En el otoño de 1936, desde una mina de oro colombiana, Miguel Luque leía en los periódicos los horrores vividos en la toma de Badajoz por los franquistas. Con rabia, tomó un papel y escribió un escrito que cruzaría el océano. A miles de kilómetros decía “la sangre me arde”. Animaba a plantar cara al fascismo y anunciaba que volvería, para “coger el fusil y luchar hasta caer”. Esa carta, publicada en un medio de Barcelona, se trataba del último testimonio que he encontrado de una de las figuras más misteriosas y curiosas de la CNT en Canarias, Miguel Luque Espino, que había nacido en el pueblo de Pedroche, una pequeña localidad agrícola del norte de Córdoba, el 3 de octubre de 1902. Fue un escritor prolífico, un activista social y cultural, pero también, un antisistema literal, una persona muy ligada a los sectores más duros del anarquismo, que convirtieron estas ideas en una forma de vida, clandestina y rebelde. Es bien sabido que el ideario anarquista logró penetrar y expand...