La crisis de la vivienda no es algo nuevo, hace más de cien años que las grandes capitales canarias vienen sufriendo esa mezcla explosiva de una alta demanda de casas y una escasa oferta, sumada a la especulación. Esa realidad, repetida en otros muchos lugares, generó la creación de espacios de defensa de las personas inquilinas, caso de la Liga de Inquilinos. Los datos indican que, solo en la capital tinerfeña, entre 1920 y 1950 la población urbana se duplicó, con la llegada masiva de personas de municipios agrícolas y de otras Islas (1). La urbanización poco controlada y en manos de pocas personas multiplicó fenómenos como las ciudadelas y las infraviviendas, además de disparar los precios de los alquileres. Esta realidad, sumada a la crisis generada al finalizar la Primera Guerra Mundial y los efectos colaterales de la del 1929, acentuó las respuestas organizadas ante esta situación. Esos pasos marcaron avances y tomas de conciencia claves de esa etapa de transición, entre el final...