En abril de 1929 América e Inocencio se habían casado en la iglesia de La Concepción, en Santa Cruz de Tenerife. Los dos formaban parte activa de de las Juventudes Libertarias, en un momento en el que la CNT era el espacio sindical que más simpatías generaba entre la clase trabajadora de la capital tinerfeña.
América e Inocencio vivían en La Cuesta, en La Laguna. En septiembre de 1934 había estallado una gran huelga agrícola en el Valle de La Orotava. Los dos jóvenes anarquistas fueron algunos de los encargados de las tareas de solidaridad , acogiendo a los hijos de las familias que pasaban penurias por la situación de la huelga. El 24 de septiembre fueron parte de quienes recogieron a los pequeños que, tal y como informaba el periódico El Socialista “llegaron a esta capital taxis y autobuses conduciendo numerosos niños, hijos de huelguistas. Pararon en el local del Sindicato de Tabaqueros, donde se congregó numeroso público”.
La II República vivía un momento de especial tensión. Las elecciones de 1933 habían dado una mayoría liderada por las fuerzas conservadoras, que miraban a la Alemania nazi y a la Italia de Mussolini como referentes válidos. Su labor se centró en tratar de desmontar parte de los avances logrados en los años anteriores y poner coto a las reivindicaciones obreras. La tensión política, sumada a los coletazos de la crisis económica global, incrementaron las tensiones sociales. Las organizaciones de la izquierda trataron de afrontar la situación, generando acciones de protesta, huelgas e intentos revolucionarios.
América e Inocencio eran un objetivo para las autoridades. Ella había crecido en una de las ciudadelas de Santa Cruz, en la de la Calle San Martín, donde residía su familia y muchas amistades. Su ejemplo era peligroso. No solamente habían apoyado las movilizaciones del poderoso sector tabaquero y respaldado la huelga de La Orotava pese a las prohibiciones, América también presidía las Juventudes Libertarias. Poco antes de su detención, el capitán Salcedo, responsable de las fuerzas de seguridad, había ordenado notificar a Inocencio, calificándolo como “mejor amigo” y “auxiliar de confianza” de Manuel Pérez, uno de los dirigentes más destacados de la CNT, tal y como menciona en sus propias memorias. A través de él le querían comunicar una orden de destierro contra el líder cenetista, que estaba escondido en la capital a raíz de las huelgas de ese verano.
El atraco era una oportunidad perfecta de manchar la imagen de la CNT y de algunas de sus caras más molestas. Su instrumento fue un limpiabotas, un joven implicado en delitos menores de hurto, llamado José Álvarez Yumar de solo 19 años de edad. En la madrugada del 9 de octubre de 1934 la Guardia Civil irrumpió en la casa de América e Inocencio, habían sido señalados, junto a otros compañeros de la CNT. Las imágenes de los detenidos los muestran abatidos y con lo que parecen señales de tortura. El testimonio de Yumar les acusaba de estar detrás atraco y las autoridades no dudaron en decir que “los dirigentes de este asunto son anarquistas. A todos ellos se les encontraron carnets de las Juventudes Libertarias y cartas que demuestran que tenían relaciones con significados anarquistas de la Península” (La Prensa 12 de octubre de 1934).
Las autoridades franquistas habían optado por detenciones y torturas masivas. Las palizas dieron lugar a que muchos destacados líderes sociales acabaran autoinculpados de todo mal sucedido en los últimos años en Tenerife. El atraco de Gracia fue objeto de una nueva resolución, esta vez sumarísima, donde se aseguraba que todo fue planeado en el local de la CNT, implicando a Horacio de Paz Martín, que estaba en Madrid al estallar el Golpe y a Florencio Afonso, un joven que murió al arrojarse desde el Palacio de Justicia, no se sabe si obligado o tratando de huir de las torturas. También se señalaba a José Afonso, Rafael Pérez Rosa "El Pisón", albañil de La Laguna, Feliciano Pérez Jiménez y Luis Díaz García, de Los Baldíos.
América e Inocencio, estaban sentenciados, aunque no fueran culpables. Sus cuerpos posiblemente fueron arrojados al mar, como tantos otros. En los lugares donde quedaron sus amigos y familiares solo quedaron susurros y un miedo que se coló hasta los huesos, que incluso cuarenta años después de la dictadura todavía sobrevive en algunos casos, entre los que prefieren el olvido al recuerdo. Ayer se recordó el día de las víctimas de las desapariciones forzadas, por desgracia pocos se acordarían de ellos.
Fuentes utilizadas
Rivas García, Ramiro. La Guerra Civil en Tenerife (1936-1939). Tesis Doctoral de la Universidad de La Laguna. 2015. p298
González Pérez, Teresa. Mujeres republicanas y represión en Canarias (1936-1939). XIV Coloquio de Historia Canario Americana. 2000. p8
García Luis, Ricardo (2008): El Pozo. 55 artículos sobre la Guerra Civil en Canarias (mayo, 1995-febrero, 1997). Ediciones Idea, pp.135-141
Studer Villazán, Luana. Voces silenciadas. La represión franquista sobre las mujeres en La Laguna. Le Canarien ediciones. La Laguna. 2023 pp120-121
Pérez, Manuel. 30 años de lucha. Mi actuación como militante de la CNT y anarquista español. Asociación Isaac Puente. Pp 416-417
El Socialista. 25 de septiembre de 1934. p1
La Prensa. 19 de abril de 1929. p5
Gaceta de Tenerife. 4 de marzo de 1932 p2
La Prensa. 12 de octubre de 1934. p7
Hoy. 13 de octubre de 1934. p8
Hoy. 16 de octubre de 1934. p8
Gaceta de Tenerife. 16 de octubre de 1934. p7
La Prensa. 19 de octubre de 1934. p2
La Prensa. 31 de octubre de 1934. p8
Ahora. 11 de octubre de 1935. p24
El Heraldo de Madrid. 15 de octubre de 1935. p13
La Prensa. 19 de diciembre de 1935. p4
Gaceta de Tenerife. 13 de octubre de 1936. p4
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