En las últimas semanas hemos vivido un renacer del ultra catolicismo más radical, por lo menos de cara al público. Las propuestas sobre el aborto realizadas por la comisión Estatal, la dureza sobre el nacimiento de bebés tratados genéticamente para evitarles enfermedades a ellos o a sus hermanos y las declaraciones explosivas del Papa sobre los peligros del uso del condón han aliñado una buena ensalada. Sabido es que la Iglesia Católica como tal es una institución extremadamente conservadora que no en vano mantiene usos y costumbres heredados de la época romana. Algunos historiadores consideran a la jerarquía católica como el más claro heredero del Imperio Romano y su pervivencia más clara, con un Papa a modo de emperador. Por supuesto que también conocemos a ese otro sector de católicos que conforman los/as abnegados/as misioneros/as, que no dudan en repartir condones para frenar epidemias de transmisión sexual, las parroquias obreras como la de Entrevías en Madrid, los curas guerril...