viernes, 9 de octubre de 2009
Un año más desde el asesinato de Ernesto Guevara, el “Che”
Hoy día nueve se cumple un año más del asesinato a manos de tropas bolivianas instruidas por la CIA de un de los líderes guerrilleros más carismáticos y recordados del planeta. Ese puesto le ha valido una enorme admiración, pero también un creciente número de detractores que ven en su aura de guerrillero honesto, luchador incansable, de auténtico revolucionario un “mal ejemplo”.
Les duele que un universitario de clase acomodada traicionara los ideales burgueses para lanzarse a recorrer América Latina y arriesgar su vida por los que nada tenían. Les duele que además fuera un ganador, que les venciera en Santa Clara y en tantas otras ocasiones. Pero sobretodo les duele que sea admirado, recordado y respetado, ver su rostro en tantos muros de tantos países, verlo en el cine o en la televisión, no pueden soportar que se admire a un revolucionario, que nada oscuro o sucio se le pueda achacar.
Los mismos que hablan de asesinar presidentes por ser “rojos”, los que tanto apoyan a los golpistas cuando se trata de acabar con procesos populares, los que jalean cualquier forma de violencia siempre que sea contra los que menos tienen han convertido a Ernesto “Che” Guevara en uno de sus principales objetivos a batir. A través de decenas de panfletos, libros o documentales tratan de demostrar todo tipo de barbaridades aunque ni la historia ni los que estuvieron a su lado les acompañen. Ellos se deben creer poseedores de la verdad revelada por el simple hecho de ser de derecha, los de “toda la vida”.
Los creadores de opinión de un lado y otro -encantados de realizar malabarismos con la historia- tratan de juzgar la labor de un hombre asesinado en 1967 con la óptica del 2009. Vano intento este si además desconocen la realidad social, económica y política que se vivía en América Latina en esos momentos. Es curioso que no utilicen esa misma óptica para analizar la vida y obra de muchos de los que ellos mismos consideran “próceres de la patria”.
La realidad, les guste o no es que Ernesto Guevara fue un hombre honrado y valiente que dio su vida por hacer lo que el creía correcto y necesario en ese momento. Podría haber sido un acomodado médico en Buenos Aires o tal vez podría haber sido un admirado y venerable dirigente en Cuba, sin embargo optó por mantener prendida la llama de la revolución. No deja de ser paradójico que el mismo país que le vio morir a día de hoy viva un interesante proceso revolucionario.
Hoy simplemente quiero recordarle como el hombre que se sacrifica por unas ideas de libertad, justicia e igualdad que ya eran actuales en el siglo XVIII y lo continúan siendo ahora. Por mucha mercantilización que se haga del ser humano, sus ideas, sus discursos y escritos nos dejan la señal de que su vida fue intensa, extrema y encaminada a un objetivo al que pocos pueden o quieren dedicarse tan íntegramente.
La coherencia que nos demuestra en su vida Guevara probablemente sea difícil de aceptar para muchos, acostumbrados como estamos a tratar insistentemente a derribar a todo aquel que puede llegar a ser motivo de respeto o admiración. Yo por mi parte sigo necesitando de esas personas que nos alumbran el camino, que ofrecen esperanza, reconozco mi adicción y no la escondo porque también conozco al admirado y porque a veces alguna forma de fe en los demás es una buena medicina para el alma.
Para conocer mejor la figura de que hablo les dejo este documental dirigido por Manuel Pérez Paredes “Che Guevara, donde nunca jamás se lo imaginan” donde se hace un acercamiento a la vida del argentino y especialmente a los últimos días del Che en Bolivia.
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