La dictadura franquista estuvo llena de momentos de resistencia más o menos invisibles, pero todos ellos arriesgados. Uno de los que tenemos testimonio en Tenerife sucedió con motivo del funeral del destacado político, sindicalista, masón y deportista, Bartolomé Hernández Acosta. Una imagen compartida por su nieto nos deja patente la abrumadora demostración de afecto y cariño que despertó su fallecimiento, el 27 de febrero de 1947. Allí, casi encabezando el cortejo fúnebre, estaba la primera concejala del Ayuntamiento santacrucero, miembro del PCE, Isabel González. Había pasado los últimos diez años escondida de las autoridades franquistas y era la primera ocasión que abandonaba esta vida de encierro involuntario. Según el investigador José Manuel Rodríguez, “El acto coincidía con el auge de una importante actividad comunista clandestina en los barrios de la capital y se convirtió en una verdadera demostración política de ex presos y militantes de izquierda” (1). Evidentement...