Ayer
se cumplieron setenta y cinco años de la salida clandestina de El
Telémaco, un motovelero con capacidad para treinta personas en el
que se hacinaron 170 hombres y una mujer, en su mayoría gomeros. No
era el primero ni el último de los barcos clandestinos que salieron
de Canarias, principalmente entre 1948 y 1951. Se calcula que unas
veinte mil personas nacidas en el Archipiélago lograron alcanzar las
costas americanas de esa manera. Antes de esa fase, apenas un
centenar de canarios habían logrado salir de las Islas, la mayoría
rumbo a las costas del continente africano por la persecución
política del franquismo. El nuevo régimen había prohibido la
salida de población desde 1938, a pesar del hambre y las penurias
que se vivía, cobrando apenas cinco pesetas diarias por jornadas de
más de doce horas de trabajo.

Según
el libro de Néstor Rodríguez Martín sobre esta emigración
clandestina, el Paulino fue el primero de estos barcos en tratar de
marchar a Venezuela, en una fecha tan temprana como 1937, aunque
fueron atrapados por la armada española. En 1946 sería el turno de
El Emilio, que salió de La Palma con catorce, la mayoría
represaliados políticos de la Isla. La importancia del fenómeno
generó preocupación por las autoridades franquistas y por las
venezolanas, al ser el punto central donde los emigrados quería
recalar. El primero con un número significativo de emigrantes fue el
San Miguel, que atravesó el océano con 97 hombres que abarrotaban
una goleta de 21 metros de eslora, que al llegar a La Guaira fue
recibida con las notas del Himno de Riego. Tanto la prensa franquista
como la de los republicanos en el exilio dieron cuenta de las
noticias de la salida de cientos de canarios rumbo a Venezuela. Es el
caso del Pepito, un barco llegado a la Guayana Británica el 7 de
enero de 1949, que “durante los últimos diez días han carecido de
agua potable a bordo y solo disponían de unas pocas galletas por
todo alimento”. Las autoridades de la colonia británica, a pesar
de haber luchado hasta hacía poco contra los gobiernos fascistas,
solo les dieron 24 horas para partir rumbo a Venezuela.

La
situación llegó a un punto que hasta el periódico de Falange, en
su edición del 29 de junio de 1949, recogió declaraciones del
Gobernador Civil de Las Palmas, José García Hernández, en las que
advertía en contra de estos viajes que “con relativa frecuencia”
salían de las costas canarias, asegurando que los que participaban
en ellos “carentes de la garantía que proporciona la documentación
preceptiva, el trato de "emigrantes clandestinos", y en
consecuencia los concentran en lugares de trabajo, alejados de
núcleos urbanos, donde, en estrecha vigilancia han de vivir en forma
distinta de la que esperaban”. Al mismo tiempo la prensa del
régimen anunciaba los procesamientos contra los implicados en este
tipo de viajes, las penas de cárcel y multas, que no desanimaban a
nadie de realizar el viaje a pesar de su alto coste y del riesgo.
Mi
abuelo, Benjamín Ascanio, fue uno de esos emigrantes clandestinos.
Fue uno de los de El Telémaco que se quiso jugar la vida por lograr
una libertad que no tenía en su tierra. Cinco años antes había
sido detenido por repartir panfletos que pedían libertad y
democracia, su hermano mayor estaba en el exilio y había visto como
a muchos de sus primos los habían matado o vivían en el exilio. En
1981 contó su experiencia personal de esos angustiosos 43 días de
navegación en el Diario de Avisos, apenas sin agua y comida. Me
gustaría destacar algunos extractos de sus recuerdos:
Al
cabo de más o menos una semana se empezó a racionar el agua,
tomando solo la cuarta parte de una leche condensada dos veces al
día, montándose guardia junto al barril para que no se cometieran
abusos: “Hubo momentos en los que la sed llegó a ser tremenda,
concretamente yo llegué a perder 11 kilos”...”llegué a tomar
gofio con agua salada porqué, equivocadamente, creía que era mejor
que la deshidratación y no hacíamos sino bañarnos continuamente
para apagar la sed”.

El
27 de agosto se encontraron con El Campante, un petrolero español
capitaneado por José Muñoz de Bustillo, que había participado en
la Guerra del bando franquista. Mi abuelo dice: “les pedimos una
carta de navegación, libro de faro, agua, petróleo, etcétera. No
nos dejaron atracar junto a su barco, no arriaron ni siquiera un bote
para acercarnos lo que nos daban, lo echaron al mar. Un barril de
petróleo, dos barriquitas de agua, una lata de aceite, arroz, fue lo
que tuvimos que recoger, tirándonos en pleno Caribe al mar. Es
decir, solo cumplieron con las normas estrictas de ayuda en
navegación. Tenían la idea de que todos éramos comunistas,
huidos”. Ese trato inhumano dejó una huella en la memoria de
muchos de los participantes de esa expedición.
El
17 de septiembre llegaron a La Guaira, de ese momento dice “nada
más llegar la policía preguntó que quién había traído y a mí
me pusieron en una lista de la tripulación y aunque intentamos
desmentirlo después de varias veces no nos creyeron. Total que los
pasajeros fueron trasladados a la Isla de Orchilla y más tarde se
instalaron en Caracas. La tripulación y yo, que supuestamente
pertenecía a ella, estuvimos durante un mes en la cárcel modelo de
Caracas. Al cabo de un tiempo fuimos repatriados”.
Otro
de los migrantes, José Chinea, recordó años después su
experiencia en La Orchilla. Decía: “Allí había que comer en la
costa: lapas, burgados, pescado… Así escapamos. No nos tenían
encerrados. Es que no hacía falta que nos vigilaran; no había por
donde escapar. Dormíamos donde ponían al ganado, en el suelo y
sobre paja. A parte, una vez en semana venía un barco a traernos
comida. No estábamos sólo los del Telémaco. Había canarios de
otros barcos que habían llegado poco antes que nosotros. Seríamos
más de trescientos o cuatrocientos de todas las Islas”.
En
la memoria emborronada de la Canarias actual se alzan voces contra
los migrantes, los pobres, que como nuestros padres y abuelos,
trataron de jugarse la vida por un futuro de libertad y de mejora. La
misma semana donde es noticia que trabajadores de vacaciones en la
playa se lanzan a “capturar” jóvenes migrantes llegados de
África, en un espectáculo de racismo vergonzoso, conviene recordar
aun con más fuerza aniversarios como este.
Fuentes
utilizadas
Martín Rodríguez, Nestor. La
emigración clandestina de la provincia de Santa Cruz de Tenerife a
Venezuela en los años 40 y 50. Aula de Cultura de Tenerife. 1988.
Marrero, José, García Luis, Ricardo y
Croissier, Lorenzo. Así se hicieron a la mar. El Telémaco. Santa
Cruz de Tenerife. 1989
Emigración gomera a Venezuela:
https://gomeraverde.es/archive/64162/emigracion-gomera-a-venezuela-recuerdos-del-telemaco
Diario de Avisos 31 de marzo 1981 p42
Solidaridad
Obrera. 26 de mayo de 1950. p2
Imperio.
16 de diciembre de 1949. p1
Pueblo.
15 de diciembre de 1949. p2
7
fechas : el periódico de toda la semana. 19 de abril de 1955.
p5
Falange.
29 de junio de 1949. p2
Falange.
13 de noviembre de 1949. p2
Falange.
29 de marzo de 1950. p6
Solidaridad
Obrera. 17 de diciembre de 1949. p1
Comentarios