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A 85 años del fusilamiento de Pedro Hernández Lorenzo, Balbino San Millán y Juan Ramos Muñoz

"Compañeros, vamos a morir como mueren los hombres que han vivido para defender un ideal noble y generoso, libre e igualitario y han luchado por una sociedad nueva. Moriremos de pie, sin vendas en los ojos, para ver las caras a los enemigos de la justicia, la paz de los pueblos”. Esta es un fragmento de la carta de despedida elaborada por Balbino San Millán, Juan Ramos Muñoz y Pedro Hernández Lorenzo pocas horas antes de enfrentarse al pelotón de fusilamiento en la Batería Militar del Barranco del Hierro, en Santa Cruz de Tenerife. El 20 de agosto de 1940 vieron su último amanecer, la próxima semana se cumplirán 85 años de ese terrible suceso.

Solo he podido encontrar imágenes de Balbino y de Pedro para ilustrar este texto, recopiladas por el investigador Ricardo García Luis. Ambos fueron declarados “Villeros de honor” a título póstumo de La Orotava en 2018, gracias al impulso y la labor del historiador José Manuel Hernández.

En 1940 el mundo resonaba con la II Guerra Mundial, la batalla de Inglaterra parecía señalar que el fascismo era imparable. El año anterior había caído la II República y con ella fueron apresados muchos de los isleños que habían logrado fugarse de Villa Cisneros en 1937. Balbino y Pedro habían sido deportados, señalados como rojos peligrosos como el resto de sus compañeros de destino. Juan Ramos era un joven soldado que se encontraba destinado a la localidad sahariana por su servicio militar.

Balbino había nacido en Huesca, aunque ligó su vida a La Orotava al convertirse en Guardia Municipal. En junio de 1931, con la República casi estrenándose, se casó en la parroquia de San Juan de La Orotava, con Carmen Rodríguez Guardia. Con ella tuvo dos niños y compartió un piso y una pequeña venta en la Calle Castaño. En 1932 se había visto envuelto en un incidente con unos vecinos en una venta situada en el lugar conocido por "Candelaria del Lomo", donde junto con otro guardia municipal intervinieron en una reyerta que acabó con un herido grave.

Las autoridades franquistas dirán de él, durante el Proceso de Responsabilidades Políticas abierto en 1940, que es un individuo que “goza de mal concepto, por sus formas bruscas y descompuestas”, indicando además que aunque no estaba afiliado a ningún partido era de “tendencias izquierdistas”.

José Manuel Hernández aborda magistralmente el estudio de la fuga de Villa Cisneros y en ese libro dice de Pedro Hernández que era un activo vecino de La Orotava, fundador de la Agrupación Socialista y del Sindicato de Trabajadores de la Construcción, afecto a la Federación de Trabajadores de La Orotava, ligada a la UGT. En 1934 los medios de la época lo señalaban como uno de los activistas detenidos, por su labor en la huelga agrícola que movilizó a cientos de jornaleros y trabajadores del Valle. Lo habían identificado al tratar de hablar con Florencio Sosa Acevedo, internado en la Prisión Provincial. El 15 de septiembre de 1934 las fuerzas de seguridad habían registrado su casa, encontrando un “antifaz negro” y varias cartas. Una de ella, de Juan Hernández Correa, también detenido por la misma huelga, se dirigía a Juan Pedro Ascanio, militante comunista, que decía: "Compañero Ascanio: Te ruego atiendas al camarada portador de estas líneas, Pedro Hernández Lorenzo, con igual confianza que si de mí propio se tratara. Salud y revolución. Juan Hernández".

Esta labor lo convirtieron en un elemento peligroso para los golpistas, que añadirían su nombre a la lista de deportados. La Guardia Civil dirá de él que era “de carácter algo provocativo y goza de regular concepto”. Además, un informe de la alcaldía de La Orotava del 11 de marzo de 1940 lo señalaba como miembro de IRA (Izquierda Republicana Anticlerical), que presuntamente se dedicó a romper cruces ubicadas en la vía pública.

Ambos vecinos de La Orotava, que ya se sabía que estaban próximos a ser condenados a muerte por las autoridades, recibieron en fueron objeto de un claro señalamiento a través del informe de Manuel Díaz Llanos, párroco de La Concepción en La Orotava, que el 5 de mayo de 1940 aseguraba de ellos que “eran de ideas izquierdistas destacados”. Una piedra más para un resultado difícil de evitar, la muerte.

El tercer implicado en este suceso fue Juan Ramos Muñoz, de tan solo 25 años en el momento de ser fusilado. Era un albañil de la capital tinerfeña. Hijo de Consuelo Ramos Muñoz, que afrontó ser madre soltera en una época en la que ser ilegítimo te marcaba en la vida. Él no tenía militancia reconocida y había pasado desapercibido, aunque llegado el momento fue uno de los participantes de la fuga de Villa Cisneros. En el proceso judicial se le acusa de haber hecho guardia y ayudar a inutilizar la radio del destacamento militar tomado por los antifascistas, siendo los factores claves de su dura sentencia.

Los tres habían logrado formar parte del esfuerzo bélico en defensa de la República. Juan estuvo en el batallón de Etapas y llegó al grado de sargento del Ejército Republicano. Pedro, por su experiencia como albañil y carpintero, trabajó en la construcción de refugios en Valencia y perteneció también a un Batallón de Etapas. Balbino, al usar gafas, fue destinado a labores de retaguardia, siendo su último puesto el de Servicios Auxiliares del Batallón Nº7. Los tres fueron detenidos con la derrota de la República, siendo trasladados a la prisión habilitada en la plaza de toros de Valencia y también, en el caso de Pedro y Juan, al campo de concentración de Albatera, uno de los más duros de esa época.

Estando presos en Tenerife, sabiendo el final que iban a tener, tuvieron que afrontar el procedimiento de responsabilidades políticas, a través del cual las autoridades franquistas buscaban lograr recursos económicos y debilitar todavía más cualquier posible resistencia contra el nuevo tiempo político.

Finalizo su memoria recordando la carta que dejaron para sus camaradas. “Vamos a morir convencidos de que la luz de un nuevo amanecer brillará para todos los que hoy sufren bajo la oscura noche del fascismo. ¡Camarada, la victoria es nuestra! ¡Viva la República!”. Que su recuerdo no se borre de la historia.



Firmas de los tres fusilados del expediente de Responsabilidades Políticas conservado en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas

Fuentes consultadas

    - García Luis, Ricardo. Los fusilados: las últimas letras. ¿Temor a la muerte?. Cuadernos del Ateneo de La Laguna, n.º 23, 1 de junio de 2007, página 52 y 53

  • Hernández Hernández, José Manuel. Villa Cisneros 1937. La gran evasión de los antifascistas canarios. Le Canarien. (2018)

  • García Luis, Ricardo. La justicia de los rebeldes. Los fusilados en Santa Cruz de Tenerife (1936-1940). Editorial Baile del Sol (1994)

  • Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de Gran Canaria. Tribunal de Responsabilidades Políticas. Expediente 50 de la Causa 96 de 1937

  • Gaceta de Tenerife, 2 de junio de 1931, p3

  • La Prensa. 28 de diciembre de 1932. p3

  • La Prensa. 19 de septiembre de 1934 p1




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