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Dolores Melo Aponte, la lucha de una mujer en la Arona de principios del siglo XX


A Dolores Melo Aponte le quebraron la vida a sus 49 años. Esta aronera, residente en el pago de Sabinita Alta, fue la única mujer de ese municipio sometida a un Consejo de Guerra por el Tribunal Quinto de la capital, por sus vínculos con la Federación Obrera y sus ideas anarquistas.
El 1 de marzo de 1937 salió de la prisión provincial de Santa Cruz. En la cárcel, ubicada en la toscalera calle San Miguel, compartió la suerte de otras 150 penadas por sus ideales. Todo se había precipitado desde que el 2 de octubre de 1936 se realizó un registro de su domicilio en el que incautaron en un estante de la vivienda "cartas, periódicos extremistas, libros de ideología comunista y postales pornográficas". Ese era el delito, aunque sabemos que detrás de eso había una vida militante y unos ideales, que causaban temor al nuevo poder político y militar.
Dolores había nacido el 17 de mayo de 1887 en el seno de una familia campesina. A los inicios de la República estaba viuda, su esposo había fallecido trabajando en un pozo de la poderosa familia Ahlers, que algunos vinculan con el nazismo. Se había quedado sola, con tres hijos, en una sociedad que no ponía nada fácil vivir esta realidad, donde no existían formas de protección, más allá de la que la propia comunidad generaba.
La casa donde habitaba se tuvo que acondicionar como improvisada pensión. Era una casa humilde, pero donde se habían esforzado en aprender a leer. En ella tuvo su sede el Centro de Estudios Sociales de Arona, donde los afiliados de la Federación Obrera accedían a algo tan peligroso como la literatura política, que el hijo mayor de Dolores, José Rodríguez, adquiría.
Llega el golpe y los poderes locales sureños, los patrones de las tomateras, de las obras y otros sectores económicos y eclesiásticos se aplican, junto al nuevo régimen, en aplicar su venganza contra quienes les habían disputado sus beneficios pidiendo mejores salarios, más libertad y servicios públicos. La casa de Sabinita Alta había sido un foco de ideas peligrosas, por eso no tardaron mucho en derribar su puerta a culatazos. Tal y como narra el interesante artículo de Mercedes Chinea, el alcalde aronero impuesto por los golpistas hizo un informe sobre Dolores, en el que decía que "siempre desde el año 1931 se ha distinguido por exagerado extremismo, hospedando en su casa con mucha frecuencia y, a veces, por temporadas a individuos de la calaña del conocido por el "Maño" y a otros propagandistas por el estilo".
En noviembre de 1936 es condenada a 4 meses de arresto mayor y a pagar una multa de 250 pesetas, una cantidad considerable para la época, que no podrá asumir, por lo que su pena de cárcel se amplía hasta marzo de 1937.
El miedo ya estaba bien inseminado en la zona. Los que conocían a Dolores, esta viuda de 49 años famosa en la zona por ser una gran oradora, capaz de entusiasmar a quienes la escuchaban, supieron de su desgracia. Por primera vez deja de ser una de tantas mujeres anónimas y su nombre sale hasta en los periódicos. No lo hace sola, sus hijos también vivieron las consecuencias de las ideas y los sueños que tenían sobre la sociedad que había que lograr.

En agosto de 1937 nuevamente la prensa de la dictadura señala a Dolores. Es la única mujer que aparece en el listado por el que la Comandancia General de Canarias declara la responsabilidad civil contra un grupo de personas "por consecuencia de los daños y perjuicios ocasionados con motivo de la oposición al Movimiento Nacional". La voz firme y las lecturas de la familia Melo desatan una campaña que demuestra un odio atroz, una acción que posiblemente, como en tantos otros casos, acabó casi con total seguridad con la pérdida de los escasos bienes familiares y sus propiedades. En este caso la vivienda de Sabinita Alta, su principal medio de vida.
Manuel Rodríguez Melo, hijo de Dolores

La brutalidad que se desató contra Dolores Melo y su familia demuestra el enorme miedo que había a que sus ideas siguieran arraigando en el corazón de la mayoría social. A que nuevas generaciones reclamaran con más fuerza derechos laborales, educación, libertad y justicia. Que simplemente cuestionaran que unos pocos debieran decidir por ellos el futuro o impedirles tener un futuro mejor. Dolores, llamada en la zona Pasionaria o "la loca", según quién cuente la historia, es el ejemplo de tantas otras mujeres valientes e invisibles de nuestra historia isleña de silencios amordazados.

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