domingo, 6 de julio de 2025

Una imagen poco conocida de Guillermo Ascanio en 1938

El otro día, buceando en una de las hemerotecas históricas digitales, encontré esta imagen que no conocía del comandante Guillermo Ascanio en los días en los que participó en la defensa del Madrid republicano. Esta misma semana se cumplió un aniversario más de su asesinato, fusilado junto a once compañeros más en las tapias del Cementerio del Este de la capital española, el 3 de julio de 1941. Tenía 33 años y una vida marcada por sus ideales.

Diez años antes había fundado las Juventudes Republicanas en La Gomera, la Isla que le vio nacer, donde conoció el caciquismo y las desigualdades, aún siendo de una familia acomodada. No soportaba las injusticias y sentía que había un mundo mejor que debía construirse con un esfuerzo colectivo. En 1930 promovió la publicación de un decenario republicano que diera salida a sus pensamientos y la denuncia del maltrato a la población de la Isla. Junto a Pedro García Cabrera, su primo Juan Pedro Ascanio, su futuro cuñado, Gabriel Mejías, y Ulises Herrera lanzaron el Altavoz, mientras él continuaba su formación como Ingeniero. Guillermo escribía en sus páginas con vehemencia, igual que en medios cercanos como Espartaco. Ya en los primeros años de la II República llamaba a “actuar con la máxima intensidad revolucionaria posible de manera que a la hora de estructurar el nuevo Estado no ocurra lo que quieren los republicanos de cambiar un nombre por otro y seguir como hasta aquí, sino que permita a las masas obreras imponer como situaciones legales, muchos de sus postulados”. Esta intensidad le convirtió en blanco de procesos judiciales por una judicatura en manos muy conservadoras.

La crisis económica global y la efervescencia política de ese momento hacen que su evolución política sea rápida. A inicios de la década de los treinta fue uno de los encargados de impulsar el Partido Comunista en Canarias.

En el verano de 1936 estaba en Madrid pasando unos días junto a su hermana Amelia Ascanio y su cuñado, el farmacéutico Gabriel Mejías. El 18 de julio todo cambia cuando militantes de las derechas, falangistas y militares inician un golpe de Estado contra el gobierno del Frente Popular, nacido de las elecciones de febrero.

La capital republicana había logrado resistir y allí, entre agosto y noviembre de 1936, conforman el Batallón Canarias del 5º Regimiento de Milicias Populares, que tuvo su bautismo de fuego en el ataque al Alcázar de Toledo. Con sede en la calle O'Donnell de Madrid, van a configurar un espacio diverso de jóvenes procedentes de distintos puntos del Archipiélago, además de otras procedencias, que llegarán a emitir su propio medio, el Canarias Libre.

El papel de Ascanio irá tomando cada vez más valor a medida que pasan los días. A través de distintos regimientos y unidades participó en la defensa de la Casa de Campo, Guadarrama, el Puente del Rey y de la Reina, El Pardo o la Zarzuela. En 1937 fue jefe del Estado Mayor de la Brigada del Campesino, posteriormente 2º Jefe de la 8ª División y más tarde Comandante de la 8ª División.

En las publicaciones de la defensa republicana se muestran sus tareas militares y participando en actos lúdicos, como la carrera con la que promovían la salud de las tropas republicanas, en la que en el frío febrero de 1938 le tocó dar la salida a los corredores.

La imagen de cabecera ilustraba un artículo publicado en el periódico Ejército Popular el 7 de noviembre de 1938. En él recordaba el segundo aniversario de la victoria frente a uno de los ataques franquistas más feroces, contra la capital republicana. Guillermo recuerda ese día de 1936 en el que “se hizo el milagro” en el que “el pueblo todo de Madrid, los heroicos internacionales que habían acudido en nuestra ayuda crearon la muralla inexpugnable ante todos los asaltos fascistas”. Aunque el futuro parecía muy oscuro con las derrotas de las tropas republicanas en casi todos los territorios, frente a la indiferencia de la mayoría de los países democráticos y un ejército golpista plagado de ayuda externa, con decenas de miles de italianos, jóvenes marroquíes reclutados en el protectorado español, armamento alemán... su posición es clara, como otro canario, el presidente Juan Negrín, defiende resistir para vencer.

En febrero de 1939 el Comité Provincial del Partido Comunista en Madrid le nombró entre sus nuevos miembros, donde también estaban figuras como Dolores Ibárruri o Pedro Mesón. No sabían que menos de un mes después la propia República sufriría el golpe de Casado y la detención de miles de personas en la capital, que quedarían entre rejas hasta la llegada de las tropas de Franco. Uno de ellos sería Guillermo, detenido en Guadarrama cuando intentaba hacer frente a los golpistas ligados al partido socialista. Él, su hermana Amelia y su cuñado Gabriel Mejías formarán parte de las decenas de miles de presos políticos que pasan por los penales franquistas. Guillermo va primero a San Miguel de los Reyes, la cárcel de Yeserías o el antiguo convento de las Comendadoras, donde se encarga de organizar e impartir clases a sus compañeros presos, como muchos años después recordó el histórico sindicalista Marcelino Camacho, uno de los que recibió sus clases de matemáticas y economía.

La euforia por el avance alemán contra la Unión Soviética animó a mostrar mano dura contra algunas de las caras más conocidas de los comunistas detenidos por el régimen. Una de sus consecuencias sería el fusilamiento de Ascanio. Su cuñado Gabriel había sido fusilado en diciembre de 1939, en las mismas tapias del cementerio del Este donde él perdería la vida. Sus hermanas Amelia y Blanca estaban presas. Muchos de sus amigos más cercanos estaban muertos, presos o en el exilio.

Su luz, a pesar de la dictadura, se mantuvo viva en la memoria y el recuerdo de quienes le sobrevivieron. En un apartado lugar de Tenerife militantes de las fuerzas democráticas lo recordaron en el treinta aniversario de su asesinato. Era 1971, el franquismo seguía ejerciendo su poder con mano dura. Las hojas clandestinas del Frente Democrático, conservadas en el archivo de la memoria democrática de la Universidad lagunera, su espíritu era claro y conectaba con lo que ya pedía el Altavoz casi cuarenta años antes, “seríamos unos hipócritas —se dijo— si no saliéramos de aquí con la plena resolución de luchar por la unidad de todos los que combaten a la dictadura”. Hoy como ayer, en la memoria de Guillermo y tantos otros, ni un paso atrás en la unidad de las personas demócratas frente a quienes romantizan o justifican la dictadura como solución a todos los problemas.

Fuentes utilizadas

Fotos: Méndez Ascanio, Eladio (de). Op cit. y Ejército Regular




domingo, 29 de junio de 2025

Luis Jiménez de Asúa, presidente de la República, en la defensa de los obreros de Hermigua

Pocos sabrán que el penúltimo presidente de la República en el exilio tuvo un papel clave en la defensa de los acusados por los Sucesos de Hermigua. El 27 de junio de 1934 dos destacados abogados llegaron al puerto de Santa Cruz. Uno era el extremeño Juan Simeón Vidarte, el segundo, nuestro protagonista, el madrileño Luis Jiménez de Asúa.

Ambos militantes socialistas tuvieron un papel muy activo en la defensa de algunos de los procesos judiciales que amenazaban a activistas sociales, sindicales y políticos durante la II República. Igual que ahora, la judicatura y el ejército no simpatizaba con los valores más avanzados de su tiempo político, aprovechando para aplicar con mano dura normas que venían de tiempos pasados.

En este caso, Vidarte y Asúa llegaban para defender a los trabajadores acusados por los llamados Sucesos de Hermigua, que no sabrían que años después Luis Jiménez, se convertiría en presidente de las Cortes y más tarde, desde enero de 1962 hasta 1970, presidente de la II República en el exilio. Los destacados abogados canarios, José Carlos Schwartz Hernández, José Arozena Paredes, Benigno Mascareño, Luis Rodríguez Figueroa, Aurelio Ballester y Sebastián Castro Díaz, con similares valores ideológicos que los anteriores, completaban una defensa.

Asúa había nacido en 1889 y desde joven destacó como estudiante brillante. En la Dictadura de Primo de Rivera ya había mostrado una posición muy crítica con el régimen, ejerciendo un papel en la defensa de figuras como Miguel de Unamuno, que provocó su destierro a las Islas Chafarinas.

Jiménez de Asúa había visitado Canarias antes, concretamente en junio de 1925, donde cuando se dirigía a Buenos Aires pasó unas horas en Tenerife. En 1930 volvería a pisar las Islas, esta vez por Gran Canaria, donde fue nombrado miembro de honor de la Asociación de Periodistas de la Isla. Con la llegada de la II República su figura sería destacada, tanto en la redacción de la nueva Constitución como en su labor política.

El 22 de marzo de 1933 el pueblo de Hermigua vivió un momento de gran tensión social y política. La crisis social y económica había pegado con fuerza en la Isla, dejando cientos de desempleados. La Federación Obrera llamó a la Huelga General por los incumplimientos de los caciques locales, que trataron de hacer uso de los miembros de la Guardia Civil local para romperla, y la violencia se desató. Dos guardias civiles quedaron sin vida, igual que uno de los huelguistas. La respuesta de las autoridades fue contundente, generando un proceso judicial que venía cargado de posibles sentencias de muerte.

Listado de presos publicado por En Marcha

Hasta el verano de 1934 más de tres decenas de vecinos y vecinas de Hermigua permanecían en prisión a la espera de un juicio que sería sonado. José Carlos Schwartz Hernández, José Arozena Paredes, Benigno Mascareño, Luis Rodríguez Figueroa, Luis Jiménez de Asúa, Juan Simeón Vidarte Franco, Aurelio Ballester y Sebastián Castro Díaz ejercerán de abogados de la defensa.

La llegada de los dos afamados juristas generó la respuesta de los medios conservadores, como Gaceta de Tenerife, que le dedicaron a Asúa calificativos muy crudos, como “ditirambo aburguesado, perfumado y versallesco”, además de ser defensor de antiespañoles y separatistas.

A su llegada le esperaban en el muelle destacados representantes del Partido Socialista y curiosos que querían conocer a esta destacada figura republicana. Dedicarán dos días a consultar el expediente y preparar la defensa, pero también aprovecharán la visita a Tenerife para participar en diversos eventos sociales y culturales, además de una visita al Teide. Según edición de La Prensa del 28 de junio de 1934 “el domingo, a las seis de la tarde, la Agrupación Socialista tinerfeña les obsequiará con un vino de honor en el Palace Hotel, y el mismo día, por la noche, dará el señor Jiménez de Asúa una conferencia en el Teatro Guimerá”. La charla, organizada por las Juventudes Socialistas, tuvo gran éxito, estando centrada en el tema "Terrorismo y pena capital". El ponente fue claro y rotundo en su crítica contra la pena de muerte, recordando que “es la antigua Ley de Talión "ojo por ojo, diente por diente, sangre por sangre, vida por vida", principio que no puede mantenerse hoy porque su rigidez le hace inadaptable a las características de nuestra época, estando equivocados los que hacen de esta Ley una pena terminante”.

El 29 de junio de 1934 el Cuartel de San Carlos de Santa Cruz de Tenerife acogió el inicio del juicio. El Ministerio público había pedido veintiuna penas de muerte. A Jiménez de Asúa le tocó defender a cuatro de ellas, Juan Darias Brito, Serafín Casanova, Francisco Martín y Manuel Mendoza. Sus intervenciones fueron de las más sonadas, donde, aprovechado su papel en la defensa de los campesinos de Castilblanco, donde también abordó el papel de la masa y psicología multitudinaria como base para su defensa.

Homenaje a Asúa (1) y Vidarte (2) en el Hotel Palace de Santa Cruz. Se identifica a Emiliano Díaz Castro (3) a Nicolás Mingorance (detrás de Díaz Castro) y a Fernando Delgado Herrera (detrás de Asúa)

A las once de la noche del domingo 8 de julio se dictaron las sentencias. Cinco hombres eran condenados a muerte. De los defendidos por Asúa, solo Francisco Martín Negrín entró en este grupo, mientras que Serafín Casanova lo sería a doce años, por su parte, Manuel Mendoza y Juan Darias quedaron absueltos. El abogado madrileño se alegraría de la amnistía que traería a los acusados la victoria del Frente Popular en 1936, y posiblemente nunca supo que uno de sus defendidos, Francisco Martín, sería asesinado por los golpistas poco después, junto a doce vecinos más de Hermigua.

Luis Jiménez sabía que el franquismo vendría cargado de sangre. Ya en marzo de 1936 sobrevivió de milagro a un atentado falangista, que le costó la vida a un escolta. En ese momento seguía siendo diputado, vicepresidente de la comisión ejecutiva socialista. Tras el inicio de la Guerra Civil intervino como mediador con las potencias extranjeras, tratando de impedir el apoyo alemán e italiano a Franco, llegando a ser representante de la República ante la Sociedad de Naciones.

Con la derrota llegaron los años de exilio y el horror de saber el destino de muchos amigos y familiares. En Argentina, en 1941, recibió por la prensa la sentencia que los tribunales franquistas había emitido contra él y otras destacadas figuras. El país que le acogería aprovechó su formación, le permitió ejercer de profesor y trabajar en la elaboración de estudios jurídicos avanzado. En ese largo exilio mantuvo vivos sus ideales, ocupando el puesto de presidente de las Cortes republicanas en el exilio y posteriormente la presidencia, que dejó a raíz de su muerte en 1970 en la capital de Argentina. Su féretro, adornado por una bandera republicana, fue enterrado en el cementerio porteño de La Chacarita. Allí permanecieron sus restos hasta 1991. Hoy, probablemente pocos habitantes de Hermigua sabrán que su pueblo fue ayudado por uno de los últimos presidentes de la República.

Procesados por los Sucesos de Hermigua. Colección ABG Fotos Antiguas de Tenerife

Fuentes utilizadas

  • Martínez Cánovas, Gonzalo G. Luis Jiménez de Asúa. El penalista de la retaguardia imposible. Tesis Doctoral de la Universidad de Alicante. 2020

  • Gaceta de Tenerife. 13 de junio de 1925. p1

  • La Prensa. 17 de junio de 1930. p5

  • La Prensa. 28 de junio de 1934. p8

  • Gaceta de Tenerife. 1 de julio de 1934. p2

  • La Prensa. 1 de julio de 1934. p2

  • La Prensa. 3 de julio de 1934. p1

  • La Prensa. 6 de julio de 1934 p1

  • La Prensa. 7 de julio de 1934 p2

  • Rebelión. 7 de julio de 1934

  • Pueblo. 30 de septiembre de 1941 p4

  • Ascanio Gómez, Rubens. La venganza contra los gomeros protagonistas de los Sucesos de Hermigua: https://latadelgofio.blogspot.com/2024/06/la-cruel-venganza-contra-los-sucesos-de.html


lunes, 16 de junio de 2025

La aculturación del mundo guanche y el pleito de los naturales

Rendición de los menceyes en el fresco del Ayuntamiento de La Laguna
En 1587 los regidores del Cabildo tinerfeño, Cristóbal Trujillo de la Coba y Gaspar Yanes Delgado, trataron de acabar con la tradición de que los descendientes de los guanches llevaran las andas de la virgen de Candelaria en el día de su festividad. Esto generó casi de motín en un territorio donde los descendientes de la población precolonial eran mayoría, más aún cuando estos insultan a los naturales llamándolos “guanches de baja suerte”. Posiblemente no esperaban que esos guanches les volvieran a ganar la batalla.

Después de casi un siglo de ataques, esclavitud y un proceso de aculturación rápido y duro, cambiando de religión, olvidando su lengua y modificando sus costumbres. En esa sociedad nueva, reivindicarse guanche o descendiente de guanche no era nada fácil, más bien al contrario. Llama la atención como uno de los pocos privilegios de los descendientes de guanches les hiciera tener que identificarse como tales y pelear por sus derechos ante la jurisdicción real.

Pedro Hernández, Francisco Fernández, Juan Fernández, Luis Rodríguez, el capitán Pedro Rodríguez, Salvador González, Alonso Rodríguez, Juan Rodríguez, Diego Díaz de Vera, Antón Sánchez, Andrés Hernández, Rodrigo Martín, Lázaro Sánchez, Hernando de Ibaute y demás consortes serán los descendientes de guanches que encabecen este proceso, que además lograron ganar. A estos de Candelaria se unieron otros de Adeje y Daute, que se sentían parte de esa tradición y legado.

Cueva de San Blas o Achbinicó
La colonización había sido eficaz en sus métodos, copiándose algunos de ellos en la expansión española por las nuevas tierras americanas. La virgen de Candelaria fue un instrumento eficaz, convirtiéndose rápidamente en una figura asociada a la religiosidad guanche. Desde el siglo XIV algunos franciscanos habían empezado su labor en Canarias, en el caso de Tenerife, en la costa del menceyato de Güímar. La imagen religiosa tuvo un impacto cultural importante entre los guanches, ya que según diversas crónicas recibió el nombre de Achmayex guayaxerax, achoron achaman” (“la madre del sustentador del cielo y la tierra”). La figura fue llevada a una cueva con un valor especial, muy posiblemente con uso religioso previo, Achbinico.

No era la primera vez que elementos cristianos se ubicaban en espacios con valor religioso previo. En Gran Canaria tenemos el caso de las iglesias cueva de Villa de Nicolás y Arguineguín, en El Hierro se usó la cueva que según muchas memorias era la del sagrado Aranfaibo, primer templo de la Diócesis Nivariense en la Isla. Otros ejemplos fueron las vírgenes halladas en pinos de tamaño o características excepcionales, como en Gran Canaria o La Palma, “pinos santos” donde “casualmente” aparecían imágenes, la cueva de la virgen de Tijarafe o incluso la ermita de la virgen de Guadalupe en La Gomera, sobre antiguos restos precoloniales. En México o en Perú vivieron la misma práctica, una y otra vez, con el mismo éxito final, sacar del espacio los viejos valores y creencias, para ser sustituidos por otros.

El pleito de los naturales se alargó en el tiempo. Las nuevas élites coloniales sabían que el espacio religioso era poderoso y querían tener el honor de formar parte de una de las principales festividades. La pelea por mantener este derecho se mantuvo viva en el tiempo.  Los documentos plasman como “en contorno de redondo de la dicha isla suelen ir todos los naturales, porque es fiesta suya e la imagen les paresció a ellos, mucho tiempo antes que christianos ganasen la dicha isla”. La justicia se impuso. Sus argumentos lograron que finalmente ganaran este derecho, que, curiosamente, en el fondo plasmaban la forma en la que las creencias ajenas habían arraigado en ellos mismos.

 

Fuentes utilizadas

Baucells Mesa, Sergio. El “pleito de los naturales” y la asimilación guanche: de la identidad étnica a la identidad de clase. Revista de Historia Canaria Nº196. 2014 pp139-159

Baucells Mesa, Sergio. Aculturación y etnicidad. El proceso de interacción entre guanches y europeos (Siglos XIV-XVI). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna. 2013.

Gómez Gómez. Miguel Ángel. Reflexiones en torno al “pleito de los naturales”. Cliocanarias. n.º 2. 2020. La Laguna.  pp. 251-300

Hernández Gómez, CM et al. (1996a): “Las Cuevas de Achbinicó (Candelaria, Tenerife): un Proyecto de Arqueología Prehistórica e Histórica”. El Museo Canario nº LI. Las Palmas de Gran Canaria, pp. 29-58

Tejera Gaspar, Antonio. La religión de los gomeros: (Ritos, mitos y leyendas). Cabildo Insular de La Gomera. 1996.

Martín González, Miguel A. La cosmogonía indígena se oculta en los orígenes de la Virgen de Candelaria de Tijarafe: https://www.eldiario.es/canariasahora/lapalmaahora/lapalmaopina/cosmogonia-indigena-virgen-candelaria-tijarafe_132_1965060.html

Barrios García, José. Los sistemas astrolátricos de Tenerife, La Gomera y Gran Canaria en los siglos XIV-XV. Bierehite 2019 | nº 2 | pp. 175-218


domingo, 8 de junio de 2025

El proceso contra el maestro lanzaroteño, Domingo Barreto Barreto

Domingo Barreto, el maestro de la escuela de Tiagua en Lanzarote, no pudo empezar el curso escolar 1936-1937 con su alumnado, aunque que sí volvieron fueron los crucifijos a las paredes de los colegios. Esta fue una de las primeras medidas del nuevo régimen, junto a la de encarcelar profesorado y cerrar centros educativos. Este maestro fue parte de ese 26% del profesorado de la Isla de los volcanes depurado por los franquistas. La semilla que dejó la etapa republicana en materia educativa era clara, entre 1930 y 1940 Lanzarote había pasado de un 71% de analfabetismo a un 58% (1). Los seis años de la República habían traído una gran expansión de escuelas, llevando la educación a muchos lugares que hasta ese momento no podían acceder.

El joven conejero, nacido en Máguez en 1910, se crió en una familia conservadora, pero con los libros y la prensa conoció un mundo nuevo que le hizo querer ser maestro e interesarse por la política. A sus veintidós años la prensa publicaba su nombramiento como profesor interino de la Escuela Nacional de Gallegos, en Barlovento, La Palma (2). Domingo militaba en esa época en la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, ligada a la UGT.

En abril de 1935 estaba nuevamente en su Isla, donde regentó como dijimos la escuela de Tiagua, en la que atendía a los más pequeños, pero también a dieciocho adultos (3), que querían romper con siglos de analfabetismo. Le tocó vivir en un momento de intenso debate político y social. En el proceso al que se le sometió durante la dictadura dicen que los domingos acudía a su casa natal en Máguez “para visitar a sus padres, con que sostenía frecuentes disgustos por su ideología política, y siempre estaba reunido con el elemento obrero” (4). En la declaración a la que se le obliga asegura “que no perteneció al Partido socialista ni a ningún otro del llamado Frente Popular ni hizo propaganda en favor de los mismos” (5). A pesar de sus declaraciones, las autoridades franquistas del Ayuntamiento de Haría decían de él que “... pertenecía al partido socialista. En las tertulias o reuniones con sus amistades demostró interesarse por dicho partido, pero no tomó parte en los mitin de propaganda pública” (6).

Lanzarote era una Isla que vivió la etapa de la II República en una periferia de la periferia, sin grandes conflictos o alborotos. La mayoría de la población insular estaba marcada por el control caciquil de siglos y una escasa sensibilidad política, con una reducida clase obrera. La mayoría de la población votaba por los partidos de las derechas. Así, en febrero de 1936, las candidaturas de izquierdas lograron sus mejores resultados con 1126 votos, frente a los 4862 de las derechas (7). Uno de los votos a las izquierdas fue de Barreto, que en las elecciones de ese mes, tal y como denunciaban los franquistas, “fue un elemento que votó por un tal Pestaña, único voto que este logró en este pueblo. Su único defecto era burlarse de todos los partidos políticos, tanto de derechas como los mismos de izquierdas” (8).

El cura, José Fajardo, elaboró el 17 de marzo de 1937 un informe que pesará en su procesamiento. En él dice que “es recalcitrante antirreligioso y anticlerical, hasta haciendo sus propagandas entre otros hombres de pocos conocimientos para discurrir por lo pronto se sabe que antes y después del movimiento ha manifestado públicamente que no ha enseñado, ni enseña, ni enseñará a sus alumnos la Religión católica pues es contrario acérrimo a ello”. Además aseguraba que “en Tiagua defendía mucho las doctrinas y beneficios de la política del Frente Popular” (9). El Comandante del puesto de la Guardia Civil de Teguise incide más en esta idea, al decir que “en la escuela que él regentaba, no enseñaría la religión católica a sus discípulos, de lo que era contrario” (10). La defensa de la laicidad no era algo menor y los franquistas lo tenían claro.

Parece que en las elecciones de febrero de 1936, Domingo hizo público su apoyo al Partido Sindicalista, dirigido por el anarquista Ángel Pestaña, escindido de la CNT que defendía el comunismo libertario. El comandante de la Guardia Civil de Haría aseguró en su informe que “antes de votar, mostraba con alarde, la candidatura en la que borró el nombre de todos los candidatos y escribió el del sindicalista Ángel Pestaña” (11).

Ángel Pestaña, candidato del Partido Sindical
Tras el 18 de julio la represión contra los perfiles políticos y sociales se desató. Los maestros y maestras fueron un colectivo que en muchos lugares apartados estuvieron especialmente señalados. Juan Rodríguez Doreste comentó en su obra dedicada a los años que sufrió prisión en el penal de Gando que en ciertas tareas forzadas, “la masa mayor la proporcionaban los maestros de escuela, que en toda la nación militaron resueltamente en su mayoría en los partidos republicanos”, afirmando que para sus guardianes en la prisión “eran intelectuales simplemente todos los que sabían leer y escribir” (12). Domingo Barreto no se había significado especialmente, no tenía una visibilidad política o un cargo, a pesar de ello fue apartado de sus labores como maestro casi desde el minuto uno, siendo “suspendido de empleo y sueldo por pertenecer a la Sociedad Obrera de la Enseñanza” (13).

Los datos históricos ya estudiados señalan la atención que los golpistas dieron a la enseñanza, al pedirse informes sobre ideas políticas de los maestros. En una Isla con escasas tensiones políticas durante la II República, como Lanzarote, “se detiene a los maestros Domingo Barreto Barreto y Antonio Guadalupe Verde y son depurados un total de trece maestros” (14). El anuncio de su detención apareció en el periódico de Falange, que decía que el 15 de diciembre de 1936, habían sido “puestos a disposición de la Autoridad Militar: Domingo Barreto Barreto, Félix Pérez Camacho, Carlos Maderos Grapina. Manuel Pérez Hernández, Juan Betancor Peña, Alberto Martin Espinosa, Manuel Betancor Caraballo , Guillermo Toledo Ducheman, José Pérez Suárez, Marcial Tejera de León, Saturnino Manuel Ojeda, Dionisio Cardona Pérez, Manuel de Armas Santana, Manuel Jorge Monzón, Francisco Pérez González y José González Santos” (15).

Penal de Gando
Según el expediente de responsabilidades políticas, fue trasladado primero al Campo de Concentración de la Isleta y más tarde al lazareto de Gando, en Gran Canaria, tras interceptar un telegrama a un amigo de Las Palmas de Gran Canaria en el que decía “No mandes temas, difícil resolución”, que se interpretó como una posible operación contraria a los golpistas. Así, se dice de él que es “supuesto complicado, quizás como director, de un movimiento revolucionario contra el Nacional, que, al parecer, se pensaba llevar a efecto en esta Isla el pasado diciembre, en combinación con otro en Las Palmas” (16). Según el investigador, Rafael Feo, el sentido del telegrama era mucho más sencillo, solo indicaba “que no podía estudiar por correspondencia, preparaba en esos momentos la oposición al cuerpo de Maestros” (17).

Juan Rodríguez Doreste recuerda la escasa presencia de población de Lanzarote en Gando, que considera “se debía a un ambiente de convivencia y tolerancia; no fueron nunca tensas ni violentas las contiendas sociales”. Recordó al maestro de Tiagua en sus memorias, donde dice que entre los presos conejeros “recuerdo de modo especial a Manuel Betancor, a Pedro Ramírez, a Felipe Pérez Camacho, ex-Presidente del Cabildo, a Domingo Barreto y a Domingo Lasso, comerciante de Arrecife y excelente compañero” (18).

La falta de acusaciones concretas contra Domingo hicieron que fuera liberado, aunque se hizo para trasladarlo “al Ejército de Operaciones de la Península, y en la 1ª Línea. Como su padre, por tener tres hijos, podía desmovilizar uno de los tres, aptó (sic) por el indicado, el cual se encuentra en Magues (sic), en casa de su padre” (19). Una vez liberado y tras su paso por la guerra, la vida de Domingo había sufrido un auténtico terremoto. Se le había apartado del oficio que amaba y ya no podía participar de ninguna actividad política. Las autoridades franquistas no dudan al decir que en la casa de sus padres en Máguez permaneció “una vida de retraimiento en su casa” (20).

No contentos con meterle el miedo en el cuerpo, en octubre de 1939 la dictadura inicia el Expediente de Responsabilidades Políticas contra él y 30 de mayo de 1940 se notifica públicamente que se le inhabilitaba para ejercer de maestro (21). Además de eso se aplicó contra él una alta sanción, cifrada en 500 pesetas (22). En esos mismos años contrajo matrimonio con Bárbara Romero, naciendo poco después sus dos hijas: Matilde (Tita) y Candelaria (Lala), que también desarrollaron su carrera en el mundo del magisterio (23).

A pesar de todo lo vivido, no pudieron doblegar a Domingo por completo. Su amor por la enseñanza pervivió. Trató de mantenerse activo dando clases particulares, hasta que curiosamente, un cura llamado Enrique Dorta, decidió llamarlo en los años cincuenta, para ser uno de los profesores del Centro de Enseñanzas Medias que se denominó “La Academia”, donde daba asignaturas de cultura general. En 1952 el Consejo Provincial de Educación Nacional hace oficial su plaza de maestro en Máguez (24). Posteriormente sería nombrado Maestro Titular en Arguineguín (Gran Canaria), luego pidió traslado a Las Palmas capital donde residía, pasando por varios colegios, y “donde permaneció hasta su jubilación en el año 1980” (25). Cuatro años después de terminar su agitada vida profesional, moría en la capital Gran Canaria (26), dejando tras de sí varias generaciones de un alumnado que se acercó a la educación gracias a este represaliado.


Fuentes utilizadas

  1. Ferrer, Mario. La II República en Lanzarote y Fuerteventura: https://www.diariodelanzarote.com/noticia/la-ii-rep%C3%BAblica-en-lanzarote-y-fuerteventura

  2. Gaceta de Tenerife. 8 de octubre de 1932. p7

  3. Hernández Delgado, Francisco. Pregón de las fiestas de Tiagua de 2011.

  4. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de Francisco Pérez Martínez, Comandante del Puesto de la Guardia Civil en Haría. 19 de abril de 1937. AHPLP

  5. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Declaración de Domingo Barreto del 16 de noviembre de 1936.AHLP.

  6. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. 14 de octubre de 1939. Informe de la Alcaldía de Haría. AHLP.

  7. Ferrer, Mario. Op cit

  8. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe del jefe local de Falange en Haría. 16 de julio de 1939. AHLP.

  9. Negrín Fajardo, Olegario. La posición del clero de la Provincia de Las Palmas ante la represión del magisterio durante la Guerra Civil y la primera etapa del franquismo. XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana. 2008. p362

  10. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de David Rojo García, comandante del puesto de la Guardia Civil de Teguise. 22 de abril de 1937. AHLP.

  11. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de Francisco Pérez Martínez, Comandante del Puesto de la Guardia Civil en Haría. 19 de abril de 1937. AHPLP

  12. Rodríguez Doreste, Juan. Cuadros del Penal, Memorias de un tiempo de confusión. Las Palmas de Gran Canaria. 1978. p28

  13. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de Francisco Pérez Martínez, comandante del puesto de la Guardia Civil de Haría. 19 de abril de 1937. AHLP.

  14. ALCARAZ ABELLÁN, José, ANAYA HERNÁNDEZ, Luis Alberto, MILLARES CANTERO, Sergio, ORIHUELA SUÁREZ, Alexis y SUÁREZ BOSA, Miguel: 'La represión política en Lanzarote y Fuerteventura durante la Guerra Civil (1936-1939)', en II Jornadas de Historia de Lanzarote y Fuerteventura, Tomo I, Cabildo Insular de Lanzarote, Arrecife, 1990, pág. 153-154.

  15. Falange. 16 de diciembre de 1936. p6

  16. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Ficha informativa de Falange. AHLP

  17. Feo Feo, Rafael. Retazos de la historia de Haría. Memoria histórica de Haría (LII) (VI): https://rafaelfeofeo.blogspot.com/2011/05/haria.html

  18. Rodríguez Doreste, Juan. Op cit. p155

  19. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe del Jefe de Falange de Haría. 26 de octubre de 1938. AHLP

  20. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de la Alcaldía de Haría. 27 de octubre de 1938. AHLP

  21. Escuela Azul. 30 de mayo de 1940. p6

  22. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Francisco Pallás Martinez, presidente Junta Responsabilidades. AHLP

  23. Torres, Óscar y Perdomo, Jesús. Domingo Barreto Barreto (Maestro). Historias de Máguez: https://historiademaguez.wordpress.com/2018/08/31/domingo-barreto-barreto-maestro/

  24. La Provincia. 2 de septiembre de 1952. p4

  25. Torres, Óscar y Perdomo, Jesús. Op cit

  26. Barreto Viñoly, Gregrorio. Hijos ilustres de Haría. Lancelot. 22 de junio de 1985. p28


domingo, 1 de junio de 2025

El debate entre lo público y lo laico a cuenta de las banderas de Nelson en Santa Cruz de Tenerife

Había caras de alegría ese 30 de mayo de 1936. Tras dos décadas de debates se cumplía una vieja demanda republicana, que las banderas de Nelson se llevaran al museo municipal de Santa Cruz de Tenerife.

La II República quiso lograr una mayor separación entre la Iglesia y el Estado. Diversos momentos cargados de simbolismo se dieron en esos cinco años y movieron una encendida resistencia de los sectores más conservadores. Ese mes los concejales del Frente Popular en la capital lograban que las banderas de la expedición bélica de Horacio Nelson pasaran de estar colgadas como exvotos en la iglesia de La Concepción a ser conservadas a un espacio público.

Esa alegría se volvió horror a partir de julio de 1936. Las fuerzas conservadoras fueron de la mano del Obispado de Tenerife para devolver con brutalidad lo que consideraron una afrenta. En el mes de agosto de 1939, el informe del párroco de la Concepción, Luis María de Eguiraun Corcura, colaboró activamente en el expediente de responsabilidades políticas abierto por la dictadura. En su escrito señaló que los concejales “Francisco González Trujillo y Nicolás Mingorance Pérez -como puede verse en el acta del Ayuntamiento de esta capital, de 14 de mayo de 1936- molestaron positivamente a la Iglesia laborando en pro de la incautación de bienes que legítimamente poseía esta Parroquia” (1). No olvidarían fácilmente que casi pierden su poder y los ingresos que le daban los visitantes extranjeros que acudían a la parroquia gracias a las viejas enseñas.

Y es que mucho dieron de sí estas banderas incautadas a los atacantes británicos que trataron de tomar Tenerife el 25 de julio de 1797. Eran un símbolo de una victoria a una de las principales potencias del planeta y su valor simbólico era enorme en una sociedad marcada por demasiadas crisis y derrotas. A lo largo de más de un siglo las banderas se mantuvieron colgadas y eran un punto habitual que atraía visitantes extranjeros. En 1850 el alcalde de la ciudad, José Librero, cedió una de ellas al Museo Naval de Madrid, generándose posteriormente un proceso de reclamación, ante la intención del centro madrileño de no devolverlas (2).

En los primeros años del siglo XX las ideas sobre dónde debían ubicarse estas banderas fueron tomando fuerza. En 1912 ya había un debate público sobre la ubicación y conservación de las mismas. El medio conservador, muy ligado a la Iglesia católica, Gaceta de Tenerife criticaba desde sus páginas la posibilidad de trasladar esos elementos y manifestaba que lo que “no transigimos, ni en principio siquiera, es con que puedan salir de la Iglesia las banderas que recuerdan tan glorioso triunfo” (3). Los sectores republicanos y progresistas de la ciudad llevaban tiempo demandando una mejor ubicación de estas enseñas, que no generara un deterioro o una pérdida de las mismas y ese debate había llegado al salón de plenos chicharrero.

En 1914 una mayoría del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ya planteaba conservar esos elementos en el Museo municipal. La respuesta de la jerarquía eclesiástica fue inmediata, trasladándose ante el pleno “una comunicación del Párroco de la Concepción manifestando que no puede entregar las banderas de Nelson” (3) sin la autorización del Obispo. El republicano palmero, concejal del Ayuntamiento capitalino, Mario Arozena, fue una de las primeras voces políticas en solicitar en el salón de plenos el traslado de las banderas al Museo (4), idea que apoyaron otros ediles. Esa propuesta se dilató en el tiempo por el escaso interés del Gobierno civil y el Cabildo en la materia, que no puso el menor reparo a la hora de proteger los intereses de la Iglesia.

En este proceso intervino el exalcalde conservador, Anselmo de Miranda, que había interpuesto un recurso contra la propuesta de traslado, a pesar de que en 1893 había reconocido el riesgo que corrían las banderas en su ubicación (5).

La prensa más tradicionalista tomó un papel muy activo en esta polémica, llegando a encargar un informe jurídico sobre el derecho de la Iglesia a conservar esos elementos. En un tono abiertamente militante afirmaban que “Si alguien puede alegar ese derecho son los bravos soldados que las compraron al precio de su sangre; pero el Ayuntamiento nunca, porque aún en el caso de que tuvieran los señores concejales el valor necesario para ponerse ante los cañones ingleses, que lo dudamos (…) mal podrán demostrarlo cuando estaban todavía en la nada” (6). Uno de sus argumentos era que en esa época no se había creado todavía el Ayuntamiento de Santa Cruz, con lo que estos bienes no pertenecía a Santa Cruz, algo que hizo que el Ayuntamiento de La Laguna se interesara por la posibilidad de que las banderas les pertenecieran, al ser el espacio municipal que existía en 1797 (7). La respuesta de los medios republicanos fue igualmente contundente, es el caso de la Voz de Tenerife, que responde al “papel clerical” afirmando que “la parroquia de la Concepción carece de fundamento alguno para retener en su poderío que no conquistara ni adquiriera con sangre frailuna ni con el dinero de las benditas ánimas del purgatorio” (8).

La labor de demanda del traslado de las insignias británicas siguió saliendo en la prensa en los siguientes años, siendo uno de los portavoces de esa demanda el abogado y concejal republicano, Andrés Orozco, que llegaría a la alcaldía en 1922.

Con la proclamación de la II República la polémica sobre la ubicación y conservación de las banderas se retoma en la prensa y en el salón de plenos municipal. El semanario de izquierdas Proa decía en 1932 que “nos parece que esas banderas deben ser sacadas de aquel lugar para trasladarlas al Museo, que, tan majo nos lo están poniendo” (9). El 30 de diciembre del mismo año La Prensa publicó un extenso texto de Teodoro de Anasagasti, miembro de la Academia de las Bellas Artes de San Fernando, en el que alerta del riesgo de conservación de las banderas y explica que al visitar la iglesia, “hicimos notar —no en balde hemos andado en estos trotes profesionales, y el señor cura asintió ante la observación— aquellas banderas pueden desaparecer en un fuego el día que menos se espere” (10). Las palabras del experto tuvieron eco en la alcaldía, que días después de su publicación mostró su preocupación por las malas condiciones de seguridad y donde “intervinieron los señores Calzadilla, Fernaud, García Martín y Ramírez Vizcaya, se acordó que el alcalde se dirija al Obispo de la Diócesis, exponiéndole el deseo del Ayuntamiento, en el sentido de que dichos trofeos sean entregados al Municipio” (11).

En febrero de 1933 el debate vuelve al pleno donde se plantea la necesidad de mejorar el museo municipal e incluso crear un museo provincial donde estos elementos patrimoniales pudieran ser parte de la exposición. En ese debate se “...aprobó una propuesta del señor Ramírez Vizcaya, para gestionar de la Superioridad se dé carácter provincial al actual Museo, creando una sección arqueológica, en la que se podrían conservar dichos trofeos” (12). A pesar de lo manifestado, poco o nada se avanzó en esta materia, al menos hasta que el Frente Popular logró una mayoría suficiente en febrero de 1936.

Con la alcaldía de José Carlos Schwartz, en la sesión del 14 de mayo, “el secretario dio lectura a un oficio de la Junta Insular de Turismo, en el que dice que a propuesta del señor Martín Albertos acordó aquella entidad interesar del Ayuntamiento sean trasladadas al Museo las banderas de Nelson”. En la misma sesión el concejal Francisco González Trujillo, ya mencionado, llegó a expresar que “esas banderas fueron arrebatadas a Nelson, y nosotros se la arrebataremos al cura de la Concepción. Yo estoy dispuesto a ir a buscarlas”(13). Como veremos ahora no quedaron en el olvido de los golpistas esas frases.

Los sectores reaccionarios quisieron convertir acciones como esta en su caballo de batalla ideológica. La situación había desembocado incluso en el uso de la Parroquia de la Concepción como sede de reuniones de grupos que ya preparaban el golpe militar. Así lo expresó en el salón de plenos el concejal socialista, Pedro García Cabrera, que, ante el debate sobre la asistencia de un notario al acto de entrega de las enseñas, afirmó con ironía que “está conforme conque vaya un notario, pero para dar fe de las reuniones fascistas que se celebran en la citada iglesia, alentadas por personas que quieren alzarse contra el Poder civil” (14).

La entrega de las banderas no estuvo exenta de polémica. Según Gaceta de Tenerife, a las cuatro de la tarde del 30 de mayo “los señores González Trujillo, Mingorance, Alonso Rodríguez, el secretario del Ayuntamiento señor Fumagallo. y el encargado del Museo municipal, señor Tarquis, se trasladaron a la parroquia de La Concepción paira incautarse de las dos banderas inglesas y las dos españolas depositadas en la misma desde el año 1797 y trasladarlas al Museo municipal” (15). Como vemos, el acto fue tan significado que el diputado y periodista, Elfidio Alonso Rodríguez, quiso estar presente en el mismo. El traslado al Museo no finalizó el proceso, ya que en el mes de junio se pidieron fondos para dotarse de unas vitrinas más adecuadas y mejorar la posibilidad de conocer estos elementos (16).

Las nuevas autoridades franquistas no dejaron pasar este suceso. Algunos de los protagonistas centrales del traslado de las banderas fueron detenidos. Francisco González Trujillo ingresó en la Prisión Provincial el 23 de julio de 1936, donde permaneció hasta el día 8 de agosto, cuando por una enfermedad grave pasó a detención domiciliaria, siendo detenido nuevamente el 17 de marzo de 1937 y puesto en libertad en los primeros meses de 1939. En su expediente pesaron dos sucesos, además de su pertencia a la Logia Añaza. Uno, su denuncia contra las actitudes de Franco en la jornada del primero de mayo de 1936, y el segundo el traslado de las banderas de Nelson (17). A Nicolás Mingorance lo detuvieron también, ordenando su deportación a Villacisneros en agosto de ese año.

Informe del Párroco de La Concepción en el expediente de Responsabilidades Políticas 64/1939
Seis meses duró la permanencia en el espacio laico de estas antiguas banderas. En noviembre de 1936 el coronel golpista, Teódulo González Peral, nombrado jefe de Estado Mayor de la Comandancia General de Canarias, anunció que retornarían al templo capitalino, “de donde nunca debieron salir por "respeto a la voluntad" de los que tan gloriosamente las conquistaron” (18). Se quería hacer coincidir este acontecimiento con la visita de la Virgen de Candelaria, añadiendo otro elemento simbólico al mismo.

La dictadura dio pie a un nuevo periodo donde la Iglesia vuelve a acoger estos bienes, situación que apenas varió en más de medio siglo. En esta suma de décadas solo dos fechas rompieron la dinámica, una en enero de 1977, cuando un grupo del MPAIAC las sacó de la iglesia como parte de una acción de propaganda, y la segunda en 1988, cuando el pleno de Santa Cruz tomó acuerdo de ratificación por el que se decidió el traslado “temporal” de las insignias al Museo Militar de Almeyda (19), donde permanecen desde esa fecha en mejores condiciones de conservación.

Este episodio marcó una época donde el debate entre lo público y lo privado, lo laico y lo religioso estaba más que vivo. Los símbolos sumaban para los sectores tradicionales y también para aquellos que cuestionaban en viejo orden político y social. Hoy, aunque sea por la puerta de atrás y quitando ese elemento de laicidad, las banderas se conservan en un espacio museístico, aunque mucho se podría hablar de su mantenimiento y correcta contextualización. Más vale tarde que nunca.


Fuentes consultadas

  1. Informe del párroco Luis María de Eguiraun Corcura de 2 de septiembre de 1939. Expediente proceso de Responsabilidades Políticas número 64/1939. AHPLP.

  2. Padrino Barrera, José Manuel. Los exvotos en Tenerife. Vestigios materiales como expresión de lo prodigioso (y III). Revista de Historia Canaria, nº198 año 2016 pp 47-48

  3. Gaceta de Tenerife. 27 de julio de 1912. p1

  4. El Progreso. 6 de febrero de 1914. p2

  5. El Progreso. 5 de mayo de 1914. p1

  6. Gaceta de Tenerife. 11 de mayo de 1915. p1

  7. La Opinión. 4 de junio de 1915. p2

  8. La Voz de Tenerife. 18 de mayo de 1915. p1

  9. Proa. 6 de febrero de 1932. p3

  10. La Prensa. 30 de diciembre de 1932. p1

  11. La Prensa. 5 de enero de 1933. p5

  12. La Prensa. 2 de febrero de 1933. p5

  13. La Prensa. 15 de mayo de 1936. p1

  14. La Prensa. 28 de mayo de 1936. p1

  15. Gaceta de Tenerife. 31 de mayo de 1936. p5

  16. La Prensa. 11 de junio de 1936. p1

  17. Expediente proceso de Responsabilidades Políticas número 64/1939. AHPLP.

  18. La Prensa. 10 de noviembre de 1936. p7

  19. AMSCT. Libro de actas del 22 de abril a 16 de septiembre de 1988. Pleno 17 de junio de 1988. punto 31. pp 64 y 64bis