sábado, 7 de septiembre de 2024

Buenaventura Durruti y los deportados en Canarias en 1932

Los testigos de la época dicen que Buenaventura Durruti emocionó hasta las lágrimas a buena parte de las cuatro mil personas asistentes al gran mitin que dieron en la Plaza de la Paz de Santa Cruz de Tenerife el 2 de septiembre de 1932. Acababan de llegar en el “Ciudad de Cádiz” tras una pequeña odisea en la que de forma ejemplar se quiso castigar a tres decenas de militantes anarquistas, acusados de ser responsables de la insurrección Alto Llobregat (Cataluña), a principios de ese año. La imagen es poderosa, con un Durruti que señala al cielo con rabia, un momento que dejó una honda huella en la memoria colectiva de la clase obrera tinerfeña.

La República había traído esperanzas de cambio, en especial para los sectores sociales más olvidados y maltratados, que para las organizaciones revolucionarias significaba una posibilidad real de trascender a una fase más avanzada de la sociedad. Durante esos años, en varias ocasiones, hubo intentos de huelga revolucionaria en algunos de los territorios con mayor presencia de sectores concienciados, caso de la zona minera catalana, donde se intentó declarar el comunismo libertario. El Gobierno republicano no tardó demasiado en revertir la situación, con numerosas detenciones. Muchos de esos trabajadores y sindicalistas fueron llevados al vapor Buenos Aires y condenados a una deportación temporal.

La intención inicial de las autoridades era llevarlos a Annobón, una lejana isla de la colonia española en el golfo de Guinea, que hoy es parte de Guinea Ecuatorial. Los anarquistas presos llegan en el Buenos Aires, pero por un lado las autoridades locales se niegan a aceptarlos y por otro, se produce una protesta abierta entre los deportados. Finalmente el 6 de marzo se deciden por llevarlos a Villa Cisneros, otra de las colonias españolas, esta vez en el actual Sahara Occidental.

La situación de los presos, rechazando alimentarse y medicarse, hace que diecinueve de ellos deban ser trasladados al hospital del lazareto de la Isleta de Las Palmas. 

Precisamente el diario anarquista, La Tierra, publicó una carta de Durruti a su compañera Emilia. En ella critica la poca visión del Gobierno republicano, en ese extraño tránsito por las colonias españolas, recordando con emoción que “En Dakar, puerto francés, a la ida para Bata, de una barca que pasó al lado del barco nos gritaron dando un viva que nos llegó al corazón, y eso es todo lo que hemos visto desde que salimos de Las Palmas”.

Poco a poco se fueron liberando grupos de deportados, hasta que solo once quedaron con una condena de deportación “permanente”. Se trataba de los principales líderes de la insurrección, Buenaventura Durruti Domínguez. Domingo Ascaso Abadía, Manual Prieto García, Tomás Cano Ruiz, Pablo Mayo Mayo. Manuel Aguilar Donate, Martín Sisteró Aumedes, Manuel Pérez Feliú, Joaquín Remano Pardo, José María Rafas Sena y Domingo Canela Chafino. El 13 de abril nueve de ellos fueron embarcados en el Cánovas del Castillo y trasladados a Puerto Cabras, en Fuerteventura.

La prensa más conservadora hablaba de que “hombresfiera, pistoleros, una avalancha de destructores anarquistas, una legión de forajidos, de indeseables que España arroja de su seno por ser incompatible su convivencia con el pueblo serio y honrado”. Ese mensaje había calado en la población majorera y en las autoridades locales. Durruti escribió en esos días a su hermana explicando la situación, “el vecindario de la Isla estaba asustado. Les habían dicho que nosotros nos comíamos a los niños crudos. Pero en cuanto nos han visto, hablado y tratado se han tranquilizado y dejan a los niños jugar con nosotros”. 

Deportados en Fuerteventura

Fuerteventura no era la primera vez que era destino final de deportados, menos de diez años antes, la Isla ya había acogido al destacado intelectual, Miguel de Unamuno, tras ser condenado a esta pena por la dictadura de Primo de Rivera. Igual que tantos otros antes, desde el siglo XIX a los primeros años del XX, Canarias vive la llegada periódica de militantes y activistas molestos para los distintos gobiernos españoles. Su llegada coincide con el florecimiento de ideas republicanas, anarquistas, socialistas o liberales, según el momento. Es el caso de Durruti y sus compañeros, que según el investigador Jesús Giráldez, lograron articular en el muelle de Puerto Cabras a trabajadores y pescadores, ligados a la Federación Obrera. En esos años la CNT logrará agrupar a unos 150 trabajadores en la Isla.

La situación se mantendrá de esta manera hasta finales de agosto de 1932, en la que el gobierno de la República ordena la puesta en libertad de los últimos deportados, a los que se les hizo pasar por Tenerife para, desde allí, ser embarcados rumbo a la Península Ibérica. Se ponen así fin a cuatro meses de destierro en Fuerteventura.

En Tenerife, la implantación de los sectores anarquistas era mayoritaria en el ámbito sindical. La CNT había pedido que, el día de la llegada de los deportados, el trabajo acabara a medio día para poder participar en una excursión a Las Mercedes, que según cuenta en sus memorias el líder cenetista, Manuel Pérez, fue muy concurrida.

En la Isla también aprovechará para visitar en la cárcel provincial a Antonio Vidal Arabí, un catalán residente en Tenerife que formaba parte de los sectores más activos de la CNT, que casi cuatro años después será protagonista de un intento de atentado contra el general Franco.

A las cuatro de la tarde, en una plaza atestada, Manuel Pérez recuerda que Durruti, “con palabras bruscas, pero muy sinceras, emocionó a la asistencia a la cual hizo llorar, cuando al terminar su discurso exclamó: «Con la CNT y con la FAI, iremos por el triunfo o por la muerte...»”. Quizás son palabras que tuvieron algo de premonitorias, ya que cuatro años después una bala, en los primeros días de la Guerra Civil, acabaría con la vida del líder revolucionario.

El día 4 de septiembre salió la motonave “Ciudad de Córdoba” de Tenerife, con una despedida emocionante, en un puerto lleno de trabajadores y elementos de todos los sectores sociales,que dieron un último homenaje a los deportados de Villa Cisneros. La figura de Durruti, Ascaso Prieto, Cano y el resto de los sindicalistas se mantuvo durante mucho tiempo en la memoria de la clase trabajadora, aunque el golpe de 1936 y la represión acabarán ahogando este momento, donde Canarias jugó una vez más su papel de centro de deportación del Estado español.

Foto: Fotos antiguas de Tenerife y Diario de Fuerteventura

Fuentes utilizadas

Vera, Eloy. Durruti, 90 años desde su destierro a Fuerteventura. Diario de Fuerteventura: https://www.diariodefuerteventura.com/noticia/durruti-90-a%C3%B1os-desde-su-destierro-fuerteventura

La Voz 23 de enero de 1932 p8

Luz 29 de enero de 1932. p15

La Prensa, 6 de marzo de 1932, p8

La Tierra 5 de abril de 1932 p1

La Tierra 7 de abril de 1932 p1

El Día. 9 de julio de 1932, p4

La Tierra 9 de julio de 1932 p1

La Prensa 2 de septiembre de 1932 p8

La Libertad 3 de septiembre de 1932 p6

Pérez, Manuel. 30 años de lucha: Mi actuación como militante de la CNT y anarquista español. 2012

Goldman, Emma. Fraternalmente, Emma. Cartas de Amor y de Guerra (La Felguera, 2008)

Anaya Hernández, Luis Alberto. La Guerra Civil en Lanzarote y Fuerteventura p27


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