Contra los muros de la batería del Barranco del Hierro de Santa Cruz de Tenerife se estrellaron las balas y en su suelo dejó la vida, no había cumplido los cuarenta años. Martín había nacido en 1901 en Barcelona, que en esa época probablemente era una de las ciudades con más anarquistas del mundo. Su vida industrial, una urbanización caótica, pocos servicios para una sociedad que crecía con decenas de miles de migrantes del campo, catalanes, andaluces, castellanos, aragoneses...donde las organizaciones libertarias jugaban el papel de protección de la clase trabajadora, montaban escuelas, daban apoyo a las demandas laborales y a las necesidades de las familias. Allí conoció pronto la lucha por la vida y por la libertad. Solo la huelga de 1917 había dejado un saldo de 32 muertos entre Barcelona, Sabadell y Tarrasa, en su mayoría huelguistas y familiares. Dos años después los patrones catalanes, junto a sectores militares y de las fuerzas de seguridad crearon “la banda negra”, organización parapolicial encargada de asesinar y meter el miedo a los sindicalistas.
La prensa hablaba de él por el consejo de guerra que sufre en 1919, al ser “procesado por el reparto de hojas clandestinas” (3). Por este delito le condenan a seis meses de prisión. En 1925 formó parte de los fugados de la prisión de Tarrasa, tras participar en el ataque a un juez de la localidad junto a varios compañeros más (4). Su huida para evitar la cárcel lo llevará a cruzar los Pirineos, llegando primero a Italia y después por mar a Argentina, lugares donde también había núcleos anarquistas. En 1931, con la proclamación de la II República, regresa a Barcelona. Había esperanzas de cambio, pero entendió que los avances solo se podrían lograr luchando. No será un testigo pasivo de esta etapa, con las movilizaciones populares de 1933 es nuevamente detenido, aunque poco después logra volver a fugarse (5), meses después hará su primera visita a Tenerife.
Según sus declaraciones, redactadas durante el proceso al que le sometieron las autoridades franquistas, llega a la Isla la primera vez por un tiempo corto. Era el mes de noviembre de 1934, al parecer había participado del proceso revolucionario de octubre de ese año en Barcelona. En Tenerife se encontró con otro de los anarquistas más destacados del momento, Antonio Vidal Arabí, regresando en 1935, como enviado de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) (6). También hará un breve paso por Gran Canaria. Esta vez no volverá abandonar el suelo volcánico de Canarias.
Martín Serasols será conocido en la Isla por varios alias, como Pepe "el Catalán", Pepe "el Gordo" y Jaime "el Valenciano", siendo considerado jefe del Comité de Defensa Confederal en Canarias (7). Aquí, junto a otros miembros como Vidal. Antonio Tejera “Antoñé”. Este último lo recordó, muchos años después, como un hombre “inteligente y valiente”. En Tenerife desarrolló una intensa labor para preparar una insurrección popular, recopilando armas, explosivos y ejecutando robos, como el asalto a la iglesia de La Matanza, que provocó el incendio de la misma, aunque hay que tener en cuenta, tal y como afirma el investigador Ricardo García Luis, que sabiendo que sería condenado a muerte desde el momento en que fue detenido, se autoinculpó de muchas de las acciones desarrolladas en esos días, para impedir que otros pasaran por la misma suerte (8).
Uno de los sucesos más destacados de esos meses fue el intento de ataque contra el General Franco. El 14 de julio de 1936 intentó, junto con Vidal y Tejera, armados con pistolas, trataron de acceder al dormitorio del futuro dictador trepando los muros de Capitanía, aunque sin poder abrir una gran puerta de tea que les separaba del cuarto donde dormía el militar (9).
El golpe militar hizo reaccionar inmediatamente a los sectores más concienciados. Sabían que vendrían tiempos muy difíciles desde el primer momento. La CNT, a través del Comité de Defensa, decidió organizar una primera reunión para coordinar acciones en la zona de Los Campitos, la misma noche del 18 de julio. Según la prensa que recogió el juicio contra buena parte de los asistentes a esa reunión, en la misma se decidió combatir “las tropas que ocupaban la Plaza de la Paz, o bien asaltando la batería del Bufadero, al mismo tiempo que se interceptara la carretera de San Andrés, volando con dinamita sobre la misma un trozo de tos montañas que bordean dicha carretera” (10), acciones que nunca se llegaron a realizar, entre otras cosas por la detención masiva de la mayoría de los que estuvieron en las afueras de la ciudad esa madrugada.
A medida que los franquistas capturan a muchos militantes de las organizaciones de izquierdas, Martín decide esconderse junto a otros compañeros. Vidal logra salir de la Isla con la orden de tratar de lograr una liberación a través de la flota republicana, mientras que su compañero buscará pasar desapercibido entre varias casas de miembros de la CNT entre La Laguna, Tacoronte y la capital. Desde la clandestinidad tratan de organizar acciones de resistencia, como el reparto de folletos reclamando a las tropas que hacían la mili, la mayoría hijos de obreros y campesinos, a que no colaboren con los golpistas y se sumaran a la resistencia (11). Su suerte terminó en octubre, cuando fue identificado y detenido en la zona de la plaza del Guimerá.
El 30 de diciembre de 1936 las autoridades franquistas estaban especialmente ocupadas. Ese día se celebraron cinco consejos de guerra. A las nueve “contra los paisanos Martín Serasols y Francisco Domingo Santos, por el delito de rebelión. A las tres de la tarde, contra el paisano José Boza Suárez, por el delito de excitación para cometer rebelión. A las cuatro contra el paisano Rafael Arroyo Castrillo, por el delito de excitación a la rebelión. A las 5 contra el paisano Isaac Ferrera Amador, por el de excitación para cometer rebelión” (13). Como se esperaba, la sentencia fue la de muerte, que se cumplirá apenas diez días después del juicio. Un día antes de ser fusilado había comenzado el proceso contra 46 vecinos y vecinas acusados de tratar de resistir a los fascistas, de los que un par de semanas después sería asesinados diecinueve en los mismos muros de la Batería del Barranco del Hierro. Ese lugar de muerte, años después, sería tomado por la refinería, que ayudaría a ocultar sus vestigios. ¿Serán capaces de localizar la antigua Batería con las obras de retirada y urbanización de lo que en su día ocupó la refinería?¿Querrán darle el sentido que recoge la Ley de Memoria Democrática a esos restos?...viendo como algunos, en este siglo XXI, protegen los símbolos del franquismo en la capital tinerfeña, me preocupa no tenerlo claro. Martín Serasols, acabó, como tantos otros, en la fosa común de Santa Lastenia. Su cuerpo se unió, para siempre, a la tierra canaria, ojalá lo haga también su memoria.
García Luis, Ricardo. Los fusilados. Las últimas letras. ¿Temor a la muerte?. Cuadernos del Ateneo de La Laguna, n.º 23. 1 de junio de 2007. p 46
Martí Serarols Treserras: https://www.anarquia.cat/marti-serarols-treserras/#/
El Fígaro. 24 de mayo de 1919 p 11
La Tierra. 13 marzo 1925 p2
Martí Serarols Treserras. Op cit
Medina Sanabria, Pedro. Declaraciones de Martín Serasols Treserras: https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2010/08/31/declaraciones-de-martin-serarols-treserras/
La Sorriba. n.º 26. junio de 1986. p 11
García Luis, Ricardo. La justicia de los rebeldes. Los fusilados en Santa Cruz de Tenerife (1936-1940), Baile del Sol, Tenerife, 1994. p 85
García Luis, Ricardo. 1994. Op cit p 86
Gaceta de Tenerife. 10 de enero de 1937 p5
García Luis, Ricardo. Proceso a la CNT. 19 fusilados el 23 de enero de 1937. Santa Cruz de Tenerife. 2007. p91
García Luis, Ricardo. 1994. Op cit p 93
Gaceta de Tenerife. 30 de diciembre de 1936 p2
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