En el siglo XIX las potencias
coloniales europeas decidieron el reparto del continente africano como si de
una tarta de cumpleaños se tratara. El continente, plagado de líneas rectas
realizadas sobre un simple mapa, se convirtió en una suma de colonias variadas que
cortaban a pueblos enteros sin piedad, separando tribus, etnias o familias.
Con la independencia, los países
que nacían acordaron que no se admitirían cuestionamientos de las fronteras
estatales para adaptarlos a las realidades étnicas, esta decisión ha generado todo
tipo de conflictos durante el siglo XX y la primera década del XXI.
Mali es un buen ejemplo de esto. Aunque
en Canarias estamos más cerca de este país que de Madrid nadie sabía lo que
allí ocurría. Desde la década de los noventa, al igual que en Níger, una cruel
guerra entre tuaregs del Norte y la población del Sur del país ha dejado más de
5000 muertos, esta se trataba de una de tantas guerras silenciosas de África, a
nadie le importaba.
En enero de 2012 los tuaregs
volvieron a la escena internacional cuando sus guerrillas lanzaban una dura
ofensiva contra el gobierno de Bamako. Esta ofensiva acaba cuando, aprovechando
un intento de golpe de Estado en Mali, se produce en abril la declaración de independencia
de Azawad, toda la gran zona norte desértica donde viven algo más de medio
millón de tuaregs.
El Movimiento de Liberación
Nacional de Azawad es el principal grupo guerrillero de los tuaregs. Como ellos
es una organización laica, que respeta la forma tradicional en la que los
tuaregs han vivido el Islam, alejado de todo fanatismo y donde la mujer
mantiene un importante papel. El
problema es que esta organización no cuenta con apoyos externos mientras que el
gobierno de Mali si tiene el beneplácito de la antigua potencia colonial
francesa, del conjunto de la Unión Europea y de los EE.UU.
La ONU ha refrendado a los
padrinos de Mali con una decisión que permite una intervención militar en la
zona para “recuperar este territorio”. La realidad es que, con la excusa de la
existencia de grupos fundamentalistas en la zona, se va a desarrollar un
auténtico genocidio contra los tuaregs.
En 1997 tuve la fortuna de participar,
dentro de la delegación de Azarug, en el I Congreso Mundial Amazigh que se
celebró en Tafira, Gran Canaria. Allí conocimos de primera mano la situación de
los tuaregs de Mali y Níger, en pleno conflicto armado. Su dramático
llamamiento ante el plenario, pidiendo ayuda ante las matanzas de hombres,
mujeres y niños nómadas a mano del ejército de Mali nos desgarró. Hoy la ONU
decide continuar con su tarea con la más moderna tecnología, una labor que
puede generar una nueva catástrofe humanitaria,
social y cultural en Azawad.
Para esta brutal tarea a los
canarios y canarias se nos ha convidado a participar, sin quererlo. El Arsenal
de Las Palmas de Gran Canaria se ha anunciado como uno de los puntos
fundamentales para operaciones de “seguridad” en el Sahel. En otras palabras, nuestra
tierra será la plataforma de agresión a la que nos negamos en 1986, vulnerando
nuevamente nuestros deseos y nuestra esquelética soberanía.
No podemos permitir el genocidio
contra el pueblo tuareg, una nueva matanza patrocinada por la ONU y que cuenta
con un cruel silencio mediático, empeñados en mostrar que es una acción “antiterrorista”,
cuando en realidad sólo se trata de defender los intereses imperialistas sobre
una enorme zona del Sáhara, rica en yacimientos de uranio, que también podría
contener otros recursos de gran valor para las potencias occidentales. Debemos
decir no a la intervención contra Azawad, decir no al silencio cómplice
internacional, decir no al genocidio tuareg, decir no a que se nos convierta
nuevamente en plataforma de agresión contra otros pueblos hermanos, todavía
estamos a tiempo.
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