lunes, 16 de junio de 2025

La aculturación del mundo guanche y el pleito de los naturales

Rendición de los menceyes en el fresco del Ayuntamiento de La Laguna
En 1587 los regidores del Cabildo tinerfeño, Cristóbal Trujillo de la Coba y Gaspar Yanes Delgado, trataron de acabar con la tradición de que los descendientes de los guanches llevaran las andas de la virgen de Candelaria en el día de su festividad. Esto generó casi de motín en un territorio donde los descendientes de la población precolonial eran mayoría, más aún cuando estos insultan a los naturales llamándolos “guanches de baja suerte”. Posiblemente no esperaban que esos guanches les volvieran a ganar la batalla.

Después de casi un siglo de ataques, esclavitud y un proceso de aculturación rápido y duro, cambiando de religión, olvidando su lengua y modificando sus costumbres. En esa sociedad nueva, reivindicarse guanche o descendiente de guanche no era nada fácil, más bien al contrario. Llama la atención como uno de los pocos privilegios de los descendientes de guanches les hiciera tener que identificarse como tales y pelear por sus derechos ante la jurisdicción real.

Pedro Hernández, Francisco Fernández, Juan Fernández, Luis Rodríguez, el capitán Pedro Rodríguez, Salvador González, Alonso Rodríguez, Juan Rodríguez, Diego Díaz de Vera, Antón Sánchez, Andrés Hernández, Rodrigo Martín, Lázaro Sánchez, Hernando de Ibaute y demás consortes serán los descendientes de guanches que encabecen este proceso, que además lograron ganar. A estos de Candelaria se unieron otros de Adeje y Daute, que se sentían parte de esa tradición y legado.

Cueva de San Blas o Achbinicó
La colonización había sido eficaz en sus métodos, copiándose algunos de ellos en la expansión española por las nuevas tierras americanas. La virgen de Candelaria fue un instrumento eficaz, convirtiéndose rápidamente en una figura asociada a la religiosidad guanche. Desde el siglo XIV algunos franciscanos habían empezado su labor en Canarias, en el caso de Tenerife, en la costa del menceyato de Güímar. La imagen religiosa tuvo un impacto cultural importante entre los guanches, ya que según diversas crónicas recibió el nombre de Achmayex guayaxerax, achoron achaman” (“la madre del sustentador del cielo y la tierra”). La figura fue llevada a una cueva con un valor especial, muy posiblemente con uso religioso previo, Achbinico.

No era la primera vez que elementos cristianos se ubicaban en espacios con valor religioso previo. En Gran Canaria tenemos el caso de las iglesias cueva de Villa de Nicolás y Arguineguín, en El Hierro se usó la cueva que según muchas memorias era la del sagrado Aranfaibo, primer templo de la Diócesis Nivariense en la Isla. Otros ejemplos fueron las vírgenes halladas en pinos de tamaño o características excepcionales, como en Gran Canaria o La Palma, “pinos santos” donde “casualmente” aparecían imágenes, la cueva de la virgen de Tijarafe o incluso la ermita de la virgen de Guadalupe en La Gomera, sobre antiguos restos precoloniales. En México o en Perú vivieron la misma práctica, una y otra vez, con el mismo éxito final, sacar del espacio los viejos valores y creencias, para ser sustituidos por otros.

El pleito de los naturales se alargó en el tiempo. Las nuevas élites coloniales sabían que el espacio religioso era poderoso y querían tener el honor de formar parte de una de las principales festividades. La pelea por mantener este derecho se mantuvo viva en el tiempo.  Los documentos plasman como “en contorno de redondo de la dicha isla suelen ir todos los naturales, porque es fiesta suya e la imagen les paresció a ellos, mucho tiempo antes que christianos ganasen la dicha isla”. La justicia se impuso. Sus argumentos lograron que finalmente ganaran este derecho, que, curiosamente, en el fondo plasmaban la forma en la que las creencias ajenas habían arraigado en ellos mismos.

 

Fuentes utilizadas

Baucells Mesa, Sergio. El “pleito de los naturales” y la asimilación guanche: de la identidad étnica a la identidad de clase. Revista de Historia Canaria Nº196. 2014 pp139-159

Baucells Mesa, Sergio. Aculturación y etnicidad. El proceso de interacción entre guanches y europeos (Siglos XIV-XVI). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna. 2013.

Gómez Gómez. Miguel Ángel. Reflexiones en torno al “pleito de los naturales”. Cliocanarias. n.º 2. 2020. La Laguna.  pp. 251-300

Hernández Gómez, CM et al. (1996a): “Las Cuevas de Achbinicó (Candelaria, Tenerife): un Proyecto de Arqueología Prehistórica e Histórica”. El Museo Canario nº LI. Las Palmas de Gran Canaria, pp. 29-58

Tejera Gaspar, Antonio. La religión de los gomeros: (Ritos, mitos y leyendas). Cabildo Insular de La Gomera. 1996.

Martín González, Miguel A. La cosmogonía indígena se oculta en los orígenes de la Virgen de Candelaria de Tijarafe: https://www.eldiario.es/canariasahora/lapalmaahora/lapalmaopina/cosmogonia-indigena-virgen-candelaria-tijarafe_132_1965060.html

Barrios García, José. Los sistemas astrolátricos de Tenerife, La Gomera y Gran Canaria en los siglos XIV-XV. Bierehite 2019 | nº 2 | pp. 175-218


domingo, 8 de junio de 2025

El proceso contra el maestro lanzaroteño, Domingo Barreto Barreto

Domingo Barreto, el maestro de la escuela de Tiagua en Lanzarote, no pudo empezar el curso escolar 1936-1937 con su alumnado, aunque que sí volvieron fueron los crucifijos a las paredes de los colegios. Esta fue una de las primeras medidas del nuevo régimen, junto a la de encarcelar profesorado y cerrar centros educativos. Este maestro fue parte de ese 26% del profesorado de la Isla de los volcanes depurado por los franquistas. La semilla que dejó la etapa republicana en materia educativa era clara, entre 1930 y 1940 Lanzarote había pasado de un 71% de analfabetismo a un 58% (1). Los seis años de la República habían traído una gran expansión de escuelas, llevando la educación a muchos lugares que hasta ese momento no podían acceder.

El joven conejero, nacido en Máguez en 1910, se crió en una familia conservadora, pero con los libros y la prensa conoció un mundo nuevo que le hizo querer ser maestro e interesarse por la política. A sus veintidós años la prensa publicaba su nombramiento como profesor interino de la Escuela Nacional de Gallegos, en Barlovento, La Palma (2). Domingo militaba en esa época en la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, ligada a la UGT.

En abril de 1935 estaba nuevamente en su Isla, donde regentó como dijimos la escuela de Tiagua, en la que atendía a los más pequeños, pero también a dieciocho adultos (3), que querían romper con siglos de analfabetismo. Le tocó vivir en un momento de intenso debate político y social. En el proceso al que se le sometió durante la dictadura dicen que los domingos acudía a su casa natal en Máguez “para visitar a sus padres, con que sostenía frecuentes disgustos por su ideología política, y siempre estaba reunido con el elemento obrero” (4). En la declaración a la que se le obliga asegura “que no perteneció al Partido socialista ni a ningún otro del llamado Frente Popular ni hizo propaganda en favor de los mismos” (5). A pesar de sus declaraciones, las autoridades franquistas del Ayuntamiento de Haría decían de él que “... pertenecía al partido socialista. En las tertulias o reuniones con sus amistades demostró interesarse por dicho partido, pero no tomó parte en los mitin de propaganda pública” (6).

Lanzarote era una Isla que vivió la etapa de la II República en una periferia de la periferia, sin grandes conflictos o alborotos. La mayoría de la población insular estaba marcada por el control caciquil de siglos y una escasa sensibilidad política, con una reducida clase obrera. La mayoría de la población votaba por los partidos de las derechas. Así, en febrero de 1936, las candidaturas de izquierdas lograron sus mejores resultados con 1126 votos, frente a los 4862 de las derechas (7). Uno de los votos a las izquierdas fue de Barreto, que en las elecciones de ese mes, tal y como denunciaban los franquistas, “fue un elemento que votó por un tal Pestaña, único voto que este logró en este pueblo. Su único defecto era burlarse de todos los partidos políticos, tanto de derechas como los mismos de izquierdas” (8).

El cura, José Fajardo, elaboró el 17 de marzo de 1937 un informe que pesará en su procesamiento. En él dice que “es recalcitrante antirreligioso y anticlerical, hasta haciendo sus propagandas entre otros hombres de pocos conocimientos para discurrir por lo pronto se sabe que antes y después del movimiento ha manifestado públicamente que no ha enseñado, ni enseña, ni enseñará a sus alumnos la Religión católica pues es contrario acérrimo a ello”. Además aseguraba que “en Tiagua defendía mucho las doctrinas y beneficios de la política del Frente Popular” (9). El Comandante del puesto de la Guardia Civil de Teguise incide más en esta idea, al decir que “en la escuela que él regentaba, no enseñaría la religión católica a sus discípulos, de lo que era contrario” (10). La defensa de la laicidad no era algo menor y los franquistas lo tenían claro.

Parece que en las elecciones de febrero de 1936, Domingo hizo público su apoyo al Partido Sindicalista, dirigido por el anarquista Ángel Pestaña, escindido de la CNT que defendía el comunismo libertario. El comandante de la Guardia Civil de Haría aseguró en su informe que “antes de votar, mostraba con alarde, la candidatura en la que borró el nombre de todos los candidatos y escribió el del sindicalista Ángel Pestaña” (11).

Ángel Pestaña, candidato del Partido Sindical
Tras el 18 de julio la represión contra los perfiles políticos y sociales se desató. Los maestros y maestras fueron un colectivo que en muchos lugares apartados estuvieron especialmente señalados. Juan Rodríguez Doreste comentó en su obra dedicada a los años que sufrió prisión en el penal de Gando que en ciertas tareas forzadas, “la masa mayor la proporcionaban los maestros de escuela, que en toda la nación militaron resueltamente en su mayoría en los partidos republicanos”, afirmando que para sus guardianes en la prisión “eran intelectuales simplemente todos los que sabían leer y escribir” (12). Domingo Barreto no se había significado especialmente, no tenía una visibilidad política o un cargo, a pesar de ello fue apartado de sus labores como maestro casi desde el minuto uno, siendo “suspendido de empleo y sueldo por pertenecer a la Sociedad Obrera de la Enseñanza” (13).

Los datos históricos ya estudiados señalan la atención que los golpistas dieron a la enseñanza, al pedirse informes sobre ideas políticas de los maestros. En una Isla con escasas tensiones políticas durante la II República, como Lanzarote, “se detiene a los maestros Domingo Barreto Barreto y Antonio Guadalupe Verde y son depurados un total de trece maestros” (14). El anuncio de su detención apareció en el periódico de Falange, que decía que el 15 de diciembre de 1936, habían sido “puestos a disposición de la Autoridad Militar: Domingo Barreto Barreto, Félix Pérez Camacho, Carlos Maderos Grapina. Manuel Pérez Hernández, Juan Betancor Peña, Alberto Martin Espinosa, Manuel Betancor Caraballo , Guillermo Toledo Ducheman, José Pérez Suárez, Marcial Tejera de León, Saturnino Manuel Ojeda, Dionisio Cardona Pérez, Manuel de Armas Santana, Manuel Jorge Monzón, Francisco Pérez González y José González Santos” (15).

Penal de Gando
Según el expediente de responsabilidades políticas, fue trasladado primero al Campo de Concentración de la Isleta y más tarde al lazareto de Gando, en Gran Canaria, tras interceptar un telegrama a un amigo de Las Palmas de Gran Canaria en el que decía “No mandes temas, difícil resolución”, que se interpretó como una posible operación contraria a los golpistas. Así, se dice de él que es “supuesto complicado, quizás como director, de un movimiento revolucionario contra el Nacional, que, al parecer, se pensaba llevar a efecto en esta Isla el pasado diciembre, en combinación con otro en Las Palmas” (16). Según el investigador, Rafael Feo, el sentido del telegrama era mucho más sencillo, solo indicaba “que no podía estudiar por correspondencia, preparaba en esos momentos la oposición al cuerpo de Maestros” (17).

Juan Rodríguez Doreste recuerda la escasa presencia de población de Lanzarote en Gando, que considera “se debía a un ambiente de convivencia y tolerancia; no fueron nunca tensas ni violentas las contiendas sociales”. Recordó al maestro de Tiagua en sus memorias, donde dice que entre los presos conejeros “recuerdo de modo especial a Manuel Betancor, a Pedro Ramírez, a Felipe Pérez Camacho, ex-Presidente del Cabildo, a Domingo Barreto y a Domingo Lasso, comerciante de Arrecife y excelente compañero” (18).

La falta de acusaciones concretas contra Domingo hicieron que fuera liberado, aunque se hizo para trasladarlo “al Ejército de Operaciones de la Península, y en la 1ª Línea. Como su padre, por tener tres hijos, podía desmovilizar uno de los tres, aptó (sic) por el indicado, el cual se encuentra en Magues (sic), en casa de su padre” (19). Una vez liberado y tras su paso por la guerra, la vida de Domingo había sufrido un auténtico terremoto. Se le había apartado del oficio que amaba y ya no podía participar de ninguna actividad política. Las autoridades franquistas no dudan al decir que en la casa de sus padres en Máguez permaneció “una vida de retraimiento en su casa” (20).

No contentos con meterle el miedo en el cuerpo, en octubre de 1939 la dictadura inicia el Expediente de Responsabilidades Políticas contra él y 30 de mayo de 1940 se notifica públicamente que se le inhabilitaba para ejercer de maestro (21). Además de eso se aplicó contra él una alta sanción, cifrada en 500 pesetas (22). En esos mismos años contrajo matrimonio con Bárbara Romero, naciendo poco después sus dos hijas: Matilde (Tita) y Candelaria (Lala), que también desarrollaron su carrera en el mundo del magisterio (23).

A pesar de todo lo vivido, no pudieron doblegar a Domingo por completo. Su amor por la enseñanza pervivió. Trató de mantenerse activo dando clases particulares, hasta que curiosamente, un cura llamado Enrique Dorta, decidió llamarlo en los años cincuenta, para ser uno de los profesores del Centro de Enseñanzas Medias que se denominó “La Academia”, donde daba asignaturas de cultura general. En 1952 el Consejo Provincial de Educación Nacional hace oficial su plaza de maestro en Máguez (24). Posteriormente sería nombrado Maestro Titular en Arguineguín (Gran Canaria), luego pidió traslado a Las Palmas capital donde residía, pasando por varios colegios, y “donde permaneció hasta su jubilación en el año 1980” (25). Cuatro años después de terminar su agitada vida profesional, moría en la capital Gran Canaria (26), dejando tras de sí varias generaciones de un alumnado que se acercó a la educación gracias a este represaliado.


Fuentes utilizadas

  1. Ferrer, Mario. La II República en Lanzarote y Fuerteventura: https://www.diariodelanzarote.com/noticia/la-ii-rep%C3%BAblica-en-lanzarote-y-fuerteventura

  2. Gaceta de Tenerife. 8 de octubre de 1932. p7

  3. Hernández Delgado, Francisco. Pregón de las fiestas de Tiagua de 2011.

  4. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de Francisco Pérez Martínez, Comandante del Puesto de la Guardia Civil en Haría. 19 de abril de 1937. AHPLP

  5. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Declaración de Domingo Barreto del 16 de noviembre de 1936.AHLP.

  6. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. 14 de octubre de 1939. Informe de la Alcaldía de Haría. AHLP.

  7. Ferrer, Mario. Op cit

  8. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe del jefe local de Falange en Haría. 16 de julio de 1939. AHLP.

  9. Negrín Fajardo, Olegario. La posición del clero de la Provincia de Las Palmas ante la represión del magisterio durante la Guerra Civil y la primera etapa del franquismo. XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana. 2008. p362

  10. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de David Rojo García, comandante del puesto de la Guardia Civil de Teguise. 22 de abril de 1937. AHLP.

  11. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de Francisco Pérez Martínez, Comandante del Puesto de la Guardia Civil en Haría. 19 de abril de 1937. AHPLP

  12. Rodríguez Doreste, Juan. Cuadros del Penal, Memorias de un tiempo de confusión. Las Palmas de Gran Canaria. 1978. p28

  13. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de Francisco Pérez Martínez, comandante del puesto de la Guardia Civil de Haría. 19 de abril de 1937. AHLP.

  14. ALCARAZ ABELLÁN, José, ANAYA HERNÁNDEZ, Luis Alberto, MILLARES CANTERO, Sergio, ORIHUELA SUÁREZ, Alexis y SUÁREZ BOSA, Miguel: 'La represión política en Lanzarote y Fuerteventura durante la Guerra Civil (1936-1939)', en II Jornadas de Historia de Lanzarote y Fuerteventura, Tomo I, Cabildo Insular de Lanzarote, Arrecife, 1990, pág. 153-154.

  15. Falange. 16 de diciembre de 1936. p6

  16. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Ficha informativa de Falange. AHLP

  17. Feo Feo, Rafael. Retazos de la historia de Haría. Memoria histórica de Haría (LII) (VI): https://rafaelfeofeo.blogspot.com/2011/05/haria.html

  18. Rodríguez Doreste, Juan. Op cit. p155

  19. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe del Jefe de Falange de Haría. 26 de octubre de 1938. AHLP

  20. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Informe de la Alcaldía de Haría. 27 de octubre de 1938. AHLP

  21. Escuela Azul. 30 de mayo de 1940. p6

  22. Expediente del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, número 255. Francisco Pallás Martinez, presidente Junta Responsabilidades. AHLP

  23. Torres, Óscar y Perdomo, Jesús. Domingo Barreto Barreto (Maestro). Historias de Máguez: https://historiademaguez.wordpress.com/2018/08/31/domingo-barreto-barreto-maestro/

  24. La Provincia. 2 de septiembre de 1952. p4

  25. Torres, Óscar y Perdomo, Jesús. Op cit

  26. Barreto Viñoly, Gregrorio. Hijos ilustres de Haría. Lancelot. 22 de junio de 1985. p28


domingo, 1 de junio de 2025

El debate entre lo público y lo laico a cuenta de las banderas de Nelson en Santa Cruz de Tenerife

Había caras de alegría ese 30 de mayo de 1936. Tras dos décadas de debates se cumplía una vieja demanda republicana, que las banderas de Nelson se llevaran al museo municipal de Santa Cruz de Tenerife.

La II República quiso lograr una mayor separación entre la Iglesia y el Estado. Diversos momentos cargados de simbolismo se dieron en esos cinco años y movieron una encendida resistencia de los sectores más conservadores. Ese mes los concejales del Frente Popular en la capital lograban que las banderas de la expedición bélica de Horacio Nelson pasaran de estar colgadas como exvotos en la iglesia de La Concepción a ser conservadas a un espacio público.

Esa alegría se volvió horror a partir de julio de 1936. Las fuerzas conservadoras fueron de la mano del Obispado de Tenerife para devolver con brutalidad lo que consideraron una afrenta. En el mes de agosto de 1939, el informe del párroco de la Concepción, Luis María de Eguiraun Corcura, colaboró activamente en el expediente de responsabilidades políticas abierto por la dictadura. En su escrito señaló que los concejales “Francisco González Trujillo y Nicolás Mingorance Pérez -como puede verse en el acta del Ayuntamiento de esta capital, de 14 de mayo de 1936- molestaron positivamente a la Iglesia laborando en pro de la incautación de bienes que legítimamente poseía esta Parroquia” (1). No olvidarían fácilmente que casi pierden su poder y los ingresos que le daban los visitantes extranjeros que acudían a la parroquia gracias a las viejas enseñas.

Y es que mucho dieron de sí estas banderas incautadas a los atacantes británicos que trataron de tomar Tenerife el 25 de julio de 1797. Eran un símbolo de una victoria a una de las principales potencias del planeta y su valor simbólico era enorme en una sociedad marcada por demasiadas crisis y derrotas. A lo largo de más de un siglo las banderas se mantuvieron colgadas y eran un punto habitual que atraía visitantes extranjeros. En 1850 el alcalde de la ciudad, José Librero, cedió una de ellas al Museo Naval de Madrid, generándose posteriormente un proceso de reclamación, ante la intención del centro madrileño de no devolverlas (2).

En los primeros años del siglo XX las ideas sobre dónde debían ubicarse estas banderas fueron tomando fuerza. En 1912 ya había un debate público sobre la ubicación y conservación de las mismas. El medio conservador, muy ligado a la Iglesia católica, Gaceta de Tenerife criticaba desde sus páginas la posibilidad de trasladar esos elementos y manifestaba que lo que “no transigimos, ni en principio siquiera, es con que puedan salir de la Iglesia las banderas que recuerdan tan glorioso triunfo” (3). Los sectores republicanos y progresistas de la ciudad llevaban tiempo demandando una mejor ubicación de estas enseñas, que no generara un deterioro o una pérdida de las mismas y ese debate había llegado al salón de plenos chicharrero.

En 1914 una mayoría del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ya planteaba conservar esos elementos en el Museo municipal. La respuesta de la jerarquía eclesiástica fue inmediata, trasladándose ante el pleno “una comunicación del Párroco de la Concepción manifestando que no puede entregar las banderas de Nelson” (3) sin la autorización del Obispo. El republicano palmero, concejal del Ayuntamiento capitalino, Mario Arozena, fue una de las primeras voces políticas en solicitar en el salón de plenos el traslado de las banderas al Museo (4), idea que apoyaron otros ediles. Esa propuesta se dilató en el tiempo por el escaso interés del Gobierno civil y el Cabildo en la materia, que no puso el menor reparo a la hora de proteger los intereses de la Iglesia.

En este proceso intervino el exalcalde conservador, Anselmo de Miranda, que había interpuesto un recurso contra la propuesta de traslado, a pesar de que en 1893 había reconocido el riesgo que corrían las banderas en su ubicación (5).

La prensa más tradicionalista tomó un papel muy activo en esta polémica, llegando a encargar un informe jurídico sobre el derecho de la Iglesia a conservar esos elementos. En un tono abiertamente militante afirmaban que “Si alguien puede alegar ese derecho son los bravos soldados que las compraron al precio de su sangre; pero el Ayuntamiento nunca, porque aún en el caso de que tuvieran los señores concejales el valor necesario para ponerse ante los cañones ingleses, que lo dudamos (…) mal podrán demostrarlo cuando estaban todavía en la nada” (6). Uno de sus argumentos era que en esa época no se había creado todavía el Ayuntamiento de Santa Cruz, con lo que estos bienes no pertenecía a Santa Cruz, algo que hizo que el Ayuntamiento de La Laguna se interesara por la posibilidad de que las banderas les pertenecieran, al ser el espacio municipal que existía en 1797 (7). La respuesta de los medios republicanos fue igualmente contundente, es el caso de la Voz de Tenerife, que responde al “papel clerical” afirmando que “la parroquia de la Concepción carece de fundamento alguno para retener en su poderío que no conquistara ni adquiriera con sangre frailuna ni con el dinero de las benditas ánimas del purgatorio” (8).

La labor de demanda del traslado de las insignias británicas siguió saliendo en la prensa en los siguientes años, siendo uno de los portavoces de esa demanda el abogado y concejal republicano, Andrés Orozco, que llegaría a la alcaldía en 1922.

Con la proclamación de la II República la polémica sobre la ubicación y conservación de las banderas se retoma en la prensa y en el salón de plenos municipal. El semanario de izquierdas Proa decía en 1932 que “nos parece que esas banderas deben ser sacadas de aquel lugar para trasladarlas al Museo, que, tan majo nos lo están poniendo” (9). El 30 de diciembre del mismo año La Prensa publicó un extenso texto de Teodoro de Anasagasti, miembro de la Academia de las Bellas Artes de San Fernando, en el que alerta del riesgo de conservación de las banderas y explica que al visitar la iglesia, “hicimos notar —no en balde hemos andado en estos trotes profesionales, y el señor cura asintió ante la observación— aquellas banderas pueden desaparecer en un fuego el día que menos se espere” (10). Las palabras del experto tuvieron eco en la alcaldía, que días después de su publicación mostró su preocupación por las malas condiciones de seguridad y donde “intervinieron los señores Calzadilla, Fernaud, García Martín y Ramírez Vizcaya, se acordó que el alcalde se dirija al Obispo de la Diócesis, exponiéndole el deseo del Ayuntamiento, en el sentido de que dichos trofeos sean entregados al Municipio” (11).

En febrero de 1933 el debate vuelve al pleno donde se plantea la necesidad de mejorar el museo municipal e incluso crear un museo provincial donde estos elementos patrimoniales pudieran ser parte de la exposición. En ese debate se “...aprobó una propuesta del señor Ramírez Vizcaya, para gestionar de la Superioridad se dé carácter provincial al actual Museo, creando una sección arqueológica, en la que se podrían conservar dichos trofeos” (12). A pesar de lo manifestado, poco o nada se avanzó en esta materia, al menos hasta que el Frente Popular logró una mayoría suficiente en febrero de 1936.

Con la alcaldía de José Carlos Schwartz, en la sesión del 14 de mayo, “el secretario dio lectura a un oficio de la Junta Insular de Turismo, en el que dice que a propuesta del señor Martín Albertos acordó aquella entidad interesar del Ayuntamiento sean trasladadas al Museo las banderas de Nelson”. En la misma sesión el concejal Francisco González Trujillo, ya mencionado, llegó a expresar que “esas banderas fueron arrebatadas a Nelson, y nosotros se la arrebataremos al cura de la Concepción. Yo estoy dispuesto a ir a buscarlas”(13). Como veremos ahora no quedaron en el olvido de los golpistas esas frases.

Los sectores reaccionarios quisieron convertir acciones como esta en su caballo de batalla ideológica. La situación había desembocado incluso en el uso de la Parroquia de la Concepción como sede de reuniones de grupos que ya preparaban el golpe militar. Así lo expresó en el salón de plenos el concejal socialista, Pedro García Cabrera, que, ante el debate sobre la asistencia de un notario al acto de entrega de las enseñas, afirmó con ironía que “está conforme conque vaya un notario, pero para dar fe de las reuniones fascistas que se celebran en la citada iglesia, alentadas por personas que quieren alzarse contra el Poder civil” (14).

La entrega de las banderas no estuvo exenta de polémica. Según Gaceta de Tenerife, a las cuatro de la tarde del 30 de mayo “los señores González Trujillo, Mingorance, Alonso Rodríguez, el secretario del Ayuntamiento señor Fumagallo. y el encargado del Museo municipal, señor Tarquis, se trasladaron a la parroquia de La Concepción paira incautarse de las dos banderas inglesas y las dos españolas depositadas en la misma desde el año 1797 y trasladarlas al Museo municipal” (15). Como vemos, el acto fue tan significado que el diputado y periodista, Elfidio Alonso Rodríguez, quiso estar presente en el mismo. El traslado al Museo no finalizó el proceso, ya que en el mes de junio se pidieron fondos para dotarse de unas vitrinas más adecuadas y mejorar la posibilidad de conocer estos elementos (16).

Las nuevas autoridades franquistas no dejaron pasar este suceso. Algunos de los protagonistas centrales del traslado de las banderas fueron detenidos. Francisco González Trujillo ingresó en la Prisión Provincial el 23 de julio de 1936, donde permaneció hasta el día 8 de agosto, cuando por una enfermedad grave pasó a detención domiciliaria, siendo detenido nuevamente el 17 de marzo de 1937 y puesto en libertad en los primeros meses de 1939. En su expediente pesaron dos sucesos, además de su pertencia a la Logia Añaza. Uno, su denuncia contra las actitudes de Franco en la jornada del primero de mayo de 1936, y el segundo el traslado de las banderas de Nelson (17). A Nicolás Mingorance lo detuvieron también, ordenando su deportación a Villacisneros en agosto de ese año.

Informe del Párroco de La Concepción en el expediente de Responsabilidades Políticas 64/1939
Seis meses duró la permanencia en el espacio laico de estas antiguas banderas. En noviembre de 1936 el coronel golpista, Teódulo González Peral, nombrado jefe de Estado Mayor de la Comandancia General de Canarias, anunció que retornarían al templo capitalino, “de donde nunca debieron salir por "respeto a la voluntad" de los que tan gloriosamente las conquistaron” (18). Se quería hacer coincidir este acontecimiento con la visita de la Virgen de Candelaria, añadiendo otro elemento simbólico al mismo.

La dictadura dio pie a un nuevo periodo donde la Iglesia vuelve a acoger estos bienes, situación que apenas varió en más de medio siglo. En esta suma de décadas solo dos fechas rompieron la dinámica, una en enero de 1977, cuando un grupo del MPAIAC las sacó de la iglesia como parte de una acción de propaganda, y la segunda en 1988, cuando el pleno de Santa Cruz tomó acuerdo de ratificación por el que se decidió el traslado “temporal” de las insignias al Museo Militar de Almeyda (19), donde permanecen desde esa fecha en mejores condiciones de conservación.

Este episodio marcó una época donde el debate entre lo público y lo privado, lo laico y lo religioso estaba más que vivo. Los símbolos sumaban para los sectores tradicionales y también para aquellos que cuestionaban en viejo orden político y social. Hoy, aunque sea por la puerta de atrás y quitando ese elemento de laicidad, las banderas se conservan en un espacio museístico, aunque mucho se podría hablar de su mantenimiento y correcta contextualización. Más vale tarde que nunca.


Fuentes consultadas

  1. Informe del párroco Luis María de Eguiraun Corcura de 2 de septiembre de 1939. Expediente proceso de Responsabilidades Políticas número 64/1939. AHPLP.

  2. Padrino Barrera, José Manuel. Los exvotos en Tenerife. Vestigios materiales como expresión de lo prodigioso (y III). Revista de Historia Canaria, nº198 año 2016 pp 47-48

  3. Gaceta de Tenerife. 27 de julio de 1912. p1

  4. El Progreso. 6 de febrero de 1914. p2

  5. El Progreso. 5 de mayo de 1914. p1

  6. Gaceta de Tenerife. 11 de mayo de 1915. p1

  7. La Opinión. 4 de junio de 1915. p2

  8. La Voz de Tenerife. 18 de mayo de 1915. p1

  9. Proa. 6 de febrero de 1932. p3

  10. La Prensa. 30 de diciembre de 1932. p1

  11. La Prensa. 5 de enero de 1933. p5

  12. La Prensa. 2 de febrero de 1933. p5

  13. La Prensa. 15 de mayo de 1936. p1

  14. La Prensa. 28 de mayo de 1936. p1

  15. Gaceta de Tenerife. 31 de mayo de 1936. p5

  16. La Prensa. 11 de junio de 1936. p1

  17. Expediente proceso de Responsabilidades Políticas número 64/1939. AHPLP.

  18. La Prensa. 10 de noviembre de 1936. p7

  19. AMSCT. Libro de actas del 22 de abril a 16 de septiembre de 1988. Pleno 17 de junio de 1988. punto 31. pp 64 y 64bis



domingo, 25 de mayo de 2025

La crisis de vivienda en las capitales Canarias y la Liga de Inquilinos

La crisis de la vivienda no es algo nuevo, hace más de cien años que las grandes capitales canarias vienen sufriendo esa mezcla explosiva de una alta demanda de casas y una escasa oferta, sumada a la especulación. Esa realidad, repetida en otros muchos lugares, generó la creación de espacios de defensa de las personas inquilinas, caso de la Liga de Inquilinos.

Los datos indican que, solo en la capital tinerfeña, entre 1920 y 1950 la población urbana se duplicó, con la llegada masiva de personas de municipios agrícolas y de otras Islas (1). La urbanización poco controlada y en manos de pocas personas multiplicó fenómenos como las ciudadelas y las infraviviendas, además de disparar los precios de los alquileres. Esta realidad, sumada a la crisis generada al finalizar la Primera Guerra Mundial y los efectos colaterales de la del 1929, acentuó las respuestas organizadas ante esta situación. Esos pasos marcaron avances y tomas de conciencia claves de esa etapa de transición, entre el final de la monarquía, los cambios republicanos y la posterior dictadura.

En la segunda mitad del siglo XIX Karl Marx definía en sus escritos el efecto de “las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la afluencia repentina de la población hacia las grandes ciudades; es el alza formidable de los alquileres, una mayor aglomeración de inquilinos en cada casa y, para algunos, la imposibilidad total de encontrar albergue”. En esos años se empezaron a configurar sociedades y ligas de inquilinos en diversos puntos urbanos del planeta. En 1913 la Liga de Inquilinos de París tomó gran relevancia, años antes ya habían surgido movimientos de este tipo en polos obreros como Barcelona, Valencia, Bilbao o Baracaldo... (2).

En Canarias, poco antes de la Dictadura de Primo de Rivera, se organizaron las primeras Ligas de Inquilinos. En diciembre de 1922 se impulsó la creación de la primera asociación de este tipo, que daría inicio en Las Palmas de Gran Canaria. Según sus propias palabras lo haría enfocada en las demandas de la clase media, “...visto que la vivienda está siendo objeto de agio escandaloso, igual que lo ha sido y lo es el aumento humano” (3). En marzo de 1923 celebró la primera reunión de su directiva con “importantes acuerdos encaminados a evitar y corregir los abusos de los caseros” (4). El 1 de abril la Liga de Inquilinos de la capital grancanaria convocó su primer mitin en el Teatro Cuyas, donde intervinieron algunos de sus impulsores como el periodista y abogado, Rafael Ramírez Doreste, y Cristóbal Bonilla, siendo uno de sus objetivos la puesta en marcha de casas baratas en la ciudad y velar por poner freno a los desmanes de los propietarios (5).

Niños de las ciudadelas de Santa Cruz

Los ecos de estos pasos, igual que las luchas que se estaban desarrollando en otros puntos del planeta, generaron su respuesta en Tenerife. El 27 de mayo de 1923 se anunció la voluntad de constituir la Liga de Inquilinos, trasladándose al ayuntamiento de la capital una comisión de la misma para tratar de lograr avance en la puesta en marcha de casas baratas (6). En junio creó formalmente la entidad, que en un primer momento tendrá como sede el Centro Socialista de la calle Ángel Guimerá número 24 (7), aunque en los años posteriores serán los sectores más cercanos a los ideales anarquistas los que tengan una clara mayoría en este movimiento. En la noche del quince de junio se constituyó de manera formal, con la asistencia de unas setenta personas, presidiendo Francisco Palacios, que en la etapa final republicana fue concejal socialista, y como secretario Victoriano Hernández (8).

En el mes de agosto un manifiesto impreso llegó a muchos puntos de la ciudad. La nueva asociación daba a conocer sus primeros pasos, denunciando “el escándalo de los alquileres es ya una epidemia, hay que cortarla de raíz, uniéndose los inquilinos a esta Liga, para que ella cumpla con su misión llevando a los tribunales de Justicia a los dueños que se extralimiten de lo prudencial en el precio del alquiler” (9).

En septiembre la Liga en la capital tinerfeña eligió a su directiva, presidida por Francisco Manzano Martín (10), coincidiendo con el inicio de la dictadura de Primo de Rivera. Una de sus primeras tareas fue recordar al gobierno estatal el cumplimiento de la Ley de 1920 sobre vivienda, mandando un telegrama que manifestaba que aplicando esta medida se evitarían “enormidades abusos caseros, reclámalo opinión pública vecinos humildes país” (11).

Mientras esto ocurría, en Las Palmas de Gran Canaria ya se empezaban a ver algunos avances gracias al impulso de la Liga. Un ejemplo de ello fue la exposición pública de los planos de “nuevas barriadas” en el escaparate del bazar Londres, en terrenos de su propiedad ubicados en Lugo y Alcaravaneras (12). En esta primera etapa la posición de las Ligas canarias de inquilinos se sitúa en la gestión de servicios de asesoramiento jurídico ante desahucios y en el desarrollo de medidas de compra de solares y desarrollo de obras de casas baratas para obreros asociados a esta entidad, creyendo que a través del trabajo conjunto con los representantes institucionales y a su peso organizativo podrían lograr un cambio en las políticas de alquiler.

Casas Baratas promovida por Francisco Silvestre Infante en 1924
En diciembre de 1923 aparecen en Tenerife nombres ligados a la entidad que serán destacados en los siguientes años, es el caso del vicepresidente, Francisco Silvestre Infante, constructor ligado inicialmente al socialismo que irá acercándose en los siguientes años al anarquismo, además de José Pinto Santana, secretario contador (13). Sus ideales quedan plasmados en el manifiesto público que lanzan en enero de 1924, donde afirman que “solo persiguen fines humanitarios de redención, especialmente para sus afiliados oprimidos”, insistiendo en la convivencia en su seno de “todo ideal político y religioso”, pidiendo a los periódicos canarios que colaboren en la difusión de sus demandas (14). Al igual que sus compañeros de Gran Canaria, la Liga sumó sus esfuerzos a la Cooperativa de Casas Baratas, como instrumento de promoción de este tipo de edificaciones. Aunque reconocen que todavía los avances eran pequeños el artículo firmado por José Pinto destila optimismo al decir que la escasez de viviendas “quedará solucionada dentro de un par de años, si todos los obreros somos conscientes y nos asociamos a la Cooperativa de casas baratas” (15).

En Las Palmas, en 1928 entra a presidir la Liga Juan de Rueda Trujillo, actuando como vicepresidente, don Antonio Guerra Navarro. En esa directiva destacaba el destacado periodista y escritor republicano nacido en Lobos, José Rial Vázquez (16).

La Liga hará demandas, a pesar de las limitaciones del momento político, como poner en marcha un “Comité paritario de la vivienda”, donde promotores, parte política y representantes de la entidad trataran de buscar soluciones, “ya que también muchas de las cuestiones que ha de resolver la nueva organización, en esta ciudad se hallan planteadas en términos muy agudos” (17).

Los avances serán tímidos y se verán envueltos en una fase de deterioro imparable a nivel político y social, que tendrá su respuesta con la proclamación de la II República. En las labores de la Liga de Inquilinos en Tenerife se produjo en 1930 el paso definitivo de Francisco Silvestre Infante a la presidencia de la entidad, donde le acompaña Bartolomé Hernández Acosta como vocal (18), ambas figuras destacadas en el anarquismo tinerfeño. Francisco ya había promovido la puesta en marcha de viviendas baratas en varios puntos de la capital.

El cambio político y los efectos de la crisis económica global, derivada del Crack de 1929, aceleró el proceso de toma de conciencia y la demanda de la sociedad en la búsqueda de soluciones, que provocó un salto organizativo fundamental, pasando de un par de cientos de socios al inicio de la II República a superar los 3500 socios en la capital de Tenerife (19) a las puertas del gran proceso que supuso la Huelga de Inquilinos del verano de 1933. Este episodio de estallido social, ligado al refuerzo organizativo con el Sindicato de Inquilinos, tuvo una consecuencia añadida, primero una fase represiva de los sectores más conservadores republicanos, y posteriormente la violencia desatada por el franquismo, que acabó con la detención, tortura e incluso asesinato de buena parte de las figuras más destacadas de este espacio (20), de lo que ya hemos hablado en otros momentos.

La preocupación por la vivienda y las necesidades de la población logró cierto nivel de respuesta durante la etapa republicana. En esos años en Santa Cruz de Tenerife se autorizaron las parcelaciones que darían lugar a barrio de la Salud Bajo, El Ramonal, Camino del Hierro, Vistabella, Cruz del Señor, Sosa Perdomo, Finca Ramos, Villa Benítez, Valleseco o Las Cabritas (21), en un largo proceso donde convivirían las ciudadelas y la urbanización clandestina de lugares marginales de la ciudad.

Sin el movimiento social, que ayudó a organizar la respuesta del conjunto de la sociedad, pocos avances se hubieran logrado a la hora de alcanzar mejoras y la construcción de nuevos espacios urbanos que nacieron de esa lucha y esa fase política. Su fuerza incluso se mantendría en los procesos urbanísticos del Mando Económico, muchas veces sobre lo ya proyectado en la etapa anterior.


Fuentes utilizadas


  1. VVAA. Construir la ciudad. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. 1983. p67

  2. Bonshoms Guzmán, Jordi y Sabaté Muriel, Irene. Cien años de lucha por la bajada de los alquileres: el Decreto de 1920: https://www.elsaltodiario.com/memoria-historica/cien-anos-lucha-bajada-de-los-alquileres-el-decreto-1920

  3. El ejemplo no ha podido producirse con mayor oportunidad para Tenerife, donde también la indefensa clase media está, sufriendo toda suerte de abusos y atropellos, sin. que valgan protestas ni reclamaciones” La Prensa. 10 de diciembre de 1922 p1

  4. La Prensa. 6 de marzo de 1923. p1

  5. Gaceta de Tenerife. 7 de abril de 1923. p1

  6. La Prensa. 27 de mayo de 1923. p1

  7. El Progreso. 12 de junio de 1923 p1

  8. El Progreso. 16 de junio de 1923 p1

  9. Gaceta de Tenerife. 23 de agosto de 1923 p2

  10. Gaceta de Tenerife. 7 de septiembre de 1923 p3

  11. Gaceta de Tenerife. 6 de septiembre de 1923. p3

  12. La Mañana. 23 de septiembre de 1923 p3

  13. La Prensa. 29 de diciembre de 1923. p1

  14. La Prensa. 10 de enero de 1924 p1

  15. La Prensa. 13 de junio de 1924 p3

  16. Gaceta de Tenerife. 27 de enero de 1928 p2

  17. El Progreso. 6 de julio de 1928 p1

  18. Las Noticias. 30 de enero de 1930 p3

  19. Gaceta de Tenerife. 23 de mayo de 1933 p8

  20. Ascanio Gómez, Rubens. La carestía de vivienda en Tenerife y la gran huelga de inquilinos de 1933 a los ojos de la prensa burguesa: https://latadelgofio.blogspot.com/2023/07/la-carestia-de-vivienda-en-tenerife-y.html

  21. VVAA. Construir la ciudad. Op cit pp78-79


lunes, 19 de mayo de 2025

Los años entre rejas de Florisel Mendoza

Florisel Mendoza fue detenido una vez más casi al mismo tiempo que los nazis se rendían a las tropas aliadas, el 8 de mayo de 1945. Este joven palmero había vivido casi diez años afrontando vivencias difíciles de imaginar. En 1932 había ayudado a conformar el PCE en La Palma, junto a figuras como Imeldo Guerra, José Migue Pérez, los hermanos Calero o Manuel Sanjuan (1). Sentían que las injusticias del mundo debían enfrentarse con todos los recursos disponibles. Su hermano, Néstor Mendoza, era tabaquero en Tenerife, donde se había acercado a los ideales anarquistas y a la CNT, sindicato mayoritario en su sector.

Tenía solo veintiún años cuando llegó el 18 de julio de 1936, participando de la resistencia de su Isla, que logró mantenerse bajo control del gobierno legítimo durante una semana, sin la menor represalia contra los sectores conservadores. Con la llegada de los militares y falangistas a bordo del cañonero Canalejas casi trescientos tuvieron que huir al monte. Empezaban las detenciones, los fusilamientos y las desapariciones. Él y otros compañeros resistieron en unas duras condiciones, escondiéndose en lugares remotos y con alguna ayuda de simpatizantes y amistades.

Republicanos palmeros alzados en los montes tras el 25 de julio de 1936
La venganza fue absolutamente salvaje. Él mismo la describió para el periódico La Libertad, en abril de 1937, diciendo que fue “una persecución enconada, en la que se empleó todos los medios, hasta el de amenazar a los campesinos con volar la casa donde se hallara a un huido con consentimiento o conocimiento del dueño, sin que éste lo denunciara, fueron aprehendidos unos antifascistas; se entregaron otros, porque para obligar a la entrega se apresaba a los familiares” (2).

Florisel logró permanecer casi cinco meses oculto, junto a otros ocho antifascistas, que se mantuvieron en la zona de Mazo. Milagrosamente consiguieron escapar de la Isla en una de las fugas más destacadas, usando un pequeño barco pesquero, llamado Añaza, con el que lograron huir en enero de 1937. Desde La Palma navegaron por el Atlántico hasta llegar a Mauritania y desde allí pasaron por Dakar y pudieron unirse a la defensa de la República. Este viaje a la libertad lo hizo en compañía de Jacobo y Domingo Calero Labesse, Juan Rodríguez Acosta, Manuel Brito García, Ernesto Pérez Martín, Francisco Pérez Triana, Gregorio de Paz Pérez y Manuel Azcárate Marina (3). Comunistas, socialistas y anarquistas, tantas veces enfrentados en el pasado, juntos en su lucha por la libertad. Llegaron a Valencia el 6 de marzo de 1937, el mismo día fusilaban a su hermano Néstor en Santa Cruz de Tenerife.

Su papel en esta etapa fue el de apoyar las labores de defensa militar de Madrid, en Atocha y en la 8ª División, mandada por el gomero, Guillermo Ascanio, donde llegó a ejercer de Director de la Escuela de Delegados Políticos (4). Con el final de la guerra tuvo que huir nuevamente, esta vez a Alicante, donde no pudo tomar ningún barco y fue atrapado por los franquistas, como tantos otros miles.

Hasta noviembre de 1942 permaneció pasando por cárceles y batallones de trabajadores forzados, hasta que recuperó su libertad y volvió a Canarias. No pudo disfrutar demasiado de su nueva situación. En las cárceles ya había formado parte de los grupos clandestinos que trataban de recomponer el Partido Comunista, a pesar de los riesgos evidentes. En Gran Canaria, Tenerife y La Palma intentó contactar y retomar la labor junto a algunos viejos compañeros de militancia. Las noticias que llegaban de Europa empezaron poco a poco a trasladar como los alemanes y los fascistas italianos sufrían cada día más reveses. Las tropas del ejército rojo avanzaban de forma imparable por el Este y la idea de que con la caída de Hitler y Mussolini acabaría el franquismo floreció en muchos corazones. El deseo a un futuro que creían que podrían alcanzar les hizo ser más atrevidos y atrajo a nuevos activistas.

Desde la clandestinidad trataban de repartir materiales políticos y trasladar informes al exterior sobre unas Islas que vivían en una situación de gran miseria, con unas condiciones laborales humillantes y con un dominio social salvaje. El 8 de mayo de 1945 fue detenido por la Guardia Civil, siendo sometido a torturas por el guardia implicado en los Sucesos de Hermigua, José Garrote. Lo recordó en sus memorias, “me preguntaba por su nombre y yo respondía negativamente, taponazo que te pego” (5). El reparto de unos simples folletos por compañeros de su organización le trajo unas duras consecuencias. Su vida volvió a quedar entre las rejas de las prisiones franquistas, desde Cádiz a Burgos, de donde salió en libertad provisional en 1948. Qué diferencia a lo que en esas mismas fechas vivían tantos militantes de la resistencia y de los partisanos antifascistas, que eran honrados y recibían justos homenajes por media Europa. Franco sería utilizado por parte de los aliados que lucharon contra los nazis, a esas potencias que se llenaban la boca hablando de democracia y libertad les venía bien su fervoroso anticomunismo.

No tardó en tratar de retomar su labor política, intentando reconstituir el Partido en La Palma poco después de ser liberado, aunque sin conseguir un grupo de personas para ello (6). Parecía que la represión y el miedo había ganado la batalla. Cuatro años después de salir de prisión por última vez, haría la ruta de tantos de su generación, cruzando el océano hasta Venezuela. Allí permaneció hasta 1977, cuando al fin pudo volver a una tierra donde podía defender sus ideales y valores en cierta libertad, dejándonos muchos testimonios de su vida y siendo una figura muy presente en los homenajes a las víctimas de la dictadura.

Fuentes utilizadas

  1. Cabrera Acosta, Miguel Ángel. La II República en las Canarias Occidentales. Santa Cruz de Tenerife. 1991. pp 270-271

  2. La Libertad. 30 de abril de 1937. p2

  3. Medina Sanabria, Pedro. Canarias dominada por el fascismo: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2013/08/02/canarias-dominada-por-el-fascismo/

  4. Mendoza, Florisel. Con los parias de la tierra. Memorias. Centro de la Cultura Popular Canaria. Santa Cruz de Tenerife. 2004. p77-79

  5. Idem p99

  6. Barreto Martín, Eduardo. La represión franquista en La Palma. TFG Universidad de Salamanca. Julio 2022. p37