Con temperaturas bajo cero, apelotonados en una vieja prisión donde tenían que dormir tirados en el suelo. La suerte quiso que sus expedientes hayan sido digitalizados y los haya podido encontrar, dejando además un rastro de cartas, obligadas por las condiciones de la libertad condicional, que ofrecen pinceladas de la dura vida de los antiguos presos a su regreso.
Juan García era de su misma edad. Había nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en la populosa calle Triana, el 8 de octubre de 1912, estando soltero en 1936, trabajando de albañil y residiendo en La Isleta (5). Parece que desde joven había participado en la constitución de las Juventudes Comunistas en la capital de la Isla, ocupando el cargo de Secretario (6).
José Almenara tenía veintidós años y había sido movilizado. Era soldado del Grupo Mixto de artillería número dos de Tenerife. A las tres y media de la tarde del 30 de julio de 1936 estaba haciendo guardia en la puerta falsa del Cuartel de Almeida. Se le acercó el paisano Juan García Saavedra, que se sentó en el suelo y le ofreció unas hojillas con un texto con las iniciales C.N.T. que decían, “Barcelona y Zaragoza pronto estarán en poder del pueblo”. Según el testimonio de testigos, “manifestando este como resultado de la misma “mira a mi que me importa” y uniendo la acción a la palabra delante del mismo paisano descargo el fusil” (7). Esa simple conversación y el gesto de dar la razón al paisano y recoger uno de los folletos, le costó una larga pena, siendo ambos sometidos al proceso 97/1936, permaneciendo en prisión desde esa fecha. Empieza en ese momento el peregrinar de Almenara, primero en las celdas del Cuartel de Almeida (8), después en la cárcel de Paso Alto en agosto de 1936 (9), después por la Prisión Provincial de Santa Cruz. Según informes del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, también fue enviado al Lazareto de Gando, en ese trasiego constante de presos isleños que hubo en los primeros años de la dictadura. Tras eso fue el turno del Penal de Santa María, posteriormente a la Prisión de Astorga y, finalmente, a Lugo, llegando el 10 de diciembre de 1939 (10).
Las autoridades militares optarán por seguir una doctrina de dispersión de presos, para evitar procesos de reorganización de las formaciones políticas y sindicales, disminuyendo con ello los riesgos de fugas. Los penados canarios sufrirán especialmente esta realidad, en donde la barrera insular hace casi imposible cualquier contacto. Según los informes británicos estudiados, en el caso de los presos de Gando, por ejemplo, se calcula que unos 1200 fueron deportados a centros continentales (15). La dictadura mantenía en 1939 más de 100.000 presos en todo el Estado (16), en su mayoría por causa de sus ideales políticos. Los castigos físicos, la escas salubridad, las condiciones ambientales y la falta de alimentos será un cóctel mortal, que muchos no podrán superar o sufrirán sus secuelas de por vida. La distancia es un factor extra de riesgo, muchas familias realizaban un esfuerzo y llevaban alimentos a los prisioneros, pero a más de dos mil kilómetros era algo casi inimaginable. La situación de las cárceles era un reflejo amplificado de lo que se vivía fuera. Las propias autoridades reconocían que “la población reclusa se encuentra al borde de la carencia, y en algunos casos ya en ella” (17). No solo había escasez de alimentos, los pocos que llegaban eran muchas veces objeto de venta por los propios funcionarios en el estraperlo, llegando las acusaciones a las direcciones de los centros caso del de Astorga. En esas fechas el número de muertes por falta de vitaminas o por anemia, mezclada con las enfermedades contagiosas ligadas al hambre, afectó a centenares de presos. La situación en el exterior no era mucho mejor. La prensa española en el exilio es la única que pudo informar con cierta libertad sobre esto. En Lugo, por ejemplo, mientras nuestros protagonistas estaban encerrados, se produjeron disturbios y hasta asaltos a panaderías, por la desesperación de numerosas familias (18).
Juan y José aguantaron el periplo carcelario y la distancia. Seguramente en las distintas prisiones, a pesar de la movilidad que sufrieron, lograron encontrar células y grupos de apoyo mutuo que les facilitaron la supervivencia. Ambos recalan ese invierno húmero y frío a Lugo y los dos obtendrán en 1941 valoraciones positivas por su buen comportamiento. Al ser puestos en libertad condicional el régimen penitenciario les obligaba a la presentación periódica en comisaría y el envío de cartas que indiquen su situación, que hoy nos ofrecen una fuente directa de las duras condiciones de vida que soportaron. Al regresar a Canarias en 1941 se encuentran unas Islas golpeadas por la autarquía, la afección de la II Guerra Mundial a las exportaciones isleñas y unas condiciones laborales que empeoraron para la mayoría. La miseria campaba a sus anchas, con cartillas de racionamiento y comedores benéficos (19). Dos antiguos presos rojos no lo tenían fácil y sus cartas lo reflejan.
Almenara regresó a Tenerife el 15 de septiembre de 1941. Su primera carta al jefe de la prisión de Lugo será el 1 de octubre, en ella dice que está “trabajo por mi cuenta y me encuentro bien de salud”. Sobre su vida es bastante escueto, “cuando dan las diez de la noche ya estoy acostado”. El 1 de diciembre informa que trabaja “en el varadero de la Junta de Obras del Puerto”, un espacio donde muchos antiguos miembros de la CNT irán recalando, aunque considera que sus ingresos “son pocos, por que la vida está muy cara”. En enero de 1942 hace un escueto resumen de su agenda diaria, diciendo que “mi vida me la paso de la casa al trabajo y en atender a los animales”.
El 3 de mayo de ese año vuelve a hablar de las difícil situación que soporta él y su familia, “lo que gano es poco (8-90) y no puedo guardar una perra”, además asegura que “para mi no hay divirsiones (sic), si no cumplir lo que me ha dicho” (20). Entre carta y carta pasó su libertad condicional, superando en ocho meses la fecha prevista para su completa libertad. También nació su segundo hijo, en una sociedad más gris y menos libre que la que él disfrutó en su juventud.
García Ojeda vive un proceso similar en Gran Canaria. Vuelve en la primavera de 1941 y su primera carta lleva fecha del 1 de abril, en ella dice que “me encuentro en paro forzoso y sin tener esperanza de tener trabajo”. Posiblemente la huella de su militancia política la hacía estar en todas las listas negras de los empresarios grancanarios. En su misiva del 1 de septiembre de 1941 indica que se estaba “presentando dos veces al mes en comisaría por indicación de dichas autoridades”. En la carta que manda el 1 de diciembre de ese año explica que ha pasado por una operación, quizás vinculada a algún efecto de la falta de alimentación previa, en ella pide el favor de la autoridad ya que “estoy parado y solicito de V.S. me conseda (sic) permiso para poder ir a trabajar a las posesiones Españolas en África, en el cual hay mucho trabajo”....”para poder solucionar la situación económica de mi casa”. Ese permiso no llegará nunca. El 1 de enero de 1942 indica que “en lo que se refiere a la situación económica estoy muy mal, pues desde que salí en libertad me ha sido imposible trabajar un solo día” (21). Por otros autores sabemos que Juan García Ojeda participaba en ese momento en la reconstrucción del PCE en Las Palmas de Gran Canaria. En una reunión celebrada en 1941 en Tafira, viejos militantes que pasaron por las prisiones de la dictadura y jóvenes que no sufrieron en sus carnes la Guerra, organizaron un nuevo Comité Regional del partido, en el que estarán Manuel Cáceres Rodríguez, como Secretario Político; Juan García Ojeda, como responsable de Organización; Román Fuentes y Sergio Moro, de agitación y propaganda; además de Domingo Marrero Lemes, encargado de organizar a los Campesinos (22). Uno de los papeles que tendrá será el de tratar de expandir la organización a Lanzarote y Fuerteventura, usando para ello los contactos que hacía en el Puerto de la Luz (23).
El periplo de estos dos canarios es un ejemplo sufrido por muchos otros, que en batallones de castigo o en penales, vivieron la violencia del nuevo régimen y la distancia de sus familias, aumentando, si esto es posible, sus probabilidades de morir y su desamparo. Por suerte, las rejas y el miedo no pudieron frente a la ilusión y el deseo de libertad, que más pronto que tarde sabían que volvería.
Fuentes utilizadas
Expediente procesal de José Almenara Pérez. Archivo Histórico Provincial de Lugo. Caja 92697-058 p4
Gaceta de Tenerife. 28 de noviembre de 1926 p1
La Prensa. 6 de septiembre de 1934 p8
Gaceta de Tenerife. 30 de agosto de 1934 p8
Expediente procesal de Juan García Ojeda. Archivo Histórico Provincial de Lugo. Caja 92738-058 p9
La Provincia. 15 de febrero de 1987 p4
Medina Sanabria, Pedro. Procede a imponer veinte años y un día a veinte años: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/12/06/procede-imponer-de-doce-anos-y-un-dia-a-veinte-anos/
Expediente procesal de José Almenara Pérez. Op cit p17
Centro Documental Militar de Ávila. Expedientes de Presos de Paso Alto.
Expediente procesal de José Almenara Pérez. Op cit pp 4-17
Medina Sanabria, Pedro. La Causa 44 de 1936: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/01/22/la-causa-44-de-1936/
Medina Sanabria, Pedro. Acta del Consejo de Guerra 239/1936: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/02/03/acta-del-consejo-de-guerra-2391936/
La Prensa. 3 de octubre de 1936. p3
Expediente procesal de Juan García Ojeda. Archivo Histórico Provincial de Lugo. Caja 92738-058 pp 9-12
Del Arco Blanco. Miguel Ángel. Alargando las sombras del franquismo: Represión y cárcel en España según la diplomacia británica (1936-1951). VI Encuentro de investigadores sobre el franquismo. Zaragoza, 2006. p830
Rodríguez Teijeiro, Domingo. Morir de hambre en las cárceles de Franco (1939-1945). Historia Contemporánea 51. p645
Idem p655
España Popular. 16 de noviembre de 1940. p2
España Democrática. 29 de mayo de 1940 p2
Expediente procesal de José Almenara Pérez. Op cit pp 27-51
Expediente procesal de Juan García Ojeda. Op cit pp 35-73
ALCARAZ ABELLÁN, José: 'La represión franquista y la resistencia antifranquista (1936-1960), en III Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote, tomo I, Cabildo Insular de Fuerteventura y Cabildo Insular de Lanzarote, Puerto del Rosario, 1989 p369
Idem p371







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