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Florencio Sosa Acevedo alcalde, diputado y revolucionario portuense

El diputado canario, Florencio Sosa Acevedo, era un elemento peligroso. Las palizas recibidas en sus prisiones franquistas le costaron una dislocación de mandíbula, querían callarle la boca y quitarle la vida, aunque finalmente solo le aplicaron un largo destierro. Esta próxima semana se cumplirán cincuenta años de la muerte del primer alcalde socialista del Puerto de la Cruz.

Florencio había nacido en 1901 en el barrio portuense de Las Dehesas, en un hogar humilde, hijo de jornaleros. Su inteligencia despuntaba, pero no había medios para darle una educación adecuada, lo que hizo que el Seminario Conciliar de Tenerife fuera su escuela educativa inicial, donde permanece hasta 1922. Aunque los libros que estudiaba hablaban de fraternidad y amor al prójimo, no sentía que su labor fuera correcta ni la más adecuada para dar dignidad al pueblo donde se crio y que tan bien conoció. Junto a su hermano, Modesto Sosa, formará parte de la Sociedad Taoro, espacio de participación vecinal nacida en su barrio natal, que mantenía una intensa agenda cultural, lúdica y formativa. En esta entidad tendrá varios cargos, ocupando en 1928 la presidencia, que antes estuvo ocupada por su hermano. La sociedad servirá también como escuela improvisada, dando clases nocturnas y a niños de la zona. En esta etapa trata de acercar las letras y herramientas no facilitadas a sus convecinos, llegando a organizar en 1928 una excursión a la capital de la Isla, en una caravana formada por cuatro coches y una guagua, para conocer espacios como el Mercado chicharrero.



Con solo veinte años ya había sido nombrado corresponsal literario de la Gaceta de Tenerife, medio conservador, donde dará sus primeros pasos como escritor, a medida que sus ideales van tomando forma y fuerza. Florencio ama la cultura, regentando una librería en su localidad natal desde 1922. Su labor social empieza pronto a hacerse notar, impulsando en 1929, junto a otro vecino de Las Dehesas, Antonio Ramón Hernández, una mancomunidad asociada al Banco Hispano de edificación para impulsar la construcción de cincuenta casas económicas para atender las necesidades del barrio. Ese mismo año organiza un teatro escolar con una obra hecha por él, llamada con el ilustrativo nombre de “¡Sin pan y sin escuela!”. El final de esa década llegaba cargado de cambios, además de una creciente oposición social y sindical al sistema monárquico y a la dictadura de Primo de Rivera. A pesar de la censura y las limitaciones políticas, ideas nuevas y avanzadas penetran en la sociedad isleña y arraigan en muchas conciencias, también en la de Florencio Sosa. La cultura será un instrumento clave en ese proceso, no es de extrañar que él fuera impulsor de la biblioteca popular que abrió en su barrio natal el 30 de agosto de 1930. Su idea era que esos 30 o 40 libros, junto a los periódicos que les llegaban, fueran un instrumento de formación, acercando la cultura a una población para la que simplemente comprar un libro era un lujo. Deja clara su idea con un escrito que publica en varios medios, donde dice: “Abrigo la esperanza de encontrar algunas personas que me ayuden, para que pronto sea una realidad la Biblioteca circulante. Y se me han hecho ofertas de libros”.

Sosa irá acercándose a los ideales socialistas y republicanos a cada paso que da, cuando quiere promover la educación o las mejoras que su vecindad demanda. En noviembre de 1930 le llegará su primer choque con el orden político establecido. Un artículo publicado en el periódico local “Decimos...”, demandando la llegada de una República, provocó un “auto de procesamiento contra el joven y culto periodista”, contra el que se pedían “pena de 4 años de prisión y 4 años de inhabilitación especial para cargo público”. Por suerte su sueño se cumplió, y con él quedó en nada todo el proceso. En esa época ya tenía claro su paso al frente en la política, militando en la Agrupación Socialista portuense.

La nueva etapa republicana llegó con especial entusiasmo en los núcleos con mayor presencia obrera y jornalera, caso del Puerto de la Cruz. Se veía al fin una oportunidad de romper con el viejo sistema caciquil y de mejorar en las condiciones de vida de la población trabajadora. Florencio Sosa fue elegido como primer alcalde republicano de su municipio y lo hace dentro de las filas socialistas. Le acompañan en la tarea como primer teniente de alcalde, Ildefonso Padilla Yanes, como segundo, Juan Ríos Pérez, tercero, Domingo Perera Hernández y como síndicos, Nicolás López y López y Melecio Hernández Benítez. Sus principales objetivos serán la edificación de viviendas baratas, la construcción de escuelas y la reforma del sistema educativo, la reducción de un paro obrero y la aplicación racional de impuestos, cargándolos sobre los elementos que mayor riqueza. También promoverán la construcción de unas piscinas en la zona de Martiánez.

A los pocos días de obtener el cargo ya se pide su participación en uno de los mítines que se darán con motivo del primer primero de mayo de la II República, fecha que se convierte en día oficial de reivindicación obrera. Participa en la manifestación y mitin celebrado en Icod, donde en el estrado le acompañarán Domingo Pérez Trujillo e Inocencio Sosa, presidente y secretario de la Federación Obrera del Puerto de la Cruz; Augusto Cuevas Pinto, presidente del Comité Socialista de Garachico; y Juan Reyes Bartlet y José Díaz Martín, representantes socialistas de Icod. La presencia de Sosa en los actos promovidos en esta fecha tan simbólica será una constante a lo largo de la etapa republicana.

Serán años de movilización sindical, política y social. Florencio se convertirá en una de las voces más escuchadas y más respetadas por la clase obrera. El cariño queda patente cuando apenas cuatro meses después de su nombramiento fue homenajeado por sus vecinos y recibe “un bastón de mando, adquirido por suscripción popular”. Tal vez en esta fecha ya se empezó a consolidar una coplilla popular republicana que decía “En el cielo manda dios/ en la tierra manda el clero/ y en el Puerto de la Cruz/ Florencio Sosa Acevedo”, rescatada muchos años después por el Grupo Folclórico de Magisterio.

Tras varios meses de gestión local, con numerosos mítines y actos formativos, será uno de los participantes del Congreso Regional Obrero celebrado en diciembre de 1931 en Las Palmas de Gran Canaria, donde la representación tinerfeña será nutrida y diversa, donde todavía conviven en un mismo espacio sectores socialistas y anarquistas. Esa convivencia queda clara en actos como los celebrados en el Teatro Leal de La Laguna en enero de 1932, con charlas para el Centro de Estudios Sociales, de clara mayoría anarquista en su directiva, pero donde comparte estrado junto a jóvenes socialistas como el abogado José Arozena y un, por entonces, no tan conocido poeta y redactor de El Socialista, Domingo López Torres. La evolución política de Sosa es evidente, si hacía apenas tres años colaboraba en las tareas de restauración de la Iglesia Parroquial del Puerto, el 13 de marzo de 1932 participará en los actos anticlericales que organiza el Centro de Estudios Sociales en el Parque Victoria de la capital tinerfeña.

Por el primero de mayo de 1932 hará doblete, primero en un mitin organizado en el Teatro Leal de La Laguna y por la tarde en el Puerto de la Cruz, donde estará arropado por “Inocencio Sosa, José Rial, Saturnino Tejera, por los compañeros de La Laguna; Emiliano Díaz Castro, Augusto Cuevas, el Presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria, Francisco García y García, que trae, con los camaradas Pérez y Juan Sosa, la representación del Partido Socialista y de la Federación Obrera de Las Palmas”.

La visibilidad de Florencio y sus posiciones avanzadas será una excusa para un claro señalamiento mediático y procesos incluso judiciales. Es el caso de la familia Machado Pérez, grandes terratenientes de la zona, que se querellarán contra él por lo que consideran calumnias. Sucederá lo mismo con una serie de cartas publicadas por Luz Carpenter, último alcalde del anterior régimen en el Puerto de la Cruz, donde lo acusa de conductas poco adecuadas y de haberlo atacado. personalmente “prescindiendo de toda cortesía, caballerosidad y delicadeza”. La réplica de Sosa fue clara y contundente “siempre hablé autorizado por el pueblo, consentido por el pueblo y aplaudido por el pueblo. Que el señor Luz le pida explicaciones al pueblo, y no a mi”.

Ejercerá de alcalde hasta febrero de 1933, cuando decide dar un paso a un lado y “permanecer al margen de la lucha electoral”, tal y como publica en abril de ese año en La Prensa. Florencio tomará desde ese momento y hasta 1935 un papel más centrado en la labor sindical y en las luchas obreras. La crisis económica desatada por el Crack de la bolsa de Nueva York en 1929 se empezaba a notar con gran intensidad, en especial en una tierra exportadora de frutos a Europa. Los datos recogidos por el profesor Miguel Ángel Cabrera muestran como de 1230 parados a tiempo completo o parcial en 1934 se alcanzarán los 2000 en enero de 1936. Las luchas sociales se irán intensificando medida que los grandes empresarios del sector tratan de recortar los avances alcanzados.

Lucio Illada y él se convertirán en portavoces de un amplio sector de jornaleros agrícolas, pidiendo a las autoridades republicanas en numerosos mítines en el Valle de La Orotava y Los Realejos, que se reforzaran las obras públicas para emplear a los parados norteños.

Isidra Adelina García recordaba en 1999 ante Cirilo Leal como acompañó a su madre a ver a Florencio, amenazada junto a sus siete hijos de ser “botada a la calle”, recibiendo consejo y apoyo del activista, convirtiéndose toda la familia en fiel seguidora, recordaba que “Don Florencio Sosa era un Dios para muchas mujeres trabajadoras como mi madre”. Nuestro protagonista no dejará de participar en procesos de denuncia sindical e incluso se sentará a las mesas de negociación donde, al otro lado, tendrá a apellidos como los Ponte, los Zárate, los Lugo, los Machado, incluso a la poderosa casa Yeoward .

Mitin en el Teatro Atlante de La Orotava 


En el primero de mayo de 1934 formará una vez parte de las voces, que en esta ocasión, ocuparán la plaza de Toros de Santa Cruz, donde reunirán a unas 3000 personas. Le acompañarán ese día Santiago Albertos, presidente de las Juventudes Socialistas, Juan Pedro Ascanio, representando a los Comunistas; “Nicolás Mingorance, de la Asociación de Empleados; Domingo García, por los comunistas de La Laguna; José Rial, por la U. G. T.; Lucio lllada, en nombre de la Federación Obrera de la Orotava; Saturnino Tejera, de la Agrupación Socialista de La Laguna”, además de Amadeo Hernández, por la C. N. T.; Emiliano Díaz Castro, de la Agrupación Socialista de esta capital, y Manuel Pérez, de la Confederación Regional del Trabajo. Según la crónica del semanario socialista Rebelión, Florencio reclamó “la necesidad del frente único que no debe quedar reducido a este acto. Estima que deben realizarse otros actos por los pueblos para seguir manteniendo y robusteciendo la solidaridad de los trabajadores”. El giro conservador que la CEDA había impuesto a la II República había generado una gran oleada de preocupación, ante el avance de la represión y los retrocesos que se anunciaban. Un ejemplo de ello fue la represión vivida con motivo de la huelga del sector platanero de La Orotava, que en septiembre de 1934 acaba con la detención de Sosa y la clausura de las organizaciones sindicales de la zona.

Desde las páginas de En Marcha dirige una carta desde la prisión, donde dice que “No me apena estar en la cárcel. Me acongoja y desespera el no poder estar al lado de vosotros luchando contra los verdugos de la clase trabajadora”. Este conflicto se alargará hasta octubre de 1934, con nuevas detenciones y procesos de persecución de sindicalistas. En esos años, su compañera de vida, Josefina Badalona, había sufrido dos abortos fruto de la enorme tensión vivida. En febrero de 1935 las autoridades optan por el destierro de los militantes obreristas más molestos y peligrosos. Florencio Sosa es deportado a Valverde, en El Hierro, Lucio Illada a Gran Tarajal, César Puente a Puerto Cabras, Aquilino Hernández a Arrecife y José Manzanero a Teguise. Como denuncian desde las páginas de Espartaco, “nuestros camaradas están sufriendo un asedio mortal por parte de las autoridades, que en un principio se negaron a prestarles alojamiento”. En el mismo periódico, Florencio analiza la situación y saca una conclusión clara, además del objetivo electoral, la “patronal radical-agrario persigue otra finalidad: amansar a los obreros para realizar en este verano otra parte de su programa de hambre y miseria, que es generalizar la baja de jornales”. La situación de los deportados, sin medios para mantener a sus familias ni a ellos mismos, se hizo tan complicada que se realizaron colectas entre las agrupaciones socialistas y organizaciones sindicales.

Hasta abril de 1935 no finalizó el destierro de los militantes de izquierda, que aprovechará para realizar una serie de mítines de agradecimiento en la Isla de La Palma. Su creciente colaboración con el periódico Espartaco, estrechamente ligado al PCE, avisa ya del nuevo paso ideológico que dará el exalcalde portuense, donde seguramente influyó su relación de camaradería con el maestro palmero, José Miguel Pérez. A pesar de ello, en Tenerife seguirá colaborando en mítines y acciones formativas, junto a figuras socialistas como Santiago Albertos, Nicolás Mingorance y Pedro García Cabrera.

Su creciente fuerza dialéctica le harán objeto de un nuevo proceso sumario por “provocación a la rebelión”, en agosto de 1935. En ese momento ya se está configurando lo que será el futuro Frente Popular, una herramienta de unidad que se construye para detener el retroceso en los avances alcanzados y la liberación de los presos políticos. El 17 de noviembre estará en el mitin celebrado en el Teatro Leal junto a Santiago Albertos y José Carlos Schwartz, donde apoyarán decididamente la conformación de este espacio de unidad de las fuerzas republicanas y de izquierda. Como ya sabemos, este espacio se logra consolidar, siendo Florencio Sosa representante ya del Partido Comunista, y candidato del Frente Popular, junto a Luis Rodríguez-Figueroa será candidato por Izquierda Republicana, Emiliano Díaz Castro, por los socialistas y Elfidio Alonso Rodríguez, por Unión Republicana. Como sabemos esa candidatura logrará un gran éxito electoral, superando a las papeletas de las organizaciones conservadoras. La candidatura de Sosa superará los 30.000 votos en Tenerife, obteniendo el puesto de diputado, partiendo el 6 de marzo a su primer viaje a Madrid.

La ilusión generada no tardará en quebrarse de manos de un golpe militar orquestado al poco de las elecciones por los sectores más conservadores de la sociedad. Tras acompañar a su pueblo en las celebraciones del 14 de abril y del primero de mayo, Florencio parte nuevamente el 19 de junio de 1936 a Madrid, no regresará más a su tierra. Con el estallido de la guerra formó parte de las labores del gobierno republicano en Madrid y Barcelona. En septiembre de 1936 estará en los micrófonos de la emisora del PCE en Madrid, tratando de llegar a sus compañeros de las Islas desde la distancia.

Las autoridades franquistas no tardaron en buscar y condenar a Florencio, que junto a otros diputados y representantes políticos que lograron evitar ser detenidos, son condenados en octubre de 1937 por la Presidencia de la Junta Técnica del Estado al pago de sanciones, que en caso de nuestro protagonista será de 500.000 pesetas. Según recoge Manuel Álvarez Tardío de varias referencias, el mismo general Franco ya había señalado a Sosa, incluso antes del golpe, asegurando en mayo de 1936 que el portuense había instado al «degüello de oficiales».

En su labor de apoyo a las labores de defensa de la II República le tocarán tareas como la de organizar una muestra de arte español en Paris, para recaudar fondos., participando además, en las tareas de protección de las obras del Museo del Prado ante los bombardeos franquistas. Florencio no olvida a Canarias en ningún momento. Forma junto a otros destacados isleños, el Frente Antifascista de Canarias, colaborando en las labores de apoyo a los que iban llegando desde Canarias, ya fuera huyendo de las Islas o pasándose de bando en la Guerra. Este espacio será el encargado de acoger y distribuir la ayuda a los 98 canjeados de Canarias, llegados a Barcelona en septiembre de 1938, además de hacer un amplio seguimiento a militantes y activistas, algunos de ellos presos tras caer en el frente, habiendo sido movilizados a la fuerza y en contra de sus ideales por los golpistas.

En 1938 reside en Barcelona, en un piso de la calle Balmes nº205, aunque también hará viajes a Valencia y Murcia. Entre las cartas hay ejemplos de la presencia más amplia de lo que se espera de tropas canarias apoyando a la República. Un ejemplo de ello es la misiva que le dirige el 19 de febrero de 1938, Isidro Álamo Saavedra que desde Fraga, en Huesca, que había decidido coordinar a los canarios existentes en las unidades de la zona, noticia que la causa gran emoción. También intervendrá en las liberaciones de presos canarios capturados en el frente, como dos vecinos de La Orotava, Antonio Díaz Trujillo y Juan Morales Machado, que habían sido miembros de la UGT y se lograron pasar al bando republicano.

En agosto de 1938 logra contactar con su hermano Marcelino, que estaba emigrado a Cuba, en la localidad de Camagüey. Este le dice “No sabes cuánto me alegro que te hallaras (sic) en Madrid los días de haber estallado la Guerra pues estaba grandemente preocupado por considerar que si hubieras estado en Canarias quien save (sic) como lo hubieras pasado según los crímenes que se han cometido”. Florencio tratará de mandar fotos a su familia a través de su hermano, ya que le resultaba imposible hacerlo en plena Guerra.



El Frente Antifascista, a pesar de las tensiones y desencuentros que la situación bélica crea entre los sectores que lo conforman, es un ejemplo de convivencia. En septiembre de 1938 tenemos una carta de Florencio al líder cenetista tinerfeño, Francisco Silvestre Infante, al que informa de la existencia de militantes de la CNT prisioneros de la batalla del Ebro, que habían sido movilizados por los franquistas a la fuerza, en contra de sus ideales. Se refiere a Pedro López Calero de La Cuesta, Antonio Calero Acuña, molinero, Pastor Luis Hernández, de La Cuesta y Santiago Toledo Fuentes de Carga Blanca, que a pocos meses de la derrota definitiva de la República, serán liberados.

Por el periódico de los comunistas exiliados en México, España Popular, sabemos que Florencio abandonó en febrero de 1939 España, por la frontera de Los Pirineos, ingresando junto a decenas de miles de refugiados en los campos de Argeles, aunque logra volver poco después a los núcleos de resistencia que quedaban en la zona Centro-Sur española, siendo detenido por el golpe de Casado y entregado a los franquistas. Fue trasladado al Castillo de Santa Bárbara y sometido a tortura, como indicamos al inicio de este relato. Después pasaría por la prisión fábrica Nº2 de Elche, junto a cientos de militantes de las organizaciones republicanas, siendo condenado a muerte, aunque finalmente se conmutaría su pena, pudiendo retomar su vida años después.

Florencio Sosa Acevedo vivió junto a su esposa en un largo exilio. El 6 de noviembre de 1975 no sabía que al dictador apenas le quedaban dos semanas de vida, cuando un desgraciado accidente de tráfico acabó con su tiempo en la tierra en una carretera de Sevilla, Tenía 74 años y había dejado un extraordinario rastro de lucha y activismo, además de demasiados años de clandestinidad y silencio. Hubo que esperar dos años después de morir para poder darle un justo homenaje a este viejo comunista, que llegó a ser alcalde del Puerto de la Cruz, aunque no estuvo exento de polémica. El acto se tuvo que celebrar en el Parque de San Francisco, ya que, como narró el boletín del PCE “el alcalde de la ciudad turística, de claras tendencias fascistas, negó la popular y tradicional Plaza del Charco como escenario”. En 1980, una placa colocada por el Ayuntamiento a las puertas de la Asociación Vecinal de San Antonio, recordando que allí estaba la sede de la Federación Obrera impulsada por Sosa, devolviéndole un uso social, más de cuarenta años después de ser incautada.

Cincuenta años después de su muerte el espíritu de Florencio Sosa sigue vivo, aunque emborronado por el tiempo. Está claro que merece mucho más que alguna placa y que la tarea colectiva de rescatar su legado debería desarrollarse. Un hijo de jornaleros, que alumbró educación, cultura y sentido de lucha, que dio todo por la libertad, en una época y un lugar donde los caciques se seguían creyendo dueños y señores de todo, no es mal ejemplo para una sociedad avanzada, como la que debemos ser.


Fuentes consultadas

Cabrera Acosta, Miguel Ángel. La II República en las Canarias Occidentales. Santa Cruz de Tenerife. 1991 pp449-463

Álvarez Tardío, Manuel. Hispania, 2019, vol. LXXIX, n.º 263, septiembre-diciembre, págs. 757-784 «Ahí van esos chulos». Militares, indisciplina y orden público en la primavera española de 1936. p762

Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Expedientes y cartas de Florencio Sosa Acevedo.

La Prensa, 16/1/1929, página 4

Gaceta de Tenerife, 8/6/1929, página 2

Las Noticias, 6/12/1929, página 3

Gaceta de Tenerife, 28/8/1930, página 2 

La Prensa, 13/11/1930, página 5

Gaceta de Tenerife, 9/4/1931, página 2

Gaceta de Tenerife, 21/4/1931, página 2

La Prensa, 30/4/1931, página 2

Las Noticias, 27/8/1931, página 1

La Prensa. 12 de diciembre de 1931. p2

La Prensa. 8 de enero de 1932 p5

La Prensa, 11/3/1932, página 1

El Día. 28/4/1932, página 1

El Día. 3/5/1932, página 8

Gaceta de Tenerife. 9 de octubre de 1932 p10

La Prensa, 10/11/1932, página 3 

Diario de Avisos. 13 de junio de 1999. p96

Hoy. 1 de noviembre de 1933. p6

La Prensa, 3/11/1933, página 3

La Prensa, 12/12/1933, página 3

La Prensa, 2/5/1934, página 3

Rebelión, 5/5/1934, página 4

La Prensa, 5/9/1934, página 4

En Marcha, 8/9/1934, página 2

Diario de Avisos. 21 de septiembre de 1978 p6

Hoy. 10 de febrero de 1935. p2

Espartaco. 16 de febrero de 1935. p2

Espartaco. 2 de marzo de 1935 p3

La Prensa, 13/3/1935, página 2

Espartaco. 20 de abril de 1935. p4

La Prensa, 8/6/1935, página 3

La Prensa, 23/7/1935, página 5

La Prensa, 15/8/1935, página 3

La Prensa, 15/11/1935, página 2

La Prensa, 6/2/1936, página 1

La Prensa, 16/2/1936, página 1

La Prensa, 23/4/1936, página 3

La Prensa, 3/5/1936, página 4

La Prensa, 20/6/1936, página 1

Mundo Obrero 15 de septiembre de 1936 p3

La Prensa, 15/10/1937, página 2

España Popular. 26 de octubre de 1940. p3

España Democrática. 26 de diciembre de 1940. p4

Tierra Canaria : Órgano del Partido Comunista de Canarias. 1/ de diciembre de 1977, p2

Diario de Avisos. 30 de julio de 1980 p9


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