domingo, 26 de enero de 2025

Víctimas y verdugos de la ley del saco en las aguas de Santa Cruz de Tenerife

Hubo muchas formas de resistencia, a veces tan sencillas como un simple papel. En un trozo de este material humilde, los presos republicanos que se amontonaban en la cubierta y las bodegas del Santa Ana, uno de los vapores fruteros usados como prisión improvisada por los franquistas, copiaron los nombres de doce compañeros desaparecidos. Los doce había sufrido la llamada “ley del saco”. La única fecha que acompañaba la lista era la del 21 de enero de 1937.

En el trozo del papel aparecían los nombres del Antonio Montelongo (militante de la CNT), Francisco Delgado Herrera (presidente del sindicato de maestros de la UGT), Domingo López Torres (concejal socialista y uno de los grandes poetas de Canarias), Pedro Hernández Yanes (presidente local del PCE), José Yanes (también del PCE), los hermanos Cirilo y Leandro Liria (posiblemente de la CNT), Pedro Domínguez (comunista), Vicente Cabrera (de las Juventudes Libertarias), Juan José Martín Escobar (también cercano al PCE), Salvador García Díaz (amigo del socialista Emiliano Díaz Castro) y el gomero Fernando Ascanio Armas (socialista señalado por los Sucesos de Hermigua). El que fue alcalde de Vallehermoso, Victor Cabrera Armenteros, preso en ese barco, recordó esta historia para el investigador Ricardo García Luis (1).

Un primo de uno de estos hombres lanzados a las oscuras aguas cercanas a las costas del pueblito de San Andrés, mi tío abuelo Juan Pedro Ascanio García, describía este método de terror aplicado en los primeros años de la dictadura. En un artículo publicado en el periódico La Tarde, allá por el año 1986, ofrece un relato donde ofrece datos muy relevantes sobre este sistema salvaje, como el nombre de algunos implicados en este tipo de asesinatos. “Tenemos la certeza de las fechas de lo que podemos llamar fusilamientos “legales” realizados por los sublevados contra el gobierno de la República, con todo el aparato de los Consejos de Guerra y la instrucción de las causas consiguientes y su vista ante los Tribunales militares. Lo que es imposible es fijar las fechas de los asesinatos “ilegales” cometidos por los falangistas y otros derechistas, y también por autoridades militares como el general Dolla Lahoz, que ordenaba la puesta en libertad de presos gubernativos internados en la prisión de Fyffes quienes eran entregados en las mismas oficinas de la prisión a los guardias civiles dirigidos por el cabo Matesanz, quienes les conducían hasta la prisión flotante, donde eran encerrados en las carboneras del “Santa Úrsula” para de allí ser sacados uno o dos días más tarde en una falúa guiada por un marinero llamado Andrés, acompañado por dos guardias civiles, que se llevaban a los condenados mar adentro para ser arrojados al agua amarrados dentro de un saco con unas piedras. Era la “ley del saco” en la que perecieron más personas que en los fusilamientos “legales” ”(2). Muy posiblemente al cabo al que se refiere es Manuel Matesanz García, que poco antes había prestado servicios en La Palma (3).

Las brigadas del amanecer realizaron este ritual macabro una y otra vez. Los testimonios son tan abrumadores que incluso los relatos de esta práctica llegaron a trascender en la prensa fuera de Canarias. En el periódico Frente Rojo, órgano del PCE editado en Barcelona, decían en 1938: “A media noche llegaba la falúa. En cubierta iban desfilando los condenados. Un verdugo los iba echando al suelo, con un cabillazo en la cabeza. Se los metía en un saco y, al momento de arrojarlos al agua, el piquete de las pistolas vaciaba contra él los cargadores. Era casi una fiesta. Otros eran rematados a bayonetazos según la «recomendación». El saco llevaba lastre, por si los hijos de plataneros (camisas nuevas todos), habían marrado el tiro. Dentro de cada saco iba un obrero” (4). El testimonio directo llegó el día anterior, cuando 97 presos republicanos de Canarias y Melilla, llegaron a Barcelona fruto de un intercambio. El ritual asesino ya tenía un nombre, “ley del saco”, también la práctica de lanzar seres humanos dentro de un saco, ser apotalado.

Muchos testimonios de presos recuerdan el terror que miles sufrieron, noche tras noche, mientras esperaban si esa sería la que les despertarían para subir a la falúa. El maestro gran canario, Antonio Ojeda, estuvo dieciocho meses en Fyffes, y dejó en un artículo sobre la labor de las brigadas del amanecer, que buscaba una “cruz pensionada” realizando la tarea de localizar a sus víctimas. Recordó muchos años después que “allí las sacas se producían se producían con una frecuencia y puntualidad (siempre a media noche) extraordinarias, trabajo que realizaban tan diligentemente” (5).

Alonso Suárez Melián
Otra víctima de ese miedo constante fue Alonso Suárez Melián, último alcalde republicano de La Laguna, que dijo a sus familiares al salir de prisión que todas las noches lo venían a despertar, y dice que a partir de que lo tocaban y abría los ojos y decían, este no es, sino otro, entonces él se quedaba y podía dormir tranquilo al menos veinticuatro horas hasta el, hasta la noche siguiente” (6). También los familiares de los presos compartían el miedo ante los rumores que crecían sobre esta práctica represiva. Esta misma semana, la nieta del cenetista, Juan José Coba, nos contaba como su madre, con tan solo catorce años, nadaba desde la costa hasta cerca del barco prisión donde encerraron a su padre para comprobar que no lo habían matado durante la noche y tranquilizar a su madre.

El hijo de una de las víctimas del listado del papel escondido, Antonio Montelongo Morales, recordaba que sacaban a los presos y los llevaban “frente a la parada de guaguas de San Andrés”, para meterlos en un vehículo que los llevaba atados hasta Cueva Bermeja, desde su muellito (7) los metían en barcos como el Faraón o el Bufadero, que los trasladaba hasta su final. A veces la potala fallaba y los sacos salían a la superficie, algunos acababan en las costas, otros eran encontrados por los barcos que navegaban la zona.

En 2016, Francisca Melián, presidenta de la asociación de mayores de San Andrés, recordaba una historia que le había llegado en su infancia, sobre unas gangocheras que habían ayudado a escapar a unos presos, cuando se encontraron a los guardias sacándolos para llevarlos a su final. Casi a modo de leyenda de resistencia cuenta que una de ellas “cogió la lámpara y al grito de ‘¡Viene el diablo!’, la tiró contra el suelo y provocó una llamarada”, el susto que provocó hizo que algunos de los prisioneros lograran escapar rumbo a las montañas de Anaga (8).

Una sociedad insular como la nuestra facilitó que pronto el boca oreja sobre lo que pasaba a los que cuestionaban el franquismo llegara a todas partes. Con ello se logró un objetivo claro, generalizar el miedo y paralizar al conjunto de la sociedad, romper cualquier esperanza de mejora o cambio, sembrar obediencia y pasividad.

En 2022, por primera vez, una placa en memoria de estas víctimas fue colocada en el fondo marino, en el lugar donde la memoria colectiva coloca la mayoría de las desapariciones. Ese espacio, a una profundidad de unos 400 metros, es posible que todavía guarde algún resto de estas ejecuciones, no solamente elementos metálicos como monedas, hebillas, piezas dentales de metal, gafas, además de otros productos como peines, botones o cepillos de dientes hechos con baquelita...hasta algunos huesos que en estos noventa años puedan resistir. No es descabellado pensar esto, si en el Mediterráneo se han encontrado restos humanos de naufragios ocurridos muchos siglos atrás, como los de Anticitera. ¿Qué impide que esto no se haya hecho ya con la tecnología disponible?...probablemente lo mismo que explica que miles de fosas de represaliados sigan en sin estudiarse.


Francisco Delgado Herrera, otro de los desaparecidos ese día




Fuentes utilizadas

  1. García Luis, Ricardo. Crónica de vencidos. Canarias: resistentes de la guerra civil. La Marea. Islas Canarias. 2003 pp. 177-192

  2. Ascanio García, Juan Pedro. En el cincuentenario de su fusilamiento (I). José Miguel Miguel Pérez, educador revolucionario y comunista fundador. La Tarde 2 de septiembre de 1986 p 3 y 4

  3. Cabrera Pombrol, Pilar. Garafía y la Guerra Civil.Notas para la historia contemporánea de La Palma. Santa Cruz de La Palma. 2012. p 277

  4. Frente Rojo. Órgano del Partido Comunista. 3 de septiembre de 1938 p5

  5. Ojeda Medina, Antonio. Más sobre los puentes volados y la Guerra Civil en Las Palmas. La Provincia. 7 de septiembre de 2008 p21

  6. Acta del Pleno del Ayuntamiento de La Laguna del 14 de abril 2016. p.98-99

  7. García Luis, Ricardo (2003) Op cit p183

  8. San Andrés: la fosa de la desmemoria: https://diariodeavisos.elespanol.com/2016/04/san-andres-la-fosa-la-desmemoria/


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