sábado, 30 de junio de 2012

Reflexionando sobre los sectarios


El sectario es el típico amargadillo que imparte justicia sin que nadie se lo pida. El sectario dicta sentencia sin escuchar, muchas veces casi sin pensar. Para el sectario sólo existe un lado correcto, el suyo. Su cariño es frágil ya que sólo soporta un asfixiante clima monocolor, donde blancos y negros, buenos y malos están tan bien definidos, el no necesita más. El sectario está siempre ávido por calzarse su túnica para quemar herejes y sus lengua o teclado pistolero siempre trata de dejar seco al enemigo, sin demasiado trabajo ni esfuerzo, es el enemigo al fin y al cabo. Un sectario no te acompaña, te vigila, te audita, te valora o juzga…hasta que detecte que no eres lo suficientemente bueno para el.  Aunque lo parezca, un sectario nunca podrá ser un amigo, mucho menos un camarada, su afinidad dura poco, siempre buscará motivos para sentirse traicionado o para la sospecha. El sectario es como el caballo de Atila, por donde pasa no vuelve a crecer la hierba. Jamás trates de convencer a un sectario, sus argumentos van más allá de la lógica, son convicciones casi religiosas que le habrá chivado al oído algún ser superior. El grupo no está hecho para el sectario, el sólo puede trabajar para si mismo. Todos y todas conocemos a algún sectario, en la familia, el trabajo, entre tus amigos o en tu grupo, están ahí, observándonos, apuntando nuestras “malas acciones” por si tenemos que ser objeto de algún juicio sumarísimo. Tengo esperanza de que la vida se convierta en mi cedazo natural y que me ayude a separar el buen grano del polvo.        

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