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El asesinato de Antonio Montelongo Morales


En una noche oscura de febrero de 1937 doce hombres atados de apelotonaban en el fondo de una barquilla. Sus captores les insultaban y golpeaban sin piedad con las culatas de sus fusiles, mientras uno a uno eran metidos en sacos con piedras y lanzados al mar. Las escasas luces de Cueva Bermeja y el océano fueron sus últimas visiones.

Allí pasó sus últimos minutos de vida Antonio Montelongo Morales, un destacado miembro de la CNT tinerfeña, junto con compañeros militantes socialistas, comunistas,sindicalistas, maestros y poetas, como el gran Domingo López Torres. 

Este jóven, nacido el 18 de octubre de 1904 en el Puerto de la Cruz, fue detenido a finales de julio de 1936 y en su ficha los franquistas lo consideran como un “extremista muy peligroso” (1).

La vida de Antonio fue un ejemplo de superación y compromiso constante. Con apenas diez años es uno de los usuarios del Asilo Victoria, una institución benéfica que atendía a niños con pocos recursos de la capital tinerfeña. Allí nuestro protagonista sufre maltrato físico y heridas en distintas zonas del cuerpo por parte de un cocinero del centro, que es denunciado y juzgado por ello (2).


Gracias a la impagable labor del investigador Ricardo García Luis conocemos datos valiosos de su vida, al entrevistar al único hijo de Antonio. Por él conocemos que al tener que emigrar su padre a Cuba y trabajar desde niño en distintos oficios, desde repartir telegramas a chófer, siendo dirigente en el Sindicato de Transportes de la CNT. Siendo yesista trabajó con un valenciano apellidado Piqué, este le habló del anarquismo y le recomendó viajar a Barcelona para conocer “su cuna” ideológica (3).

Montelongo al volver a Tenerife será un activo miembro del movimiento obrero. El 26 de noviembre de 1931 interviene en el mitin que la Federación Obrera, por el primer aniversario de los graves incidentes que acabaron con la vida del sastre tinerfeño, Juan Agrella. Le acompañan en esa ocasión otros destacados militantes de la izquierda como Francisco Silvestre, Francisco Vicente, Juan Pedro Ascanio, Saturnino Tejera, José Rial y Juan José Cova (4). 


En el año 1932 las autoridades ya conocen la capacidad de Antonio y su papel, por eso es uno de los detenidos en la huelga de mayo de ese año, junto con otros destacados militantes sindicalistas del momento (5). En junio vuelve a ser detenido por la huelga del transporte, manifestándose en la prensa escrita que Antonio, como presidente del Sindicato de Transportes, había sido puesto en prisión por las “incitaciones que hace entre los chóferes para que secunden el paro” (6). Antes incluso de esta movilización, había formado parte de la comisión de representantes de los “empleados de autobuses urbanos” de la capital, reunidos con el concejal responsable en la materia, debido a los “constantes despidos del personal”, así como por no abonarse el mes íntegro del contrato cuando se producía el cese (7).

A finales de 1932 ocupa el puesto de Secretario General de la Junta de Obras del puerto, una rama sindical de amplia mayoría anarquista, entre los que se encontraba como director el conocido activista de origen andaluz, Juan José Luque Argenti. En diciembre de ese año el Sindicato de obreros de la Junta de Obras del Puerto decide contribuir con 25 céntimos de peseta mensuales, por cada uno de sus 115 afiliados, para ayudar a sostener la labor del Hospital de Niños de la capital (8).

En la huelga de enero de 1933 vuelve a ser detenido como previsión, en este caso junto con otro chófer llamado Francisco Román Romero, “por su actuación en pasados procesos huelgüísticos” (9).


En marzo de 1933 la prensa conservadora y la policía lo señala como uno de los participantes en un asalto contra la imprenta que edita los semanarios “El Noticiero” y “La Campana”, que habían publicado un artículo en el que atacaban la huelga de la Junta de Operarios del muelle (10). siendo una vez más detenido a finales de ese mes (11). Posiblemente este suceso tendrá un peso determinante en la decisión de su muerte por los poderes franquistas, apenas tres años después.

A pesar de su gran activismo político y social, incluso de su paso por prisión, Montelongo no desaprovecha las oportunidades de mejora de su situación laboral y en agosto de 1933 aprueba su exámen de Segundo Mecánico naval de la Marina Mercante (12).

Antonio también usa una herramienta fundamental para cualquier revolucionario, la escritura. En 1934 aparece en el semanario En Marcha, órgano de la CNT, un artículo que dedica a Sor Eloísa Arteaga, Hermana de la Caridad del Hospital Civil, a la que señala como responsable de la salida de ese centro sanitario de varios militantes de izquierda enfermos, sin haberse repuesto de sus dolencias completamente. Montelongo afirmaba que a estos presos enfermos, se les devolvía a prisión, por “no comulgar en su religión” (13).

Con el golpe franquista de 1936 Antonio Montelongo se convierte en un objetivo del nuevo régimen. A finales de julio es detenido en su domicilio, donde vivía junto a su compañera Nemesia Fernández Vivas y su hijo de apenas ocho meses de vida. Lo llevan primero a los salones de Pedro Duque, custodiados por Acción Ciudadana, siendo trasladado posteriormente a Fyffes y más tarde al Santa Ana, una de las prisiones flotantes tinerfeñas (14).

Según el testimonio de su hijo, escuchado a su madre, Antonio pidió piedad a sus verdugos en el barco que lo llevaba a la muerte, no quería dejar a una viuda y a un huérfano en el mundo. Según su relato, recogido de boca de su verdugo, “le cortó el cogote y lo botó al agua” (15).

No solo se ensañaron con los presos, también con sus familiares, que solo recibieron informes clandestinos, apenas rumores de lo sucedido. Una madre y un bebé que quedaron solos en el mundo, sufriendo un dolor indecible y mil penurias, señalados por “rojos”. Su viuda tuvo que esperar hasta 1982 para que un documento oficial reconociera la muerte de Antonio, no cobrando la pensión que le correspondía por ello hasta pasados los ochenta años (16).

Los restos de Montelongo, si es que algo queda, siguen reposando en una tumba submarina, en el lugar donde llaman “la Cordillera”, junto a decenas más, asesinados en un lugar donde la guerra no tocó, sólo el odio desbordante de quienes querían volver al pasado.



Fuentes consultadas

 

  1. García Luis, Ricardo. Crónica de vencidos. Canarias: resistentes de la guerra civil. La Marea. Islas Canarias. 2003 pp. 177-192

  2. El Progreso. 15 de diciembre 1914. p2

  3. García Luis, Ricardo. Op. Cit

  4. La Prensa. 26 de noviembre 1931. p2

  5. Gaceta de Tenerife. 31 de mayo 1932. p5

  6. El Día. 22 de junio 1932. p8

  7. La Prensa. 27 de abril 1932. p1

  8. La Prensa. 30 de diciembre 1932. p3

  9. Hoy. 14 de enero 1933. p2

  10. Gaceta de Tenerife. 28 de marzo 1933. p5

  11. Gaceta de Tenerife. 29 de marzo 1933. p8

  12. Gaceta de Tenerife. 5 de agosto 1933. p9

  13. García Luis, Ricardo. Op. cit. p181

  14. Idem. p182

  15. Idem p186

  16. Idem p187-188

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