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La venganza contra los gomeros protagonistas de los Sucesos de Hermigua

No tuvo que se fácil ese día para Luis Rodríguez Figueroa y José Carlos Schwartz. Ejercían junto a Luis Jiménez de Asúa, Juan Simeón Vidarte, José Arozena, Aurelio Ballester, Benigno Mascareño y Sebastián Castro, la defensa jurídica de 35 gomeros y gomeras señalados por los caciques. A las nueve de la mañana del 30 de junio de 1934 dio comienzo el juicio militar por los Sucesos de Hermigua. Se pedían penas de muerte, que llegarían cuando nadie lo esperaba, también contra estos dos prestigiosos abogados isleños.

El hambre y la miseria habían soliviantado los ánimos de la clase trabajadora en Canarias, pero muy especialmente en La Gomera. En 1932 se había cerrado las dos principales conserveras de la Isla, dejando a sus trabajadores y a cientos de pescadores sin empleo. El precio del plátano, principal negocio del momento, se desplomaba y provocó una bajada de salarios constante y despidos de trabajadores, que sumado a la sequía y a las maniobras de los caciques, además de la escas obra pública, generó que unos 3000 trabajadores estuvieran en una situación desesperada (1). En Hermigua, unos 300 jornaleros de la platanera y 150 obreros del pueblo se organizaron en torno a la Federación Obrera, muy vinculada a la UGT, que se sumaron a la activa presencia socialista y de los primeros núcleos comunistas.

En marzo de 1933 las tensiones se rompen ante la negativa a contratar a cien trabajadores en la obra de la carretera, que provoca un llamamiento a una huelga que paralizó por completo el Valle de Hermigua. La respuesta de la Guardia Civil, tras reunirse la noche anterior con los principales propietarios del municipio, es la de tratar de buscar refuerzos y romper la voluntad de los huelguistas. La situación desemboca en un intento de bloquear la salida de un camión de las fuerzas del orden que termina en un alternado que deja a un obrero y dos guardias civiles muertos, varios sindicalistas heridos de gravedad y otro guardia también.

Antonio Brito, obrero muerto en la jornada
El diario La Prensa narra el momento de la siguiente manera: “un gran número de hombres, precedidos de unas quince mujeres, con piedras en la mano, se adelantaron, amenazadores. Al requerirles el cabo para que depusieran su actitud, manifestaron: —Nosotros buscamos el pan de nuestros hijos... El camión no sigue adelante. A esa amenaza respondió el cabo: — El camión sigue adelante. Llegaron más obreros, produciéndose gran confusión en el grupo por pretender hablar todos al mismo tiempo.

Al fin alguien logró que se hiciera el silencio, recomendando que hablara uno sólo. Lo hizo una mujer, incitando a los hombres a la colocación de obstáculos. Dirigiéndose después directamente a los guardias les manifestó que "si creían que las mujeres del pueblo eran zorras, estaban equivocados, pues ya se habían despabilado con las de fuera". Por último, prorrumpiendo en amenazas de muerte, comenzaron todos a apedrear el camión” (2).

Evidentemente el suceso causó una auténtica conmoción política, social y mediática, en un momento de la II República donde la crispación crecía entre los distintos bloques políticos. Llegan numerosos efectivos de las fuerzas de seguridad a La Gomera y se produce la detención de más de una treintena de personas. Además de investigar el papel de cerca de un centenar más, acusadas de participar en el tumulto. Entre otros, se detiene a toda la directiva de la Federación Obrera y se cierran los locales de los grupos y sindicatos de izquierda (3).

Uno de los detenidos en el mes de abril es Emiliano Díaz Castro, abogado socialista residente en Güímar, acusado de haber instigado y apoyado a los huelguistas gomeros, (4), que posteriormente ejercerá de abogado de los detenidos durante el juicio.

El 7 de abril de 1933 se trasladó a los 35 procesados en el vapor Gomera, que navegará acompañado por el cañonero Arcila hasta Güímar, donde desembarcan e ingresan en la prisión de la capital (5).

El juicio se convierte sin duda en uno de los más seguidos de la etapa republicana en el Archipiélago. Justo en esa primera jornada las organizaciones obreras de todo el Archipiélago habían convocado una gran huelga general, que es suspendida a petición de los presos de esta manera: “Los trabajadores, procesados por los sucesos de Hermigua, estimando que no les beneficia el movimiento preparado para el día 30 por la masa obrera de Canarias, ruegan a las organizaciones den las órdenes oportunas para que dicho movimiento no se produzca y se aguarde por todos, serenamente, hasta que la Justicia haya pronunciado su fallo. En la cárcel de Santa Cruz de Tenerife, a 28 de Junio de 1934” (6).

Frente al abrumador sumario presentado por el fiscal Martínez Fusset, que será uno de los hombres de máxima confianza del General Franco, los abogados tratan de poner en evidencia las condiciones de vida de miseria de los trabajadores de Hermigua. En su alegato, Schwartz, afirma quela tierra que forjara a sus hijos en la rebeldía, que encendiera en sus almas la inquietud, prendiendo, más tarde o más temprano, un día cualquiera, la hoguera de una protesta viril, contra todo lo que ahoga y asfixia el derecho y la vitalidad de un pueblo” (7). Por su parte de Rodríguez Figueroa se ocupa del hambre “que había y hay en aquel pueblo, hasta el extremo de hurtarse racimos de plátanos. Y esta falta, que ni siquiera es falta cuando la necesidad que la impulsa es poderosa, como poderosa e inaplazable es el hambre de tanta gente proletaria, le aplicó alguien esta sentencia: "Hay que castigar el hurto de piñas con mano dura y sin contemplaciones"” (8). Sus argumentos concuerdan con las declaraciones y manifestaciones de los acusados, que en muchos momentos del proceso viven momentos de gran tensión, sabiendo que las penas de muerte podían llegar.


Finalmente el 8 de julio concluye el juicio, pidiéndose condena a la pena de muerte a cinco de los acusados; a uno, a veinte años de prisión; a cuatro, a doce años; a otro, a seis años; a dos, a tres años, y a dos, a dos años, absolviéndose a los otros diecisiete procesados, añadiendo en el último considerando, que “el Tribunal aconseja la conmutación de las penas de muerte” (9), aunque esta sería ratificada por el Supremo en febrero de 1936 (10).


Los quince acusados por los delitos de esa huelga permanecerán en prisión casi dos años en total, con numerosos actos de apoyo y solidaridad de la clase obrera. Lo reflejan manifiestos como el que hace el sindicato del profesorado, que considera que “de esta manera se pretende resolver todos los problemas sociales sin suprimir las causas que los motivan; pero no está lejano el día en que todos los trabajadores se pongan de acuerdo para impedir la continuación de este régimen de opresión y de miseria, poniendo en práctica aquellas célebres palabras de Carlos Marx: «¡Proletarios de todos los países, uníos!»” (11).

Los presos también forman parte de la contienda electoral. La candidatura del Bloque de Izquierdas cuenta con la presencia de uno de los detenidos, el socialista Fernando Ascanio Armas, que estará acompañado por Emiliano Díaz Castro y el también abogado Luis Rodríguez Figueroa, por el Partido Republicano (12). Igual sucederá en las reñidas elecciones de febrero de 1936, donde la liberación de estos detenidos será una parte de las reivindicaciones que el Frente Popular se propuso atender (13).

La victoria de la izquierda hace que el 22 de febrero salgan el libertad, también los cinco condenados a muerte que forman parte de esa amnistía general (14). Tras varios actos de solidaridad en Tenerife, todos regresarán a La Gomera el 3 de marzo en el vapor Viera y Clavijo, que fueron recibidos en el muelle por “un numerosísimo público que les aplaudió” (15). Poco podían saber que su libertad no duraría mucho.

A partir del 18 de julio de 1936 la rabia contenida por los que se vieron agredidos por los Sucesos de Hermigua se desata. En esa fecha y las posteriores son detenidos muchos de los señalados por la huelga, pero también los que ejercieron de abogados en este proceso y permanecían en las Islas. Vicente Valladolid Mesa, Manuel Avelino Perdomo Plasencia, Francisco Martín Negrín, Avelino Navarro Méndez y Leoncio Fagundo Hernández, los cinco acusados a muerte, fueron desaparecidos. También fueron asesinados por órdenes de militares y falangistas, “José León Piñero, Domingo Rodríguez, Juan Martín Hernández, a Antonio Martín Hernández, a Antonio Hernández García, a Manuel Casanova Medina, a Jesús Chávez, a Tomás Brito, al maestro Enrique Biscarria, a Antonia Pineda Prieto y a su hijito recién nacido “pa'que no quedara ni la semilla” y a Fernando y Pablo Ascanio” (16).

Los abogados que habían colaborado con estos “indeseables” también se convirtieron en víctimas. Según cuenta José Antonio Rial, sobre las últimas horas de Luis Rodríguez Figueroa: "Los personajes amigos de lo macabro, se recreaban contando que al infortunado Don Luis le habían atravesado una mano, de un bayonetazo, antes de lanzarlo al mar, porque intentó luchar a bordo de la gasolinera que le llevaba al martirio” (17).

Por su parte a José Carlos Schwartz, que en ese momento ocupaba el cargo de alcalde de Santa Cruz, lo hicieron desaparecer en octubre de 1936. No le perdonaron su militancia, sus valores y haberse puesto del lado de los humildes.

La venganza de los caciques llegó tarde, pero con toda la crueldad y brutalidad de quienes se consideran dueños de la vida y la muerte. Sin la luz de la memoria, nos quedaríamos solo con un olvido cruel e injusto de las víctimas reales de esta historia, que es la de Canarias.

De derecha a izquierda, José Carlos Schwartz Hernández, José Arozena Paredes, Benigno Mascareño, Luis Rodríguez Figueroa, Luis Jiménez de Asúa, Juan Simeón Vidarte Franco, Aurelio Ballester y Sebastián Castro Díaz


Fuentes utilizadas

  1. Cabrera Acosta, M.A. (1991). La II República en las Canarias Occidentales. La Laguna. CCPC. p.395

  2. La Prensa. 23 de marzo 1933 p,1

  3. Cabrera Acosta, M.A. (1991). Op. Cit. p.403

  4. Gaceta de Tenerife. 6 de abril 1933 p.8

  5. Gaceta de Tenerife. 11 de abril de 1933. p.5

  6. La Prensa. 26 de junio 1933. p3

  7. Gaceta de Tenerife. 5 de julio 1934. p.5

  8. Hoy. 3 de julio 1934. p.8

  9. Hoy. 13 de julio 1934 p.1

  10. La Libertad. 5 de febrero 1936. p.5

  11. Obreros de la Cultura. 15 de junio 1934. p1

  12. La Prensa. 18 de noviembre 1933. p2

  13. Ascanio Gómez, Rubens. La larga sentencia de Fernando Ascanio Armas: https://latadelgofio.blogspot.com/2021/06/la-larga-sentencia-de-fernando-ascanio.html

  14. Gaceta de Tenerife. 23 de febrero 1936. p5

  15. La Prensa. 7 de marzo 1936. p2

  16. González, Francisco Javier. La historia frente a la desmemoria actual: los 'sucesos' de Hermigua: https://www.eldiario.es/canariasahora/lagomeraahora/cultura/historia-frente-desmemoria-sucesos-hermigua_1_4970877.html

  17. Rial, José Antonio. La prisión de Fyffes. CCPC. Arafo. 2003. p73




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