Antes de que eso del
internacionalismo estuviera de moda colaboró activamente en la independencia de
Cuba, donde descubrió su propia identidad, como antes y después le sucedió a
muchos otros. Como decía el americanista Francisco Morales el canario se
descubre a si mismo en América y esto se cumple con Secundino. Este isleño de
pelo crespo es producto de la propia miseria que se vivía en las Islas en las
últimas décadas del siglo XIX, una realidad que se plasma en sus escritos.
La lucha de Secundino por la
libertad de los pueblos que le acogieron y la de su propia tierra le han
convertido en un referente para muchos que pensamos que este tipo de personas,
extraordinarias y tan infrecuentes en nuestra historia, deben ser recordadas.
Lector de escritores anarquistas,
contemporáneo de Martí y Nicolás Estévanez, a el le debemos la creación de
periódicos revolucionarios, decenas de artículos periodísticos y cuentos breves
en los que hablaba de la triste existencia de los isleños en América y en su
país. Su crítica contra el caciquismo y la explotación que se sufría en nuestro
Archipiélago lo convirtió en uno de los nombres a tener en cuenta en la
historia inicial del sindicalismo canario, en un momento donde esta actividad
era realmente peligrosa y generaba una persecución política incansable.
Su activismo le costó
sufrimientos y una pena de cárcel injusta que lo alejó de su familia. En su
novela autobiográfica Vacaguaré recoge ese momento de dolor y sufrimiento que
le marcó sus últimos años de vida, perseguido por el cruel Valeriano Weyler,
responsable de la muerte por inanición de unos 250.000 campesinos cubanos, uno
de los inventores de los campos de exterminio, tristemente recordado en una de
las principales plazas de la capital tinerfeña.
Poca gente recuerda hoy a este
político canario, su memoria ha sido borrada o manipulada, igual que los
ejemplares de El Guanche fueron requisados cuando llegaban a las Islas. Un
olvido que en gran parte tiene que ver con el pecado original de haberse mirado
al espejo para reconocerse como pueblo con una identidad propia y con el
derecho a caminar en libertad. Este olvido trata de acabar con la memoria de un
hombre sencillo y bueno, un olvido que solo nos retrata como pueblo.
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