sábado, 9 de mayo de 2009

¿Cambiar las cosas y seguir con lo mismo? . Por Juanjo Triana.


El compañero Juanjo Triana ha elaborado una magnífica respuesta al periodista tinerfeño Alfonso González Jerez en la que detalla algunos aspectos sobre los límites del crecimiento y la necesidad de dar una respuesta desde un punto de vista ecosocialista a la actual crisis, abandonando de una vez por todas el modelo actual de hiperdesarrollo e hiperconsumo, en definitiva un "desarrollismo" insostenible, más aún en un País Archipielágico. Recomiendo su lectura.
Compartimos la crítica expresada hace poco por el periodista Alfonso González Jerez sobre la ausencia de un debate real en los medios de comunicación de Canarias, no sólo respecto al modelo de desarrollo, sino a todos los asuntos que afectan a la esfera pública en general. Por eso, resulta alentador para las gentes de Sí se puede superar las tópicas y manidas acusaciones de estar vendidos al dinero amarillo y de ser enemigos de Tenerife (con que cierto defensor de Nivaria nos obsequia día sí, día también), y mantener un intercambio de argumentos racionales articulados por personas sensatas.
La obra de Donella y Dennis Meadows y Jorgen Randers Los Límites al Crecimiento, encargada al Instituto Tecnológico de Massachusetts por el Club de Roma en 1972, vio la luz de forma providencial en vísperas de la primera crisis energética. Ese trabajo tuvo continuidad en 1992 con el libro Más allá de los límites al crecimiento, y fue de nuevo actualizado en 2004 con Los límites del crecimiento: 30 años después. Sus ideas han ejercido una influencia trascendental en el pensamiento político contemporáneo, y no deberían ser menospreciadas por pertenecer “a los años setenta”, toda vez que sus previsiones se han cumplido punto por punto desde entonces. Según la tesis central del libro, si los ingentes recursos que se destinan al crecimiento se reorientaran hacia el verdadero desarrollo sería posible alcanzar una condición de estabilidad ecológica, sostenible incluso a largo plazo. El estado de equilibrio global debería ser diseñado de manera que las necesidades de cada persona sobre la tierra sean satisfechas, y que cada uno tenga iguales posibilidades de realizar su propio potencial humano.
Al intento de promover el crecimiento económico por encima de cualquier otra consideración mensurable se le conoce como desarrollismo, término que puede aplicarse por igual tanto a los planes quinquenales de Stalin, como al proyecto del puerto de Granadilla, detalles historiográficos al margen.
El crecimiento–cero ya no es una opción que podamos elegir de forma consciente para evitar un hipotético colapso en un futuro más o menos lejano: se trata de una realidad que habita entre nosotros. Si hacemos un breve repaso por las noticias que salen estos días en la prensa de color salmón, podemos leer cosas como que el volumen del comercio mundial descenderá un 9 por ciento este año, según la Organización Mundial de Comercio; las exportaciones cayeron en febrero en torno al 20por ciento con respecto al mismo mes de 2008 en Francia y Alemania, un 25 por 100 en China y en India, y un 50 por 100 en Japón. El DBI Dry Baltic Index, que mide el coste de los fletes para materias primas, y da una idea de la evolución del tráfico marítimo, se hundió un 92 por ciento en 2008. Los armadores tienen previsto dejar cerca de un millar de buques portacontenedores fondeados, anclados a puerto y sin funcionar en los próximos meses (¿estarán todos esperando para atracar en el puerto de Granadilla el día que se inaugure?). La licitación de obra pública de las distintas administraciones cayó un 20,6 por ciento en España el pasado mes de enero, una bajada que fue todavía más acusada en Canarias, con el 78,18 por ciento. La venta de coches se situa en el nivel más bajo desde 1996, con una caída del 60 por 100. El consumo de cemento se desplomó un 44,6 por ciento en el primer trimestre del año en comparación con el mismo periodo de 2008, hasta sumar 6,87 millones de toneladas, como consecuencia de la crisis y el parón en la construcción, según la patronal de cementeras Oficemen.
No sería extraño que esta situación se vuelva permanente porque, a diferencia de crisis anteriores, las materias primas y fuentes de energía (que con su bajo coste posibilitaron en su día que se retomara la senda del crecimiento) han dejado de ser abundantes. Aunque en los últimos meses el precio de la energía se haya estabilizado por el colapso de la demanda, volvería a subir apenas hubiera un repunte (ayudado por la nueva burbuja que se crearía en torno al acaparamiento de lo poco que vaya quedando), y lastraría esa hipotética recuperación. ¿Qué duda cabe que hubiera sido preferible haber optado hace décadas por el crecimiento-cero, cuando los recursos aún abundaban, que no estar ahora condenados a administrar su escasez?
Centrándonos en nuestro país, el diagnóstico que hacemos los ecosocialistas es que este modelo de desarrollo, basado en la construcción como motor de la economía, que a su vez depende del crédito fácil y barato y de que los precios de los inmuebles crezcan sin parar, es como una persona que padece una toxicomanía: la droga lo está matando, pero si le quitan la droga se muere. Los constantes llamamientos de la patronal de la construcción, o de sus clientes y mantenidos, en favor de que se licite más obra pública, o de que se subvencione la construcción de viviendas de protección oficial, o de que la banca reabra el grifo del crédito, son como el grito desgarrador del yonqui que pide una nueva dosis.
Tiene razón el Sr. González Jerez en que los izquierdistas y en particular los ecosocialistas tenemos sólidos, interesantes o, al menos, atendibles argumentos contra este sistema, mientras que nuestras propuestas concretas no tienen la misma fortaleza. Los ilustrados del siglo XVIII también conocían perfectamente los vicios y debilidades de la sociedad estamental y del régimen absolutista, diagnosticaron acertadamente que ya no estaba a la altura de los tiempos que corrían, pero con anterioridad a 1789 no tuvieron nada parecido a un programa de gobierno. Ya que se nos pide una definición de carácter general que especifique los instrumentos y mecanismos de intervención, adelantaremos que cuando haya caído la sede de Promotora Punta Larga (símbolo del antiguo régimen según don Alfonso, como la Bastilla) nuestra acción de gobierno se centrará en sanar al enfermo. Primero se le dejará definitivamente sin droga, parando las grandes infraestructuras innecesarias y costosas, y desincentivando al sector inmobiliario mediante la reforma radical o la supresión de la RIC y de las demás medidas fiscales que lo estimulaban. Seguidamente se le administrará metadona para que soporte su síndrome de abstinencia, en forma de un programa de obras realmente útiles para la sociedad e intensivas en mano de obra, como la rehabilitación de nuestro parque de viviendas públicas y privadas y la construcción de dotaciones públicas como hospitales, instalaciones deportivas, centros escolares, guarderías, zonas verdes, así como infraestructuras para energías renovables. Por último se le desintoxicará orientando la economía hacia esos sectores que algunos consideran tan utópicos: sector primario para recuperar la soberanía alimentaria, energías renovables, trabajo con nuestros viejos y personas dependientes y, por supuesto, turismo como actividad principal y no como subproducto de la construcción. El control democrático de los sectores estratégicos (energía, agua, finanzas, educación, salud) corresponderá a la administración pública (¿qué clase de socialismo sería si no?). Y nadie debería rasgarse las vestiduras por ello. Las recetas que para salir de la crisis se están aplicando en todo el mundo, comenzando por los Estados Unidos, pasan por que el estado acuda al rescate de la banca e industrias en quiebra, asumiendo deudas, verdaderos agujeros negros que, tarde o temprano, se acabarán cubriendo mediante la impresión de papelitos de colores, es decir mediante inflación que acabaremos padeciendo los de siempre. Si hasta ahora se han privatizado los beneficios y se han socializado las pérdidas, ¿no es congruente defender que se quieran socializar también los beneficios?
Respecto de las fuentes de energía, tiene razón don Alfonso en que la articulación de un nuevo sistema energético para Canarias no se puede resolver ni en tres o cuatro años, ni en tres o cuatro legislaturas autonómicas, sino que es una cuestión no sólo de voluntad política, sino también de costes económicos y desarrollo tecnológico. Nunca pretendimos nosotros lo contrario.
Una institución tan poco sospechosa de estar contra el sistema como el Cabildo de Tenerife, del que depende el Instituto Tecnológico de Energías Renovables (ITER), ubicado en el polígono industrial de Granadilla, mantiene que dentro de un cuarto de siglo "deberemos ser casi autosuficientes, no nos quedará más remedio", según manifestó a Diario de Avisos el director gerente del ITER, Manuel Cendagorta-Galarza, en declaraciones publicadas el 9 de marzo de 2009. Según el señor Cendagorta, “en la actualidad, el porcentaje que se inyecta a la red de energías limpias en Canarias es bajo, de tan sólo un 4 o un 5 por ciento, pero el ITER ve muchas posibilidades de futuro a la energía eólica, que ya es más rentable que la combustión de petróleo, y a la solar, que todavía es algo cara pero se prevé una mejora con las investigaciones que se llevan a cabo. De hecho, la producción de energía eólica llegó a costar la mitad que la obtenida mediante la combustión de petróleo cuando los barriles de crudo registraron altos costes. Si se observa la ley de la oferta y la demanda y se tiene en cuenta que cada vez hay menos petróleo, a medida que pasan los años será más caro obtener energía mediante este combustible fósil que además contamina la atmósfera y perjudica a la salud”.
Las declaraciones del director del ITER pudieran ser triunfalistas en exceso. Primero, porque sólo tiene en cuenta la generación de electricidad, que apenas representa una tercera parte del total, pero no el consumo de derivados del petróleo en transporte por carretera; segundo, porque para que la autosuficiencia energética fuera viable se debería de asumir que el consumo no aumentara más, de otra forma los incrementos en el consumo se comerían con creces la nueva potencia instalada en renovables. Por eso gran parte de esa autosuficiencia se debería obtener mediante la mejora en la eficiencia y el ahorro de lo que ahora se malgasta. Por ejemplo, es inviable producir hidrógeno para todos los vehículos de Canarias mediante electricidad obtenida por métodos alternativos. Si en un futuro queremos ser autosuficientes, por fuerza el transporte deberá ser público en su mayor parte.
La soberanía alimentaria no es lo mismo que la autarquía. Podemos seguir comerciando con el resto del mundo, pero vamos a producir en Canarias todo aquello que sea técnicamente posible.
Nunca hemos vendido que sustituir las energías contaminantes por las energías alternativas se limite a un asunto de buena voluntad y honestidad bucólica que pueda resolverse sin costes económicos, sin conflictos empresariales y territoriales. El freno al crecimiento está reñido con el sistema capitalista. La historia, antes y ahora, camina impulsada por luchas y conflictos sociales. ¡Claro que van a existir conflictos! Por eso los ecosocialistas insistimos en que la transición a la autosuficiencia, en Canarias y en todas partes, aunque es técnicamente posible, únicamente se puede implantar con otro sistema socioeconómico alternativo al vigente en la actualidad.
Celebro que personas como el Sr. González Jerez disfruten con la lectura de Reichmann. Para cerrar sugiero esta cita de Albert Einstein que inspiró el título de mi artículo: "No hay mayor estupidez que querer cambiar las cosas y seguir haciendo lo mismo".
Juanjo Triana militante de Alternativa Sí se puede por Tenerife

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