domingo, 14 de agosto de 2022

El Teniente Alfonso González Campos frente al golpe del 18 de julio

Hasta los fascistas decían que el Teniente Alfonso González Campos era un hombre risueño, pero fue su odio el que le borró la sonrisa para siempre. Casi a la misma hora en la que dió inicio el Golpe militar, apenas 25 días antes, las balas de un pelotón de fusilamiento acabaron con su vida. Eran las cinco y cuarto de la madrugada del 11 de agosto de 1936 y el marco de esta terrible ceremonia de muerte fue una vez más la Batería del Barranco del Hierro (1). Nunca había cometido ningún delito, algunos dicen incluso que era más monárquico que republicano, pero fue uno de los pocos miembros de las fuerzas del orden tinerfeñas que en esa jornada lúgubre cumplió con su deber, defendiendo hasta las últimas consecuencias la legalidad democrática republicana. 
Alfonso tenía solo 32 años y su esposa, Themis Hernández Pérez, quedaba viuda embarazada del primer hijo de la pareja. La Gaceta de Tenerife, uno de los medios que más aplaudió la acción ilegal de los militares franquistas, recoge la nota de la Comandancia Militar en la que se cumplía la sentencia del Consejo de Guerra, iniciado pocos días antes. La fría literatura castrense menciona con una crueldad insondable como el Teniente “rescató con una muerte digna el momento de ofuscación que a ella le condujo” ya que según sus propios verdugos estaba “arrepentido de su culpa” y a la hora de morir gritó un “viva España” (2). Según sus asesinos, la ofuscación fue ser leal a los valores democráticos y constitucionales que los golpistas borrarían brutalmente durante casi cuatro décadas, protagonizando uno de los escasos momentos de resistencia que se dió en la jornada del 18 de julio en la isla de Tenerife. 
Nuestro protagonista había nacido en 1904 en Güímar (3), iniciándose en la carrera militar siendo muy jóven. La prensa de la época ofrece un número importante de noticias referidas a sus progresos en esta materia, sobre sus idas y venidas de la Isla, incluso algunos momentos de su vida personal. Con apenas doce años logra el cuarto puesto y un sobresaliente en los exámenes realizados en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife para obtener la beca de bachillerato (4). 
En marzo de 1922 aprueba el cuarto ejercicio para el ingreso en la Academia de Infantería de Toledo (5), logrando finalmente entrar en esta institución en julio de 1923 (6). Tres años después el Diario Oficial, por real orden del 8 de julio, notifica el ascenso del jóven Alfonso al puesto de Alferez en la Academia de Infantería, felicitando la prensa de la época también a su padre, José González Duarte (7). Poco después es destinado por primera vez a Tenerife, incorporado al Regimiento Nº64 (8). Entre 1928 y 1930 pasa por varios destinos, como el Batallón de África Nº15, emplazado en Melilla, y la Brigada Disciplinaria de Cabo Juby (9)(10). 
También se nos permite conocer por las amarillentas páginas periodísticas algunas de las aficiones de militar güimarero, caso del fútbol, ejerciendo el 8 de diciembre de 1929 de árbitro en el partido entre la Unión Cabojubiana y el Club Disciplinario, derbi ganado por cuatro goles por los primeros (11). En mayo de 1930 regresa a Tenerife, a su antiguo regimiento (12). 
Con la llegada de la II República se reorganizan las fuerzas militares emplazadas en Canarias, siendo trasladado al Regimiento 34, al que ya entra con el grado de Teniente (13). Otra muestra clara de su interés por el mundo futbolístico aparece destacada en los medios escritos del momento, al ser nombrado vicepresidente de la Federación Tinerfeña de Fútbol en su asamblea del 13 de agosto de 1934, donde Adrián Savoie ocupará el puesto de presidente de un deporte que en ese momento ya tenía una enorme popularidad (14). Parece que la noticia no sentó demasiado bien entre sus mandos, que solo cuatro días después reclaman que se presente de forma inmediata en el cuartel, “por haberse ausentado de esta plaza en uso de permiso de verano” (15). 
 En los últimos meses de 1934 le tocará en dos ocasiones ejercer de abogado defensor en dos consejos de guerra diferentes. Poco podía suponer el proceso que él mismo sufriría en apenas unos meses, una vez desencadenado el golpe militar. En la primera corte marcial le toca defender a los guardias civiles Casimiro Ruíz y Francisco Bermejo, detenidos por “delito de homicidio” (16). Según nos cuenta el brillante estudio documental del investigador Pedro Medina Sanabria, este juicio se desarrolla ante el asesinato del vecino de La Guancha, Pedro Domínguez Dorta, tiroteado por los anteriormente mencionados por haber proferido unos supuestos “insultos a la autoridad”, siendo ambos militares posteriormente liberados sin cargos, gracias a los amplios beneficios que el Gobierno conservador de ese momento daba a las fuerzas del orden (17). El segundo juicio será contra Anselmo González y Alfredo García, soldados del Grupo Mixto de Artillería Nº2, acusados de “desobediencia e insulto a superior” (18), no teniendo testimonios posteriores de cómo quedó este procedimiento. En 1935 entra a formar parte del Cuerpo de Seguridad y Asalto, conocido como Guardia de Asalto, creado por el gobierno de la II República en 1932 (19). 
Su primer destino es la Comandancia de Barcelona (20), pero en julio de ese mismo año regresa nuevamente al Archipiélago, esta vez para ocupar la plaza de Teniente de dicho cuerpo en Santa Cruz de La Palma (21). Poco antes de marchar a La Palma se casa con la ya mencionada Themis Hernández Pérez. Justo el día antes de la boda, que se celebró el 16 de julio en Tacoronte (22), vivirá una experiencia muy in tensa, al detener al responsable de un intento de asesinato en la zona de La Medida, al que junto con el juez municipal de Güímar, Santos Angulo, captura mientras intentaba huir rumbo a Santa Cruz (23). 
El destino quiso que la “Superioridad” decidiera la disolución de la sección de Asalto de la capital palmera, con lo que Alfonso, junto a su mujer, vuelve a la capital tinerfeña a inicios de 1936 (23), dejándolo de esta manera a las puertas de su terrible final. Poco después de esa fecha se produce el triunfo del Frente Popular, un gobierno obrero era la excusa que las fuerzas reaccionarias necesitaban para desatar su violencia contra el nuevo tiempo que empezaba apenas a florecer. En la jornada del 18 de julio nuestro protagonista está junto a sus hombres en la capital tinerfeña. En la madrugada los militares ultras desplegaron sus tropas, ocupando las zonas estratégicas de la ciudad, incluído el Gobierno Civil, en el que según el libro de Andrés Chávez y la crónica del Comandante fascista Alfonso Moreno Ureña, se encontraba el Teniente de la Guardia de Asalto asistiendo al Gobernador Civil y otras autoridades civiles y policiales. Según la prensa Ureña vio al entrar “un grupo de unas nueve personas entre las que vió al Gobernador, su secretario, el inspector jefe de la Policía, este con las manos en los bolsillos de su americana, y al infortunado teniente don Alfonso González Campos; era este el más próximo a la puerta, y su gesto alegre y risueño a que me tenía acostumbrado, era para mi, en aquel momento, algo totalmente desconocido, tanto que me preocupó desde el instante de verle”. La charla del comandante golpista, en la que se permite dar vivas a “nuestro insigne caudillo” y al “ejército de salvación” (25), indica que el Teniente González no simpatizaba con lo que en ese momento sucedía en los exteriores de los principales edificios públicos de la Isla. Según el amplio y necesario estudio de ese período del profesor Cabrera Acosta, lo que sucede en esa jornada en las inmediaciones del Gobierno Civil “implica sobre todo al republicanismo de izquierdas”, que instigó la respuesta de la Guardia de Asalto para que se liberaran a las principales autoridades de la Isla (26). 
 Desde la propia prensa, totalmente sometida al nuevo régimen, se narra el momento, detallando como “los jefes militares con fuerzas a sus órdenes ocuparon el Gobierno Civil y demás centros oficiales” y “con motivo de este movimiento fueron destituidas todas las autoridades de la Provincia”, quedando el gobernador, Vázquez Moro, detenido, igual que el alcalde capitalino, para ser posteriormente trasladados a Paso Alto (27), ambos serían asesinados y desaparecidos poco después. En la Gaceta describen una “colisión sangrienta entre la fuerza del ejército que se encontraba guarneciendo el edificio del Gobierno Civil y una fracción de doce guardias de Asalto de esta capital (…) dirigidos por el teniente del mismo cuerpo, don Alfonso González Campos”. Igualmente se explica que tras el tirotero producido, que dejó un saldo de un guardia y un falangista voluntario muerto, además de varios heridos de diversa gravedad, “Campos logró huir sin ser detenido” (28). A las pocas horas el Teniente González Campos decide entregarse, sus hombres también habían sido desarmados y detenidos. El 4 de agosto se inicia el Consejo de Guerra contra ese pequeño grupo de valientes que decidieron enfrentarse a fuerzas superiores para liberar a las autoridades retenidas de forma ilegal y recuperar el control democrático de Tenerife. Son en total 36 guardias de asalto los que acompañan a su superior, así como un vecino que participó de la lucha (29). 

Según un extracto de la crónica de José Antonio Rial, publicado en el libro que Andrés Chávez dedica a estos sucesos, el propio González Campos había comentado a otros compañeros presos “que un hombre decidido al frente de una pequeña tropa leal, como la que él mandaba, hubiera podido tomar sin resistencias el Parque de Artillería de la plaza Weyler (…) ese error táctico me va a costar la cabeza” (30) El 10 de agosto termina el Consejo de Guerra. Posiblemente todas las partes ya sabían plenamente lo que era la “justicia” de los golpistas. Se condena a muerte a nuestro protagonista, a 26 años de reclusión mayor militar a 14 guardias de asalto, 20 años de reclusión menor a otros 20 guardias y a 6 años al paisano Diego Poveda Pestano. En esa lenguaje gris de la prensa bajo el franquismo, también se traslada a la sociedad que tras la sentencia “se han cursado numerosos telegramas a la Junta Nacional de Burgos y al general Franco, que han suscrito entidades y representantes de todas las clases sociales”, en los que se pedía clemencia y se permitiera vivir a Alfonso, hasta los medios locales La Tarde, La Prensa y Gaceta de Tenerife suscribieron esas manifestaciones (31), peticiones que no fueron escuchadas. Alfonso González Campos ya estaba muerto y enterrado cuando en noviembre de 1936 su único hijo nació (32), también aparece en los periódicos que aplaudían al nuevo poder, las victorias de Franco y los ejemplos “luminosos” de otros grandes líderes de occidente como Hitler y Mussolini. 
Acabo el artículo precisamente con un fragmento de la propia memoria de su hijo, Alfonso González Hernández, que relata la vivencia de una familia rota por el dolor de ese asesinato de ese padre “simpático, entregado a los demás” que no conoció. Cuenta como su madre, viuda con solo 23 años, hablaba de su marido, “y lloraba amargamente. Yo dejé de preguntarle por mi padre porque le entristecía mucho todo aquello. Aquel abatimiento le provocó una enfermedad irreparable; murió joven, con 47 años” (33), una familia más, como tantas miles, también marcadas por el dolor de la violencia que quebró la paz y la convivencia, personas que tuvieron que mantener en silencio su sentimiento y sus lágrimas mientras los verdugos eran premiados en las calles o en la vida civil. 
Fuentes consultadas
1. Gaceta de Tenerife. 11 de agosto de 1936. p.1 
2. Idem 
3.https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2018/09/05/victimas-mortales-del-franquismo-en-la-villa-de-guimar/ 
4. Gaceta de Tenerife. 23 de julio de 1916. p.2 
5. La Prensa. 22 de marzo de 1922. p.1 
6. El Progreso. 20 de julio de 1923. p.1 
7. El Progreso. 16 de julio de 1926. p.1 
8. La Prensa. 31 de julio de 1926. p.3 
9. La Prensa. 9 de mayo de 1928. p.6 
10. La Prensa. 26 de enero de 1929. p.5 
11. La Prensa. 3 de enero de 1930. p.3 
12. La Prensa. 25 de mayo de 1931. p.4 
13. El Progreso. 24 de junio de 1931. p.1 
14. La Prensa. 15 de agosto de 1934. p.6 
15. La Prensa. 18 de agosto de 1934. p.6 
16. Gaceta de Tenerife. 8 de noviembre de 1934. p.10 
17. https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2014/08/16/pedro-dominguez-dorta-muerto-a-tiros-por-la-guardia-civil-en-la-guancha/ 18. Gaceta de Tenerife. 6 de enero de 1935. p.2  
19. http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/autoridad/59576 
20. La Prensa. 11 de mayo de 1935. p.3 
21. La Prensa. 2 de julio de 1935. p.4
22. La Prensa. 12 de julio de 1935. p.3 
23. Gaceta de Tenerife. 16 de julio de 1935. p.3 
24. La Prensa. 30 de enero de 1936. p.8 
25. La Prensa. 27 de noviembre de 1936. p.5 
26. Cabrera Acosta, Miguel Ángel. La II República en las Canarias Occidentales. Santa Cruz de Tenerife. 1991. p. 611 
27. Gaceta de Tenerife. 19 de julio de 1936. p.4 
28. Idem 
29. La Prensa. 4 de agosto de 1936. p.2 
30. Chaves, Andrés. Gesta y sacrificio del Teniente González Campos. Santa Cruz de Tenerife. 2003. p.51 
31. La Prensa. 11 de agosto de 1936. p.3 
32. La Prensa. 13 de noviembre de 1936. p.3 
33. Chaves, Andrés. op. Cit. p.70-71

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