiza la celebración de un festival que próximamente se celebrará en esta capital, a favor de dichos huérfanos” (9), actos que continuarán en las semanas posteriores. Con motivo de esas acciones de recaudación de fondos para la familia, Federación recordará en otro documento en la prensa escrita que los hijos del sastre ya vivían una situación muy dura desde hacía tiempo, siendo “seres perseguidos, desde mucho antes, por la miseria”, con lo que tras la muerte del padre se “ha terminado de hundir, consumando la obra agotadora de la fatalidad” (10).

La clase obrera tinerfeña considera este asesinato un auténtico aldabonazo para el conjunto de la sociedad. Estas fuerzas sindicales y políticas serán de las más activas en manifestar su repulsa ante la acción armada de la Guardia Civil. Precisamente es la Federación Obrera una de la que más claramente denuncia lo sucedido y la situación de los hijos del asesinado, afirmando que Juan Agrella era miembro de la Federación y hacen un llamamiento a la solidaridad con la familia de la víctima (11). El 25 de noviembre de 1931 esta entidad celebró un exitoso mitin por el primer aniversario de los sucesos. En el diario republicano La Prensa recogen el acontecimiento como un acto en un local “completamente atestado, quedándose muchas personas en la calle”. Destacados militantes de las fuerzas de izquierda tomarán la palabra, como Manuel Pérez, Antonio Montelongo, el poeta y escritor lagunero Saturnino Tejera, Amadeo Hernández, vecino de Tacoronte y Juan Pedro Ascanio. Según la crónica periodística “todos ellos se expresaron en términos de censura contra la actuación de las instituciones armadas en aquellos y otros sucesos, atacando duramente a las autoridades actuales...” (12).

Días antes de ese mitin el periódico de la Federación Obrera, En Marcha, en su edición de 21 de noviembre, dedicó tres artículos a la violencia de la Guardia Civil y los sucesos del año anterior, que provoca un proceso judicial en la Audiencia Provincial contra Juan Pedro Ascanio, de 17 años de edad, y Miguel Luque, de 29 años, que escribió bajo el seudónimo Leonardo Babel. Igualmente se apunta al anarquista Bernardino Afonso, por un texto donde recordaban los incidentes. Según la investigación judicial, en los artículos “se ataca e injuria de una manera clara al Benemérito Instituto”, realizándose además un oficio por la misma causa contra el “obrero Francisco Vicente se pronunciaron en un mitin celebrado el 25 de diciembre último en el local de la Federación Obrera de esta capital” (13). Tras un cambio de criterio de última hora, Miguel Luque, Juan Pedro Ascanio y Bernardino, son condenados a seis meses de prisión en enero de 1932 (14). Serán los únicos que pasen por la cárcel a consecuencia, aunque sea indirectamente, de los sucesos de noviembre.

El 16 de marzo de 1931 el Ayuntamiento de Santa Cruz, bajo la presidencia del primer Teniente de Alcalde don Antonio Vandewalle y Pinto”, decide cambiar el nombre de la calle Clavel para llamarla “25 de Noviembre”, algo que no llegó a ejecutarse nunca (15), curiosamente, o tal vez no tanto, la calle dedicada a Juan Vara Terán, uno de los protagonistas del asesinato de Agrella y también activo responsable de varios fusilamientos contra militantes republicanos, posteriores al 18 de julio de 1936.


Fuentes consultadas:

  1. Gaceta de Tenerife. 23 de noviembre 1930, página 2

  2. Medina Sanabria, Pedro. 25 de noviembre de 1930. La muerte del sastre Juan Agrella Guadarrama: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2010/11/25/25-de-noviembre-de-1930-la-muerte-del-sastre-juan-agrella-guadarrama/

  3. Cabrera Acosta, Miguel Ángel. La II República en las Canarias Occidentales. Santa Cruz de Tenerife. 1991. p.67-68

  4. Gaceta de Tenerife. 26 de noviembre 1930. p2

  5. Medina Sanabria, Pedro. Op. Cit

  6. La Opinión. 18 de octubre 1905, p2

  7. Gaceta de Tenerife. 19 de junio 1923, p2

  8. Gaceta de Tenerife. 27 de noviembre 1930. p1

  9. Gaceta de Tenerife. 27 de noviembre 1930. p2

  10. La Prensa. 11 de diciembre 1930. p4

  11. La Prensa. 27 de noviembre 1930. p3

  12. La Prensa. 26 de noviembre 1931. p.3

  13. Archivo Histórico Provincial. Fondos Audiencia Provincial. Nº de la Audiencia 12. Nº de juzgado 12. 13 de enero de 1932

  14. Ascanio Gómez, Rubens. Bernardino Afonso García, voz del movimiento obrero tinerfeño: https://latadelgofio.blogspot.com/2022/01/bernardino-afonso-garcia-voz-del.html?fbclid=IwAR01L1rtg96O6Rel7wYf_gXkFRRutalXenzliyj4y72KCD6liws5-1l6J_s

  15. Medina Sanabria, Pedro. Op. Cit


domingo, 18 de febrero de 2024

Los 41 años sin carnaval en Tenerife. El franquismo contra la fiesta popular.


Poco podían imaginar las mascaritas que salieron a disfrutar de los bailes de carnaval de febrero de 1936, que sería la última vez que lo harían con normalidad, hasta cuarenta y un años después. Los bailes del Círculo de la Amistad, el Guimerá o los del Orfeón La Paz, fueron un gran éxito. Según las crónicas de la época no fue el más bullicioso, quizás afectado por la intensa campaña electoral que se vivía en ese momento entre las derechas y el Frente Popular, que logró una importante victoria.
El domingo 23 de febrero las rondallas habían llenado la Plaza de Toros de Santa Cruz para su prestigioso concurso.

Nijota, cronista popular del momento, mezclaba el cambio político y el carnaval, dedica unos versos a dos jóvenes que siendo una obrera y otra una acomodada se preguntan con preocupación ¿suprimirán el carnaval?. No. Ese gobierno nuevo no lo hizo.

El año 1937 fue bien distinto. En febrero las autoridades franquistas anunciaron la suspensión total de los carnavales por la guerra, pero la vecindad, en la que el carnaval habia arraigado con fuerza no podía suponer que esta suspensión temporal se convertiría en larga prohibición.
Los valores del nuevo régimen venían arropados de un ideario profundamente conservador y tradicionalista. La Iglesia católica nunca vio con buenos ojos estas celebraciones, que consideraban pecaminosas e inapropiadas. Algunos pensaban que tras la guerra volvería poco a poco todo a la normalidad, pero no fue así. En 1948 las autoridades recuerdan la prohibición total, ni en la calle ni en las sociedades..."quedando en su virtud prohibidas en la Provincia de mi mando la celebración de bailes de disfraces y otros actos de naturaleza análoga que tengan relación con los citados festejos".
Algunas entidades como el Círculo de Amistad, la Masa Coral o el Orfeón La Paz trataron de celebrar bailes de máscaras, en especial a partir de los cincuenta, siempre marcados por las limitaciones y prohibiciones publicadas a través de bandos en la prensa.
El carnaval se celebró desde el miedo y con la estrecha mirada de unas autoridades que no los veían con simpatía, siendo destacable en su recuperación el papel de las rondallas que celebraron sus concursos en la Plaza de Toros. Al mismo tiempo de ese tímido carnaval las autoridades eclesiásticas recordaban que califican las fiestas del carnaval como lo opuesto a las máximas de Jesucristo, afirmando que las máscaras nacieron por el demonio "para hundir a la humanidad en su desgracia tuvo necesidad de disfrazarse con el antifaz de una serpiente". En 1952 vuelve a la carga con duras críticas a "las almas maltrechas por tanta aberración y tanto desenfreno"...su queja tuvo éxito y en 1954 se recupera la prohibición total de cualquier celebración que recordara el carnaval, incluyendo los bailes y concursos de rondallas, desatándose una importante represión policial contra cualquier persona disfrazada.


El carnaval trata de sobrevivir entre el miedo y la clandestinidad, hasta que finalmente en 1961 se logra retomar, aunque bajo el nombre, más soportable para las jerarquía religiosa, de fiestas de invierno. La autorización deja claro que se prohíbe la presencia en espacios públicos de "personas ataviadas con trajes deshonestos o de mal gusto, especialmente que vistan con prendas o trajes de otro sexo".
Hasta 1977 el carnaval no recupera su nombre. Cuarenta y un años de represión habían pasado, pero la voluntad popular finalmente se impuso y desbordó las calles nuevamente.



domingo, 11 de febrero de 2024

El asesinato del luchador Mariano Cabrera López "Marianito" en la II República

En noviembre de 1933 el barrio de El Toscal vivió una masiva jornada de luto. El veterano luchador, Mariano Cabrera López, conocido como “Marianito”, obrero del Puerto de Santa Cruz y sindicalista, recibía un disparo de un guardia municipal, presuntamente por la colocación de unos pasquines revolucionarios, durante la noche del día 11. Permaneció ingresado y grave hasta que el 14 fallece. Cuando se conoció su muerte la rabia se desató, generándose una masiva respuesta durante su sepelio y una jornada de huelga.

En ese año la II República vivía un momento de movilizaciones y reacción. Desde enero Tenerife vivió algunas de las jornadas más destacadas de huelga de unos sectores populares que no acababan de ver plasmadas sus reivindicaciones políticas y sociales. Una de las más destacadas fue la Huelga de Inquilinos de ese verano, que provocó una intensa respuesta policial. En el mes de noviembre se celebraban unas elecciones reñidas, donde la izquierda se fracturaba, mientras que las fuerzas conservadoras se organizan en un bloque con altas posibilidades de victoria.

Mariano había nacido en Fuerteventura, en la localidad de Tiscamanita (1), en los últimos años del siglo XIX. Siendo muy joven emigró a Tenerife, como tantos otros majoreros. Todo el mundo lo conocía por su nombre de luchador, “Marianito”, uno de los más reconocidos de su generación. Todavía era recordado años después de su muerte, incluso en la prensa franquista no pudieron tapar su memoria, definiéndolo como “otro buen luchador de las grandes sorpresas. Sus especialidades eran los remolinos encaderados, y sus magníficos garabatos de salida sobre derecha eran siempre cerrados por gran ovación del público, que premiaban así sus vistosas luchas” (2).

La lucha canaria era el deporte más seguido y querido en la mayor parte de las islas. La plaza de toros en Santa Cruz se había convertido en un gran terrero que periódicamente se llenaba con luchadas en las que equipos confrontaban sus habilidades ante un público emocionado. Eran trabajadores del campo, artesanos o trabajadores de la pequeña industria que conocían las mañas y compaginaban su día a día con este deporte autóctono. En los primeros años del siglo XX todavía el fútbol era un deporte que estaba empezando a arraigar.

Un ejemplo de la simpatía que generaba fue la gran luchada celebrada en Tejina entre un combinado de La Laguna y Tegueste con otro de la capital, donde estaba nuestro protagonista. El cronista periodístico describe la gran emoción de las luchadas, “entre ellas las realizadas por Mariano Cabrera, que ayer tuvo una felicísima, derrocado a tres adversarios de gran poder, por atravesadas; cadera, y sacada, lucha que tanto nombre y prestigio dieron” (3).

Mariano fue hijo de esa emigración interior que llevó a que desde otras islas y del campo a la ciudad, se generara una población obrera urbana que sería abono clave donde germinaría la semilla de muchas de las grandes luchas sociales del momento. Como tantos otros deportistas de la época, de idéntico origen, él tenía claro de dónde venía y el mundo que quería dejar para sus hijos.

En 1923, con 26 años, se casa con la chicharrera María Peraza Rodríguez de 22 años, con la que tendrá varios hijos en esos diez años de matrimonio (4). En la década de los treinta Mariano está afiliado a la Sociedad Obrera Marítima y según algunas fuentes era miembro del Partido Comunista (5). Esta sección sindical tendrá un papel clave en las jornadas de huelga de los portuarios de mayo de 1932, que incluso genera que fuerzas del Regimiento de Infantería deban custodiar el muelle y proteger a los esquiroles contratados por la patronal (6). En ese contexto de movilizaciones portuarias y de acciones de radicalización de sectores sindicales de este ámbito, que se acercan al comunismo, Marianito es detenido junto a otro obrero, conocido como Aurelio Dorta “El Rubio”, por una extraña acción con una barca en la zona del puerto en la madrugada del 8 de julio de 1932, donde se realizan varios disparos por parte de los militares (7). Fruto de esa situación ambos son detenidos y sancionados con una multa de 75 pesetas, que al ser insolventes son trasladados a prisión como pago de esa sanción (8).

En el convulso 1933 las huelgas y las luchas sindicales no dejan de crecer, en un contexto donde la campaña electoral y el previsible crecimiento de las fuerzas conservadoras generan un creciente proceso de tensión social. Las calles se llenan de pintadas y pasquines, siendo precisamente uno de estos la excusa que supuestamente provoca el asesinato de Mariano Cabrera. En la noche del sábado 11 de noviembre nuestro protagonista se encontraba a las once y media de la madrugada en la calle de San Martín, cerca del sitio conocido como Los Lavaderos. Según la prensa “tuvo su origen en una cuestión que sostuvieron Mariano Cabrera y un amigo de éste, que le acompañaba, llamado Ramón Expósito Peraza, con cuatro guardias municipales, que vestidos de paisano prestaban servicio en aquellos lugares” (9). Según las distintas crónicas periodísticas realizadas, estos guardias buscaban a los responsables de unos pasquines pegados en las paredes de la zona, donde residían muchos trabajadores.

Según la declaración de los policías “vieron cómo dos individuos se dedicaban a pegar pasquines en las paredes de carácter comunista, y como tenían instrucciones de su jefe de prohibir tales hechos, los requirieron, dándoles el alto. Nos agregó que al acercarse a los referidos sujetos, uno de ellos, o sea el Ramón Expósito, hizo uso de un a navaja que llevaba en el bolsillo de la americana, con propósito de agredirle y seguido todo de insultos. En el mismo momento, Mariano Cabrera le dio un golpe con la mano en la boca, que le hizo caer al suelo, en cuya posición continuó la agresión”.

El otro afectado por este incidente, Ramón Expósito ofreció otra versión del hecho, “desmintiendo rotundamente cuanto nos dijo el guardia Marrero”. Según manifiesta “invitó a "Marianito" a tomar un a copa, a lo que se negó, alegando que tenia que trabajar hoy en el muelle. Hallándose en esta conversación, asegura Ramón Expósito, que se presentaron tres individuos vestidos de paisano, a los cuales desconocían, obligándoles a poner las manos en alto, y sacando uno de ellos una navaja de uno de los bolsillos de la americana. Como no dijeran que eran guardias, los tomaron por unos ladrones o atracadores, dada la forma en que les dieron el alto y ante el hecho de registrarles seguidamente los bolsillos. Afirma también Ramón que ni él ni su compañero estaban dispuestos a dejarse robar el dinero que llevaban encima, por lo cual dio un empujón a uno de aquellos individuos. En dicho momento dice que sacaron las pistolas, haciendo varios disparos, uno de los cuales dirigió contra el Mariano, a muy corta distancia. Agregó que a él lo maniataron y lo apalearon bárbaramente, hiriéndole en la cabeza y conduciéndole después a la Casa de Socorro” (10). Mariano Cabrera López presentaba una “herida penetrante de arma de fuego, en el tórax, con orificio de entrada en el plano posterior, al nivel del cuarto espacio intercostal derecho, que interesa la pleura y el pulmón del mismo lado, con orificio de salida, al nivel del primer espacio intercostal derecho” (11).

Aunque el Ayuntamiento procedió a cesar a los guardias municipales implicados en este extraño suceso, la respuesta de los sindicatos se produce desde el día siguiente, primero con una jornada de huelga en el Puerto, produciéndose una importante concentración y posteriormente el 14 la Federación Obrera llama a una huelga general (12).

Antonio Espinosa, militante de la CNT y testigo de ese momento, recordaba en 1992 esta huelga: Me acuerdo también de otra huelga que hubo, con un muerto, precisamente de Fuerteventura, un luchador llamado Marianito Cabrera, de Tiscamanita, sindicalista muy conocido allí y buena persona. Iba por la calle San Martín, para la casa cantando y un guardia municipal llamado Abreu, una mala persona, se metió con él. Marianito, que iba bebido, le contestó y el guardia municipal lo mató. Al día siguiente hubo una huelga general, ¡pero de todo!, ¡se paralizó todo!” (13).

Según las crónicas el domingo doce, “alrededor de las nueve, comenzaron a situarse en la ¡plaza de la Constitución, frente al edificio del Gobierno civil, nutridos grupos de trabajadores, y a las diez de la mañana había en dicho lugar alrededor de seiscientos operarios del muelle”, reuniéndose una delegación con el Gobernador Civil. Posteriormente se celebró una asamblea para valorar las acciones a desarrollar, donde “hicieron uso de la palabra varios elementos del Sindicato obrero marítimo de carga y descarga, que dirigieron duras frases contra los guardias”, donde se acordó declarar huelga general en caso del fallecimiento de Marianito (14).

El 15 de noviembre Mariano Cabrera fallece a consecuencia de sus heridas, declarándose ese mismo día una huelga general de 24 horas donde industria, comercio y hasta medios de comunicación quedaron paralizados. A las tres de la tarde se realizó el funeral, saliendo el féretro desde su domicilio en la calle San Antonio hasta el Paseo de las Asuncionistas, arropado por miles de tinerfeños “de todas las clases sociales y en gran mayoría la clase obrera. La Federación Obrera y otras entidades y amigos dedicaron a la víctima artísticas coronas”. La jornada tuvo también un incidente mortal, tras el apedreo de un vehículo descapotable, que provocó un accidente que acabó con la vida del joven chófer del coche, Celestino Ramos (15).

La población quiso manifestar la solidaridad con la familia de Mariano, con actividades con las que dar apoyo económico a la viuda y sus hijos. Es el caso de la destacada luchada celebrada en diciembre de 1933 en la Plaza de Toros “a beneficio de los familiares del malogrado luchador Marianito Cabrera y del desgraciado chófer Celestino Ramos”, en la que participaron grandes luchadores con compromiso político, como el “desafío entre Francisco Camurria, uno de los mejores luchadores de Santa Cruz, y sin duda el más maestro y valiente de todos, y Víctor Rodríguez” de Tegueste (16).

No transcurrió ni un año del asesinato de Mariano Cabrera y la prensa denuncia la situación de miseria y hambre que sufre su familia, que mal vive, “falta de recursos y con la carga a cuestas de sus cinco hijos. Cinco criaturas, dos de ellas enfermas actualmente, sin recurso de ninguna especie, abandonados -juntamente con su madre a las inclemencias de una existencia azarosa llena de privaciones y de hambre. ¡Pobre mujer y pobres niños!” (17). Ante esta denuncia periodística el asunto fue tratado en el pleno municipal del Ayuntamiento, donde se reclamó una suma prometida por el consistorio “para aliviar la aflictiva situación en que dicha familia se encuentra en la actualidad” (18).

La propia viuda, María Candelaria Peraza, dedica un mensaje de agradecimiento a las entidades y personas que quisieron darle apoyo, ante su desesperada situación. En La Prensa explica que “me apresuro a dar las gracias a todos cuantos nos han auxiliado y consolado en los tristes momentos, y especialmente he de mencionar a los compañeros de mi finado esposo en las labores de carga y descarga, así como a los organizadores de la luchada de la Plaza de Toros...” (19).

Finalmente el juicio por este asesinato se celebra en octubre de 1934, donde la defensa se basa en que hubo un operativo para detectar a los autores de pintadas por la zona del Toscal y que el fallecimiento no fue por el disparo, sino por una peritonitis debido al mal estado del hígado de Mariano Cabrera. Mientras, el fiscal, trata de dejar claro que el disparo se produjo por la espalda, mientras el fallecido trataba de huir y que “los guardias municipales, vestidos de paisanos, carecen en absoluto de autoridad, y que si el servicio el día de autos se hizo sin uniforme, la misión debió haber sido únicamente de investigación”. La resolución del juicio, por esperada no deja de sorprender, ya que se absuelve de cualquier culpa al guardia acusado del disparo, Vicente Pérez Soto, negando la solicitud del Fiscal de celebrar un nuevo proceso con otro jurado (20).

La familia de Mariano Cabrera continuará recibiendo muestras de cariño y apoyo, es el caso de la colecta celebrada en la gran luchada celebrada en octubre de 1934 en la plaza de Toros (21) o en un partido entre “El Pequeño Unión y el Leonés del Toscal (…) en el campo de la Avenida a beneficio de la viuda de Marianito” (22).

El asesinato de Mariano Cabrera fue la expresión de un momento de convulsión y reacción política, donde los movimientos obreros logran avances históricos y una fuerza que les permite soñar con una revolución real, que fue enfrentada con toda la violencia posible por parte de las fuerzas sociales que deseaban mantener un modelo político y social basado en los valores tradicionales. Su caso, como el de los desaparecidos en las fosas del franquismo o las víctimas de la no tan pacífica Transición, quedaron absolutamente libres de cualquier responsabilidad. La injusticia tiene un largo recorrido en esta tierra.


Fuentes consultadas

  1. Giraldez, Jesús. Marianito: https://elmajado.radiopimienta.org/2015/02/24/marianito/

  2. Aire Libre. 2 de abril 1945. p6

  3. El Progreso. 19 de julio 1926. p1

  4. La Prensa. 2 de mayo 1932. p2

  5. Cabrera Acosta, Miguel Ángel. La II República en las Canarias Occidentales. Santa Cruz de Tenerife. 1991. p355

  6. Idem. Pp 227-229

  7. Gaceta de Tenerife. 8 de julio 1932. p7

  8. La Prensa. 10 de julio 1932. p3

  9. Gaceta de Tenerife. 12 de noviembre 1933. p8

  10. Idem

  11. Hoy. 12 de noviembre 1933. p6

  12. Cabrera Acosta, Miguel Ángel. Op, Cit. P355

  13. Giraldez, Jesús, Op, Cit.

  14. Hoy. 14 de noviembre 1933. p2

  15. Gaceta de Tenerife. 16 de noviembre 1933. p5

  16. Hoy. 15 de diciembre 1933. p3

  17. Hoy. 15 de agosto 1934. p8

  18. Hoy. 16 de agosto 1934. p1

  19. La Prensa. 27 de enero 1934. p5

  20. Gaceta de Tenerife. 21 de octubre 1934. p5

  21. Hoy. 31 de octubre 1934. p3

  22. Informaciones. 15 de diciembre 1934. p34

domingo, 4 de febrero de 2024

Francisco Silvestre Infante, referente del anarcosindicalismo tinerfeño durante la II República


“¿Quién fue el rebelde, los que estaban en el Gobierno, o ellos, los fascistas, los militares que se sublevaron?” (1), una reflexión llena de dolor de un padre que sabía que poco después su hijo sería fusilado por defender la República. El texto de Francisco Silvestre Infante evidencia la realidad que vivía la clase obrera en Canarias en 1936, más aún de aquella que en los años veinte y treinta tuvo el papel más activo en la defensa de sus derechos sindicales, que pensaba que una revolución estaba por llegar y que ellos la harían posible. 

Silvestre fue uno de los mayores exponentes del anarcosindicalismo en Tenerife durante la II República. Este tacorontero nacido en 1887, se afincó y desarrolló parte importante de su vida adulta en Santa Cruz de Tenerife (2). Activista social, sindicalista, intelectual y también víctima de la represión que vivió en carne propia, con años de torturas y prisión, además de enfrentarse en el exilio al asesinato de su hijo a manos de un pelotón de fusilamiento franquista, el también miembro de la CNT, Francisco Infante Díaz.

En 1913, con 26 años de edad, ya es nombrado vicepresidente de la Junta Directiva del Gremio de Albañiles (3), demostrando con ello una temprana labor sindical y social, estando desde ese momento muy ligado a las demandas laborales del sector y del conjunto de la clase obrera. 

En 1920 ya es presidente del gremio de albañiles y de la Federación Obrera, como demuestra la publicación en La Prensa de una noticia sobre el logro de un aumento salarial del 30%, para evitar la carestía de vida que sufrían los peones de la construcción (4). En diciembre de ese mismo año, como presidente de la Federación, apoya públicamente levantar el boicot a los cigarros y cigarrillos de los fabricantes Manuel Morales Clavijo y Manuel López Luis, acordada el 29 de ese mes (5).

Como presidente de la Federación Obrera es nombrado miembro de la Comisión Económica de Prisiones, encargada de velar por una mejora en este sector. Curiosamente durante la Guerra Civil ocupará un papel en este mismo ámbito, en concreto en la prisión Central de Valencia. En el diario El Progreso deja testimonio de esa labor con una carta dirigida al Presidente de la Audiencia, en la que le manifiesta que la mayoría de los presos dormían “en el suelo frío y húmedo, pasto de parásitos tal vez, y donde la basura, por carencia de escobas acaso, alcanza algunos milímetros de espesor”. Igualmente habla de la falta de alimentación en condiciones, la escasa salubridad, que califica como “un crimen de lesa humanidad” (6). Estas declaraciones generan un debate público entre las páginas de La Prensa, El Socialista y El Progreso. El mismo día 16 de febrero un grupo de presos firma una carta que difunden en los periódicos en la que agradecen el interés de Francisco Silvestre, aunque señalan que la situación no es culpa del jefe de la prisión o sus empleados, si no que ubican esa dejación en los responsables generales de las prisiones (7). Nuestro protagonista continúa con esa labor de denuncia, publicando en marzo de 1921 un artículo en el que manifiesta que “no se concibe que mientras se juega a lo prohibido y con el beneplácito de las Autoridades, quizás; mientras se dan opíparos banquetes; mientras se prevarica y se comente toda clase de tropelías, los reclusos no comen, porque el rancho, no solamente es malo, sino escasísimo” (8). No desfallece en su tarea y en 1922 vuelve a dedicar un artículo a los responsables de prisiones y a los del ayuntamiento capitalino, que no pagaban al médico que prestaba sus servicios en la cárcel. Clama en su artículo diciendo, “diríase que el espíritu maligno de algún Torquemada ha reaparecido” (9). 

Al frente de la Federación Obrera, Francisco Silvestre, es responsable también del comité que se encarga de recoger la solidaridad de los distintos gremios para ayudar a la población rusa, que en ese momento sufría una intensa hambruna tras una importante sequía y la guerra abierta con los zaristas, tras el triunfo de la revolución de octubre (10).

Los conflictos internos también se reflejan en el día a día del veterano sindicalista. En febrero de 1923 acude a la prensa para trasladar su renuncia “con el carácter de irrevocable” a la presidencia del Gremio de Albañiles y de la Federación Obrera (11), no dura mucho esta situación, apenas seis meses después vuelve a ser elegido presidente del Gremio (12). Poco antes, en el mes de junio, también había sido elegido como vicepresidente de la primera Liga de Inquilinos de Tenerife (13), un movimiento nacido para reclamar la reducción de los precios del alquiler y viviendas adecuadas para la clase trabajadora, prolegómeno del Sindicato de Inquilinos que diez años después haría temblar los cimientos del régimen político y de parte del poder tinerfeño.

El 26 de agosto de 1923 interviene en un mitin promovido por las organizaciones de trabajadores y el PSOE, donde participa junto a la de otro destacado sindicalista isleño de la Federación Obrera, Juan José Cova. En el Parque Recreativo chicharrero se congregan representantes provenientes de la capital, La Laguna, el Puerto de la Cruz y La Orotava, para reclamar la libertad de los presos políticos y sociales de esos inicios de la dictadura de Primo de Rivera (14).

A partir de ese mismo año el nombre de Francisco Silvestre es frecuente en la prensa isleña por distintas solicitudes y permisos otorgados para la realización de obras, casi todas ellas en la zona metropolitana tinerfeña, donde ejercerá muy activamente su profesión.

En marzo de 1924 se produce la renuncia de varios concejales del Ayuntamiento de Santa Cruz, en ese proceso el Gobernador Civil decide nombrar a los nuevos cargos, tratando de obtener una representación de distintos sectores de la sociedad de ese momento, desde Francisco La Roche al propio Silvestre Infante, que toman posesión de sus nuevos cargos el día 20 (15), quedando este último en la comisión municipal de Obras junto a Francisco Sánchez (16). En los siguientes meses también jugará un papel en las comisiones de Aguas y Montes (17), además de la de Abastos (18).

La prensa escrita sigue siendo un espacio donde Francisco Silvestre traslada sus ideales y valores. Uno de los que mejor recoge esos ideales es el artículo “La causa máxima”, en el que manifiesta “transformemos, pues, de una manera radical la sociedad en que vivimos por otra más humana, más equitativa, en donde los hombres no tuviesen necesidad de desear la mujer del vecino; ni tuviesen que arrastrar una vida lánguida por carecer de la indispensable alimentación; no estuviesen en condiciones de inferioridad con respecto a sus semejantes y no pensaran, en fin, que el negro porvenir que les espera cuando, encorvados por el peso de los años y de los padecimientos físicos contraídos éstos a causa del excesivo trabajo, son despedidos del taller, es el de ir a morir al quicio de una puerta o al banco de una plaza, si es que allí los dejan tranquilos en esos supremos momentos,—porque hasta implorar la caridad es delito—y el crimen no tendría razón de existir, porque no puede haber efecto sin causa. Pero con todo este maremágnum de injusticias e inequidades…” (19).

Además de sus nuevas obligaciones y su labor profesional, Francisco también toma buena cuenta de la actividad cultural del momento, que también influye en su obra y pensamiento. En agosto de 1924 participa en la conferencia sobre los efectos de la tuberculosis, que el doctor Gutiérrez Gamero ofreció en los salones de la Juventud Republicana. Hace una interesante reseña de la misma en la prensa, donde aprovecha el altavoz para abordar la necesidad de mejoras sociales y laborales necesarias para mejorar la salud de las personas, además de fomentar que más ciudadanos se asocien en la Cooperativa de casas baratas que estaban promoviendo. Dice que la ciudadanía debe hacer “la mayor propaganda posible a fin de que el éxito más lisonjero corone nuestro esfuerzo y quede resuelto el problema de la vivienda en el plazo más breve. Mientras, procura inculcar en el cerebro de los individuos la semilla germinadora del bien común, apartándole de la pendiente del vicio” (20). El propio doctor Gutiérrez Gamero agradece las palabras que le dedica Silvestre Infante, señalando en su escrito el importante papel de las cajas de resistencia de las Sociedades obreras, el retiro obrero o la protección de la mujer embarazada en la lucha contra la expansión descontrolada de la tuberculosis (21).

El papel de Francisco en el Ayuntamiento sigue la estela de sus otras responsabilidades. Aprovecha su capacidad para la denuncia pública para publicar en la prensa el ineficiente servicio de limpieza del Mercado santacrucero. En la prensa denuncia la poca atención que se le ha dado en el Ayuntamiento a sus quejas por la falta de higiene de esta instalación municipal, que califica de “podrido y hediondo”, siendo sus demandas de actuación a sus compañeros de Consistorio “ladridos a la luna”. Por ello propondrá al “Ayuntamiento pleno, se dé un paseÍto por el mercado, para que contemple a su sabor el resultado de su actuación durante dos años, y si sale ileso de la prueba, puede que le aplique un remedio eficaz, y el pueblo se lo agradecerá en lo que vale” (22).

Al frente de la Liga de Inquilinos, también muestra su indignación ante la falta de higiene y escasez de la vivienda para las familias más humildes, señalando la falta de respuesta institucional, donde la Cooperativa no puede atender todas las demandas existentes. En uno de sus artículos de octubre de 1925 relata el lanzamiento de personas a la calle: “tres o cuatro familias lanzadas de sus habitaciones por mandato imperativo de una ley que ha sido hecha, sin duda alguna, por quienes poseen ricos palacios. ¿No es un sarcasmo, más que sarcasmo un escarnio a la indigencia que hable de sentimientos humanitarios quien no ha tenido el menor escrúpulo en suplicar al Juzgado el desahucio de esos despojados de la fortuna?” (23). En esta asociación en defensa de las familias con mayores dificultades para acceder a la vivienda, ocupa hasta enero de 1926 el puesto de Presidente Interino (24), siendo nombrado posteriormente Vicepresidente, siendo presidente Francisco Manzano (25).

En su artículo “¿Y Germinal” sigue dando muestras de su sensibilidad literaria y política, lamenta la desaparición y corta vida de uno de los medios escritos, del mismo nombre, promovidos por la Juventud Republicana en Canarias, a “favor del elemento trabajador”. Reflexiona en el texto sobre la realidad de la población obrera de ese momento. Señala “el proletario, el productor de la riqueza social, lo puede todo: es el autor de cuanto existe. Con su mano callosa levanta lo mismo la humilde choza del campesino que la rica mansión del señor feudal. Pero también contrastando con el instinto de conservación -que es innato en todos los seres animados- , construye la cadena que acaso arrastre en el lóbrego calabozo de una cárcel y fabrique el mortífero artefacto que habrá de quitarle la vida, cuando ávido de libertad rompa las cadenas que construyó…” (26).

A finales de 1926 concluye su etapa como concejal del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, presentando su renuncia (27), no sabemos si por causas personales o por la deriva política que tomaba el consistorio capitalino en esos años de la Dictadura de Primo de Rivera, aunque en todo el periodo mantendrá una buena relación con el alcalde del momento, García Sanabria, que se manifiesta en textos y en su apoyo al reconocimiento a su figura, al que califica como “modelo de administradores” y un ejemplo de políticas “revolucionarias”, aunque apostilla “¿verdad que es paradójico que dentro de un gobierno dictatorial - aún quedan reflejos de la dictadura- netamente reaccionario,  pueda obrarse así?”  (28).

Al año siguiente la prensa vuelve a recordar a nuestro protagonista, en este caso por un accidente de trabajo en el que se ve envuelto su hijo Francisco Infante Díaz, que con 17 años colaboraba en las labores de albañilería y sufre una caída desde un andamio (29). Apenas nueve años después este sería uno de los fusilados por pertenecer al sector más activo y comprometido de CNT, donde también militaba su padre.  

El discurso de Silvestre en las portadas del diario republicano El Progreso se afila a medida que nos acercamos a los años previos a la II República, marcando cada vez un carácter más reivindicativo del papel de la clase trabajadora en la sociedad. En un escrito que recuerda al poema “Preguntas de un obrero que lee”, de Bertolt Brecht, dice: “El obrero pues, no gana para cubrir sus más perentorias necesidades. ¿Por qué se les veja? ¿Por qué ese desprecio hacia los verdaderos productores de la riqueza social? ¿Cómo podríais vivir en suntuosos palacios, lucir ricos trajes y joyas de oro y pedrería si no fuese por la que llamáis plebe? ¿Podríais regalaros con manjares suculentos, viajes en grandes trasatlánticos y daros, en fin, una vida de ocio, si no fuese por ese hombre que creéis inferior a vosotros?” (30).

Sus colaboraciones periodísticas no cesan, incluso se diversifican, abordando también la poesía como un instrumento más de transmisión de sus ideas. El poema Canta el ciego es un ejemplo de ello:

“Canta el ciego con voz conmovedora 

y arranca a la guitarra, melodías que semejan lamentos. 

Pero en su fuero interno acaso llora; 

tal vez aflore aquellas gratas horas 

en que es desconocido el sufrimiento. 

El se vio fuerte: un aguerrido mozo 

pletórico de vida; rodeado de placeres... 

Y, en un nefasto día ¡la luz huyó de sus rasgados ojos!

Y caminando va por entre abrojos 

en pos del lazarillo que le guía”.  (31).

Por las grietas de los medios de la época se cuelan otros momentos de ocio y celebración, es el caso de la boda de su hijo, Francisco Silvestre, con la joven Pino García González, realizada en el mes de mayo de 1929 (32), desconocía que apenas siete años después su vida daría un vuelco dramático con el fusilamiento de su hijo y su propia detención. 

Su labor en la Liga de Inquilinos continúa. En esos años sigue promoviendo la puesta en marcha de obras para atender la escasez de vivienda para las clases más humildes. En 1930 aparece nuevamente como presidente en una de sus últimas asambleas, donde eligieron a los nuevos cargos para ese año (33), siendo reelegido una vez más (34).   

A pocos meses del cambio de Gobierno en el Estado, Francisco Silvestre hace un interesante análisis del papel de la clase trabajadora tinerfeña, que en ese momento ya sufre la onda expansiva del Crack del 29 y sus efectos sobre una economía frágil y totalmente dependiente como la de Canarias. Destaca en este sentido la labor del alcalde García Sanabria, dentro de cuyo gobierno fue concejal, donde dice que ha realizado una “obra netamente social, más aún, revolucionaria”, asegurando que “el obrero tinerfeño tiene mucho que agradecer al actual Ayuntamiento, con su digno presidente a la cabeza, pues durante su actuación casi se ha resuelto el pavoroso problema de la miseria, pues han sido y son actualmente las obras municipales las únicas que dan ocupación en Santa Cruz a centenares de obreros” (35).     

En el mes de abril de ese año, es uno de los pocos representantes obreros presentes en la asamblea celebrada en el salón de Actos del Ayuntamiento capitalino, convocada por el Centro y Montepío de Dependientes, para tratar de la desgravación del azúcar, cuyo precio había sufrido un gran incremento en ese momento, igual que otros bienes básicos. En esa sesión toma la palabra Francisco Infante, tras una breve intervención de otro sindicalista, Juan José Cova, que lo hace en representación de la Federación Obrera. Infante aborda la celebración de la asamblea, “lamentándose de que la clase obrera, a la que pertenece, no se halle presente en el acto, no obstante estar interesados en el asunto que se debatía”. También señala en su intervención “la existencia de otros problemas que afectan a los obreros, tales como el de la vivienda, debido a los abusos de los caseros y a la falta de protección por parte del Gobierno, que se ha inhibido en este asunto” (36). 

Los artículos de opinión de Silvestre no cesan en esos últimos años de la monarquía de Alfonso XIII. En ese contexto de creciente agitación política aborda asuntos no tan frecuentes, como una  reflexión a raíz del suicidio de una joven de La Matanza, trasl ser expulsada de su casa al descubrirse que mantenía una relación sentimental con un hombre casado. En este sentido, nuestro analista de la realidad enfoca en el papel del tradicionalismo y en cierta medida del modelo de sociedad fuertemente patriarcal, asegurando que “la sociedad en la que vegetamos -que en la mayoría de los casos suele ser una mala madrastra- es la causa de estos efectos, pues a un padre rígido y severo hasta la crueldad se le ha enseñado a castigar la deshonra con la muerte. Y al inductor se le admira y cataloga entre los Tenorios, elevándolo a la categoría de superhombre, cuando no pasa de ser un vampiro, un indeseable”, colocando la responsabilidad moral de esa muerte en el padre y el amante (37)

La llegada de la II República refuerza aún más la presencia de Francisco Silvestre en la acción sindical y política, que vive un importante incremento al calor de un cambio político muy esperado. La Federación Obrera será uno de los máximos exponentes de esta acción en respuesta a las grandes demandas y necesidades de la población trabajadora tinerfeña, donde el equilibrio entre los sectores anarquistas, socialistas y posteriormente comunistas tendrá un gran protagonismo. Uno de los primeros mítines de esta etapa lo celebrarán en la plaza de Toros de la capital tinerfeña, donde interviene junto a otros destacados líderes sindicales, como Francisco Vicente, Juan N. Artiles, Elenio Padrón, Sixto Concepción, Manuel Marrero, Francisco Alemán y el propio presidente de la Federación, Juan José Cova. En una plaza llena de trabajadores y trabajadoras, Francisco interviene asegurando que “nosotros no tenemos más patria que la tierra que trabajamos, pues todo se nos niega. Por consiguiente, a constituir una sociedad donde reine el amor, la alegría y la confraternidad, tienden nuestros esfuerzos”. También aborda el grave problema de la falta de vivienda, avanzando un paso más en sus reivindicaciones a este respecto, asegurando que “no debéis pagar a los caseros mientras no tengáis pan que dar a vuestros hijos” (38). Esta asamblea, que acaba con una manifestación hasta el Gobierno Civil, acuerda ocho puntos que son trasladados al máximo representante del Estado en las Islas. Piden el cumplimiento de la jornada de ocho horas laborales, fijar jornales mínimos, cumplimiento de la ley de accidentes del trabajo, respeto a los contratos de trabajo, abaratar al menos un 25% el coste de los artículos de primera necesidad, construcción de casas baratas e higiénicas, una mayor dotación de profesorado en los colegios de la capital y disolver los Comités paritarios establecidos en el anterior Régimen (39).      

Poco después de esa jornada, y de tratar de hacer efectivas esas demandas, Francisco Silvestre sufrirá uno de los accidentes laborales más graves de su vida. En los años anteriores su hijo y él mismo aparecen en varios incidentes de distinta consideración, propios de la construcción, debiendo ser atendidos en la Casa de Socorro. En esta ocasión se produce en el muelle de Cory, en una obra de la Sociedad Metropolitana de Construcción, donde al romperse un cable sufre una herida bastante grave en la cabeza, quedando inconsciente, tardando varias semanas en recuperarse de sus lesiones (40).   

En noviembre vuelve a participar en un importante mitin, en esta ocasión en la sede de la Federación Obrera tinerfeña, en la que abordan el conflicto laboral que en ese momento se vivía en los muelles de la capital. Manuel Pérez, representante de los trabajadores de la Carga Blanca, fue el primero en tomar la palabra, interviniendo posteriormente Carlos Alonso, Francisco Marrero, Primitivo Pérez, presidente de la Casa del Pueblo de Las Palmas de Gran Canaria, y Juan José Cova, leyendo las conclusiones un jovencísimo Juan Pedro Ascanio García, en las que pedían la dimisión del Gobernador Civil por su papel en este conflicto laboral (41). Pocos días después vuelve a celebrarse otro importante mitin en el mismo lugar, esta vez como recordatorio de la dura represión policial contra las manifestaciones populares vividas justo un año antes, que acabaron con el asesinato del vecino, Juan Agrella. Tomaron la palabra “el presidente de la Federación Obrera de Garachico, señor Cuevas, y los obreros Juan Pedro Ascanio, Antonio Montelongo y Saturnino Tejera, de La Laguna y Amadeo Hernández, de Tacoronte, condenado todos ellos la violenta actuación de las instituciones armadas en aquellos y otros sucesos” (42).

A partir de 1932 la respuesta social a los tímidos avances laborales y sociales, que se empezaban a vislumbrar en la II República, se acrecientan sustancialmente, igual que los efectos económicos de la crisis económica que afecta a las principales potencias de las potencias occidentales. El movimiento sindical crece de una manera muy importante, igual que sus medios de comunicación, es el caso del periódico En Marcha, que se convierte en un objetivo central de las persecuciones judiciales en esos años, en un vano intento de las instituciones más conservadoras a la hora de aplacar a algunas de las más destacadas voces del movimiento obrero tinerfeño, lo harán usando las leyes heredadas del anterior régimen que perseguían con dureza las injurias contra la fuerza armada y las instituciones. Los consejos de guerra celebrados en el cuartel de San Carlos de la capital los días 25 y 26 de abril de 1932 son un buen ejemplo de esto.  El segundo se dirigió contra los cenetistas “Juan José Cova, Francisco Silvestre Infante, Francisco Román Romero y Nicolás Padrón Brito”, acusados de insultos al Ejército por medio de la imprenta, siendo defendidos los dos primeros por el destacado abogado republicano, Luis Rodríguez Figueroa. El Consejo de Guerra dictó sentencia condenando “a Juan José Cova, a seis meses de prisión correccional; a Francisco Silvestre Infante, a un año y seis meses; a Francisco Román Romero, a seis meses, y a Nicolás Padrón Brito, a diez meses, de igual pena que el primero” (43). La persecución judicial de los artículos críticos con las fuerzas armadas o con el Gobernador Civil, publicados por el periódico En Marcha, fue una constante de los primeros años de la II República, donde las autoridades recurrían posteriormente a cambios legales o a amnistías para proceder a la puesta en libertad de los acusados, que en este caso se produciría el 24 de septiembre de ese mismo año (44), casi cinco meses de cárcel por expresar sus ideas en un periódico, no serían los últimos.        

El año 1933 es sin duda el que más intensidad muestra en el auge de la protesta social y sindical. Las huelgas obreras y los conflictos sociales, como el de los inquilinos, serán ejemplos en la conflictividad, donde las entidades sindicales y especialmente la Federación Obrera, jugarán un destacado papel. La labor de Francisco Silvestre se verá marcada por la acción y la reacción a estas luchas. En enero de ese año la llamada a la huelga general, en apoyo de las demandas del sector de la hostelería, paraliza la capital tinerfeña, La Laguna y Buenavista del Norte (45).  

En las jornadas más duras de la huelga se acentúa el enfrentamiento entre la CNT y la UGT, propenso a llegar a un acuerdo con la patronal, además se desarrollan acciones de boicot que llegan a tomar un tinte violento. El jueves 12 de enero se intenta negociar con el Gobernador Civil, pero no se alcanza un acuerdo. Por la tarde se intenta organizar una manifestación en la plaza Weyler, pero queda disuelta por la Guardia Civil. La Gaceta de Tenerife recoge que “como consecuencia de la manifestación que se intentó llevar a cabo, fueron detenidos los obreros Francisco S. Infante, Alfonso Jiménez Tapia, José Castellano Pérez, Domingo Gutiérrez Arias y Perigrín Agulló Casasalla, los que fueron conducidos al Gobierno civil” (46). Los diecisiete obreros detenidos en las jornadas de huelga, incluido Infante, no serían puestos en libertad hasta casi una semana después (47). A consecuencia de esta huelga es también sancionado con una importante multa de 500 peseta, al acusarlo de estar detrás de “unos petardos que estallaron en la fábrica de pastas La India” (48)   

En el mes de febrero se produce un mitin de la Confederación Regional del Trabajo en favor de los presos detenidos por motivos políticos y sindicales. Francisco participa en representación de La Laguna, acompañado por Bernardino Afonso, que había sufrido prisión apenas cinco meses antes debido a un artículo periodístico. También estarán ese día sobre el escenario del Parque Recreativo de Santa Cruz el abogado José Trujillo y Manuel Pérez, secretario del Comité Regional de Canarias, donde “se aborda también la situación de “los procesos de Buenavista y La Laguna , así como sobre el curso de los conflictos desarrollados últimamente” (49).  Poco después se produce en primer Congreso de la Confederación Regional Canaria, donde delegados en representación de unos 15.000 trabajadores y trabajadoras se encuentran entre el 6 y el 9 de abril de 1933 en el Cine La Paz (50), donde Francisco aparece como representante de la sección de la Construcción. Al mismo tiempo que estos pasos vinculados con la organización de los anarquistas isleños, su labor como articulista continúa, en este momento muy vinculada a la prensa obrera y especialmente a En Marcha, su principal medio de difusión. En este periódico, aborda la propuesta de abrir una escuela racionalista en Tenerife (51), siguiendo las enseñanzas del catalán Francisco Ferrer, las necesidades de la formación de la población y reflexiones sobre las luchas sociales del momento, caso del aniversario del asesinato del sastre tinerfeño, Juan Agrella. En 1932 decía, “el pueblo ya está harto de sufrir vejaciones y que no está dispuesto a que se le siga desafiando y martirizando tan cobardemente…” (52)

En el verano de 1933 se produce la mayor respuesta social a los problemas de la vivienda en Tenerife, donde el Sindicato de Inquilinos, sucesor de la antigua Liga de Inquilinos, logró paralizar buena parte de la actividad industrial y portuaria de la Isla. Desde finales de 1932, la movilización de la ciudadanía afectada por el precio de los alquileres y la falta de vivienda, empezó a tomar cada vez mayor fuerza y más contundencia en sus acciones de protesta. El 1 de noviembre se celebró un importante mitin donde se produjeron encendidas intervenciones de militantes de la izquierda tinerfeña, que promovía la suspensión del pago de alquileres, caso de Francisco Silvestre Infante, nexo con la anterior Liga (53)

En junio en el Teatro Guimerá se celebró un gran mitin con las demandas del Sindicato de Inquilinos y de las fuerzas que apoyaban esta lucha. Según el medio republicano “Hoy” “entre los oradores se destacaron por su fanática agresividad los señores Manuel Pérez, Francisco Infante y Bernardino Alfonso, quienes desprestigiaron con sus agitantes palabras al gobernador, señor Gil Tirado, y al alcalde, don Tomás de Armas” (54). El 30 de junio de 1933 se celebra un nuevo y exitoso mitin, esta vez en el Cine Victoria de la capital tinerfeña. En el acto hicieron uso de la palabra “el señor Infante, Pinto y el secretario de la Confederación Regional del Trabajo, don Manuel Pérez, que atacaron duramente a los caseros, intermediarios y administradores de esta Capital, por la carestía de la vivienda y por negarse a pactar con el Sindicato de Inquilinos” (55). 


En julio estalló la huelga general contra los primeros desahucios de las familias que habían procedido a apoyar al Sindicato con la suspensión de pagos de sus alquileres. La respuesta popular fue inmensa, aunque la represión también lo fue. Los miembros de la Federación Obrera y del Sindicato de Inquilinos serán detenidos, permaneciendo encarcelados en Paso Alto hasta mediados de agosto (56).

En el mes de octubre el Cine La Paz acoge un mitin de las Juventudes Libertarias, donde toman la palabra destacados representantes del anarcosindicalismo tinerfeño como Bernardino Afonso, Amadeo Hernández, Manuel Pérez y el propio Infante, donde abordaron temas “que hoy preocupan a la humanidad, entre ellos el fascismo, la amenaza de la guerra y el paro forzoso”, donde concedieron “tribuna libre a quienes deseen refutar los argumentos de los que tomen parte del mitin” (57). Será una de las últimas ocasiones en las que Francisco Silvestre participe en un evento de estas características, al menos es una de las últimas que la prensa tradicional detalla. Estamos a apenas dos años y medio del golpe franquista que acabaría con la breve etapa republicana. 

En 1934 continúa con su labor en defensa de los trabajadores, tal y como atestigua el juicio en defensa de once obreros despedidos injustificadamente por el empresario Emilio Fernández Oliva (58). Ese año la Revolución de Asturias provoca respuestas de las organizaciones sindicales y políticas de izquierdas, además del Gobierno cedista, que opta por detener a nuestro protagonista y a otros destacados líderes, algo que le volvería a suceder en dos ocasiones en 1935 con motivo de las huelgas de la construcción y los tabaqueros, dando clases junto con otro veterano sindicalista, Juan José Cova, en la Escuela Racionalista (59). Sus alegatos son claros y rotundos, “jóvenes libertarios que vais sembrando rebeldía: sembrad también los jugos del saber en los cerebros de las multitudes, estableciendo ya la nunca bien repetida y propagada Escuela Racionalista si queréis triunfar en la revolución social que se avecina” (60).

En febrero de 1936 su artículo “Soldados, campesinos y obreros” provoca el registro de la imprenta donde se edita En Marcha, ordenándose la censura de este medio por última vez (61), antes del golpe y del triunfo del Frente Popular.

En julio de 1936 finaliza bruscamente la II República, pocos meses después de que el Frente Popular logre una importante victoria que desata las esperanzas de los sectores populares, también de sindicatos como la CNT. Según el testimonio de su sobrino, Vicente Rodríguez Infante, recogido en la obra de José Manuel Hernández, a Francisco se le detiene en compañía de numerosos familiares en su domicilio del Barrio de la Salud, el 19 de julio (62). 

El mundo de Francisco cambia radicalmente. Muchos compañeros de militancia y su propia familia viven las torturas y las detenciones. Su propio hijo, Francisco Infante, miembro de la CNT igual que él, es detenido también y se le culpa de algunos de los incidentes de violencia previos al Golpe militar, en un proceso muy destacado en la prensa del nuevo régimen. Su esposa, Pino García, atestigua que fue sometido a brutales castigos físicos mientras permaneció en las salas de interrogatorio, “los quemaban, hierros calientes por sus partes”, afirma (63).

Francisco Silvestre es uno de los dirigentes más significativos y peligrosos para los franquistas, que deciden trasladar a Villa Cisneros, en el Sáhara Español, a un contingente de presos isleños. La Gaceta de Tenerife lo explica de esta forma: “José Rial Vázquez, Francisco Silvestre Infante, Rodrigo Coello Martín, Inocencio Sosa Hernández, Feliciano Jerez Veguero, Antonio Sanz Milán, Francisco Sosa Castillo y Lucio Illada Quintero. Con este motivo, se manifiesta a los familiares de los deportados que con 48 horas de anticipación a la salida del primer barco para Río de Oro o La Agüera (en cada caso), y por una sola vez, si lo desean, podrán depositar en el Parque de Intendencia de esta plaza un bulto debidamente rotulado, para que por cuenta del Estado sea transportado a dicho punto” (64). 

Como describe perfectamente José Manuel Hernández, en su investigación sobre la espectacular fuga de estos prisioneros republicanos desde Villa Cisneros, las condiciones de vida serán duras. Afortunadamente los jóvenes que realizaban el servicio militar en la zona lograron organizar con los presos una escapada que sería muy sonada en plena Guerra Civil, logrando llegar a Senegal en un barco que tomaron a la fuerza.

Francisco Silvestre, junto con otros compañeros, participa en la defensa activa de la República, desarrollando tareas en el penal de Valencia, entre otras. Allí es nuevamente detenido en 1939, una vez se produce la definitiva derrota republicana, siendo enviado nuevamente a Tenerife, concretamente a la Prisión Provincial, siendo sometido a juicio en la llamada Causa 96 y permaneciendo en prisión hasta 1945 (65). En el procedimiento abierto en Valencia se traslada desde su isla natal donde se indica que era “uno de los elementos más destacados de la CNT y FAI que organizó en esta con otros grupos anarquistas una propaganda intensa”. Otro informe señala que “era gran propagandista del Frente Popular y de la CNT, habiendo tomado parte en cuantos mítines y asambleas se celebraban…” (66).


En este tiempo entre prisiones y el exilio forzado, su hijo había sido fusilado, como recogimos al inicio de este artículo. Su dolor se suma a las condiciones de vida de tantos otros compañeros de penurias, con los que comparte vivencias y pequeñas resistencias. Un ejemplo de ello será el libro clandestino Musas Cautivas, donde varios poetas y escritores escriben textos dedicados a las mujeres que les esperan en el exterior o que también están presas como ellos. Francisco Silvestre escribe el texto “Eppur si mouve”, usando las célebres palabras de Galileo como una demostración de resistencia frente a la oscuridad, que demuestran la fuerza de sus ideas racionalistas que tanto admiró y defendió (67), una señal de un alma rebelde que no se rindió, ni cuando peores circunstancias se daban a su alrededor.

Francisco Silvestre Infante termina sus días trabajando en una empresa de mármoles, falleciendo en 1976, poco después de la muerte del dictador que le arrebató su vida y su hijo, un régimen que lo persiguió y vigiló casi hasta el final de sus días (68).


Fuentes consultadas

  1. García Luis, Ricardo. Los fusilados: las últimas letras ¿temor a la muerte?. Cuadernos del Ateneo. p.41

  2. Hernández Hernández, José Manuel. Villa Cisneros, 1937. La gran evasión de los antifascistas canarios. Santa Cruz de Tenerife. 2018. p365

  3. El Progreso. 3 de julio 1913. p2

  4. La Prensa. 29 de junio 1920. p2

  5. La Prensa. 31 de diciembre 1920. p2

  6. El Progreso. 16 de febrero 1921. p1

  7. La Prensa. 17 de febrero 1921. p2

  8. La Prensa. 18 de marzo 1921. p2

  9. La Prensa. 14 de mayo 1922. p1

  10. La Prensa. 16 de septiembre 1921. p1

  11. El Progreso. 6 de febrero 1923. p3

  12. El Progreso. 4 de agosto 1923. p2

  13. La Prensa. 24 de junio 1923. p3

  14. La Prensa. 25 de agosto 1923. p2

  15. El Progreso. 19 de marzo 1924. p1

  16. El Progreso. 27 de marzo 1924. p2

  17. Gaceta de Tenerife. 3 de abril 1924. p2

  18. El Progreso. 14 de mayo 1924. p2

  19. El Progreso. 11 de agosto 1924- pp 1-2

  20. El Progreso. 16 de agosto 1924. p1

  21. El Progreso. 20 de agosto 1924. p1

  22. El Progreso. 8 de septiembre 1925. p1

  23. El Progreso. 15 de octubre 1925. p1

  24. El Progreso. 11 de enero 1926. p2

  25. Gaceta de Tenerife. 19 de enero 1926. p1

  26. El Progreso. 1 de septiembre 1926. p1

  27. Gaceta de Tenerife. 16 de diciembre 1926. p2

  28. La Prensa. 19 de febrero 1930. p2

  29. La Prensa. 8 de mayo 1927. p2

  30. El Progreso. 27 de diciembre 1927. p1

  31. El Progreso. 17 de mayo 1928. p1

  32. La Prensa. 25 de mayo 1929. p3

  33. El Progreso. 17 de enero 1930. p3

  34. La Prensa. 30 de enero 1930 p5

  35. La Prensa. 19 de febrero 1930. p2

  36. Gaceta de Tenerife. 29 de abril 1930. p.2

  37. El Progreso. 7 de junio 1930. p.1

  38. La Prensa. 24 de junio 1931. p.4

  39. Gaceta de Tenerife. 24 de junio 1931. p.2 

  40. Gaceta de Tenerife. 1 de julio 1931. p.2

  41. La Prensa. 13 de noviembre 1931. p.4

  42. El Progreso. 26 de noviembre 1931. p.1

  43. Gaceta de Tenerife. 28 de abril 1932. p.7

  44. Semanario Actualidades. 26 de septiembre 1932. p.8

  45. Cabrera Acosta, Miguel Ángel. La II República en las Canarias Occidentales. Santa Cruz de Tenerife. 1991. p.343

  46. Gaceta de Tenerife. 14 de enero 1933. p.3

  47. Hoy. 18 de enero 1933. p3

  48. Hernández Hernández, José Manuel. Op. Cit. p52

  49. Ascanio Gómez, Rubens. Bernardino Afonso García, voz del movimiento obrero tinerfeño: https://latadelgofio.blogspot.com/2022/01/bernardino-afonso-garcia-voz-del.html?fbclid=IwAR01L1rtg96O6Rel7wYf_gXkFRRutalXenzliyj4y72KCD6liws5-1l6J_s

  50. En Marcha. Nº110. Abril 1933

  51. En Marcha. Nº92. 26 noviembre de 1932

  52. Ascanio Gómez, Rubens. La carestía de vivienda en Tenerife y la gran huelga de inquilinos de 1933 a los ojos de la prensa burguesa: https://latadelgofio.blogspot.com/2023/07/la-carestia-de-vivienda-en-tenerife-y.html

  53. Guzmán García, José L. En Marcha. Breve cronología y contenido. Textos seleccionados. Santa Cruz de Tenerife. 2013. pp.66-71

  54. Hoy. 6 de junio 1933. p6

  55. Hoy. 1 de julio 1933. p3

  56. La Prensa. 19 de agosto 1933. p3

  57. La Prensa. 19 de octubre 1933. p3

  58. Gaceta de Tenerife. 17 de noviembre 1934. p5

  59. Hernández Hernández, José Manuel. Op. Cit. p52

  60. Guzmán García, José L. Op. Cit. p68

  61. Idem p22

  62. García Luis, Ricardo. Proceso a la CNT. 19 fusilados el 23 de enero de 1937. Santa Cruz de Tenerife. 2007. p47

  63. Gaceta de Tenerife. 26 de agosto 1936. p6

  64. Hernández Hernández, José Manuel. Op. Cit. p366

  65. Idem. pp 308-309

  66. Hernández Hernández, José Manuel. Op. Cit. pp.311-312

  67. VVAA. Antología de Musas Cautivas. p135

  68. Hernández Hernández, José Manuel. Op. Cit. p312