Los israelíes hablan una y otra
vez de sus “bombardeos quirúrgicos” como si las bombas así fuesen más inofensivas,
más limpias, casi humanitarias. No opinarán lo mismo los familiares de los 16
palestinos que han muerto en las últimas horas con estos bombardeos.
Con la guerra siempre se generan
este tipo de hipocresías, los medios belicistas inventan sus propias mentiras,
un lenguaje alternativo de daños colaterales, objetivos tácticos, ataques
selectivos o bombas inteligentes (fuerte contradicción). Las palabras engañan y
envenenan, tranquilizan conciencias o las adormecen, los terroristas son
siempre sucios y pobres, ya que lanzar bombas con un avión plateado que ha
costado millones de euros es justo, casi poético para ellos.
Ese niño palestino de 18 meses
muerto hoy por una bomba inteligente es un peón más en un tablero lleno de
sangre y dolor, de un conflicto promocionado y patrocinado por personas que
viven muy bien, ajenas a la muerte y sufrimiento de uno y otro bando. Una
guerra que cada vez tiene menos sentido, donde las potencias venden más armas,
miran y sonríen.
Estoy esperando por saber qué
nuevos términos de muerte acuñarán los medios en los próximos días. Qué
filigranas harán para definir el bombardeo de un poblado tuareg de Mali, la
explosión de una guagua en Afganistán o el incendio de una escuela de Gaza. Seguro
que serán nuevas palabras limpias para hablar sobre más muertes de pobres.
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