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Nelson Mandela, 91 años de revolución.


Me gusta poder admirar a un líder africano, un líder que cuando nació en una cabaña de un pequeño pueblo allá por el 18 de julio 1918 pocos podrían pensar que se iba a convertir en uno de los líderes mundiales más queridos y respetados por personas de las más diversas tendencias políticas. Mandela tuvo la “mala fortuna” de nacer negro en un País donde el sistema colonial había impuesto una férrea diferenciación y segregación racial lo que no le impidió luchar activamente contra ese sistema.
La situación política que vivió Sudáfrica hasta la presidencia de Mandela se ha convertido en un ejemplo mundial de racismo institucional, llamado Apartheid. En esa situación injusta e indecente una minoría de blancos descendientes de europeos dominaba todas las facetas de un país con gran mayoría de población negra y con importantes comunidades procedentes del subcontinente indio. Con la subida en 1948 al poder del Partido Nacionalista de Sudáfrica el Apartheid toma carta de naturaleza y se convierte en ley que dejará a millones de sudafricanos negros e inmigrantes de la India-Pakistán casi sin derechos.
Nelson Mandela fue sensible desde un primer momento a estas leyes injustas y participó en las campañas de desobediencia civil que se desarrollaron durante la década de los cincuenta y que le costó sus primeras entradas en la cárcel. En los sesenta, ante la actitud del gobierno blanco que desoía cualquier crítica a sus leyes raciales, ayuda en la creación del Congreso Nacional Africano y de la resistencia armada a la opresión política blanca.
Sin duda lo que convierte a Mandela en un icono político a nivel planetario es su detención en el año 1962 que le convirtió durante 27 años en el preso político más conocido del mundo. En el trascurso de su juicio Mandela dijo:
“Durante toda mi vida me he dedicado a esta lucha del pueblo africano. He peleado contra la dominación blanca, y he peleado contra la dominación negra. He buscado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que todas las personas vivan juntas en armonía e igualdad de oportunidades. Es un ideal que espero poder vivir para ver realizado. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy preparado para morir”.
Por suerte no tuvo que entregar su muerte a la causa. En esos años de prisión, detrás de una reja se convirtió en la persona más influyente de la política sudafricana liderando el Congreso Nacional Africano. Esta organización política que gracias a la imparable movilización popular y a la fuerte presión internacional logra finalmente acabar con el Apartheid.
Nelson Mandela sale de la cárcel en 1990 con una sonrisa que el sistema nunca le logró arrebatar y en cuestión cuatro años pasa de ser el preso 466/64 a convertirse en el primer presidente negro del país y premio Nobel de la Paz (casi cuarenta años después de recibir el Premio Lenin de la Paz que se ve que rea más políticamente incorrecto).
A sus 91 años el expresidentes sudafricano sigue siendo un ejemplo viviente para millones de personas en el mundo, ha intentado restaurar las heridas de décadas de segregación, ha fomentado la unidad de los habitantes de Sudáfrica independientemente de su color de piel y a hecho notables avances sociales. Tal vez para algunos eso no valga demasiado y dirán que podría haber hecho mucho más, sin embargo ser capaz de tomar las riendas de un país con poblaciones enfrentadas sangrientamente, mantener la paz y lograr perdonar a los causantes de tantas muertes (por ambos bandos) me parece notable y digno de admiración. También lo es que sea uno de los escasos líderes africanos que son conocidos y respetados a nivel mundial, ya que otros, como Patrice Lumumba, no tuvieron tanta suerte, esa es una de las grandes desgracias de un continente lleno de líderes olvidados y gobernada tantas veces por líderes olvidables.
Feliz cumpleaños Mandela

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