En el año 1494 el mercado de esclavos de Valencia era un hervidero. Uno de los negocios más terribles y antiguos de la humanidad mantenía una febril actividad en el puerto mediterráneo. Barcos aragoneses, portugueses, genoveses y castellanos llegaban cargados de mercancía humana, berberiscos, negros del golfo de Guinea y también muchos niños y niñas procedentes de Canarias. Según los estudios de la investigadora Vicenta Cortés, entre 1493 y 1496 se desarrollaron los años de mayor llegada de esclavos guanches, palmeros y canarios al mercado esclavista valenciano gracias a la generosa colaboración de Alonso Fernández de Lugo. Con frío protocolo y con cierto detalle los escribanos dejaron registrados estas ventas de menores esclavos que huían de la guerra y caían en manos de los piratas europeos que asolaban las costas isleñas y que veían en estas jóvenes presas un negocio fácil y seguro. Sus nombres, vivos hoy en nuestros pueblos y barrios, quedaban apuntados mecánicamente junto con ...