Hoy habría cumplido setenta y cinco años el líder revolucionario africano Thomas Sankara, nacido el 21 de diciembre de 1949 en la colonia de Alto Volta, país que tras una frágil independencia pasó a llamarse República Democrática de Burkina Faso.
En su gobierno inició un amplio proceso de cambio de un país que vivió cuatro años de transformación con su liderazgo. Una tierra azotada brutalmente por el neocolonialismo, tuvo al frente a un presidente que rechazó ser un simple país productor de materias primas baratas.
Aplicó una profunda reforma agraria, duplicando la producción de trigo, también medidas como plantar diez millones de árboles para acabar con la desertificación del Sahel, prohibió antes que nadie la mutilación genital femenina, los casamientos forzados e incorporó a las mujeres a la vida política del país, esas ideas las convirtió en realidades:
En sus propias palabras: "Compañeras, no habrá revolución social verdadera hasta que la mujer se libere. Que mis ojos no tengan que ver nunca una sociedad donde se mantiene en silencio a la mitad del pueblo".
El sueño de Sankara incluía planes para favorecer la educación pública en un país con un analfabetismo enorme, al igual que acercar la salud a una población que sufría unas altas tasas de mortalidad por enfermedades tratables. No gustó en los salones del poder, por ello no tardó en desatarse una pesadilla, promovida activa y directamente por países blancos y supuestamente demócratas, que veían en este proceso y las esperanzas que podía levantar un riesgo para los intereses económicos de las potencias occidentales.
Acabaron con este gobierno el 15 de octubre de 1987, eliminando al presidente junto a doce de sus ministros. El gobierno francés apoyó directamente el golpe contra un país que era esperanza de futuro, contra un líder feminista, ecologista y que planteaba alternativas al imperialismo.
En la cuenta de este joven presidente africano solo encontraron 300 dólares y por toda propiedad un viejo coche, una bicicleta, una guitarra y su pequeña casa familiar. No robó, construyó esperanza, pero la secuestraron en nombre del imperialismo europeo.
En 2017 el presidente francés prometió levantar el secreto de los documentos donde se recoge el papel de su país en el golpe en Burkina. Todavía no se ha producido esa decisión, ni tampoco se ha pedido perdón por lo sucedido.
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