sábado, 26 de febrero de 2022

Los fusilados de Vallehermoso y los procesos contra la resistencia republicana gomera


Hace justo 85 años, un 26 de febrero de 1937, finalizó el juicio contra 47 vecinos y vecinas de Vallehermoso acusados de tratar de defender la legalidad republicana en su pueblo. Tres de ellos acabarían fusilados. La mayoría pasaron largo tiempo en prisión por “rebelión militar” contra los militares que se rebelaron y acabaron con la democracia.
El espacio del Palacio de la Mancomunidad, que hoy acoge el salón plenario del Parlamento de Canarias, sirvió de marco donde desarrollar ese proceso, como otros sonados juicios políticos que provocaron decenas de muertos y un infinito sufrimiento.
Los vecinos y vecinas de La Gomera desfilaron por este espacio sabiendo lo que les había sucedido, cinco meses antes, a los considerados cabecillas de uno de los episodios de resistencia más sonados de la etapa franquista en Canarias.
En agosto de 1936 ya habían sido condenados a pena de muerte el Brigada de la Guardia Civil Francisco Mas García y los militantes de la izquierda gomera, Ramón Cabrera Bernal y Manuel Quintana Florentino Pérez (1). La prensa de la época destaca de su fusilamiento que el brigada “dio un “¡Viva España!” al situarse frente al piquete, siendo contestado por todos los presentes, incluso por sus compañeros de condena. Una vez más la razón ha precedido a la muerte y han muerto como españoles, los que ofuscados por ideas disolventes, se atrevieron a combatir contra su Patria” (2). Un mensaje periodístico que perfila y destila claramente el odio patriotero de quienes se creían defensores de los valores más tradicionales, por desgracia tan vigente en el debate político de los últimos tiempos.
Los otros 47 habitantes de Vallehermoso tuvieron que esperar hasta febrero de 1937 para enfrentarse a un Consejo de Guerra en el que sabían que no tenían ninguna oportunidad. Habían pasado meses en prisión, con el miedo a una muerte más que posible, como la de sus compañeros. La espera de ellos y sus familiares tuvo que ser terrorífica.
La prisión de Fyffes acoge a la mayoría, la de San Miguel a las tres mujeres detenidas en este proceso. Eran unos gomeros más de los cerca de 290 detenidos por sus “ideas marxistas” en los primeros días, tras la llegada de los militares golpistas a la Isla (3).
El Consejo de Guerra transcurrió como lo preveían sus sufridos protagonistas. El proceso lo describe en el libro el Fogueo uno de los acusados, “¿hablar con mi abogado?¡Qué va! Abogado, ¡nunca!”. La acusación los señala como “extremistas de acusada peligrosidad”, indicando que la maestra Blanca Ascanio Moreno, su pareja, Francisco González Jaumandreu y los militantes de la Federación Obrera, Daniel Hernández Gaspar, Manuel Méndez Prieto, Juan Medina Herrera, Nicolás Prieto Ventura y Antonio González Jaumandreu eran los más destacados en su beligerancia en la defensa de los derechos de los obreros y campesinos (4).

Los siete señalados por el brazo judicial del régimen son condenados a muerte ese día de febrero, aunque posteriormente se les conmuta sus penas por cárcel a Blanca Ascanio, los hermanos González Jaumandreu y Daniel Hernández Gaspar, dejándoles pena de muerte a Manuel Méndez Prieto, Juan Medina Herrera y Nicolás Prieto Ventura, fusilados en el Barranco del Hierro, en la capital tinerfeña, el 10 de marzo de 1937.
Juan Medina era un joven campesino, “un muchacho con muy poca preparación, pero se sumó como todo el mundo a la resistencia”(5). Varios de sus hermanos fueron detenidos también en esos oscuros días de verano de 1936 y sufrieron años de cárcel (6).
Manuel Méndez era un obrero militante de las Juventudes Comunistas, que según sus contemporáneos era “un hombre muy capacitado para defender las leyes del trabajador, que es lo que quería, era un defensor de la justicia” (7).
Nicolás Prieto era socialista y trabajaba de peón, lo consideraban un hombre tranquilo y se despide con varias emocionantes cartas dirigidas a sus familiares. Con un fragmento de ella termino esta historia, apenas un párrafo escrito a la espera de la temida sentencia, el 26 de febrero de 1937, en las que pide que a su hija: “cuando tenga conocimiento le dices por las ideas que murió su padre, que ella siga mi camino, que yo he luchado para el bien de ella y todos los demás de la edad de ella” (8).

Bibliografía y fuentes: 

  1. Medina Sanabria, Pedro. Orden para conducción de tres cadáveres. https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2014/06/06/orden-para-conduccion-de-tres-cadaveres/

  2. Gaceta de Tenerife. 4 de septiembre de 1936. P3

  3. López Felipe, José Francisco. La represión franquista en las Islas Canarias. 1936-1950. Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria. 2002. P.34

  4. García Luis, Ricardo y Torres Vera, Juan Manuel. Vallehermoso, “El Fogueo”. Santa Cruz de Tenerife. 1986. P. 209

  5. Idem. P. 218

  6. Medina Cabrera, Pedro. El modelo autonómico y de integración en la Unión Europea está diseñado para convertirnos en una colonia de mercado cautivo: https://www.elpaiscanario.com/pedro-medina-calero-el-modelo-autonomico-y-de-integracion-en-la-union-europea-esta-disenado-para-convertirnos-en-una-colonia-de-mercado-cautivo-donde-colocar-las-producciones-y-excedentes-es/

  7. García Luis, Ricardo y Torres Vera, Juan Manuel. Op cit. Pp. 215-216

  8. Idem. p. 219



domingo, 20 de febrero de 2022

El alma sin cadenas de la anarquista tinerfeña Carmen Goya

No he logrado encontrar una buena imagen de Carmen Goya, la que utilizo para ilustrar este texto es de otra compañera de lucha. No es de extrañar, las mujeres represaliadas lo fueron doblemente, por sus ideas y por su género, ocupando un reiterado papel de inmerecido olvido en esos momentos históricos, en la historiografía y en el presente.

Gregoria Magdalena Goya Hernández, conocida como Carmen, fue una obrera más del poderoso sector del tabaco de Tenerife en la década de los treinta, pero también una mujer implicada activamente en el sindicato CNT y una comprometida anarquista, aunque nunca ocupó un puesto directivo u orgánico, como tantas de sus compañeras. Su destacado protagonismo lo evidencia al ser una de las pocas mujeres condenadas a muerte en Canarias, aunque posteriormente su pena fuera conmutada por una larga estancia en las cárceles franquistas y el exilio.

El mejor relato de su memoria nos lo dejó Montserrat González Lugo, que conoció directamente a Carmen en sus últimos años de vida. Gracias a él sabemos que nació en Santa Cruz de Tenerife el 10 de agosto de 1905 y era hija de Pedro Goya, “trabajador subalterno del ayuntamiento de la capital y activo militante del Partido Republicano Federal. Obsesionado por la educación y la instrucción, asistía regularmente con sus hijos e hijas mayores a las escuelas obreras, donde, impartidas por maestros de izquierdas y planteadas con lenguaje asequible, se daban charlas sobre cuestiones culturales de toda índole” (1).

El conocimiento de la escritura y la lectura parece que es un aspecto clave en la toma de conciencia, especialmente en las mujeres represaliadas, que según los estudios históricos realizados, mantienen un índice altísimo de niveles educativos o de estudios, muchas de las represaliadas eran directamente profesoras de los colegios de niñas más humildes del Archipiélago o algunas de sus más aventajadas alumnas (2).

Siendo apenas una adolescente Carmen empieza a trabajar, a pesar de sus aptitudes para el estudio su familia no se lo puede permitir. El sector del Tabaco reunía a cientos de trabajadores y trabajadoras en Tenerife en ese momento, siendo la CNT el sindicato más fuerte en la capital tinerfeña. Ella era una más, aunque con una extraordinaria sensibilidad combativa. Según los testimonios de sus compañeros de lucha era considerada una mujer elegante con una “gran capacidad expresiva y sus intervenciones en mítines, según el también anarcosindicalista tinerfeño, José Carrillo Belmonte, “eran electrizantes”. Conectaba con las masas de obreros y obreras del tabaco en un lenguaje llano y directo, incitándoles a la huelga o a cualquier otra acción para mejorar sus condiciones laborales y de vida” (3).

La década de los treinta sumó la llegada de la II República y un notable incremento de la conflictividad social y política, con la Huelga de Inquilinos y los Sucesos de Hermigua de 1933 como algunos de sus momentos más destacados. La acción militante y el apoyo a las personas presas a raíz de estos acontecimientos marcó a esa generación de activistas políticos y sociales. Carmen era una de las destacadas figuras de esa época, aunque por el hecho de ser mujer no ocupara un papel protagonista.

La prensa apenas recoge ninguna mención a su vida, no así de la de su padre, Pedro Goya Rivero, que destaca en los círculos republicanos isleños, siendo una de las figuras tinerfeñas que firman el telegrama que el febrero de 1931, días antes de la declaración de la II República, mandan ánimos a Niceto Alcalá Zamora, encarcelado en ese momento en la Modelo de Madrid (4). No será el último ejemplo, poco después, en septiembre de ese mismo año, también participa en la firma de otro comunicado de apoyo al Gobierno republicano junto con decenas de funcionarios del Ayuntamiento chicharrero (5).

Una joven Carmen aparece también en los periódicos, en los años previos a la república, como una de las actrices aficionadas que dan vida a varias obras teatrales que se desarrollan en la Sociedad Prosperidad-Nakens del Barrio de Salamanca, en la que interpreta uno de los papeles de la obra “La casa de los milagros”, un sainete de Paradas y Jiménez, donde aparece junto a Nena Goya, tal vez una hermana (6). Como en otras ocasiones hemos comentado, las sociedades populares o culturales siempre fueron un espacio clave para la participación activa de las entidades políticas del momento.

También la salud o su falta fue también un acontecimiento destacado en los medios del momento. En 1932 Carmen es sometida a una delicada operación quirúrgica en la Clínica del Doctor Capote, como asociada de la entidad “La benéfica” (7), posiblemente vinculada con las afecciones que sufrió en sus años de cárcel.

A diferencia de otros correligionarios masculinos, no queda testimonio alguno de su papel como sindicalista o en las acciones de protesta que se dieron en esos años, su nombre solo vuelve a aparecer como destacada militante en el proceso 246/1936, tras el golpe fascista, señalada por el delito de rebelión en el macrojuicio contra 61 anarcosindicalistas y algunos militares isleños. En este proceso, ampliamente destacado por su papel pedagógico y justificador de la violencia franquista en los medios del momento, Carmen es condenada a muerte, que posteriormente se le conmuta la pena a 30 años de prisión (8).

Con respecto a su conciencia como mujeres y el papel de las mismas en la lucha, Carmen participa en actividades dentro de la CNT vinculadas a esta cuestión importante, como Mujeres Libres, “aunque no entendieron el feminismo ni a las feministas, sí acudían en los días ilusionantes de la transición a todo tipo de actos y manifestaciones de este cariz, aplicando el viejo lema solidario de "cualquier lucha libera"” (9).

En el mencionado proceso contra la CNT tinerfeña, donde se fusila a algunos de los más destacados activistas de la isla, Carmen es condenada a muerte junto con su compañera María Luisa Hernández, pero como comentamos, su pena fue conmutada apenas unas horas antes de que sus compañeros fueran asesinados. No podemos imaginar la espera y el sufrimiento de ese trance, al que se añade la pérdida de amigos y activistas con los que compartió sueños e ideales. El sábado 23 de enero de 1937, a las siete de la mañana, fueron ejecutados por varios piquetes de los Cuerpos de la guarnición de Tenerife, José Martín Herrera, Ginés Ramírez Racindo, Modesto Carballo Sosa, Teresol Guerra Ortega, Tomás Rodríguez Benítez, Feliciano Pérez Jorge, Francisco Infante Díaz, Marcos Pérez Alfonso, Vicente Talavera Pechan, Casimiro Romero Velázquez, José Alonso Pérez, José Carreño Hernández, Pedro Carreño Hernández, Tomás Cabrera Vega, Domingo Dieppa García, Jorge Hernández Mora, Miguel González Gutiérrez, Francisco Reyes Martín y el sargento-músico del Regimiento de Infantería, Miguel Varea Serrano (10).

A partir del 18 de julio de 1936 la vida de Carmen se transforma por completo. No solamente por su trayectoria vital durante la etapa republicana, también por participar activamente en el intento de resistencia armada al franquismo a raíz de un amplio encuentro de militantes anarquistas en la zona de Los Campitos que desencadena el proceso judicial mencionado. Es detenida por ello el 28 de agosto de 1936, siendo definida en los expedientes judiciales como “muy revoltosa y propagandista de la violencia” (11).

Sus días transcurren entre prisiones y juzgados, primero en la de mujeres de San Miguel, en la capital tinerfeña. Posteriormente en la municipal de La Laguna, a donde llega junto a otras destacadas activistas republicanas, como Mª Luisa Hernández Remón y Blanca Ascanio, también “recluidas en el depósito municipal de La Laguna, allí fueron condenadas a reclusión perpetua y por disposición superior, fechada el 19 de septiembre de 1938, trasladadas a la prisión provincial” (12). Ya hemos hablado en otras ocasiones de las duras condiciones de vida que tuvieron que soportar las presas de esta cárcel municipal, que en las memorias de Mauro Martín Peña las describe ese espacio con el gráfico adjetivo de “pocilga” (13).

No solamente perdió su libertad o sufrió la larga espera de saber si en enero de 1937 sería fusilada junto a sus compañeros de la CNT, también vivió en sus propias carnes la tortura. Antonio Tejera, histórico anarcosindicalista, narra como se la encontró en el Palacio de Justicia santacrucero, destacado lugar de maltrato y violencia política, en donde encontró fugazmente a Carmen y a su compañera Domitila Hernández, a las que vio “negras de aquí para abajo, negras, llorando allí”, fruto de las palizas recibidas durante sus interrogatorios (14).

En prisión (marcada con una equis blanca) volvió a vivir momentos de mala salud, especialmente entre 1941 y 1943, sufriendo varios episodios graves que obligaron a su traslado al Hospital Civil por episodios recurrentes de “colecistitis” (15).

Estando en prisión recibe el cariño y el ánimo de varios compañeros de lucha, que trasladan sus abrazos imposibles de realizar debido a la distancia en un librito lleno de poesía y arte llamado Musas Cautivas, dedicado a ella y a sus compañeras Nélida, Margarita Rocha, María Luisa y Mercedes. Los relatos escritos en este formato, nacido clandestino en la prisión de Gando de Las Palmas de Gran Canaria, llegan a Margarita Rocha, una de las presas por el mitin de Los Campitos, que lo mantiene escondido y lo conserva en su exilio venezolano (16).

En los años cuarenta Carmen es puesta en libertad por su mala salud y desterrada a Las Palmas de Gran Canaria, donde según su propia memoria “vivió unos años felices ayudada por gente de ideología diversa a quien sólo movía la solidaridad”. En los años 50 puede emigrar a Venezuela, en donde permanece hasta la Transición, regresando y viviendo en la capital tinerfeña hasta la fecha de su muerte, el 31 de diciembre de 1986 (17).

Carmen Goya muere con sus ideas intactas, a pesar de los años de cárcel, exilio, dolor y sufrimiento extremo. Dejó ese legado de dignidad y de resistencia de tantas mujeres anónimas, luchadoras olvidadas, de las que apenas se mantiene vivo un rescoldo de recuerdo, que ojalá podamos reavivar y quizás, más pronto que tarde, ponerle también rostro y darle el reconocimiento que merece.

Acabo esta pequeña historia con un fragmento de Musas Cautivas, dedicado a esas mujeres luchadoras, a las que desde el penal de Gando definían a la perfección:

Tú eres culta y audaz con la pluma que acusa tu emancipación, de esta sociedad inmunda, y le enseñas al mundo tu libro sin cadenas en el alma” (18).


Bibliografía y otros materiales utilizados

  1. González Lugo, Montserrat. “Carmen Goya, anarquista ejemplar”: http://www.eltambor.es/carmen-goya-anarquista-ejemplar/

  2. González Pérez, Teresa. Mujeres republicanas y represión franquista en Canarias. XIV Coloquio de Historia Canario Americana.

  3. González Lugo, Montserrat. Op cit.

  4. El Progreso. 12 de febrero de 1931. p2

  5. El Progreso. 27 de septiembre de 1931. p2

  6. La Prensa. 13 de noviembre de 1925. P1

  7. La Prensa. 10 de marzo de 1932. p5

  8. VV.AA. Antología de Musas Cautivas. Estudio Histórico. CCPC. 2007. P. 87

  9. González Lugo, Montserrat. Mujer y movimiento obrero, un amor a menudo no correspondido. Revista Disenso. 1 de abril 2001. P.11-12

  10. Falange. 26 de enero de 1937. p1

  11. Hermida Martín, Yanira. Mujeres y cambios sociales en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. 1931-1975. Amas de casa, camaradas y marginadas. Tesis doctoral. P. 289

  12. González Pérez, Teresa. Op cit. p. 1769

  13. Martín Peña, Mauro. Sin rencor. Memorias de un republicano. Santa Cruz de Tenerife. 2014. P.88

  14. García Luis, Ricardo. Crónica de vencidos. Santa Cruz de Tenerife. 2003. p88

  15. Hermida Martín, Yanira. Op cit. p. 289

  16. VV.AA. Antología de Musas Cautivas. Estudio Histórico. CCPC. 2007. P. 60-61

  17. González Lugo, Montserrat. Op cit.

  18. VV.AA. Antología de Musas Cautivas. Edición facsímil. CCPC. 2007. P.136


El Palacio de Justicia de San Francisco, espacio para la Memoria Democrática de la tortura franquista


La memoria histórica no trata sólo de eliminar del espacio público homenajes a la dictadura, también consiste en reivindicar la memoria de los lugares del terror. En Santa Cruz de Tenerife este es uno de los que sigue en pie, el Palacio de Justicia, en la plaza de San Francisco.
Este lugar sirvió de punto de retención y tortura de decenas de personas tras el 18 de julio de 1936, los testimonios de esos días son terribles y sus consecuencias también.
Palizas, hambre, vejaciones de todo tipo se desarrollaron entre esas paredes. Algunos no resistieron y optaron por precipitarse al vacío desde alguna de sus ventanas. Es el caso de Florencio Afonso y Santiago Guerra.
El primero apenas tenía 18 años cuando fue detenido y trasladado al Palacio de Justicia, por allí también habían pasado varios de sus hermanos, miembros de la CNT. El 26 de septiembre de 1936, tras días de malos tratos de todo tipo, logra alcanzar una ventana y, según el informe existente en los archivos, se precipita, muriendo casi en el acto.
Santiago Guerra también era anarquista. Era un poco mayor, tenía 32 años y dos hijos, Rosa y Santiago. El doce de octubre de 1936, apenas quince días del suceso anterior, lo llevaron a declarar a este lugar. Antes de entrar con el juez logró zafarse de un guardia y saltar por otra ventana, muriendo días después a consecuencia de la caída.

En las grandes capitales europeas los espacios de terror son señalados, a través de placas, códigos QR o los stolpersteine que susurran desde el suelo las huellas del horror nazi, su recuerdo no se borra o se ignora. Pervive para no repetir el horror, mientras los rastros de los homenajes a sus verdugos ya no están ensuciando el espacio de todos y todas.
El investigador Ricardo García Luis recoge algunos otros testimonios sobre este lugar en su "Crónica de los vencidos". Habla de Miguel González, que con siete años vio las lágrimas de su madre mientras lavaba la ropa de su padre, preso en este lugar, toda "rota y manchada de sangre. Le daban leña, claro". Pino García, viuda del fusilado Francisco Infante, recordaba que "a ellos los quemaban con hierros calientes por sus partes...los ponían a pie derecho y al tercer día no podían caminar".
El comunista lagunero, Antonio Padrón, lo vivió en sus propias carnes. Narró como lo colgaron por los pies, "me ataron por los pies cabeza abajo; me tuvieron, yo calculé que era media noche, desde las doce de la noche hasta las tres de la madrugada me tuvieron colgado. Para que acusara, para que hablara...".
Las anarquistas Domitila y Carmen Goya también sufrieron grandes torturas físicas. Antonio Tejera, Antoñé, también preso en el mismo lugar, las encontró llenas de moratones pocos días después de su detención, "negras de aquí para abajo, negras, llorando allí".

Los ecos de ese horror olvidado también deben ser restituidos en la memoria colectiva, aunque el viejo poder político chicharrero prefiera seguir honrando a los asesinos y torturadores. Los cientos de represaliados lo merecen, aunque ya no estén los muros de Fyffes o los de la cárcel de mujeres de la calle San Miguel, los espacios que perduran deben ser dotados de estos contenidos, como promovió el Colegio Montessori con el monumento realizado en la Rambla, a la altura del antiguo mayor centro de internamiento de Tenerife.
La nueva Ley de Memoria Democrática recoge los Lugares de Memoria como espacios señalados y planteados para reivindicar a las personas que sufrieron el horror de la dictadura, sin duda, una vez quede totalmente definida, debería señalarse este lugar como uno de los ejes centrales de los centros de tortura de la dictadura en Tenerife.