viernes, 13 de febrero de 2009

Para entender la corrupción. Por Domingo Garí.


Les dejo este claro y necesario artículo del compañero y profesor Domingo Garí donde nos habla de las relaciones entre el sistema capitalista y la corrupción. Recomiendo su lectura.

El fenómeno de la corrupción se ha convertido en las últimas décadas en objeto preferente de atención de los medios de comunicación, y también de sectores del pensamiento crítico, y con estos, de quienes pretenden dar una nueva salida a los asuntos sociales. En el caso español y, sobre todo, en el canario, los primeros han orientado a los segundos. La crítica mediática a los casos de corrupción desde los primeros casos vinculados al PSOE, en la época de Felipe González, realizado por determinados medios de comunicación, centraron la atención política sobre ese asunto, y marcaron desde entonces una parte sustancial del discurso y la agenda de la izquierda.

Propio del mundo de la inmediatez periodística, la denuncia de cada caso de corrupción, es la antesala de la denuncia del siguiente caso de corrupción. Pero esta forma de narrar la realidad social, sin armazón teórico ni perspectiva histórica, oculta la verdadera naturaleza de la corrupción, haciendo posible airear unos casos y silenciar otros, al explicar ésta como una sucesión de casos sin conexión ni explicación sistémica, haciendo posible, de esta guisa, airear unos casos o silenciar otros. Los casos que pudiesen desgastar a figuras claves del consenso constitucional, como ocurrió con el caso de las torres de KIO, y otros que rozan de más o menos cerca a personas entronizadas junto a los dioses del olimpo en el sistema de monarquía parlamentaria actual, ni se mentan.

Ahora que Marx se ha puesto de moda en Wall Street, la City, París y Berlín, en donde se han disparado las ventas de El Capital, y en donde detrás de cada broker ha surgido un marxólogo, los que nunca renunciamos a su legado intelectual y hemos permanecido en el comunismo, volvemos a apoyarnos en su obrar para entender el mundo, y de manera especial, los asuntos vinculados a la economía política.

Sería un abuso exigirle a los periodistas que se lean El Capital, aunque ciertos capítulos no les vendrían nada mal, o algo más ligero, como El 18 Brumario de Luis Bonaparte, del cual se extraen principios teóricos para poder hablar de las sociedades contemporáneas con cierta suficiensuficiencia discursiva. Pero lo que sí es exigible, al menos a las fuerzas que se consideran del “campo del socialismo”, es que se doten de los argumentos teóricos suficientes para no ser pura y simplemente ventrílocuo de los distintos poderes mediáticos, grandes o pequeños. Los que no son ni de izquierda ni de derechas da igual lo que lean, primero deben encontrarse así mismos, para luego poder hacer un discurso al conjunto de la sociedad.

El asunto de la corrupción no es una anomalía, deformación o mal uso puntual del sistema capitalista. Es el sistema en sí mismo. El capitalismo es un sistema productivo dinámico y cambiante, y la corrupción ha acompañado las formas de acumulación de capitales desde sus mismos orígenes. Marx nos lo explica, para el nacimiento del capitalismo, en el capítulo dedicado a la acumulación originaria en el que nos narra como los labradores e importantes “huestes feudales” junto con las propiedades de la iglesia, fueron arrebatadas a sus propietarios por la alianza del poder real con la burguesía emergente a lo largo del siglo XV y XVI, y como la Gloriosa Revolución de 1688 que inauguró el parlamentarismo moderno “entregó el poder a los terratenientes y capitalistas acaparadores” quienes “consagraron la nueva era, entregándose en una escala gigantesca al saqueo de los terrenos de dominio público, que hasta entonces sólo se había practicado en proporciones muy modestas…Los capitalistas burgueses favorecieron esta operación, entre otras cosas, para convertir el suelo en un artículo puramente comercial, extender la zona de las grandes explotaciones agrícolas, hacer que aumentase la afluencia a la ciudad de proletarios libres y desheredados del campo, etc.”.

Este fenómeno se vio acompañado de la expansión de la rapiña colonial, que alcanza hasta la actualidad, y aunque se trató de arropar con el favor de los nacionales, no se lograría hasta después de la II Guerra Mundial con el Welfare State, saqueando primero brutalmente a los propios nacionales. Del caso inglés estudiado por Marx, lo expropiado a los agricultores ingleses con la promesa de posteriores reparaciones hay que decir que: “la población rural no obtuvo ni un céntimo de indemnizaciones por los 3.511.770 acres de tierras comunales que entre los años de 1801 y 1831 le fueron arrebatados y ofrecidos como regalo a los terratenientes por el parlamento de terratenientes”.riquezas En el caso holandés, que es la pata primera del desarrollo capitalista en el siglo XVII, su historia colonial “hace desfilar ante nosotros un cuadro insuperable de traiciones, cohechos, asesinatos e infamias. Nada más elocuente que el sistema de robo de hombres aplicado en la isla de Célebes, para obtener esclavos con destino a Java.” Los holandeses emulados por el resto de europeos convirtieron el sistema de la esclavitud en una de las fuentes principales de su acumulación originaria, junto a las riquezas minerales y agrícolas robadas a América Latina y a África, desde entonces y hasta la actualidad. Esto le llevó a decir a Marx que: “Con los progresos de la producción capitalista durante el período manufacturero, la opinión pública de Europa perdió los últimos vestigios de pudor y de conciencia que aún le quedaban. Los diversos países se jactaban cínicamente de todas las infamias que podían servir de medios de acumulación de capital”.

Por estas latitudes oesteafricanas, las formas de acumulación originaria se iniciaron tras una guerra de conquista, en una alianza de la terratenencia isleña con la Corona española. Los

Los grandes propietarios de aguas y tierras que gobernaron canarias desde el siglo XV hasta las primeras décadas del XX, fueron un puñado minúsculo de familias nobles y de agentes comerciales, y políticos a sus órdenes, brillantemente estudiado por José Manuel Rodríguez Acevedo en su trabajo sobre el caciquismo en Tenerife en el periodo de la restauración borbónica. Un sistema feudal muy poco dinámico hasta bien entrado el siglo XX, a mediados del cual algunas cosas comienzan a cambiar. Aunque desde primeros años de posguerra, nuevas formas de acumulación de capitales se originaron fuera del ámbito de la terratenencia y de la economía agraria. Estas nuevas formas estarán asociadas a un uso fraudulento de los cargos políticos bajo el franquismo, y la utilización de influencias en su entorno, que permitieron “expropiar” ilegalmente a campesinos analfabetos, y hacer con sus tierras nuevos patrimonios millonarios. La otra modalidad de acumulación consistió en la rapiña desatada en torno a la economía clandestina del estraperlo y la usura asociada a ella, de la que surgieron enriquecidas nuevas familias, que no habían pertenecido a las clases dominantes pero que por su nueva fortuna compran su derecho a ingresar en los clubes de las élites insulares. Esto por su parte, lo ha estudiado magníficamente Ricardo Guerra Palmero en sus investigaciones sobre el primer franquismo en Canarias, cuando haciendo una caracterización sobre los modelos de enriquecimiento tras el 18 de Julio detecta cuatro grandes formas de acumulación, siendo una de ellas, “el mercado negro en sus más variadas formas, que permitió acumular grandes fortunas a unos, los más privilegiados y vinculados a los aparatos de poder de la Dictadura”.

Este nuevo sistema, y las dinámicas del capitalismo de postguerra, están asociadas de manera invariable a mecanismos de corruptelas, con la edificación de una economía paralela muchas veces tan potente como la oficial, de la que se sirvieron los nuevos capitalistas que ascendieron socialmente al amparo del fascismo, además de “que, en estos negocios participaban, por acción u omisión, las autoridades o, al menos, un número elevado de funcionarios y de gestores de lo público en las diversas administraciones, creándose con ello un clima de corrupción generalizada y una doble moral, o doble rasero a la hora de sancionar esas prácticas”.
Por otra parte, en el escenario de la comunicación, la totalidad de los grandes medios de información, escritos o radiofónicos - que hoy siguen siendo los más importantes en las islas- crecieron al calor del favor de las autoridades fascistas, cuando no directamente como portavoces directos de las mismas, y vivieron y siguen viviendo de todo tipo de favores institucionales. Pero más allá de eso, la emergencia de nuevas familias que se asocian a las elites insulares, creó las condiciones para que se terminase con la cerrada endogamia que regía desde tiempos inmemoriales en las castas superiores de la sociedad. Desde los años sesenta en adelante una nueva fracción de capitalistas y agentes de los mismos han engrosado las filas de las burguesías insulares, esta vez bajo el amparo del “poder del suelo”. Efectivamente, la compra-venta de suelo ha estado en la base del surgimiento de estos nuevos sectores capitalistas, que aupados por fortunas procedentes del Nuevo Mundo, invirtieroninvirtieron cantidades considerables de dinero en esa actividad. Desde la última década del franquismo y a lo largo del periodo autonómico, el capitalismo coligado no ya a las actividades agrarias, comercial o industrial, sino al de la especulación con el suelo, se ha convertido en el nuevo vector de la economía isleña y al calor de él han surgido nuevos agentes muy poderosos, quizá el sector más poderoso hoy de la burguesía insular en ambas islas capitalinas, Lanzarote y Fuerteventura. El poder de estos recién llegados se asienta en el trinomio suelo-infraestruturas-turismo, y claro está, en prácticas irregulares o de corruptelas que llevan tiempo a la orden del día en la prensa local (Caso Dimas, Palmer, Salmón, Teresitas, Tindaya, Puerto de Granadilla, subvenciones teledirigidas a empresas amigas, etc.), arropadas por el poder político (de variada adscripción) y el financiero. Y otros que sin estar en la prensa local también existen como ha denunciado el columnista de Diario de Avisos, González Jerez: “Allá abajo (se refiere a los sures de GC y TF) pululan mafias y organizaciones delictivas procedentes de media docena de países…Canarias ha sido en la última década un banquete en el que han levantado sus copas mafiosos y amigos de mafiosos del Sur y el Este de Europa".

Este fenómeno no es en absoluto privativo de Canarias. Es la forma específica de capitalismo de la era financiera. Y en ese nuevo modelo de acumulación de capitales la corrupción, o fenómenos asociados, cumplen un papel específico como siempre lo ha hecho a lo largo de la historia. El papel de acelerar el proceso de acumulación de capitales.

En un artículo titulado “Surge una nueva clase dirigente”, Samir Amín anota que tras los escándalos de Enron y otros vinculados al fenómeno de la “financiarización” ha salido a la luz “la naturaleza de la transformación que se está produciendo” en el capitalismo actual, caracterizado por el gobierno de los hiper-ricos, en el que la democracia se retrae a un juego de baja intensidad donde el Parlamento apenas tiene importancia, recayendo la responsabilidad de las decisiones claves en los agentes privados de un sobredimensionado mercado. El capitalismo financiero y los oligopolios vinculados a la triada USA, Europa y Japón “han destruido los poderes de todas las antiguas clases dirigentes para sustituirlas por una nueva clase que podemos calificar de especuladora”. Este nuevo sujeto del capitalismo especulador “se hace rico gracias a su relación con el poder establecido…deja de comulgar con cualquier sistema de valores morales y nacionales del tipo que sean. A imagen de su alter ego de los centros dominantes, sólo conoce el éxito del dinero y la codicia”. Este sujeto de la corrupción globalizada adquiere formas específicas entre las clases dirigentes locales de los países sometidos a las potencias imperialistas, actuando como “amigos de los especuladores dominantes a escala mundial”, y siendo de hecho sus agentes locales, por encima de la opinión que expresen sus pueblos al respecto. Por tanto, el asunto requiere una discusión política de más calado de la que los medios, y cierta izquierda que los sigue, proponen como fundamental.

Si la izquierda sigue empeñada en poner su esperanza en la acción de los jueces, es que en realidad a lo que juega es a iniciar escaramuzas de baja intensidad, lo cual está bien, y además está en su legítimo derecho de hacerlo. Aunque, aún siendo así, no está de más recordar que la independencia judicial es solo otro desgastado fetiche del que se nutre el sistema. Los comunistas, y otros amigos, no estamos para arreglar el capitalismo ni para perder el tiempo abrillantando fetiches. Estamos para buscar, junto con los trabajadores, nuevas formas de organización social más acordes con la libertad, la igualdad y la fraternidad. Si no fuese así, mejor haríamos yendo a matricularnos todos a la facultad de derecho.

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